✧◝ 20
Debido a ese encuentro, Jeongin podía dar por arruinadas sus vacaciones.
Una vez regresaron a casa, se vio obligado a contarle la verdad a su mamá, y ella también pareció entrar en pánico. Fue mucho peor cuando llegó su padre del trabajo, que se enfureció un montón y empezó a maldecir a la familia de Minhyun. Hyunjin no era consciente de lo que ocurría a su alrededor, chupando un juguete con expresión curiosa.
—Vamos a contratar un abogado —decía Aerin, paseándose de un lado hacia otro—. ¿Qué se creen esos idiotas? ¡No tienen ningún derecho!
Sanghee asentía con la cabeza, dándole la razón, pero Jeongin seguía teniendo una expresión deprimida. Como adivinando sus pensamientos, Chan se sentó a su lado, agarrándole la mano.
—Él no podrá...
—Claro que podrá —dijo amargamente el muchacho—. Yo podría exigirle que pague la pensión que me debería y lo podría hacer sin ningún problema. Y si se compromete con las pensiones restantes, él entonces accedería... —Jeongin se calló unos segundos y sus labios temblaron.
Chan se anticipó a lo que iba a ocurrir, porque lo abrazó, y el omega se puso a llorar a lágrima viva. En ese momento, parecía haber procesado bien todo lo que había ocurrido, y sus emociones se encontraban a flote
¿Qué es lo que iba a hacer Jeongin si le quitaban a su Hyunjin? Desde que lo tuvo en brazos, por primera vez, que supo que lo iba a proteger y cuidar todo lo posible, pero ahora, con lo que adujo la madre de Minhyun sobre la custodia, el pánico y el terror se apoderó de él. No era sólo por el hecho de que Minhyun lo trató tan mal y no se hizo cargo de sus acciones, sino que él sabía que sólo era un capricho de la señora Hwang y no de su hijo. Él estaba seguro de que Minhyun no estaba un poco interesado en Hyunjin, y por lo mismo, sería un padre terrible. Lo que menos quería Jeongin era que su bebé pudiera pasarla mal con ese hombre.
—Bebé, bebé, tranquilo... —consoló Chan, dejando que Jeongin llorara en su hombro—, te juro que no voy a permitir que te lo quiten...
—¡Mamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! —gritó Hyunjin, antes de romper a llorar también, asustado por el estado de su madre—. ¡Buaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Sanghee tomó al bebé en brazos, comenzando a consolarlo, y salió del living para que no sintiera todas las feromonas de pena a su alrededor. Aerin fue donde su hijo, acariciándole la espalda con suavidad.
—No vamos a permitir que te lo quiten —corrigió la alfa—, ¡antes tendrán que pasar por sobre nosotras para que te quiten a tu bebé!
—Te-tengo tanto miedo... —sollozó Jeongin, abrazando con fuerza a Chan—, ¿y si... y si le dan la custodia completa a él? —las lágrimas aumentaron ante la perspectiva.
—No, eso jamás —aseguró Chan, besándole la frente—. Te lo prometo, Nini, eso no va a ocurrir, ni siquiera en tus pesadillas.
Jeongin se sentía tan mal que sus padres permitieron que durmiera con Chan esa noche, a pesar de que iban a estar apretados. Hyunjin pegó el grito al cielo cuando vio que no dormiría con ellos, y no tuvieron más que acomodarlo entremedio de la pareja. El pobre bebé tenía los ojos rojitos y estaba acurrucado contra Jeongin, chupando su dedo.
Chan empezó a liberar feromonas alfas de familia, tanto para calmar al cachorrito como a su pareja.
—Lo siento mucho —se disculpó Jeongin, sorbiendo por su nariz—, no quería...
—No tienes que pedir perdón, cariño —Chan le sonrió con cariño—, para eso estoy, ¿bien? Soy tu novio.
—Y mi alfa —agregó Jeongin, un poco colorado por la vergüenza.
Hyunjin, a su lado, bostezó y se pegó más a su mami. Parecía ya más relajado y tranquilo, cómodo entre ambos, y el omega no podía creer en lo afortunado que era, a pesar de todo. Un año atrás, encontrarse con alguien como Chan era impensable, y mucho más que quisiera hacerse cargo de su hijo también, adoptándolo y queriéndolo como si fuera suyo. Es más: él durante mucho tiempo pensó que jamás podría encontrar a alguien como Chan, y que estaría soltero durante años.
—Y tu alfa —aceptó Chan, acomodándose y dándole un beso suave en la frente—. Ahora, ¿qué tal si dormimos? Debes estar muy cansado, bebé.
—Abubububuaaa —barboteó Hyunjin, afirmativo ante las palabras de Chan.
—Bueno, mis dos bebés —corrigió el mayor, besándole la frente también al pequeño—. Mi lindo y pequeñito cachorrito —comenzó a arrullar, y Hyunjin soltó unas risitas, feliz.
La tristeza de Jeongin comenzó a pasar al ver a Chan interactuar con su hijo, tan cómodo y sonriente, y se dijo que no debía asustarse. Su pareja era el padre de Hyunjin, nadie más, y sabía que el mayor amaba al pequeño, sin importarle nada más. Chan les iba a cuidar y proteger, porque era el alfa de la pequeña manada que ellos tenían.
—¿Quién es el regalón de papá? —seguía diciendo Chan, frotando su nariz contra el cabello de Hyunjin y causándole más risas—. ¿Quién es el bonito príncipe de papá?
—¡Yo, yo, yo! —gritaba Hyunjin entre risas, ahora arrastrándose donde Chan para acurrucarse a su lado—. ¡Papi, papi, teqeyop!
Chan se rio ante el intento de hablar de Hyunjin. Con el pasar de los días, el bebé estaba aprendiendo a pronunciar algunas nuevas palabras, y esa era la que decía como una forma de demostrar su amor
—¿Y quién quiere que me lo coma a besitos? —siguió arrullando el mayor.
—¡Yo, muack, muack! —chilló el menor, antes de reírse con más fuerza cuando Chan empezó a besarle la carita.
Ante esa visión, Jeongin parecía a punto de llorar nuevamente, pero ahora de la felicidad y emoción. A pesar de que no era la primera vez que Chan jugaba con Hyunjin así, sentía que en ese momento era bastante especial, porque daba a entender y aseguraba que él estaba allí para ellos en todo momento.
Hyunjin, poco después, cayó dormido, con la boca abierta y una expresión de completa alegría. Si bien el bebé estaba entremedio de ellos, eso no quitó que ellos pudieran compartir ahora un beso un poco más íntimo.
—Te amo —le dijo Jeongin, sonriendo con tranquilidad.
—Y yo te amo a ti —contestó Chan, sin dejar el cariño en su voz.
Apagaron la lámpara, ambos relajados y queriendo olvidar ese desastroso día.
A pesar de todo, las siguientes semanas que se quedaron con los padres de Jeongin no tuvieron algún inconveniente. Ni Minhyun ni su madre, ni alguna otra persona, se pasaron por la casa, ni tampoco se los encontraron, por lo que el omega empezó a relajarse poco a poco.
Al inicio, no quiso salir mucho de casa, pero una vez se dio cuenta de que el peligro pareció pasar, decidieron ir a varios sitios, por último, para que Chan conociera la ciudad de Jeongin.
—Mira, aquí fue donde parí a Seung —le dijo, apuntando a lo lejos el hospital central. Hyunjin iba en el coche, llevando un nuevo peluche que encontró en el cuarto de Jeongin, que era una ardilla chillona.
—Fue un parto normal, ¿o no? —preguntó Chan, empujando el coche.
—Claro —Jeongin hizo un puchero—. No sabes cuánto dolió, ¡hasta pensé en no tener nunca más hijos!
—¿De verdad? —Chan también hizo un puchero, provocando que Jeongin se riera y lo abrazara.
—¡Claro, pero eso fue hasta que te conocí! —animó el omega—. Más adelante, si todo sale bien, ¡podríamos tener más cachorritos! Me encantan los niños, Channie.
—Y a mí me encantas tú —afirmó Chan, besándole en la boca con una sonrisa.
Hyunjin presionó la ardilla, riéndose ante el ruido chillón que hizo.
—¡Chichi, chichi, chichi! —repitió el bebé, pateando por la emoción.
Chan le dio otro beso a Jeongin antes de inclinarse donde Hyunjin, haciéndole cosquillas en el vientre.
—¿Cómo hace la ardillita? —le preguntó, provocándole risas.
—¡Chichi, chichi! —gritó Hyunjin entre carcajadas.
Dos semanas después, decidieron que ya era momento de partir. Ahora irían a Daegu, a visitar a los padres de Chan, a pesar de que Jeongin tenía muchas dudas sobre cómo lo recibirían. No podía olvidar el hecho de que su novio provenía de una familia bastante tradicional y que, además, lo habían comprometido con Nayun tanto tiempo atrás.
—¿Cuándo piensan volver? —preguntó su padre mientras acomodaban a Hyunjin en su sillita.
—Primero debo calcularlo bien —se quejó Jeongin, guardando su bolso en el maletero—, en mayo iniciaremos las clases, así que...
—Pero podrían ir a visitarnos —intervino Chan, entregándole el peluche de conejo y ardillita a Hyunjin—, mi departamento es grande.
Aerin enarcó una ceja con lentitud.
—¿Están viviendo juntos? —preguntó.
Sanghee rodó los ojos, entregándole a Hyunjin un envase con galletitas que ella hizo.
—Todavía no —aceptó Chan—, pero espero que, en un año como máximo, Jeongin se mude a mi departamento.
—¿Lo estás diciendo frente a mis papás para ponerme presión? —bromeó el omega, abrazando a su mamá.
—Claro que no —Chan le pellizcó la mejilla—, pero para que lo vayas pensando.
—Vaya, Chan actúa como todo un sugar daddy contigo —ironizó Aerin, y Jeongin se coloreó, gritando que no tenía vergüenza alguna.
Media hora después, estaban saliendo hacia Daegu. Jeongin todavía iba refunfuñando por el comentario de su padre, y Chan no sabía por qué le picaba tanto, considerando que era una tonta broma.
—Pareces como mi sugar daddy —dijo de pronto Jeongin, luciendo algo apenado.
—¿Qué dices? —Chan sacudió su cabeza.
Jeongin no contestó enseguida. Sabía que Aerin lo hizo sin ninguna maldad, pero no quitaba que lo sintiera de alguna forma, considerando que Chan era, evidentemente, adinerado. Siempre consentía a Jeongin y a Hyunjin en todo, jamás les negaba algo, y parecía más que dispuesto a asumir todos los gastos que implicaba tener un bebé. A veces, cuando se veían, aparecía siempre con algún nuevo regalo para Hyunjin, como un juguete o una prenda de ropa.
¿No era un poco aprovechado eso? Incluso Chan le dijo, varias veces que, si se veía en aprietos por el dinero, podía pedírselo a él.
—No quiero que pienses que...
—No te estás aprovechando de mí —señaló Chan con firmeza, y pudo notar un poco de enfado en sus ojos—. No pienses jamás eso, ¿bueno? Si yo gasto en ti, es porque yo quiero, no porque haya un trato entre nosotros de por medio. Y si quieres mudarte conmigo, soy más que feliz, Innie. Te lo estoy ofreciendo para que lo consideres en un tiempo más, ya que me gusta estar contigo en todo tiempo. Además, pasas mucho tiempo en mi departamento también.
Jeongin asintió, convenciéndose que Chan tenía razón en todas sus palabras. Sólo estaba pensando un par de tonterías producto de su alocada mente, nada más. Además, su pareja tenía razón: jamás hubo un trato de por medio, y tardaron varios meses en tener sexo. Y Chan tampoco se lo pedía cuando llevaba regalos o lo consentía. Todo se daba muy natural entre ellos
Se estiró y le dio un beso en la mejilla, viendo la sonrisa que pudo.
El viaje duró cerca de cuatro horas, con todas las paradas que hicieron entremedio para comer e ir al baño. Para el momento en que llegaron a Daegu, Hyunjin iba durmiendo y Jeongin también se estaba quedando dormido, pero pareció reaccionar en el momento en que estaban en medio de la ciudad, yendo hacia la casa de los padres de Chan.
En ese trayecto, Jeongin sacó un espejo para ver cómo lucía. Trató de quitarse el sueño de los ojos, se pellizcó un poco las mejillas para darse más color y quiso arreglarse el cabello, con un resultado para nada satisfactorio.
—Innie... —le dijo Chan—, te ves bien así, amor.
Jeongin no estaba convencido, y menos cuando Chan entró a un lugar que parecía bastante exclusivo, subiendo por calles con casas a los costados grandes y con altos muros de cemento. Se veían muy distintivos, y todo empeoró cuando Chan se detuvo frente a la última casa de un pasaje, la más grandiosa y con una enorme pared de hormigón para evitar la entrada de ladrones.
Chan se bajó, diciéndole que esperara en el interior, y fue hacia el timbre. Allí pareció hablar con alguien, porque de pronto, a un costado, la lata del estacionamiento se abrió, y Jeongin pudo apreciar un auto ya estacionado, que parecía de último modelo. Ay, dios.
Dentro del aparcamiento ya les esperaba una mujer vestida con ropa de trabajadora doméstica. Jeongin fue hacia Hyunjin, que seguía durmiendo, y le desabrochó de la silla, tomándolo en brazos. Su cachorrito ni siquiera se inmutó, lo que era mejor para el omega.
—Joven Bang, es un placer volver a verlo —dijo la criada, sonriendo con amabilidad.
—Hola, Nanhee —saludó Chan, girándose para atraer a Jeongin hacia su lado—. Te presento a Jeongin, mi pareja, y Hyunjin, nuestro cachorro.
Si le llamó la atención a la mujer, no hizo comentario alguno. La beta lo saludó, sin dejar la amabilidad, antes de señalarles el interior de la casa.
—Sus padres lo esperan, quieren verlo ya —dijo ella.
Chan le tomó la mano a Jeongin, llevándolo hacia el interior. Entraron a una enorme cocina iluminada, con algunas ollas puestas encima del horno y de las que salía un olor delicioso. El alfa lo guio cuando salieron al pasillo, que en un costado poseía un enorme ventanal por el que se veía el enorme patio, y que, por el otro lado, se veía la escalera que daba hacia el segundo piso.
Y fue cuando salieron al comedor unido a la sala de estar. Los padres de Chan estaban sentados en un sofá, conversando sobre algo, y se callaron cuando los vieron llegar.
—Chan, hijo —fue lo primero que dijo su padre, un alfa alto y de cabello negro, que caminó con elegancia hacia ellos—, ya era hora, la cena está casi lista.
—Padre, hola —saludó Chan con educación.
—¿Cómo fue el viaje? —intervino su madre, una omega de porte mediano, con el cabello rubio ceniza y ojos muy parecidos a los de Chan—. Pensamos que ya llegarían mañana.
—No hubo muchas complicaciones, pero tuvimos que hacer algunas paradas —contestó Chan, antes de darle un apretón en la mano a Jeongin—. Les presento a Yang Jeongin, mi omega, y Hyunjin, nuestro bebé.
Los ojos de los padres de Chan se posaron en él, y el omega no pudo evitarlo, pero se sintió juzgado de inmediato.
—Bu-buenas tardes —chilló, y su voz salió más aguda de lo que hubiera querido—, es... es un gusto conocerlos...
—También... es un gusto —dijo la madre de Chan—. No sabíamos que tenías un bebé.
La mirada de Jeongin se disparó hacia su pareja, que desvió la vista con cierta vergüenza. ¿Cómo? ¿Qué? ¿Cómo que no les había dicho? ¡¿Cómo que no les dijo?!
—Quería presentárselos ahora, todo junto —se excusó Chan, y su voz tembló un poco.
—¿Ya le diste tu apellido? —preguntó el padre de Chan, luciendo bastante preocupado.
—Papá...
—¿O sea, no son tan oficiales? —inquirió la mujer.
—Mamá...
—Chan ya me marcó —dijo Jeongin, un poco débil y fuera de sí por todas las preguntas, y más aún, porque Chan ya no se veía tan seguro.
—¡¿Marcado?! —chilló la omega, y con su grito, Hyunjin despertó.
—Maaaaaaaaaaaaaaa —barboteó, revolviéndose, y fue cuando se dio cuenta de que estaba frente a desconocidos—. ¿Mami?
—Oh, oh —murmuró Jeongin—, saluda, Jin, e-ellos son...
—¿Sus abuelos? —aventuró el padre de Chan.
—¿Bubos? —trató de repetir Hyunjin—. ¿Y babas?
El bebé comenzó a revolverse en brazos de Jeongin, pero el omega no quería dejarlo ir. Estaba empezando a sentir mucho miedo en esa situación, y más por las expresiones de los padres de Chan. Su pareja, por otro lado, parecía no saber dónde meterse.
Sin embargo, Hyunjin insistió y estuvo a punto de ponerse a gritar, así que Jeongin lo dejó con cuidado en el suelo. Su cachorrito lo agarró del pantalón, antes de tambalearse hacia los padres del alfa, que parecían pegados en el suelo, con sus bocas abiertas. Si la situación no hubiera sido tan extraña, Jeongin estaba seguro de que se habría puesto a reír.
Hyunjin casi se cayó, pero alcanzó a sostenerse del pantalón del padre alfa. Levantó su mirada con curiosidad.
—¿Bubo? —farfulló, desconcertado—. ¡Bubo!
—Eh, sí —tartamudeó el padre de Chan—, abuelo.
—¡Bubooooooooooo! —gritó Hyunjin, extendiendo sus bracitos hacia el adulto.
—Pe-perdón —saltó Jeongin, empezando a colapsar—, pero él es muy confianzudo y le gusta estar en brazos, no es necesario que usted...
Su voz se cortó cuando vio al padre de Chan inclinarse y tomar en brazos a Hyunjin, que no dudó en abrazarlo por el cuello, pegándosele como una lapa. Tal vez se debía al olor que soltaba el hombre, pero quizás era muy parecido al de Chan, y eso...
—¡Bubo, bubo! —chilló Hyunjin, antes de voltearse hacia la mujer—. ¡Bubaaaa!
—¡Pero que cachorrito tan lindo es! —exclamó la madre de Chan, y de pronto, los dos adultos parecieron derretirse ante el bebé.
Jeongin no tenía idea de qué mierda estaba pasando. Por la cara de Chan, adivinó que tampoco sabía de qué se trataba todo eso.
Al parecer, Hyunjin era todo lo que necesitaba para ganarse a los padres del alfa. Ay, qué ironía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro