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Capitulo 7

No-Eul miró la puerta del baño por un momento, dudando. ¿Estaba realmente dispuesta a seguir este extraño juego que Han parecía disfrutar tanto?

Finalmente, con un suspiro, cerró la puerta tras ella. El baño era pequeño pero impecable, con una organización que reflejaba el carácter de Han: ordenado, meticuloso, sin nada fuera de lugar. Dejó la ropa que llevaba sobre un taburete y abrió el grifo de la ducha, dejando que el agua caliente llenara el espacio con vapor. Mientras el agua corría, intentó despejar su mente, pero las palabras de Han seguían resonando.

"Quiero ver hasta dónde puedes llegar."

¿Hasta dónde podía llegar realmente? ¿Y qué significaba eso para Han? Mientras se frotaba los brazos bajo el agua, no podía evitar preguntarse si había algo más en todo esto, algo que iba más allá de los juegos, de las máscaras, de las reglas.

Cuando terminó, se vistió rápidamente con las prendas que Han le había dado. La camisa era suave, de una tela ligera, y el pantalón le quedaba un poco grande, pero era cómodo. Se miró en el espejo por un momento, sintiendo que estaba cruzando una línea que no entendía del todo.

Al salir del baño, encontró a Han sentada en el borde de la cama, revisando unos papeles. Parecía tranquila, pero su presencia llenaba la habitación de una forma que hacía imposible ignorarla.

—Ya terminé —dijo No-Eul, intentando sonar indiferente mientras se cruzaba de brazos.

Han levantó la vista, dándole un rápido vistazo antes de volver a lo que hacía.

—Bien. Puedes usar la cama. Yo estaré despierta un rato más.

No-Eul frunció el ceño, sorprendida.

—¿Tú... no vas a dormir?

—No suelo dormir mucho —respondió Han con un tono que no invitaba a más preguntas.

No-Eul no sabía qué hacer. La cama era más cómoda que la suya, pero la idea de dormir en el mismo espacio que Han le parecía... peligrosa.

—Si no confías en mí, no tienes que cerrar los ojos —añadió Han sin mirarla, como si hubiera leído sus pensamientos.

—No es eso... —empezó No-Eul, pero se detuvo. Sí, era eso.

Finalmente, se sentó en el borde opuesto de la cama, manteniendo una distancia prudente. Miró a Han de reojo, preguntándose qué pasaba realmente por su mente.

—¿Por qué haces esto? —preguntó en voz baja.

Han no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en el papel frente a ella, pero su expresión se suavizó apenas.

—Porque quiero ver si puedes sobrevivir, No-Eul. Pero no solo aquí.

No-Eul la miró, confundida.

—¿Qué quieres decir?

Han levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de ella.

—Fuera de este lugar, la vida tampoco es fácil. Este juego solo es un reflejo de lo que ya enfrentabas allá afuera, ¿no es cierto?

No-Eul sintió que su pecho se apretaba. ¿Cómo podía saber eso?

—Yo...

—No necesitas decírmelo —interrumpió Han, su voz suave pero firme. —Solo descansa. Mañana, necesitarás todas tus fuerzas.

No-Eul quería seguir preguntando, pero había algo en el tono de Han que la hizo detenerse. Lentamente, se recostó en la cama, manteniéndose cerca del borde. Sus ojos permanecieron abiertos, fijos en el techo, mientras intentaba comprender todo lo que había sucedido esa noche.

Han volvió a sus papeles, como si la conversación nunca hubiera ocurrido, pero No-Eul sabía que esa noche marcaría un antes y un después. Algo estaba cambiando, y aunque no sabía si era para bien o para mal, no podía ignorarlo.

El silencio en la habitación era extraño, pero no incómodo. No-Eul permanecía acostada, sin cerrar los ojos del todo, sintiendo la presencia de Han al otro lado. Podía escuchar el suave roce del papel, los trazos firmes de un bolígrafo, y la respiración tranquila de su acompañante.

A pesar de su desconfianza, el cansancio comenzó a imponerse. Su cuerpo le pedía descanso, aunque su mente estuviera en constante alerta. Finalmente, cerró los ojos, con la intención de mantenerse despierta, pero el sueño la venció.

El sonido metálico de pasos en el pasillo la despertó de golpe. Abrió los ojos de inmediato, sobresaltada, y lo primero que vio fue a Han de pie junto a la puerta. Estaba inmóvil, escuchando atentamente.

—¿Qué pasa? —preguntó No-Eul, sentándose en la cama.

Han giró la cabeza hacia ella, su expresión más seria de lo habitual.

—Quédate aquí. No salgas.

—¿Qué? No... espera, ¿qué está pasando?

Han no respondió. En su lugar, tomó algo que parecía un pequeño comunicador de su escritorio y salió de la habitación sin mirar atrás, cerrando la puerta tras ella.

El corazón de No-Eul comenzó a latir con fuerza. Algo estaba mal. Podía sentirlo. El pasillo estaba en silencio de nuevo, pero había una tensión en el aire que no podía ignorar.

Se levantó, dudando entre quedarse como le habían ordenado o salir a investigar. Finalmente, la curiosidad y el instinto de supervivencia pudieron más. Abrió la puerta lentamente, asomándose al pasillo. Estaba vacío, pero podía escuchar voces bajas en la distancia.

Siguiendo el sonido, se movió con cautela, asegurándose de que nadie la viera. Las voces provenían de una sala cercana, una puerta entreabierta que dejaba escapar un tenue resplandor.

Se acercó y miró por el espacio entre la puerta y el marco. Allí estaba Han, hablando con otros dos supervisores cuadrados. Uno de ellos parecía estar discutiendo, su tono tenso y apresurado.

—Es demasiado pronto para hacer esto —decía el hombre, gesticulando con impaciencia. —No podemos arriesgarnos a exponer todo.

—No es tu decisión —respondió Han con calma, aunque su voz tenía un filo peligroso. —Las órdenes son claras.

—¿Órdenes? —intervino el otro supervisor, una mujer. —¿Desde cuándo seguimos órdenes sin cuestionarlas? Esto podría poner en peligro a todos nosotros.

Han permaneció impasible, cruzándose de brazos.

—Si tienes un problema con las decisiones de arriba, habla con ellos. Mientras tanto, hacemos lo que se nos dice.

El hombre bufó, pero no respondió. La mujer, sin embargo, parecía menos dispuesta a dejarlo pasar.

—¿Y si esto se sale de control? ¿Qué haremos entonces?

Han la miró fijamente, y aunque su expresión no cambió, su postura emanaba autoridad.

—Nada se saldrá de control —dijo con firmeza. —Porque yo me encargaré de que no ocurra.

La conversación continuó, pero No-Eul no pudo escuchar más. Su mente estaba llena de preguntas. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué significaba todo eso?

De repente, sintió una mano fría en su muñeca. Dio un respingo y se giró, encontrándose cara a cara con Han, que la miraba con una mezcla de sorpresa y desaprobación.

No-Eul apenas había llegado al borde de la cama cuando la puerta se abrió de golpe, y Han entró tras ella, cerrándola con un movimiento rápido. Su respiración era tranquila, pero sus ojos estaban llenos de una intensidad que No-Eul no había visto antes.

—Han, ¿qué demonios está pasando? —preguntó No-Eul, poniéndose de pie.

Han no respondió de inmediato. Se acercó a ella con pasos firmes, reduciendo la distancia entre ambas hasta que No-Eul tuvo que levantar la cabeza para mirarla a los ojos.

—No deberías haber salido de la habitación —dijo Han en voz baja, casi como un reproche, pero había algo más en su tono, algo que No-Eul no podía descifrar.

—No soy una prisionera —respondió No-Eul, manteniendo su postura desafiante, aunque su corazón latía con fuerza. —Merezco saber qué está pasando.

Han exhaló lentamente, su mirada fija en los ojos de No-Eul. Por un momento, parecía debatirse consigo misma, como si no supiera si decir algo o simplemente marcharse. Pero en lugar de eso, hizo algo que No-Eul no esperaba.

Con un movimiento rápido, Han la tomó del rostro, sus manos firmes pero cuidadosas, y antes de que No-Eul pudiera reaccionar, la besó.

El tiempo pareció detenerse. El beso fue intenso, cargado de algo que No-Eul no podía identificar: rabia, frustración, quizá incluso desesperación. Por un momento, ella no supo qué hacer. Su cuerpo quedó congelado, pero su mente era un torbellino.

Cuando Han se apartó, su rostro estaba más cerca que nunca, y su mirada parecía más vulnerable, casi rota.

—Porque me importas —murmuró Han, su voz apenas un susurro. —Por eso.

No-Eul se quedó sin palabras. Había esperado muchas cosas de Han esa noche, pero no esto.

—¿Qué...? —empezó a decir, pero las palabras se le atoraron en la garganta.

Han dio un paso atrás, como si el momento la hubiera alcanzado de golpe. Su expresión recuperó la calma, pero había un leve rubor en sus mejillas.

—Vuelve a la cama, No-Eul. —Su voz era firme, pero menos fría que antes. —Te prometo que todo tendrá sentido algún día. Pero ahora no es el momento.

Antes de que No-Eul pudiera responder, Han giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejando a No-Eul sola con su corazón latiendo desbocado y una mezcla de emociones que apenas podía entender.

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Publique otra historia, entre Jun-Hee, No-Eul y Se-Mi se llama VIP, vayan a verla si les gusta <3

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