Ojalá logre ver tu sangre
antes de verte morir.

Rondeaba de vez en cuando ese enorme "monstruo de metal". Le parecía curioso lo grande que era, jamás había visto uno tan grande.

Se acercaba, lo tocaba y ha veces se dejaba llevar por el aferrándose al casco. En una ocasión dio varias vueltas alrededor de su peligrosa hélice. Estaba bastante feliz.

Esa noche tormentosa salvó a una niña humana. Por un momento pensó en comérsela pero decidió dejarla para después y darle mucho más miedo. Volvió a jugar con el arpón entre sus manos mientras sonreía.

—¡Sesshomaru!. — escuchó su nombre a lo lejos y dejó caer el arma para no serle arrebatada por su superior. —Ya te dije que dejaras de alejarte junto al barco. La ciudad ya está un poco lejos de aquí y tú estás solo.

—No estoy solo. Kagura me acompaña. — señala una aleta púrpura al otro lado del barco.

—Vuelvan los dos ya mismo. Si algo te pasa a ti el rey estará muy enojado.

Él pareció no importarle y siguió curioseando.

—Mira esto, Midoriko. ¿No te parece increíble?. — llamó su atención volviendo a dar vueltas en círculo sobre la hélice. La capitana casi le da un infarto al verlo ponerse en peligro.

La mujer tomó con brusquedad la aleta escarlata y tiró de ella hasta sacarlo de ahí. Él la miró cruzando de brazos y fue nadando hasta la ciudad. Kagura se adelantó rápidamente y sólo se quedaron ellos dos.

—Tu padre se va a enojar mucho cuando se entere de lo que haces. — habló la mujer en un tono de voz serio.

Él expulsó burbujas a través de sus branquias, en un claro gesto de que no le importaba en lo más mínimo sus palabras. La capitana detrás de él se enojó aún más, tanto que las púas alrededor de su aleta de erizaron.

Nadó un poco más rápido por los toda la Atlantis hasta meterse al castillo real. Aún Midoriko lo seguía pero ya no le molestaba. Comenzó a jugar, nadando en zigzag, en espiral y por último haciendo círculos hacia atrás. Terminó mareado y con su aleta cansada.

Midoriko tomó una de sus manos y lo arrastró hacia su cuarto. Estando un poco menos mareado nadó por si sólo hacia otra recámara y al volver traía puesta su corona de príncipe.

—No quiero ir...— se quejó dejando la corona a un lado y dejándose flotar hasta pegarse al techo.

—Debes hacerlo. Es importante que consigas pareja. El ciclo de reproducción de nuestro pueblo es muy importante.

—¿No basta con los cinco hijos que ya he dado?. — se puso de cabeza, viéndola con un puchero.

Ella suelta un suspiro y coloca una mano en su cara. Sesshomaru comprende ese gesto y vuelve a colocarse su corona. Nada por el pasillo de coral hasta llegar a la habitación de su padre.

—Llegas tarde.. — el tritón mayor se le acerca y acomoda su corona sobre su cabeza. —Que bien te ves. Se te nota feliz.

—¿De veras tengo que hacer esto?.

—Sólo será hasta que consigas ser rey. — el menos soltó un suspiro. —No te preocupes. Yo también tuve que cumplir tu papel cuando era príncipe.

—Mi abuelo seguro te daba más libertad.... — nadó hacia atrás y se acomodó en su trono de corales.

El rey decidió no responderle. Imitó a su hijo sentándose en su trono y mandó a llamar a las sirenas que serían las nuevas madres. De inmediato 20 nuevas chicas pez entraron y Sesshomaru sólo pudo suspirar.

—¿Podrías imaginar un día a tu ciudad tan poblada como el reino humanos?. Esa debe ser tu visión hacia el futuro, Sesshomaru.

Rodó sus ojos y nadó hacia una recámara apartada. Las otras sirenas los siguieron hasta que las puertas se cerraron.

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