Comenzó a caminar a paso rápido en dirección a su casa, cuando un resplandor llamó su atención. Al fondo de una calle estrecha y sin salida, había un muro con una grieta de la que salía una especie de luz verde. Pequeños destellos de memoria flashearon su mente aletargada. Instintivamente se pasó la mano por la frente al recordar el cristal verde que habían puesto en su frente.

Como si una fuerza invisible la atrajera hacia aquella grieta, Emma empezó a caminar absorta hacia la luz, como una polilla volando hacia su perdición. Alzó la mano despacio, y en el momento en que su dedo tocó la grieta, la luz se intensificó hasta que, cegada por el resplandor, Emma tuvo que cubrirse los ojos.

De repente, algo tiró de ella, arrastrándola hacia un agujero, por el que empezó a caer como si se tratara de un túnel lleno de luces por todos lados. Sin embargo, Emma no estaba asustada, aunque su sentido común le advertía que debía estarlo. No tenía miedo, porque sabía que, tal vez en otra vida, ella había estado en ese lugar...