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Los padres de Chan se ensimismaron en Hyunjin, que estaba más que complacido con toda la atención recibida. Jeongin no podía creer cómo su cachorro se ganaba a todo el mundo sólo con una mirada de aquellos ojos grandes y brillantes.

—Esto nunca había pasado —le susurró Chan, llamando su atención.

Jeongin le miró con el ceño fruncido, tratando de ocultar su molestia.

—Tú no me hables —le dijo entre dientes—, estoy muy enfadado contigo.

No podía creer que Chan no les hubiera contado a sus padres acerca de Hyunjin, ¡eso era una tontería! ¿Cómo se le ocurría que estaría bien? Le hacía sentir cómo si se avergonzara de que su novio, más joven que él, tuviera un hijo. Jeongin estaba más que herido con lo que hizo.

Chan le observó con arrepentimiento.

—Cariño...

—Channie, ¿todavía tienes tus juguetes de niño? —preguntó la madre del alfa, sosteniendo a Hyunjin, que a su vez presionaba en un apretado abrazo un peluche de gatito que le consiguieron—. ¡Es una ricura de bebé!

—Se parece a ti cuando eras un cachorrito —añadió su padre, orgulloso.

—¡Bubuuuuu! —gritó Hyunjin, queriendo la atención de vuelta en él—. ¡El miau!

El padre de Chan, todo encantado y sin importarle nada más, comenzó a imitar el ruido de un gatito mientras le hacía cosquillas a Hyunjin, que empezó a reír de forma escandalosa.

En ese instante, la ama de llaves, Nanhee, apareció con una expresión suave, anunciando que la comida ya estaba lista. Añadió que le preparó una porción de pollo con vegetales a Hyunjin para que comiera, y Jeongin le dio las gracias. Ni siquiera pudo tomar en brazos al pequeño, porque la madre de Chan ya lo tenía agarrado.

—Oh, discúlpanos, cariño —se apresuró en decir la mujer hacia Jeongin, sonriendo con algo de vergüenza—, se nos olvidó presentarnos correctamente. Debido a todas estas sorpresas, te imaginarás...

—No se preocupe, señora Bang —dijo el omega, tímido—. Soy Yang Jeongin, y mi cachorrito, es Yang Hyunjin.

—Un placer tenerlos en nuestra casa —contestó el padre de Chan—. Mi nombre es Bang Yongguk, y mi esposa es Bang Suji. Como ella dijo, perdónanos por nuestra poca discreción, pero estamos felices de tenerte aquí. Chan llevaba mucho tiempo sin presentarnos a nadie y ya nos estábamos preocupando.

—Papá... —suspiró Jeongin, sentándose en la mesa—, ¿van a comenzar a avergonzarme?

—Por supuesto —bufó Suji—, es lo mínimo por habernos ocultado esto, ¿qué pensabas con decirnos de la no existencia de Hyunjin?

Al menos Jeongin no era el único indignado por eso. No le iba a perdonar tan fácil eso, ¡iba a tener que hacer méritos por su estupidez!

Nanhee apareció, sirviendo la comida y la madre de Chan no dudó en empezar a darle de comer a Hyunjin, que se veía lleno de felicidad.

—Fue un error, sí —suspiró el alfa—, pero es que no sabía cómo tocar el tema sin que ustedes enloquecieran. Además —siguió defendiéndose—, supongo que sabían que Nayun quería volver conmigo. Ella me dijo que conversó con ustedes y no tuvieron problemas en que ella me buscara.

Ay, santo dios. Ahora Jeongin se molestó más ante la mención de esa víbora, ¡qué descaro más grande! La próxima vez que la viera, la agarraría de las greñas, para que le quedara claro que Chan era su hombre.

—Pensamos que lo que tenías con Jeongin no era tan serio —señaló su padre, antes de mirar al omega—, sin desmeritarte, por supuesto. Es sólo que no sabíamos qué intenciones tienen uno con el otro, además de que tampoco sabíamos que ya te había marcado.

Jeongin sentía que toda esa visita empezó con el pie izquierdo. ¿Acaso los padres de Chan todavía querían que el alfa y Nayun estuvieran juntos? Le daba pánico que ellos nunca lo quisieran dentro de su familia.

—Pero ahora que vemos esto, ¡no hay nada de lo que preocuparnos! —dijo Suji, entusiasmada—. ¿Tienen planeada una fecha próxima para la boda?

En ese momento, el menor se atragantó con la bebida que estaba bebiendo. Hyunjin estalló en risas nuevas al ver los gestos de su mamá. Chan le golpeó la espalda con suavidad y Nanhee no tardó en entrar al comedor con un vaso de agua. Esa mujer parecía ser multifuncional.

—Lo siento —barboteó Jeongin, tosiendo entrecortadamente—, perdón...

—¡Mami cof cof! —chilló Hyunjin, antes de que Suji lo alimentara—. ¡Yummy!

—Mamá... —Chan se veía muy nervioso—, con Jeongin todavía no hemos hablado de una boda.

—¿Cómo? —ahora su padre habló, atónito—. Pero si está marcado, ¡están ya casi casados!

Chan le había advertido que provenía de una familia tradicional, ¡aunque no creía que tanto! Un matrimonio, cuando no llevaban más de un año de conocerse...

Sin embargo, algo de razón tenían: en el cuello de Jeongin relucía la marca que Chan le hizo, una clara muestra del enlace que compartían ambos. Una marca podía considerarse casi tan serio como un matrimonio, después de todo, era difícil de romper.

Sin poder evitarlo, sintió un poco de rubor en sus mejillas. ¿Un matrimonio? Ya lo pensó antes, pero ahora, era algo más serio, no una simple fantasía de adolescente enamorado. A Jeongin le gustaría tener una boda.

—Es una decisión que tomaremos con Innie a su debido tiempo —insistió Chan—, pero por ahora, no lo hemos conversado.

Afortunadamente, sus padres parecieron no querer insistir más, y la cena transcurrió sin grandes novedades. Jeongin les contó a los adultos a qué se dedicaba mientras Hyunjin se ponía a corretear bajo la mesa, empujando dos autitos viejos, de carrera, que Nanhee llevó. No obstante, pronto fue donde Jeongin, con la carita llena de sueño y pidiendo que lo tomara en brazos. Ese fue el momento para decidir dejar la conversación hasta allí y seguir al día siguiente.

La ama de llaves les llevó hacia la habitación de Chan, amplia y con una cama de dos plazas. Jeongin pensó que lo harían dormir en la pieza de invitados, pero adivinó que, al ver la marca que llevaba, los padres de Chan ya debían considerarlo prácticamente su esposo. Qué extraño se le hacía, pensó, al compararlo con la casa de sus padres y las tradiciones distintas que poseían.

Desvistió a Hyunjin y le cambió el pañal. El bebé ya estaba medio dormido a esas alturas, cuando Chan apareció, pues se quedó hablando un par de cosas más con sus padres.

—Bebé...

—Sigo enfadado contigo —dijo el omega, sin mirarlo y concentrado en ponerle el pijama a su cachorrito.

—Lo sé, mi amor —suspiró Chan, cerrando la puerta y desabrochándose la camisa—, y tienes todo el derecho. Es sólo que... Ya lo has visto, mis padres son muy a la antigua e imaginaba que contarles de Hyunjin no les haría mucha gracia, no por teléfono.

—Sí, pero aun así tuviste qué hacerlo —replicó Jeongin, acostando a Hyunjin, que los ignoró y cerró los ojos para dormir—, no sabes la humillación y pena que sentí, como si mi cachorrito te avergonzara.

—Bebé, no es así —insistió el alfa, yendo donde el menor, pero siguió ignorándolo, poniéndose el pijama—, In, por favor...

Chan lo abrazó por la cintura, presionando su cabeza contra la espalda de Jeongin, que continuó sin mirarlo. Permanecieron así unos largos y dolorosos minutos, en los que ninguno dijo nada, hasta que mantener la posición resultó imposible e incómoda. Aun así, el omega seguía molesto.

—Fue cómo si no te avergonzaras sólo de Hyunjin, sino también de mí —insistió Jeongin, revolviéndose en el abrazo, pero Chan no lo soltó.

—Jamás pienses eso —el alfa le besó la piel del cuello, enviando un escalofrío por su espina dorsal—, ¿cómo me avergonzarías, cariño?

—¡No sé! —Jeongin bajó la voz—. ¿Tal vez de que tu novio y omega fue un adolescente idiota que se metió con el primer idiota que encontró y quedó embarazado? Es suficiente motivo para...

Su voz se cortó al sentir nuevos besos en su cuello, provocando que ahora sólo balbuceara un par de reclamos inentendibles.

—Ninguna parte de ti me avergüenza —susurró Chan, sin dejar de besarle—, y Hyunjin es también mi cachorrito. Lo lamento demasiado, bebé, te lo prometo. No sé qué se me pasó por la cabeza para mantenerlo oculto, pero espero que puedas perdonarme.

—Tendrás que hacer mérito para eso —farfulló Jeongin.

—Y creo que lo tengo —el alfa bajó más la voz, para que sólo su pareja escuchara—, ¿te parece si el viernes dejamos a Hyunjin con mis padres y nosotros nos escapamos en la noche? Hay un sitio muy bonito al que quiero llevarte...

—¡Cochino! —protestó Jeongin.

—¿Eso es un no?

—¡Jamás dije eso!

Chan soltó una risa baja, con el omega moviéndose en sus brazos y volteándose para ahora besarle en la boca. Estuvieron en eso unos largos minutos, sonriéndose mutuamente y murmurándose "te amo" de forma constante, hasta que escucharon los berreos de Hyunjin.

—¿On'a mami? —lloriqueó—. ¿On'a mami?

Ambos suspiraron antes de detenerse. Jeongin, ya en pijama, fue hacia la cama mientras Chan seguía cambiándose, y pronto estaban los tres acostados. Hyunjin, a pesar de que pidió a su mamá, terminó acurrucándose contra Chan, feliz de su aroma rodeándolo.

—Será omega —murmuró Jeongin, medio dormido, segundos después.

—¿Mmm? —Chan le besó la frente—. ¿Eso piensas?

—Claro que sí —el menor sonrió—, jamás lo vi tan mimoso por otro alfa, como Bin o mi papá. Te mira a ti como alfa de nuestra manada. Le encanta tu aroma.

—Mis dos bonitos omegas —Chan también le sonrió—, los voy a proteger como sea. Ustedes, ahora, son mi hogar.

Jeongin no podía creer que siguiera enamorándose más de su novio, pero ahí iba y le decía esas cosas, que volvían cálido a su corazón. Demasiado cálido y lleno de amor por Chan.

Jeongin sabía que la misión de los abuelos no era nada más y nada menos que mimar a sus nietos. Al fin y al cabo, lo vivía en primera mano con sus padres, que consentían mucho a Hyunjin, hasta el punto de que el omega tuvo que hablar con ellos para que no lo malcriaran demasiado. Jeongin estaba iniciando, lo que sería, el proceso de no-mimar-tanto a mi hijo, pero si era honesto, necesitaba ayuda de todas partes.

Por eso mismo, fue un desbalance tremendo el ver cómo los padres de Chan se dedicaron a consentir a su nieto. Es decir, claro que le hacía feliz que no hubieran reaccionado rechazándolo, sin embargo, nunca se preparó para ese escenario.

Al día siguiente de su llegada, se dieron cuenta de que los juguetes de Chan, cuando niño, no estaban. La ama de llaves les recordó que los regalaron años atrás, por lo mismo, los nuevos abuelos no dudaron en decidir ir a comprar algunos juguetes nuevos, a pesar de las protestas de Jeongin de que no era necesario. El nuevo juguete favorito de Hyunjin eran ahora unos cubos de construcción del tamaño de un libro, por lo tanto, eran ideales para que no se los metiera a la boca y atragantara con ellos.

Pero eso no fue todo: dos días después, Suji dijo que quería comprarle ropa al cachorrito, pues se dio cuenta de que estaba creciendo muy rápido y ya su ropita le estaba quedando pequeña. Jeongin pensaba gastar lo justo y necesario, pues las prendas para bebé eran muy caras, pero casi se desmayó al ver todo lo que le compró su suegra; desde zapatillas, hasta calzoncillos y algunos gorros, para que tuviera durante toda la época del año.

Esa noche, Jeongin tuvo una conversación muy seria con Chan.

—Lo están mimando demasiado —le susurró, pues no quería que los abuelos de Hyunjin escucharan eso—, Chan, mira todo lo que le compró. Pensé que Jinnie se aburriría, pero con cada nueva prenda que ella le ponía, se animaba más y más.

Chan suspiró, viéndose un poco incómodo y fuera de lugar.

—Cariño, no lo hacen con malas intenciones —le dijo el alfa, queriendo calmarlo—, no pasará nada malo con que lo consientan unos días.

—No se trata de que no lo hagan —insistió Jeongin—, pero deben moderarlo. Sabes que no quiero malcriarlo demasiado, ya lo tengo muy consentido, y ahora esto...

—Tranquilo —insistió Chan, antes de frotar el puente de su nariz—, mira, es que mis padres siempre han estado muy ilusionados con ser abuelos, ¿bien? Es decir... —se removió en su sitio—, unos años después de que yo nací y cuando querían tener otro hijo, mamá tuvo un aborto y descubrieron que tenía cáncer de útero, ¿vale? Y tuvo que someterse a quimioterapias y una operación y quedó infértil, mis padres quedaron muy afectados por todo eso.

—Channie... —Jeongin hizo una mueca de dolor, apenado.

—No es como si ellos me presionaran a ser padre o algo así, pero sé que ansiaban mucho otro niño en la familia —continuó Chan—. Por eso mismo, me comprometieron con Nayun, esperando que nos casáramos y así tener un hijo, quizás a los veinticinco. Sé que puede sonar un poco obsesivo, aunque cuando terminé con ella, lo entendieron a pesar de todo y no se enfadaron conmigo.

Jeongin permaneció un momento en silencio, cómo tratando de comprender todo lo que le estaba diciendo Chan. Y, de pronto, una chispa se encendió en su mente.

—Por eso no les dijiste de Hyunjin —dijo, parpadeando.

Chan desvió la vista, en una clara señal de afirmación.

—Temía que ellos... quisieran conocerlo enseguida —dijo, tímido—, que aceleraran las cosas entre nosotros. No quería que se metieran en nuestra relación. O que tú también te sintieras abrumado por eso.

El omega sonrió con debilidad, como si no pudiera creer bien lo que le estaba diciendo Chan. No es como si lo comentara en voz alta, pero había notado que el aroma de los padres de Chan parecía mucho más fuerte cuando estaban con Hyunjin, como si sus emociones se intensificaran.

—Está bien —dijo, abrazando al alfa—, voy a controlarme, Channie. Aun así, ¿puedes decirles que no es necesario que le den tantos regalos? Explicarles que lo tengo muy malcriado y no quiero que crezca como un niño consentido.

—Lo haré, te lo prometo —Jeongin le besó la mejilla—, pero ¿sigue de pie nuestra salida del viernes?

—Eso no se pregunta, tontito.

Chan se rio.

Los días siguieron pasando con relativa calma. Para fortuna del omega, Chan pareció intervenir y lo que fuera que le haya dicho a sus padres, sirvió para que no le compraran tantas cosas a su bebé que, al menos, todavía no se había acostumbrado a recibir tantas cosas.

Aprovechando el sol de primavera, decidieron probar la piscina que estaba en el patio trasero. Hyunjin se aventuró a chapotear en la escalera, con el agua hasta su vientre y riendo al ver a sus padres y abuelos nadar. Se veía más que feliz, disfrutando plenamente de todas las atenciones recibidas.

Chan y Jeongin también aprovecharon esos días. Cuando llegó el viernes en la noche, besaron a Hyunjin en sus mejillas, que jugaba con sus bloques a hacer una muralla para derribarla, y le agradecieron a los Bang por cuidar del cachorrito.

El alfa condujo por la ciudad de Daegu, llevando a Jeongin hacia fuera, y el menor enarcó una ceja al mirar el lugar.

—¿Un motel? —le dijo, coqueto.

—El mejor de la ciudad —Chan se estiró a darle un beso—, la mejor suite para nosotros, cariño.

—Al parecer, Hyunjin no es al único que malcrían los Bang —bromeó el omega, entusiasmado.

La cabaña que poseían era más que grande, con una cama amplia, limpia y pulcra, ya con una cubeta con hielo y champagne junto con dos copas. Además, poseía un jacuzzi lleno de burbujas y dos batas blancas.

—Profesor Bang, ¿a dónde me trajo? —jugueteó Jeongin, abrazando a Chan por el cuello una vez estuvieron en el jacuzzi, con los dos desnudos—. ¿Suele traer a sus estudiantes reprobados aquí, Señor?

—¿Qué es esto? —el alfa lo agarró por la cintura—. ¿Me quieres sacar de mis casillas, In?

—¡Qué aburrido eres! —se quejó el omega—. ¿No puedes meterte en tu papel unos segundos?

—¿Y qué pretendes? —Chan comenzó a reírse, descontrolado—. ¿Qué te ponga en mi regazo y te azote el culo hasta que llores? ¡No pongas esa cara, cochino!

Jeongin tuvo que suplicarlo, pero lo consiguió. Y después, con las nalgas enrojecidas y las piernas abiertas, movía sus caderas mientras rebotaba en la polla del alfa, que gruñía salvajemente.

—Alfa, alfa... —gemía el omega, tembloroso y sintiendo el pene golpeando en su próstata.

—Mierda, bebé —gruñó el mayor, azotándole el trasero una vez más. Pudo sentir cómo se humedecía ante lo realizado—, tan mojadito por mí, mi pequeña cosita sucia...

Chan se estiró y le besó en los labios, sucia y lascivamente, con Jeongin jadeando contra su boca. Sin pensarlo demasiado, el alfa llevó su mano hacia el pezón izquierdo de su amante, frotándolo unos segundos antes de apretar y oyendo el chillido que soltó.

—¡No! ¡A-aprovechado...! —gimió Jeongin, pero su voz se cortó por las nuevas embestidas.

—¿Qué pasa, cariño? —Chan lamió su cuello, volviendo a apretarle los pezones. Nuevas gotitas de leche se filtraron hacia el exterior—. ¿No te gusta que alfa toque tus bonitas tetitas?

—¡Cha... Chaaaaaaan!

—Estas tetitas que son sólo mías y de nadie más —el mayor se inclinó, ahora atrapando el pezón con sus labios y chupando. Jeongin se arqueó, temblando y gritando por el potente orgasmo que lo recorrió de manera sorpresiva. Su ano se apretó alrededor de la polla de Chan—, sólo mías, no de Hyunjin.

Jeongin estalló en risas entrecortadas antes de soltar un ruidito bajo, como un maullido, cuando el esperma comenzó a llenarlo. Chan soltó su ano antes de ir hacia su cuello y morder en la marca, con el nudo formándose en su interior.

—Channie... —suspiró Jeongin, acariciando la nuca del alfa.

—¿Sí, cariño?

—Te amo mucho.

—Yo también te amo, bebé.

—¿Nos vamos a casar más adelante?

—Si tú lo quieres —el alfa lamió su marca—. Y si no lo quieres, pues no pasa nada.

—¡Claro que quiero! —Jeongin tenía ojos soñadores, fuera de sí—. Una bonita boda, ¡quiero formar una familia contigo!

Chan soltó unas risas amorosas ante el entusiasmo del menor. Se enderezó, pero sin salirse de su interior, y lo besó en la boca.

—Ya somos una familia —le aseguró.

—Una familia más grande —insistió Jeongin.

—¿Qué tal con diez cachorros? —bromeó Chan—. Así, tus tetas tendrán siempre leche para mí.

—¡ERES UN COCHINO, CHAN!

El alfa volvió a las risas fuertes, dispuesto a todo lo que Jeongin quisiera hacer con él.

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