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Capítulo uno

El sonido de las aves y de las hojas que se mecían al compás del viento era lo único que Sloane podía oír. De vez en cuando el sonido que producía el agua del río interrumpía la atmósfera, pero aquello solo la hacía disfrutar más. Sin duda alguna el sonido de la naturaleza era reconfortante y le transmitía una sensación satisfactoria y relajante. Alejarse del mundo, aunque sea por un momento, la mantenía cuerda. Sin estos pequeños momentos de silencio, Sloane perdería los estribos y era algo que definitivamente odiaría.

Ella era una joven pacífica y reservada. Disfrutaba la calma y tranquilidad, algo que en la Tierra era difícil conseguir. Era por eso que sabía valorar los momentos de silencio y paz. Aunque su vida era contradictoria. Pese a su personalidad y a sus deseos, su vida se basaba en peleas, muerte, sangre, huidas... Todo aquello que no la dejaba tranquila ni por un momento. Detestaba su estilo de vida, pero se había visto forzada a seguir el camino de la guerra. Pelear era lo único que la mantenía con vida.

Sloane se arrojó de espaldas al río para así quedarse con una buena vista del deslumbrante cielo azul que se extendía sobre su cabeza. Movía sus brazos y piernas con lentitud para mantenerse a flote. Sentir el agua en su piel le transmitía una sensación refrescante. Disfrutaba plenamente de nadar en el río. Era por ese motivo que siempre elegía un lugar cercano a un río para establecerse con su clan, aunque no pasaba mucho tiempo antes que tuvieran que huir nuevamente.

De repente su tranquilidad se vio interrumpida cuando sus ojos se encontraron con un extraño artefacto que caía del cielo: una nave. Sloane recuperó la postura y siguió con la mirada el trayecto que hizo la nave antes de estrellarse contra el suelo. Una gran nube de humo se extendió por todo el lugar de impacto.

Rápidamente cogió su ropa para comenzar a vestirse lo más rápido posible. Una oleada de curiosidad la golpeó y no pudo evitar preguntarse qué era lo que cayó y por qué lo hizo. Nunca había visto nada igual, ni siquiera en Polis. Una vez vestida, comenzó a correr hacia el lugar, siendo extremadamente cuidadosa y siempre con su espada a mano.
El río en donde Sloane estaba no se encontraba tan lejos del lugar en donde cayó la nave, por lo que no tardó en llegar.

Cuanto más cerca estaba, más podía percibir el olor de los árboles quemados, sin mencionar el gran bullicio que hacían. En ese momento, Sloane pensó en lo idiotas que eran. Con el ruido que hacían, cualquier persona podía encontrarlos y atacarlos. Como ella y su clan, por ejemplo.

Entonces Sloane vió algo que aumentó su curiosidad. Era una chica rubia, parecía ser menor que ella, aunque no podía saberlo con certeza. Con sigilo se acercó hacia ella, usando los árboles y los arbustos para esconderse.

No sabía quiénes eran, ni qué querían. Era normal desconfiar.
La rubia tenía un gran papel entre sus manos, un mapa. Lo miraba con atención para luego mirar hacia Monte Weather, mientras lo hacía su ceño se marcaba cada vez más. Sloane siguió la dirección de su mirada, posando sus ojos, también, en el monte.

«¿Monte Weather? ¿Son montañeses?», se preguntó pero descartó la idea de inmediato. Eso no explicaba por qué venían del cielo.

De repente un joven de cabellera larga y castaña se acercó a la muchacha. Sloane se sorprendió por la inesperada aparición, por lo que se ocultó mejor. Si ellos movían la cabeza hacia la izquierda, aunque sea un poco, podrían ver a Sloane.

—¿Por qué tan seria, princesa? —preguntó el muchacho, mirando el bosque que se alzaba frente a él. —No morimos en una fuerte explosión.

—Dile eso a los dos que trataron de seguirte dejando los asientos.

«¿Cuántos son?», fue una de las cosas que Sloane cuestionó en su mente.

La expresión juguetona del muchacho flaqueó ante las palabras de la rubia, sin embargo la recuperó en cuestión de segundos.

—Que te llame princesa no te gusta —comentó, burlón. —¿Verdad, princesa?

La rubia decidió ignorar sus comentarios y se concentró en asuntos más importantes.

—¿Ves aquel monte de allá? —preguntó y el adolescente dirigió la mirada hacia él.

—Si.

—Monte Weather —aclaró. —Hay un bosque de radiación entre nosotros y la comida. Nos mandaron a la montaña equivocada.

Ambos se quedaron mirando el monte por un largo momento, pensando, tal vez, en qué hacer para conseguir la comida. Lucían preocupados por el hecho, también algo desconcertados.

Luego marcharon nuevamente a la nave, la cual no estaba lejos de allí. Una vez más, desde los arbustos, Sloane volvió a mirar el monte.

Moun-de... [Monte Weather...] —murmuró, recordando las historias que había oído sobre ese monte.

Si querían ir ahí, definitivamente no eran montañeses. Destripadores no eran, de eso estaba segura. Nunca había visto a esa clase de personas.

«¿Quiénes son?», se preguntaba Sloane y eso hacía que la exitación por saber más la invadiera.

Cuando se aseguró completamente de que la rubia y el castaño regresaron a la nave, salió de su escondite. Con un trozo de tela cubrió su cabello, tomó lodo entre sus manos para luego esparcirlo por todo su rostro, usándolo como camuflaje. No sabía quiénes eran, ni por qué estaban allí, pero lo averiguaría.

La curiosidad y excitación por saber más la llevaron directo a la nave. Con pasos sigilosos y siempre manteniéndose entre los arbustos, se acercó a la nave. Procuró no acercarse demasiado, pero sí lo suficiente como para oírlos. Estas personas no hablaban Trigedasleng, pero afortunadamente Sloane sabía español y podía entenderlos a la perfección.

No tardó en percatarse que eran adolescentes de diferentes edades. Observó que algunos estaban agrupados frente a la nave y otros pocos estaban esparcidos por los alrededores. Inmediatamente pensó que el grupo era tan grande como su clan o que, incluso, los superaban en número.

En el centro de la ronda, destacaban la rubia a la que llamaban princesa y otros a los que no lograba distinguir por la distancia. Por eso mismo, decidió acercarse un poco más. Era cierto que Sloane era prudente y razonable, pero también era intrépida y curiosa, lo cual era una mala combinación. Muchas veces no se daba cuenta del peligro que corría y varias veces había cometido el error de dejarse llevar por la curiosidad.

Sloane se acercó, pero mantuvo una distancia considerable. Era lo suficientemente inteligente y prudente como para mantenerse lejos, pero no podía dejar de lado su curiosidad. Así que optó por equilibrar ambos lados. Podría saber más sobre ellos y observarlos, pero al mismo tiempo siendo prudente. Sloane no era de las que se dejaban guiar por el corazón, ella prefería usar su cerebro. Actuaba en base a la lógica, pero tampoco se olvidaba de los suyos. Eso era lo que le permitió ser buena liderando.

Se podría decir que Sloane era contradictoria.

Desde su nueva posición distinguió a un adolescente de tez morena junto a la rubia y frente a ellos se encontraban un chico de cabello azabache y una chica castaña, quienes los miraban de una forma retadora. Alrededor de los cuatro se amontonaban el resto de los adolescentes. De inmediato, Sloane asumió que la rubia era la líder. Lo supuso por la forma en la que hablaba sobre ir a Monte Weather.

—¿Qué? ¿Crees que estás a cargo? —cuestionó la castaña, dirigiéndose al moreno. —¿Tú y... la princesita?

El tono que usó no pasó desapercibido para nadie, ni siquiera para Sloane. Supo que no estaban de acuerdo sobre quién debería estar a cargo.

—¿Acaso crees que nos importa quién está a cargo? —contraatacó la rubia, harta. —Hay que ir a Monte Weather, no porque el canciller lo dijo, sino porque entre más esperemos más hambre tendremos y más difícil será, ¿cuánto creen que duraremos sin provisiones? Es un viaje de treinta kilómetros y si queremos llegar antes del anochecer hay que empezar. Ahora.

Dos cosas del pequeño discurso de la rubia llamaron la atención de Sloane: Primero, ¿quién era ese tal canciller y dónde estaba?; segundo, ¿acaso no sabían cazar o recolectar frutos?

Sloane quiso meterse en la conversación solo para decirles que no era necesario ir a Monte Weather y que podían conseguir su propio alimento en el bosque, pero se abstuvo. Claro, Sloane no sabía que ellos creían que no había vida animal o humana en la Tierra.

—Tengo una idea mejor —intervino el azabache. —Ustedes vayan, encuéntrenlo. Que los privilegiados trabajen duro ahora.

Unos gritos de apoyo le siguieron a sus palabras. Al parecer la mayoría prefería tener de líder al azabache. Sloane no pudo culparlos, el joven tenía pinta de líder. Lo supo por sus palabras y expresiones. Aunque la rubia no se quedaba atrás. Ambos habían captado toda la atención de Sloane.

—No entienden —habló el moreno. —Todos tienen que ir.

En ese mismo momento otro adolescente lo empujó. La tensión era palpable en el ambiente. Todos los adolescentes estaban eufóricos.

—Escuchen esto todos —dijo el otro adolescentes con un tono burlesco. —El canciller de la Tierra.

Un ruido entre los arbustos alertó a Sloane. Inmediatamente empuñó su espada y miró a su alrededor, buscando al causante del ruido, sin embargo no halló nada. Miró todo el lugar con atención, tratando de averiguar si alguien la había visto. Las cosas se complicarían si eso sucedía.

—¡Wells!

Un grito hizo que Sloane regresara su atención al grupo frente a ella. Observó que la rubia intentaba ayudar al moreno, el cual supo que se llamaba Wells. Al parecer él y el chico que lo había empujado anteriormente estaban a punto de iniciar una pelea.

Sloane se preparó para ver el hecho. Aquello le serviría para saber qué tan buenos eran en el combate. Si eran invasores hostiles, tendrían que enfrentarlos y saber sus técnicas de combates les daría ventaja.

De repente el mismo castaño que estaba con la rubia mirando el mapa, apareció para cortar la pelea. El silencio se abrió paso entre los adolescentes. Todos ellos lo observaron, atraídos por sus agallas

—Tiene una pierna —recalcó al ver que Wells se había lastimado un pie. —¿Por qué no esperas a que sea más justo?

El adolescente problemático se mantuvo en silencio y desvió la mirada, totalmente indignado e intimidado.

—Oye, caminante, rescátame a mí ahora —comentó la castaña, acercándose provocativamente.

Las risas burlesca se oyeron entre los adolescentes, haciendo que Sloane sonriera interesada ante las palabras de la castaña. Le gustaba su actitud. Todo indicaba que esa castaña no se dejaba intimidar por nadie, pero era pronto para asegurarlo.

En ese momento la "reunión" finalizó y cada uno de los adolescentes tomó un camino diferente. Sloane se ocultó mejor, estaba tan cerca que podrían hallarla. Miró a su alrededor, esperando el momento indicado para salir de su escondite y alejarse más.

En ese momento, justo antes de marcharse, observó que el azabache se acercó a la castaña y murmuró algo que Sloane no pudo oír, pero que le pareció un tanto sospechoso. Por unos segundos se cuestionó qué hacer, lo que el azabache fuera a decirle a la castaña era algo que atraía su atención. Finalmente la curiosidad ganó sobre la razón, haciendo que Sloane se moviera entre los arbustos hasta posicionarse cerca de ellos.

—Hice algo, ¿entiendes? —murmuró el azabache, mirando a su alrededor para que nadie oyera. —Para subir a la nave hice algo por lo que ellos me matarán cuando bajen. No puedo decirte qué es aún, pero puedes confiar en mí. Aún confías en mí, ¿verdad?

Sus palabras llamaron la atención de Sloane, especialmente la palabra «bajen». Con el ceño fruncido observó la nave con atención y luego miró el cielo. Entonces lo entendió.

—Skaikru —susurró.

Sloane había pasado todo el día observando y estudiando a Skaikru, apenas había notado que el sol se había ocultado por completo. Trataba de entender cómo eran, qué querían y qué harían en los siguientes días. Gracias a pasar horas observándolos desde los arbustos pudo entender muchas cosas y eso sólo aumentó su curiosidad y fascinación por ellos. La impulsaba a querer saber más e, incluso, a relacionarse con ellos.

Descubrió que venían de un lugar al que ellos llamaban Arca, el cual estaba bajo el mandato del canciller Jaha, padre de Wells. También descubrió que los brazaletes, de alguna forma, mantenían contacto con el Arca y les informaba si los adolescentes seguían vivos. Era algo que no había comprendido del todo, pero se concentró en el hecho de que muchos de ellos no estaban de acuerdo con usarlos, por eso la mayoría se deshacían de los brazaletes.

Al escucharlos durante tanto tiempo supo cómo se llamaban algunos de los adolescentes. El grupo que prevalecía en el mandato estaba conformado por el azabache llamado Bellamy, el cual era el líder de la mayoría; el castaño que lo seguía fielmente era Murphy; además habían otros adolescentes como Miller, Monroe y Charlotte. Después estaba el grupo que partiría a Monte Weather en la mañana, el cual era conformado por la rubia llamada Clarke; el castaño llamado Finn; la castaña Octavia, hermana de Bellamy; el chico de las gafas extrañas llamado Jasper y, por último, su mejor amigo, Monty.

A pesar de la curiosidad y fascinación que sentía por ellos aún no sabía si podía bajar la guardia estando cerca. Todavía no lograba comprender o conocer todo sobre ellos, sus motivaciones y sus objetivos.

Bellamy era el que más desconfianza le generaba y tenía motivos para ello. Su obsesión con que todos se deshagan de los brazaletes le pareció un poco extraña a Sloane. Además parecía incitar el caos, pero siempre y cuando obedecieran lo que él ordenaba.

No tardó en sospechar que Bellamy estaba planeando algo y no estaba segura de ser algo bueno, sin embargo no podía negar el gran carisma que poseía. Lograba que los adolescentes le siguieran sin problemas, era un líder nato.

Cuando Sloane notó que la noche había caído, decidió volver con su gente. Había estado fuera todo el día y no había informado lo que haría. Luego del ataque de la semana anterior, no era buena idea alejarse de los túneles.

Así, prometiendo regresar y seguir aprendiendo más de aquellos adolescentes, marchó hacia los túneles en donde se resguardaba su clan.

Fue algo complicado salir sin ser vista. Sloane se había ubicado muy cerca de la nave para poder oír lo que decían, aún cuando era arriesgado. Finalmente logró salir sin inconvenientes.

Mientras caminaba de regreso a los túneles, pensó lo que había sucedido. No sabía qué pensar sobre los recién llegados. Ellos conformaban un nuevo clan y Sloane sabía que eso traería problemas, sobre todo con el clan Trikru. Los adolescentes se encontraban en tierras ajenas, aunque ellos no lo sabían. Eso les traería problemas con Trikru, pues no tardarían en tomarlo como una amenaza y lucharían por sus tierras.

Sloane no estaba muy segura de que pudieran enfrentar a los guerreros Trikru. Durante el tiempo que los había estado observando no vio señales de armas, ni siquiera pudo ver qué habilidades poseían los adolescentes. Aquello le hacía pensar que tal vez no eran guerreros y que venían en señal de paz. Sus comportamientos le hizo pensar que tal vez eran personas pacíficas.

Eso hacía que las ganas de relacionarse con ellos crecieran.

No tardó mucho tiempo en lograr divisar una fogata. Unos pasos más cerca logró oír unos tenues murmullos, aunque Sloane sabía que sus guerreros hablaban a los gritos. Cada vez que se acercaba más podía comprobarlo.

—¿Dónde estabas? —preguntó Kile en cuanto la azabache puso un pie en los túneles, ni siquiera dejó que saludara al resto. —Trikru anda merodeando. Por un momento creí que te habían capturado.

Sloane ladeó la cabeza ante la preocupación de su amigo. Luego miró al resto del clan, quienes, como era costumbre, hablaban casi a los gritos y soltaban fuertes carcajadas.

—Te aseguro que si nos hallan, será por el bullicio que ellos provocan —murmuró, señalandolos con la cabeza.
Kile bufó, sabiendo que Sloane tenía razón.

—Aún así, no desaparezcas todo el día —regañó, tratando de ocultar su preocupación. —Después de todo, ¿dónde rayos estabas?

Sloane regresó la atención a Kile, recuperando su habitual seriedad. Le hizo una seña con la cabeza, indicándole que la siguiera. Así se alejaron del resto del clan, quienes ni siquiera le prestaban atención.

—Tengo que hablar contigo —susurró

—¿Qué sucede?

—Por la tarde una nave cayó cerca de aquí.

—¡¿Qué?! —medio gritó Kile, sin embargo volvió a susurrar. —¿Dónde? ¿Quiénes eran? ¿Qué querían?

Kile no pudo ocultar su sorpresa. Que una nave cayera significaba nuevas personas y eso era algo que no sucedía todos los días. Sin dudas era algo que sorprendía, pero que también provocaba una sensación de amenaza.

—No lo sé, pero he estado vigilándolos todo el día —informó, mirando a sus lados para que nadie la oyera. —Aprendí algunas cosas, pero no lo suficiente.

—¿Y qué haremos?

Sloane sabía que su segundo al mando haría esa pregunta, por lo que se había anticipado a buscar una respuesta. Aunque sabía que tal vez no le agradaría.

—Un grupo se dirige a Monte Weather en busca de comida, al parecer saben muchas cosas del lugar —comentó Sloane. —Yo los seguiré a ellos y tú ve a la nave, vigílalos sin que te vean.

—¿Monte Weather? Sloane, tú sabes que no debemos acercarnos a ese lugar. —Se apresuró a decir en forma de negación. —Ambos oímos lo que dicen de ese lugar. Es peligroso.

Sloane era consciente de eso y ese era el motivo por el que decidiría seguir a Clarke y su grupo.

—Es la oportunidad perfecta para saber si lo que dicen es verdad o son puras habladurías —justificó y se apresuró a hablar antes de que Kile la interrumpiera. —Si todo se complica huiré. Tengo que volver a toda costa, no puedo abandonar el clan.

Kile asintió a regañadientes. Después de todo conocía a Sloane y sabía que no importaba lo que dijera, ella iría igualmente. Solo esperaba que nada malo le sucediera, el clan se vendría abajo sin ella.

—Está bien —resopló y se cruzó de brazos. —Prepararé a algunos guerreros para...

—No —interrumpió Sloane, segura de que era una mala idea. —Es territorio Trikru, de seguro han visto la nave. Ve sólo tú, pero ten cuidado con Trikru y Skaikru.

—¿Skaikru? —preguntó, confundido.
Sloane sonrió.

—Así los llamé —informó y levantó la cabeza para mirar el cielo estrellado. —Ellos vienen del cielo. Ellos son Skaikru.

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