Kovács Oddity
El sitio dónde nos dejó el autobús estaba bastante cerca de las vías de tren de Macclesfield, y de ese lugar de aparcamiento, y de admiración volátil que era aquel puente de la Princess Parkway en Hulme, de aquel enero de 1977, en el que Kevin Cummins retrató inmortalmente como la copa de oro de los dioses y el copero Ganimedes, la imagen del cigarro convertida en Barricada de cristal eterna, de Ian Curtis. Con esa foto yo siempre sentía que hablaba con lenguas muertas, que él se sentía controlador de mariposas, todas las que lanzaba de su boca, cuando fumaba, a contracorriente de los edificios, distante de cualquiera.
Caminamos un trecho, y pasamos un barrio que distaba mucho de la década industrial del Macclesfield del que tanto Piotr como yo estábamos enamorados.
Él vivía sobre uno de los pocos barrios que aún conservaban algunos edificios que habían obtenido la fortuna de no ser derribados, tal vez por la nostalgia, o porque apenas hacía unos meses que se había grabado la película "Control" dónde para caracterizar el aspecto del gran Manchester, se habían mantenido algunas estructuras.
Aún no habían derribado bares, tiendas, y sobre todo ese edificio casi en ruinas dónde algunos fotógrafos habían hecho las mejores fotografías captando los cambios del pasado y presente, esa dualidad tan poco accesible.
Esas escaleras impresentables dónde todavía muchos niños se desvivían jugando ante los gritos desesperados de sus madres, por si se hacían algún rasguño.
El edificio de Piotr solo tenía tres plantas y necesitaba varios arreglos pero él siempre decía, según palabras textuales de su familia " que estaba de paso, o de visita como David Bowie dijo una vez" y yo siempre le preguntaba, sí era fan del Space Oddity pero nunca me contestaba, creo que prefería guardarse aspectos personales para sí mismo.
Escuchamos unos ruidos provenientes de su puerta, Piotr abrió con el desdén abiertamente visible en sus cejas.
El olor a alcohol, cigarros y droga se metió de golpe en mis fosas nasales, pero intenté hablarle a pesar del mareo que me estaba entrando.
" Piotr, puedo volver en otro momento" aseguré.
Sus manos se agolparon de pronto en mi codo, escondiéndome entre la pared y la puerta. Su movimiento fue brusco, pero no sentí verdaderamente esa brusquedad hasta que un trozo blanco de la pared se despegó y me cayó en la coronilla.
Piotr, entonces, con sus ojos azules tan sorprendidos como los míos limpió el desastre con cuidado de no alterar los mechones pelirrojos y semidorados que sobresalían como electricidad.
"No quiero que conozcas a mis amigos" yo estaba confundida pero no era capaz de articular ninguna palabra.
"¿ Por qué?"
"Tú eres especial, y ellos son una mala influencia, podrían corromperte Kovács."
"¿ No era que te parecía irritante?"
Él ladeó la cabeza pero no tardó en mirarme.
" A veces puedes serlo, pero es un placer desconocido con el que se pueden hacer miles de canciones, Jane."
Mi pecho se sentía embadurnado de mar como compuesto de arena, y asfixiado de una dosis tremebunda de vergüenza.
Y pude ver en sus ojos algo parecido a la vergüenza y al rubor.
O tal vez a la timidez, ya no sé recordar con qué colores se camuflan los sentimientos en la piel.
La luz comenzó a temblar, como las bombillas que a punto de fundirse parpadean, y nuestros ojos seguían en un flash, tanto que podía sentir su respiración pegada a la mía.
Pero la luz se fundió por completo y nuestros rostros difirieron como dos esculturas que son despejadas después de haber estado fusionadas durante un millón de años.
Aunque los años luz en escultura difieren mucho de los años luz humanos.
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