No seré muy curioso, pero que
lindo par de pies tienes.

La mañana siguiente fue acompañada por grises nubes y finas gotas de lluvia. Dentro de la gran mansión los sirvientes se movían de un lado a otro para terminar de preparar el equipaje de la familia y guardarlo perfectamente.

Una joven sirvienta fue a despertar a Kagome; para su gran sorpresa la azabache ya estaba despierta y alistada para el viaje. La sirvienta sonrió y terminó de ayudarla con los últimos detalles en su peinado. Lucía una cola de caballo alta con un lazo a juego con su vestido de encaje negro y pequeños lazos blancos como decoración. Calzaba unas finas zapatillas blancas y unas medias negras tapaban sus piernas. Y por último la chaqueta que no podía faltar para abrigarla en esa lluviosa mañana.

La joven salió a saludar a sus padres. Los encontró bebiendo té en la sala de estar. Su madre leía y su padre sólo la acompañaba en presencia. Les dio un beso a ambos y se sentó junto a su madre.

—Nos iremos en un rato. ¿Ya estás lista, cariño?.

—Sí, papá. Ya quiero ver el barco que no paras de describir desde hace meses. — el hombre río un poco. La madre sonrió levemente y dejó su libro.

—Espero que no ocurra alguna tormenta. Dicen que el mar durante las tormentas es un infierno. — menciona la señora.

—Este barco está preparado para soportar grandes tormentas. Ni siquiera sentirán las olas. — dijo y se levantó, sacudió un poco su gabardina formal marrón y ofreció su mano a ambas mujeres. —Vámonos, queridas.

Ambas tomaron su mano y fueron rumbo al puerto. Subieron junto a varios pasajeros y la misma tripulación a un gigantesco barco. A Kagome le pareció increíble que los extraordinarios relatos de su padre sobre la nave fueran ciertos. Se sintió muy aliviada al estar a mar adentro y no sentir las olas que llevaban el barco. Estaba bastante feliz y muy tranquila.

Se fue a su cuarto y se dispuso a leer un buen libro hasta mediados de la noche que decidió salir. La hora de la cena ya había pasado pero aún así esperaba encontrar algún bocadillo en el restaurante del lugar. Paso por el costado estribor hasta que algo llamó su atención en el mar.

Las luces del barco iluminaban a medias el objetivo que intentaba descifrar. Se acercó un poco más a la barra que hacía función de barrera y cuando logró inclinarse un poco más ya no estaba ahí. Imaginó que sería algún delfín o tal vez basura del mismo barco y siguió su camino a la cocina.

Para su mayor suerte había un chef despierto y le preparó un sándwich de queso y pepinillos. Estuvo muy agradecida con la gran hospitalidad y generosidad del joven. Le dio sus merecidas gracias y volvió de regreso.

Giró su cabeza y ese objeto estaba ahí otra vez, pero un poco más cerca. Dejó su comida sobre un banco cercano y volvió a acercarse, esta vez con un poco de duda. Las luces del barco iluminaban lo que parecía ser un torso de hombre.

En ese momento Kagome tembló. No era un delfín o una basura, esa cosa era una sirena. Caminó un poco hacia atrás, tropezó, y calló sobre el banco. Al levantar la vista la criatura ya no estaba ahí. Tomó su sándwich y corrió al interior de su habitación. Cerró las cortinas y a la puerta le colocó el seguro.

Esa noche no logró conciliar el sueño.

🧜‍🧜‍🧜‍