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4, poe verne ⚛️

lost in the fire, gesaffelstein and the weeknd.

ad ⚛️: contenido, y lenguaje explícito, leer bajo su propia responsabilidad.

—¿Qué? —pregunté hacia la atenta mirada de Poe

—Nada —se encogió de hombros, fruncí el ceño, y él sonrió socarronamente—, o sea si es algo, pero no te diré.

—Dímelo —mascullé, mientras seguía cortando las frutas

—Es que ese pantalón te queda demasiado mal —dijo en un resoplido—, debería quitartelo.

—Oh, no. Poe con sus bromas de doble sentido en este momento no. —pedí a todos los cielos que estuviera burlándose, él sabe muchas cosas de mi, tanto cómo yo las sé de él.

—Oh, si, Poe en todo su esplendor —se colocó detrás mío, sus manos en mis caderas, su cabeza perdiendose en el hueco de mi cuello mientras sus labios hacían contacto con este

—Poe... ellos pueden entrar —susurré

—Cocinar es como un ritual para ti, no creo que se atrevan, además le puse traba a la puerta. —rió en mi cuello mientras su lengua me hacía juntar las piernas y apretar

Sus manos bajaron, sus dedos se entrometieron entre la unión de estas y las separó, antes de volver a subir a mi cintura, apartó la tela de mis mallas y sus dedos jugaron con el dobladillo de mis bragas.

—Hazlo ya —suspiré como un jadeo

—Oh, señorita —musitó—. ¿Ahora quién ríe?

—Cállate, Verne, y demuestráme por qué eres el idiota de mi novio —gemí

Sonrió sádicamente, antes de que su mano se metiera entre la tela de mis bragas y mi piel, sentí como sus largos dedos se hicieron que separe las piernas por inercia. Empezó indagando en mis labios, apreté los labios para acallar cualquier jadeo.

—Gime —ordenó

—Poe —solté aquello que estaba reteniendo hace unos segundos

Siguió besando mi cuello, su otra mano se dirigió a uno de mis pechos y lo empezó a masajear. Él sabía exactamente donde tocarme. Uno de sus dedos hizo presión en mi clítoris, haciendo que me sobresaltara al punto de resoplar.

—¿Cuántos dedos debería usar? —la ironía era palpable en su voz, siempre me habían gustado sus juegos pero en este momento solo necesitaba sentir sus dedos entregándome placer

—Los que sean necesarios para hacerme llegar —no me dio tiempo para sonreír cuando metió uno de sus dedos en una estocada.

Ahora él sonreía viendo las muecas que me hacía crear mientras movía su dedo dentro mío, el dedo que pronto se convirtió en dos. Así consecutivamente, hasta insertar un tercer dedo que me dio las ganas más grandes de gritar a causa del placer.

Movía sus dedos a un compás al que me acoplé moviendo mis caderas. Este hombre era bueno y sabía como usar sus dedos, no solo para usar los cuchillos, sino también para otras actividades... más productivas.

Estaba a punto de llegar al clímax cuando paró, el placer se cayó, simplemente se detuvo.

—¿Qué haces? —pregunté, cansada

Él no respondió, de hecho no habló, no hizo ningún sonido, ni siquiera sonrió. Me tomó de la cintura, girándome, al estar frente a frente me empujó hasta el borde de la encimera, donde me alzó y me sentó en esta.

Se arrodilló ante mi, y se deshizó completamente de las prendas que usaba en la parte inferior de mi cuerpo, empezó a besar mis muslos, atravesándome con su mirada, sus besos se convirtieron en mordidas hasta llegar a mi centro. Inhaló y exhaló con fuerza, haciendome vibrar, sus manos separaron mis piernas antes de acariciar mis muslos.

Atacó mi centro, su lengua era una de las cosas que más sabía manejar, y si que sabía cómo hacerlo. Sus manos se aferraron a mis muslos, masanjeándolos y apretándolos explicando su placer. Mis manos se dirigieron a su cabello, rogándole que nunca se detuviera.

—Oh, dios —eché mi cabeza hacía atrás, soltando un gemido cuando su lengua se introdujo en mí, simulando una penetración

Mis caderas se movieron hacía él por inercia, pidiendo más. Él no se detenía, él tenía claro cuál era su plan y quizás era el mismo de siempre: Hacerme lloriquear de placer.

Eso lo entendí cuando su mano se coló en mi blusa, quitándomela sin siquiera enviar una mirada, encontró el broche de mi brasier y se deshizo de esta con la misma rapidez. Ambas manos treparon por mi torso hasta tomar mis pechos entre ellas, apretándolos, causando que mis pezones se pusieran duros.

Sus dedos se encargaron de hacer que cada nervio de mi cuerpo sintiera placer, siempre hacía eso, hacerme sentir placer, el placer... él lo hacía ver tan natural.

Unos segundos después sentí como llegaba al clímax, al extasís, a ese momento donde todo se concentra en la extraña sensación de llegar a un nivel de placer inimaginable. Sentí como me corría, y como él disfrutaba de mi sensibilidad.

Nota de la Autora: ¡TE ATRAPE! JAJAJAJAJAJ no te creas, o sea si, pero no-

Espero que les guste.

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