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Gracias al trato hecho con el director de la carrera, fue inevitable que Jeongin se relajara los últimos días de universidad y ya no se preocupara tanto de mantener a escondidas su relación con Chan.

Es decir, ellos no se mostraban en público dentro del campus universitario. Sin embargo, no escondió con ninguna vergüenza su nueva marca y el envolvente olor del alfa a su alrededor. Sus compañeros podían irse a la mierda.

—¿Entonces sí sales con el profesor Bang? —le preguntó Jisoo, mientras comían papas fritas luego de haber terminado con todos los trámites universitarios—. ¡Wow, qué genial, Jeongin!

—¿De verdad? —preguntó el omega, un poco sorprendido por sus palabras.

—Claro, es muy guapo —contestó Jisoo—. ¿No tendrá por casualidad un hermano?

Jeongin ​se rio y le dio un empujón suave a la chica, que también rompió a reír. No quería demostrarlo demasiado, pero que ella no hubiera reaccionado mal le alivió bastante. A pesar de todo, no quería pasar el resto de sus años universitarios con todo el mundo hablando mal de él

Las siguientes semanas de vacaciones fueron pasando lentamente para la pareja. Jeongin ya casi se pasaba más tiempo en el departamento de Chan, salían a la playa juntos o iban a parques, llevando a Hyunjin con ellos. El bebé era el que parecía más feliz con todo eso. A esas alturas, ya estaba caminando y hablando mucho mejor.

—Ya es momento de que conozcas a mis papás —le dijo Jeongin una tarde, en la que estaban acurrucados en la cama, desnudos y medio adormilados por el sexo—, quiero ir a verlos y preguntaran por ti.

—¿Ir a Busan? —cuestionó Chan, con su dedo acariciando los cabellos de Jeongin—. ¿Hay algo interesante allí?

—¡No seas pesado! —se quejó el omega, dándole un golpe—. Allí nací yo y Hyunjin.

—Mmm... —Chan comenzó a besarlo—. Deberían declarar esa ciudad como una de las maravillas del mundo, entonces.

Las risas de Jeongin quedaron ahogadas pronto por los labios de Chan.

Así que, una semana después, estaban subiendo las cosas al auto de Chan para ir de viaje a la ciudad de Jeongin. Iban a quedarse a lo máximo dos semanas, aprovechando las vacaciones de la pareja, y luego, irían a Daegu, pues Chan también quería presentarle a su familia.

Hyunjin ​ya estaba acomodado en su sillita, sosteniendo con firmeza su peluche de conejito. Los últimos días pareció darse cuenta de que, mientras más lo maltratara, más se rompería el juguete, así que ya no lo golpeaba ni lo babeaba, sólo lo abrazaba con cariño.

Salieron cerca de las tres de la tarde, después de almorzar. El viaje no era tan largo, poco menos de tres horas, pero decidieron hacer algunas paradas para ir al baño y también estirarse. En especial a Hyunjin, que le costaba mantenerse quieto en su silla por más de cuarenta minutos. Como estaba en crecimiento, le gustaba moverse de un lado hacia otro y jugar con sus juguetes.

Ya para cuando quedaba media hora, el bebé se quedó dormido. Jeongin y Chan suspiraron por el alivio, pues Hyunjin, a veces, se ponía a gritar y exigir atención cuando se aburría.

Jeongin ​vivía en una bonita casa pequeña dentro de un tranquilo barrio de la ciudad. Era una casa de un piso, con un diminuto jardín delantero que no pasaba los dos metros. El omega no pudo evitarlo, y se sintió un poco avergonzado: él sabía que Chan provenía de una familia de dinero, y en comparación a la suya, era evidente la diferencia social. No es como si ellos fueran pobres o algo así, jamás pasaron hambre o frío, sin embargo, tampoco les sobraba dinero.

Su mamá salió a recibirlos con una gran sonrisa. Chan estaba quitándole los seguros a la sillita de Hyunjin para tomarlo en brazos, mientras Jeongin saludaba a su mamá con un abrazo.

—¿Cómo estuvo el viaje? —le preguntó ella, cariñosa.

—Aburrido, mamá —Jeongin sonrió con un poco de nervio antes de hacerse a un lado—, uhm, él es Chan, mamá, mi novio.

Chan, que sostenía a un dormido Hyunjin en sus brazos, se adelantó a darle la mano a la mujer. Su mamá omega lo recibió con una sonrisa dulce.

—¿Así que esta es tu pareja? —dijo ella, jovial—. Un gusto, Chan, ¡ya era hora! Puedes decirme Sanghee.

—¡Bubu! —gritó de pronto Hyunjin, despertando, y no les quedó de otra que entregarle el bebé a la mujer, que parecía más que feliz con eso.

Mientras la abuela y Hyunjin jugaban juntos, Chan y Jeongin descargaron las cosas del auto. Le mostró, además, la pieza en la que dormiría el alfa: en la habitación de la hermana mayor de Jeongin, Yongsun. No podían dormir juntos en el cuarto del omega, pues había sólo una cama de plaza y media, y allí debía dormir también Hyunjin.

—No te preocupes —le dijo Jeongin, dándole un beso en la boca a Chan—, cuando mis papás salgan, podremos hacer nuestras cositas.

—Contrólate, In —regañó el alfa, como todo un adulto maduro—, ¿no puedes dejar la calentura un momento?

Jeongin hizo un puchero.

—Qué cruel es conmigo, señor Bang —se quejó, pero Chan le pellizcó la nariz.

Fueron a comedor, donde Sanghee estaba jugando con Hyunjin. La casa era bastante pequeña, se percató Chan, con un comedor unido al living y sólo un baño. No era como si eso le acomplejara, pero sabía que a Jeongin le preocupaba un poco.

Sanghee fue muy amable con Chan: le preguntó a qué se dedicaba y sobre su familia. Jeongin se sorprendió al ver a su pareja siendo todo educado y tan adulto, sintiéndose un poco pequeño al lado de él. Es decir, sabía que la diferencia de edad era notoria, pero no se percató de eso hasta aquel momento. No es como si le importara, sólo resultaba un poco curioso.

Una hora después, aproximadamente, llegó Aerin, su papá alfa. La mujer venía con una expresión cansada, pero pareció animarse cuando Jeongin salió a recibirla.

—¡Papi! —saludó Jeongin, abrazando a la alfa con una sonrisa enorme.

—¿Y esto? —dijo ella, devolviéndole el abrazo—. No te esperaba tan pronto, Innie.

—¿No me querías aquí? —puchereó Jeongin.

—No digas eso —Aerin rodó los ojos, antes de que sus ojos se posaron en Chan. El alfa se puso de pie de forma inmediata—. ¿Y él es...?

—¡El novio de Jeongin! —respondió Sanghee.

Aerin abrió la boca para decir algo, pero de pronto, escuchó un gritito de felicidad viniendo de Hyunjin, que corría hacia ella.

—¡Abu! —gritó, abrazándola por las piernas—. ¡Abu!

Aerin se inclinó y tomó en brazos al niño, que gritó por la felicidad. Chan se percató de que el papá de Jeongin era realmente una alfa alta: debía medir casi un metro ochenta. En comparación con Sanghee, su madre, se notaba demasiado la diferencia, pues la omega no medía más de un metro sesenta.

—¿Y cómo está mi bonito nieto precioso? —comenzó a arrullar Aerin, balanceando a Hyunjin en sus brazos y arrancándole risas escandalosas—. ¿Has sido un niño bueno con tu mami, Jinnie?

—¡Sí, sí! —gritó Hyunjin, sin dejar de reír.

—Qué mentira más grande —comentó Jeongin—. Papi, él es Chan, mi novio.

Aerin dejó de balancear a Hyunjin, que estaba enrojecido por las carcajadas. Chan se acercó, extendiendo su mano, sintiendo el sudor en su frente. Esa mujer era algo intimidadora.

—U-un gusto —dijo Chan, con su voz un poco aguda.

—Diría lo mismo, pero no lo es —respondió Aerin, aunque le dio la mano—. No creí que fueras a venir con él, a menos que... —la alfa se volteó hacia su hijo, que se hundió en su asiento—. ¿Eso es una marca en tu cuello?

—Aerin, no seas así —empezó a regañar Sanghee—, deberías felicitar a Jeongin.

El alfa sabía que no podía esperar mucho menos del padre del omega. Su pareja se lo advirtió muchas veces: su mamá era más suave y permisiva, pero su papá, Aerin, era hosca y algo agresiva. De alguna forma, lo podía comprender, después de todo, ¿quién no lo sería luego de lo ocurrido con Jeongin? Ellas parecían querer mucho a su nieto, sin embargo, eso no quitaba que se hubieran olvidado de lo mucho que sufrió Jeongin cuando fue usado de esa forma. Chan no estuvo en ese momento, aunque pensar en lo mal que lo pasó su novio, era suficiente para enardecerlo.

Aerin no respondió a las palabras de Sanghee, pero seguía sin verse contenta. Jeongin no insistió con ello y Chan no trató de presionar tampoco, pues lo que menos quería era pelear con esa alfa. Aerin no sólo era alta, sino que también tenía unos ojos que le recordaban mucho a Jeongin cuando se enfadaba. Y Jeongin, enfadado, era de temer.

Para fortuna de ambos, la cena transcurrió con relativa normalidad. Aerin no hizo mayores comentarios acerca de su relación y Hyunjin, tan inocente como siempre, servía para aliviar el ambiente en la casa. Chan no lo creía posible, sin embargo, Sanghee mimaba mucho más al bebé que Jeongin. Incluso Aerin le complacía los caprichos a su nieto.

Cuando llegó el momento de acostarse, Jeongin dejó a Chan en su cuarto antes de ir al suyo. Hyunjin estaba echado, medio dormido, pero el omega comenzó a desvestirlo para ponerle el pijama. El bebé apenas se quejó.

Fue en ese momento cuando Aerin apareció, con ropa de dormir también. Jeongin sabía que eso ocurriría, ya que papá no solía quedarse con sus ideas guardadas.

—¿No te gustó? —fue lo primero que preguntó Jeongin cuando ella se sentó a su lado, en la cama.

—Lo encuentro demasiado mayor para ti, Innie —respondió Aerin, tranquila e impasible—, él es todo un adulto, tiene una vida estable. En cambio, tú eres recién un joven que está experimentando los primeros pasos de la adultez. Me da miedo que pueda herirte, y más ahora que tú tienes su marca.

—Chan no es Minhyun —se apresuró en decir Jeongin.

—No, y eso es lo que más me asusta —concedió Aerin—, pues hay cretinos peores que ese. Minhyun, al menos, nunca te marcó. Una marca rota... —la alfa le dio una caricia en la mejilla—. No quiero que pases por ese dolor, Innie.

—Papá... —suspiró Jeongin, algo apenado—, no puedes tenerme siempre escondido, ¿lo sabes? Sé que... sé que lo de Minhyun fue... fue algo doloroso y terrible para ti, pero eso no... no volverá a repetirse —el omega bajó la voz—. Papi, Hyunjin lo adora, ¿es que acaso no lo viste? Y Chan también adora a Hyunjin.

Aerin no cambió la expresión de su rostro, pero sus ojos parecieron suavizarse un poco.

—Respeto tu decisión de que estés con él, Jeong —dijo ella—, sin embargo, eso no quita que me preocupe, ¿está bien? Si él te hace sufrir...

Jeongin la abrazó con amor. Sabía que era normal que la alfa se preocupara por eso, después de todo, con lo ocurrido con Hyunjin, se tornó muy sobreprotectora. Cuando Jeongin quiso ir a estudiar a Seúl, trató de convencerle de que lo mejor sería que se quedara, aunque no sirvió de mucho. Al final, aceptó su partida con una sonrisa resignada.

—Jinnie quiere mucho a Chan —insistió Jeongin—, eso fue lo que terminó de convencerme, papi.

—¿No sólo quiere quitarme a mi hijo, sino también a mi nieto? —masculló Aerin, media enfadada—. Debería echarlo de casa.

Jeongin ​se rió con sus palabras y se despidió de ella, que fue a su habitación.

Los siguientes días, afortunadamente, Aerin comenzó a relajar su vigilancia sobre Chan. Sanghee pareció hablar con su esposa, además de que el alfa también tomó una actitud educada y jamás traspasó los límites con Jeongin frente a ellas. Hasta rechazaba las insinuaciones del omega sobre escaparse a un motel, regañándolo como todo un padre.

—Eres un alfa muy cruel —se quejó Jeongin, días después, cuando salieron a pasear. Llevaban a Hyunjin en su cochecito, mirando todo con extrema curiosidad—, pudimos haber dejado a Jin con mi mamá y nosotros...

—¿Es que no puedes aguantarte unas semanas? —reprendió Chan, aunque tenía una sonrisa en su rostro—. Si vamos a follar, vas a quedar apestando a mis feromonas y tu padre se dará cuenta de lo que hicimos. Ella va a matarme.

—Chan, ¡tienes treinta años!

—Treinta y uno —corrigió el alfa, pues los cumplió la semana pasada—. ¿Y eso qué? Aerin da miedo.

Jeongin ​hizo un puchero pequeño, aunque sabía que el mayor algo de razón tenía. Tal vez se sentía demasiado caliente porque pronto llegaría su celo, era la única explicación posible.

Fueron a comer a un lugar bonito y luego se dirigieron hacia el centro comercial. Dentro del lugar, había un pequeño parte de juegos para niños, y no dudaron en llevar a Hyunjin. Jeongin tuvo que subirse con él a un trencito que daba una vuelta en ocho y Chan se entretuvo mucho sacándole fotografías. Fue divertido, al menos, hasta que Hyunjin se mareó y vomitó. De eso también hubo fotos.

Lo único bueno, fue que no vomitó sobre Jeongin, así que sólo tuvieron que cambiarlo de ropa (el omega siempre llevaba una muda extra de ropa en casos de emergencia). Al bebé pareció no importarle que acababa de vomitar, es más, pareció hacerle mucha gracia, y cuando ya estaba con ropa limpia, empezó a pedir comida.

—¿De verdad? —se quejó Jeongin, incrédulo.

—¡Teta, teta! —chillo Hyunjin, riendo.

Chan ​trató de aguantar la risa en lo que Jeongin se ponía colorado ante los chillidos de Hyunjin. Finalmente, no tuvo más que sentarse en una banca, acomodar al niño en sus brazos y desabrochar su camisa. Pronto, la ávida boca del bebé se cerró en su pezón

—Tú lo malcriaste —siseó Jeongin hacia Chan, que le miraba con algo de lujuria en los ojos—. ¡Deja de observarme así, cochino!

—Tal vez tengas razón... —comenzó a decir el alfa.

—No te atrevas.

—..., deberíamos irnos a un motel para probar otra vez tus tetas, Jeongin.

El omega soltó un chillido de indignación, pateando a Chan en su pierna. El alfa se quejó entre risas, poniéndose de pie para no recibir otro golpe por parte del menor. Hyunjin tenía el ceño fruncido, mirando feamente a Chan, pero sin dejar de comer.

Después de unos minutos, el bebé pareció saciarse y se removió para que lo dejaran en el suelo. Parecía tener ganas de caminar en ese momento.

Mientras Jeongin se arreglaba y Chan iba detrás de Hyunjin, que se puso a tambalearse-caminar, alguien llamó la atención del omega.

—¿Yang Jeongin?

Reconoció enseguida esa voz, a pesar de que sólo la escuchó un par de veces. Apretó los labios antes de voltearse a ver a una mujer extremadamente maquillada, con nariz respingada y pómulos altos, y el cabello teñido de rubio. Contempló a la madre de Minhyun, la misma mujer que lo echó de su hogar entre gritos y luego le fue a gritar a su casa un montón de asquerosidades.

La señora Hwang le contempló con ojos apáticos, aunque había una sonrisa falsa en su rostro.

—Hola, señora Hwang —masculló Jeongin, sin moverse de su lugar.

—¡Oh, cariño! —saltó ella, con una odiosa voz chillona—. No sabía qué estabas por acá, ¿Minhyun ha hablado contigo?

Jeongin parpadeó en confusión al escuchar esa pregunta, ¿qué demonios? ¿A qué se refería esa mujer? Minhyun jamás se le acercó a hablar a menos que fuera para provocarlo y burlarse de él.

Abrió la boca para responder, pero en ese momento, Chan regresó con Hyunjin en brazos.

—¿In? —preguntó, tomándole la mano.

El omega le miró, algo desorientado, sin embargo, sus alarmas se activaron cuando la mujer volvió a hablar.

—¿Ese es mi nieto? —gritó, sonriendo con más fuerza—. ¡Se parece a Minhyun cuando pequeñito!

La señora Hwang hizo el amago de acercarse para tomar al niño en brazos, y en ese momento, Jeongin reaccionó, poniéndose delante de Chan.

—Disculpe, señora Hwang —le dijo, firme—, pero recuerdo muy claramente que ustedes no querían saber sobre mi embarazo.

La mujer se detuvo, sus labios contrayéndose en un mohín extraño.

—Fue un período difícil el que estábamos atravesando en ese momento —se excusó ella, pareciendo recuperar la compostura—, por eso, que nos vinieras con el embarazo —se rio, como si estuviera contando algo muy gracioso—. Pero ahora, los últimos meses hemos estado pensando mucho en mi nieto. Le dije a Minhyun que recuperara el contacto contigo para... para ver la custodia.

Jeongin ​sintió el alma caer a sus pies ante las palabras de la mujer, que hablaba como si estuviera comentando sobre el tiempo.

—¿Custodia? —intervino Chan, con voz grave—. Disculpe, señora, pero me parece un descaro lo que usted está hablando.

La omega se volteó a ver al alfa, y la sonrisa en su rostro pareció desaparecer, reemplazada con la molestia.

—¿Y usted es?

—Soy el padre de Hyunjin —contestó Chan, helado—, y pareja de Jeongin. Acá no hay nada que discutir, ni con usted ni con su hijo, porque ni siquiera se han hecho de los gastos que el bebé ha implicado.

Chan ​le agarró la mano a Jeongin, llamando su atención, y el omega pareció reaccionar con eso. Agarró el coche vacío

—Espero que le haya quedado claro, señora Hwang —masculló Jeongin, y sin añadir nada más, la pareja se marchó de allí a paso apresurado. Incluso Hyunjin no protestó, con toda probabilidad, sintiendo el tenso aire a su alrededor.

Sin decir nada, ambos decidieron que lo mejor sería irse de allí. No querían encontrarse con la mujer, o con su esposo o Minhyun, porque de seguro iba a desatarse una pelea. En especial luego de que la última vez que Minhyun y Chan se vieron, el primero terminó con la nariz rota.

Fueron al estacionamiento y buscaron el auto. Chan acomodó al bebé en su sillita, mientras Jeongin guardaba el coche en el maletero. Se subieron, y sólo recién, el menor soltó el aire que estuvo conteniendo.

—¿La escuchaste? —preguntó, y su voz temblaba—. ¿Ella quiere... quiere parte de la custodia?

—Innie —Chan le agarró la mano otra vez—, no tienes nada de lo que preocuparte. Ella no se atreverá...

—Claro que se atreverá —le interrumpió Jeongin, y sintió sus ojos lagrimosos—, tú no la conoces, ni a ella ni a Minhyun. Ellos... ellos tienen mucho dinero y poder, si ellos quieren... Po-podrían...

Su voz se cortó ante el pensamiento. Chan lo abrazó con fuerza.

—No va a pasar —le aseguró Chan—, te lo juro, In. No va a ocurrir. Me tienes a mí, y estamos juntos en esto. Hyunjin es también mi cachorro y no dejaré que me lo quiten.

Jeongin sollozó contra su hombro, asustado ante el futuro, ante lo que podía ocurrir si ellos actuaban. Hyunjin era su bebé, era su cachorrito mimado, y no quería, por nada del mundo, que la familia Hwang le quitaran a su niño. Si ellos se hubieran interesado por él desde un inicio las cosas habrían sido distintas, pero de sólo recordar la forma en la que lo trataron, como le dejaron solo, sin entregar ni siquiera un peso, la rabia ardía en él.

Ellos no podían hacerle eso. Hyunjin era suyo, de él, sólo de él. De él y de Chan. De nadie más. Jeongin no dejaría que le quitaran a su bebé, por nada del mundo.

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