He puesto flores en tu puerta,
esperando que el aroma te recuerde a mí,
me he esforzado en decorarlas,
besos aquí y allá,
un par de toqueteos,
con las puntas de mis dedos,
les di color con mi pelo,
les di forma con mis suspiros,

con el corazón abierto,
confieso,
no traigo más en mis manos,
que esta simple ofrenda,

y un par de tímidos versos:

despierto en el brillo de tus ojos,
en la picardía de tus preguntas,
me desenvuelvo entre tu voz,
y tu risa,
cuánta osadía,
¿es un crimen pensar,
que podría cazar tu honestidad,
un momento de embriaguez,
o un sentimiento puro,
más fuerte que las olas rugientes del mar?,
oh,
cuánta avaricia,

cual rico desea su fortuna,
pongo las manos en el fuego,
por un beso tuyo,
por una caricia nerviosa de tus manos,
que divina casualidad,
que delicioso golpe de suerte,
encontrarte entre las manecillas del reloj,
y disfrutar de mi segundos de gloria.