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Capitulo 4

La alarma que indicaba el final del juego resonó por todo el complejo.

Los participantes, cubiertos de sudor, sangre y tierra, comenzaron a reagruparse en silencio mientras los cuadros organizaban las filas. El tercer juego había sido brutal, y las bajas estaban a la vista. El suelo del campo estaba salpicado de cuerpos inmóviles, que mientras el juego se daba a cabo, los triángulos sacaban los cuerpos.

Han observaba desde la plataforma elevada, con las manos detrás de la espalda. Su mirada fija y calculadora recorría el desespero de todos, evaluando cada detalle. Sus ojos se detuvieron un momento en No-Eul, que estaba al frente de su equipo de triángulos.

Mientras ella y su grupo se alineaban para el informe final, Han notó algo extraño en uno de los triángulos restantes. Su postura era tensa, diferente a la rigidez disciplinada de los demás. Cuando los participantes comenzaron a dispersarse tras la orden de retirada, aquel triángulo se retrasó deliberadamente, acercándose a No-Eul.

— Te crees muy lista, ¿verdad? — siseó el triángulo, inclinándose hacia ella para que solo ella pudiera escucharlo.

No-Eul alzó la mirada, cansada pero alerta. No respondió.

— Esto no termina aquí, comunista de mierda. Voy a encontrar la forma de arrancarte esa máscara y cortarte la cara. O tal vez tus dedos, uno por uno.

El tono del triángulo era bajo, casi un susurro, pero cargado de veneno. No-Eul apretó los puños, obligándose a no reaccionar. Sabía que cualquier movimiento en falso podría ser usado en su contra.

Desde la plataforma, Han lo vio todo.
Su mirada se endureció al captar la amenaza. Sin hacer un solo gesto que delatara su intención, bajó de la plataforma con pasos firmes y calculados, su presencia atrayendo la atención de los demás oficiales.

El triángulo seguía hablando, disfrutando de su pequeño momento de intimidación, cuando una sombra se alzó detrás de él.

— ¿Hay algún problema aquí? — La voz de Han cortó el aire como un cuchillo, fría y cargada de autoridad.

El triángulo se tensó de inmediato, girándose lentamente para enfrentarla. A pesar de la máscara de Han, su postura imponente era suficiente para reducir a cualquiera.

— No, señora — respondió el triángulo, esforzándose por sonar neutral.

Han lo observó en silencio durante unos segundos que parecieron una eternidad. Luego, dio un paso hacia él, quedando lo suficientemente cerca como para que el triángulo sintiera su aliento.

— ¿Sabes lo que hacemos con los que rompen las reglas? — preguntó Han, su tono bajo y amenazante.

— Yo... no estaba rompiendo las reglas, señora. Solo hablábamos.

Han inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando su respuesta. Luego, con un movimiento rápido y preciso, sacó su arma y apuntó directamente al pecho del triángulo.
El soldado se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar.

— Te lo preguntaré una vez más. ¿Hay algún problema aquí?

— No, señora. Ninguno.

Han lo mantuvo bajo la mira durante unos segundos más antes de bajar el arma con lentitud.

— Bien. Entonces será mejor que te asegures de que siga siendo así. Porque la próxima vez que escuché una amenaza de tu boca, no habrá más advertencias.

El triángulo asintió rápidamente y retrocedió, casi tropezando en su prisa por alejarse. Han lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre las filas.

Luego, sin siquiera mirar a No-Eul, se volvió hacia los demás oficiales y dio la orden de dispersión.

— Triángulos, a sus dormitorios. El día ha terminado. — les informo mientras pasaba entre una fila de los que acomodaban sus armas en sus casilleros, luego se quedó con sus manos en su espalda y miró de reojo a No-Eul —. Te dije que sobrevivir requeriría control, aprovéchalo — dijo finalmente, su voz baja pero cargada de significado.

[...]

No-Eul intentaba contener el dolor mientras su mente seguía reviviendo los eventos del día.

El leve sonido de la cerradura girando la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió con un chirrido, y allí estaba Han, su figura esbelta y controlada proyectando una sombra alargada en el umbral. Aún llevaba la máscara, pero había algo en su postura que delataba una intención diferente esta vez.

No-Eul se puso de pie de inmediato, alarmada.

— ¿Qué haces aquí?

Han cerró la puerta detrás de ella con un movimiento lento y deliberado, dejando la habitación completamente aislada. Luego miró la cámara de la habitación fijamente, esperando que parpadeara tres veces, indicando que la habían apagado.

— Si gritas o haces algo imprudente, lo sabrán — dijo con voz tranquila, casi susurrante —. Pero, para tu suerte, esta vez no vine a darte una lección de supervivencia.

No-Eul no bajó la guardia. Sus ojos seguían cada movimiento de Han, que ahora avanzaba hacia ella con pasos firmes pero no agresivos.

Finalmente, Han se detuvo frente a ella y, con un gesto inesperado, se quitó la máscara.

El rostro de Han era tan frío y calculador como su voz, pero había algo en sus ojos oscuros que capturaba. No-Eul no pudo más que fijarse en lo joven que Han parecía.

— Esa herida necesita atención — dijo Han, señalando la mejilla de No-Eul con un leve movimiento de la cabeza —. Si no la cuidas, se infectará con todo el sudor que acumulas por llevar la máscara todo el día.

— No necesito tu ayuda — replicó No-Eul, su voz más firme de lo que esperaba.

Han arqueó una ceja, como si encontrara divertida la respuesta. Sin decir nada más, sacó de su bolsillo un pequeño botiquín de primeros auxilios y lo colocó sobre la cama.

— Si realmente no la necesitas, no estarás en posición de resistirte.

No-Eul quiso protestar, pero había algo en el tono de Han, una autoridad que no podía ignorar. Resignada, se sentó de nuevo en la cama, observando cómo Han sacaba gasas, desinfectante y una pequeña pinza.

— Quédate quieta.

Han se inclinó hacia ella, tan cerca que No-Eul podía sentir su aliento cálido. Tomó el rostro de No-Eul con una mano enguantada, obligándola a mirar hacia un lado mientras limpiaba la herida con precisión casi quirúrgica.

El silencio entre ambas era sofocante. La cercanía hacía que el ambiente se cargara de algo extraño, una tensión que no era del todo hostil, pero tampoco reconfortante.

— No esperaba que sobrevivieras hoy, juré que algún jugador de esos iba a causar estragos — murmuró Han de repente, rompiendo el silencio.

— ¿Eso esperabas? ¿Que muriera como los demás pendejos que están en este lugar?

Han no respondió de inmediato. Terminó de limpiar la herida y colocó una gasa con cuidado, sus dedos rozando la piel de No-Eul de una manera que parecía intencionada.

— No subestimes lo que pienso de ti — dijo finalmente, en un tono bajo que parecía más íntimo de lo que debería ser. — Eres más fuerte de lo que aparentas, pero también más frágil de lo que crees.

No-Eul apartó el rostro, intentando romper la conexión que parecía formarse entre ellas.

— ¿Por qué te importa? Tú solo sigues órdenes como los demás.

Han inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera analizando cada palabra de No-Eul.

— Tal vez... Pero aquí, todos somos piezas de un juego, ¿no? Incluyéndome a mí. Aún que yo sea un cuadrado de alto rango, solo soy el caballo del líder.

Hubo un momento de silencio, uno que se sentía como un abismo entre ambas. Han terminó de asegurar la gasa y se levantó, recogiendo las cosas del botiquín con movimientos calculados.

Antes de salir, se giró hacia No-Eul una última vez, sus ojos oscuros clavándose en los de ella.

— Mantente viva, No-Eul. No porque el sistema lo demande... sino porque yo lo hago.

Con esas palabras, Han salió de la habitación, dejando a No-Eul con un peso en el pecho que no sabía cómo interpretar. Había algo en Han, en esa mezcla de autoridad y proximidad, que la perturbaba más que cualquier amenaza física.

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