007.
Choi Yuna
A quién iba a engañar. Que me gustaran los retos, no significaba que me besaría aquí mismo con él. ¿O sí?
Me estaba empezando a sentir agitada. Quería moverme un poco, pero era como estar atrapada. Alcé un poco mi mirada, para ver como sus ojos nunca se apartaron y maldición, notaba su respiración. Tenía sus labios levemente abiertos y podía confirmar que no aguantaba las ganas.
Tragué saliva con fuerza, y di un par de pasos hacia delante, sintiendo la manera en la que mis zapatos chocaban con los suyos. Agradecí que, al menos, no se alejó al tener mi cuerpo rozando con el suyo, en cambio, ladeó su cabeza con una maldita sonrisa.
Su mano fue a parar a mi cintura, justo donde mi cárdigan ya no llegaba. Sentía mi piel erizarse por lo frío de sus dedos, además de sen
sentir como rozó sus labios contra los míos.
—Estás jugando conmigo.
Susurré, con la poca fuerza que me quedaba. Estaba de broma.
—¿Quieres que te bese?
Al diablo. Pasé mis manos sobre sus hombros y cerré mis ojos. Atrapé sus labios, besándolo. La manera tan suave en que tomó el ritmo me hizo perder la cordura. No tuve la oportunidad de reaccionar, parecía que yo no era la única necesitada. Tomó mi rostro con fuerza, para luego enredar sus dedos en mi cabello.
Nos detuvimos un poco, solo para tomar aire. Me di cuenta de que sus labios ahora estaban de un color rosa, tirando a rojo, a causa de mi labial. Era tan atractivo, que volví a sentir un cosquilleo en mi estómago y me abalancé a sus brazos de nuevo.
La manera en la que abrió su boca, me cautivó a hacer presencia de mi lengua. Su mano, que estaba en mi cintura, bajó un poco para quedarse sobre mi cadera, mientras que la otra tomaba con un poco de fuerza mi cuello. Movía su cabeza, profundizando aún más el beso, sintiendo que era él mejor que había tenido.
Estaba compartiendo saliva, cuándo dije que no quería hacerlo con nadie, pero, esto no tenía nada que ver, no había pensado que este tipo de beso le hiciera daño a alguien.
Toqué su pecho, y vaya que tenían buenos pectorales. Seguro que sin ese suéter se le vería mejor. El ambiente pasó de estar caliente a estar frío, literalmente, por qué el cubo que se estaba llenando de agua, se rebalsó y cayó hacia nosotros, mojándonos.
Me espanté, al igual que Namjoon que tomó mis brazos para hacerme a un lado. Quedamos empapados, pero él un poco más que yo.
Escuché su pequeña sonrisa mientras se acercaba al cubo para ponerlo bien. Regresó a mí, viéndome de pies a cabeza, yo hice lo mismo con él. Se había mojado todo el torso, provocando que su suéter fino se pegara a su piel.
—Deberíamos irnos, puede entrar alguien.
Mencioné, suave a lo que asintió. Yo solo me había mojado de cintura para abajo y era incómodo caminar con estos zapatos así. Namjoon tomó entre sus manos el cubo, quitándolo del lavamanos. Fuimos hasta la puerta, hasta que recordé que sus labios estaban más rojos. Lo detuve y volví a quedar frente. Subí mi mano, para tocar con cuidado sus labios. Eran tan deseosos verlos.
—Tus labios están pálidos ahora.
Escuché como dijo mientras mantenía mis dedos limpiándole. Me acercó más a él, y estaríamos dispuestos a besarnos de nuevo, a no ser por una voz que nos espantó. Dejó que saliera primero y así lo hice. Empezamos a caminar, llegando donde antes estaba el vómito y justo viniendo Wonwoo hacia nosotros.
Nos miró más que desconcertado, además del hecho que estábamos mojados.
—Si me dijesen que ocurrió aquí, lo agradecería.
Dijo, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Quise ayudarle, había una peste aquí. Como vez, nos mojamos por accidente.
—Te estábamos esperando. Nos vemos allá.
Al menos parecía no importarle. Me miró apenas, y luego se dirigió al baño. Volteé a ver a Namjoon, quien simplemente dejó el cubo en el suelo.
—Deberías ir a cambiarte. Llamaré a alguien para que acabe con esto.
•
La semana anterior, en mi clase de escultura II, estuvimos hablando de Falconet, Winckelmann, Canova y Schadow, principales escultores del estilo rococó francés, italiano, del neoclasicismo y alemán. Nos explicaba, un poco sus obras más famosas, el estilo que representaba en cada una de sus épocas, sobre todo la de Falconet: Milón de Crotona.
Por ahora, mi última clase del día, esa la misma clase, pero tocando el Capítulo 11. El gran siglo XIX, narrando obras sobre Rodin e Hildebrand.
Mientras mis compañeros y mi profesor seguían hablando sobre la imagen anterior donde se ilustraba una obra de Hildebrand, me cautivé por ver la de Rodin. Dediqué toda la hora, en tratar de dibujar a aquellos personajes. Un hombre y una mujer besándose, por eso se llamaba El beso.
—Y como podéis ver, en El beso, depende si la perspectiva en que se esté viendo la escultura, es del derecho, este mismo beso, puede ser totalmente visible para la persona que contempla. Dándonos cuenta, en la forma en que el brazo del hombre adquieren un significado nuevo. Por su movimiento paralelo hacia afuera —Alejé mi mirada de mi cuaderno, para ver que el profesor ahora señalaba con cuidado el pizarrón, que dejaba ver la proyección de la escultura.—, forma una especie de jaula protectora alrededor de la muchacha, que se nota que se asiente sobre el regazo del hombre.
Tenía razón. La forma en que lo hizo Auguste Rodin, te daba diferente percepción desde donde lo mirabas. Como esa, la del abrazo tierno y más. Pero, dejando de al lado el hecho de que Rodin era un hombre que pretendía captar cada movimiento de vida en sus apuntes y modelos, el significado de esta, era singular.
La escultura recrea el momento, en que dos amantes, Paolo y Francesca, personajes procedentes de La Divina Comedia, poema de Dante Alighieri, están dándose su último beso, antes de ser asesinados, por el marido de Francesca. Al parecer, este hombre los encontró en pleno acto, tan enamorados, pero por su infidelidad, fueron a condenados a errar en los Infiernos.
Un poco desmesurado, es decir, no se debe promover la infidelidad, claro que no. Debería ser más conocedora del pasado y la vida que llevaba la mujer o el hombre para hacer aquello, talvez no eran felices, y buscaba en el amante lo que no tenía. Es decir, parecía que se amaban, él quería protegerla... ¿Por eso debían ir al infierno?
Qué más daba, era ficción.
—Yuna, vamos.
Miré como mi compañera de asiento, estaba de pie a mi lado, esperando a que la siguiera. La clase ya había acabado. Guardé mis cosas y empezamos a caminar hacia la salida.
No me gustaba socializar, tipo, hacia lo justo, ya que no lo veía tan necesario. Además, las personas de mi clase eran muy ariscos y poco amables, pocos se salvaban. Chaeyoung era quien se sentó conmigo el primer día de clase, hace un año, y desde entonces, somos amigas si se podría llamar así.
—¿Tú ya tienes algún modelo?
Cuestioné, mientras miraba como sacaba un dulce de su mochila.
—Le dije a mi hermano que me hiciera el favor. ¿Y tú? No me digas que sigues con la idea de hacerlo sin modelo. —Evité su mirada juzgona— Oh, por favor. Yuna, el profesor fue muy estricto. Esto es un proyecto hasta el segundo semestre.
—Lo sé, pero dijo que tenemos hasta el regreso en septiembre para encontrar a alguien.
Recalqué. Esta situación me desesperaba, no tenía idea que hacer. ¿A quién se le ocurría pedir un modelo para hacer una escultura? Digo, deben darnos el derecho de escoger lo que queramos hacer. Si yo quiero intentar hacer una escultura del actor Lee Minho, no puedo hacerlo por qué un profesor con ideales extraños, me dice que no, ¿en serio? Que molesto. Aún más molesto, ya que, no tenía a nadie que me pudiera ayudar. Es decir, tengo que dibujar a esa persona y luego plasmarla en barro.
Nuestros caminos se separaban, así que me despedí de Chaeyoung, viendo como su padre la pasaba a recoger. Por mi parte, me di prisa para ir a la biblioteca. Tenía que buscar un par de libros, ya que en la escuela de arte donde trabajaba, tenía como proveedor esa biblioteca, que le daba libros que les traían desde Seúl.
Eran, más o menos, cuatro y cinco contando el mío que necesitaba.
Llegué un poco tarde, por la razón de que el autobús me dejó. Al menos, teniendo ese dolor en las piernas, ya me encontraba enfrente de la biblioteca. Mientras ingresaba, saqué un pequeño cuaderno de mi mochila, donde siempre solía apuntas ciertos encargos.
—¿Le ayudo en algo? —Dijo un chico en cuanto me acerqué a la recepción.
—Hola. Sí, vengo a recoger los libros de la escuela de arte Jeju samyang. Son cuatro.
Señalé, dejando mi el papel que me habían dado en la escuela, sobre el mostrador.
—Bueno, tendrá que esperar un poco. Los libros están en el almacén.
—Oh, está bien. Tengo que ir a buscar otro libro, puedo esperar.
Musité. Dejé el papel con el nombre de los libro y me adentré más, para buscar mi libro. Supone saber donde se encontrarían, pero era ingenua. Fui hasta la segunda planta, caminé por varios pasillos, hasta llegar a los de fondo, buscando detalladamente y hasta donde mi capacidad llegara.
Pero mi capacidad llegó hasta que llegué a la última estantería y me encontré a Namjoon, hablando con una chica. Mi cuerpo se congeló, era raro que no me lo hubiese encontrado antes, es decir, trabaja aquí.
Retrocedí unos pasos y me cambié de estantería, a la que estaba al lado.
Esta mañana, al entrar a la universidad, creí que al fin había dejado de recordar su beso, pero no era así, maldita sea, su beso enredó cada parte de mis labios y sus caricias me encarcelaron a quedar atrapada en él. Joder, había sido un fantástico beso, sus labios, su mano en mi cintura, sus dedos acariciando mi cabello. Me sentí viva, me sentí deseada de una forma tan diferente en que lo hacían los hombres de ese club. Pero estaba claro que estar tanto tiempo sin besar a nadie, alborotaba tus hormonas, en todos los sentidos.
Mis manos empezaron a jugar con los libros que tenían enfrente, sacándolos de su fila y volviéndolos a dejar, así, hasta que sentí una presencia justo a mi costado.
—Deberías tomar ya un libro.
Reaccioné espantada, haciendo que uno de los libros se cayera. Namjoon, sin pensarlo, se agachó para recogerlo. Y es que puedo jurar, que mientras se ponía de pie, ocurría tan lento.
—Gracias.
Susurré. Esperé y anhelaba que se fuera, pero, en cambio, pasó sus manos hasta detrás de su espalda, viéndome.
—¿Necesitas algún libro?
—Creí que lo encontraría por mí misma, pero no es así —Sonreí, avergonzada— Necesito el modelado de la figura humana en arcilla.
Vi que asintió y se alejó de mí. Preferiría quedarme en este lugar, pero supuse que era mejor seguirle. Quedé en silencio, en tanto buscaba el libro. Era obvio que sabría donde estaba y cuándo lo encontró, lo puso sobre mis manos.
Si tuviese la posibilidad, me escabullir fácilmente, pero sus ojos estaban puestos en mí, a punto de iniciar una conversación de la cual no me sentía segura de continuar, no, cuándo el parecía conocer a Yuju del club como una persona ajena a la Yuna real.
—¿Acabaste La metamorfosis?
—En un día, tampoco era tan largo. —Y ante mi respuesta, sonrió mostrando sus dientes y sentí a mi estómago dar volteretas. Era muy atractivo. — Sus familiares eran tan molestos, llegué a un punto en que quise que tuvieran un poco más de empatía.
Musité, viendo la portada del libro que me habían entregado.
—Eran egoístas. Gregorio había sido el sustento para su familia, pero de la noche a la mañana, se alejaron de él por no ser capaz de cumplir sus supuestas obligaciones.
Lo escuché, como se expresaba. Tenía razón. Gregorio, el protagonista del libro, era un hombre que se transformó en un insecto, con patas, abdomen abombado, caparazón en vez de espalda y fuertes mandíbulas. Era alguien que solo veía por mantener a su familia económica, pero cuándo lo vieron débil, en vez apoyar a su sustento, lo dejaron a un lado, hasta la muerte del propio.
—Si hubieran pensado en él, por un momento, no hubiese muerto, tal vez...
—Puede ser, pero era su destino sin tener a nadie de su lado, ni siquiera a su padre, ni madre o hermana.
En las pocas veces en la que he tenido la oportunidad de hablar con Namjoon, como Yuna, han sido tan cortas, pero profundas. Podríamos llamarlo cálido, tanto que podía quedarme aquí escuchando como habla sin parar, inspirándome a pensar más allá de los ideales o de lo que yo sabía.
—Es verdad, Namjoon.
Solté y justo me di cuenta de que él nunca me había dicho su nombre siendo yo Yuna, aunque, parecía que no se dio cuenta. Me di cuenta de que ya había pasado mucho, debía irme de ahí, pero él me atraía tanto que era una lucha contra mí misma.
Hice una reverencia, para alejarme, pero él, me siguió. Se puso a mi costado, mientras parecía saber mi próximo destino.
—Cuándo viniste por unos libros y pude ver tu carné, por mera casualidad salía que estabas en segundo año carrera. —Lo miré, como caminaba con serenidad, sosteniendo su mirada sobre mí, esperando una respuesta. — Supongo que por eso estarás viendo tantos libros sobre la elaboración de esculturas, ¿tienes que hacer una?
—Sí. Aunque nuestro profesor nos pidió que escogiéramos a una persona de nuestro círculo, lo dibujáramos y luego hiciéramos la escultura. Era absurdo.
Resoplé. No era mala idea escoger a mi padre, podría buscar entre los dibujos que tengo de él, aunque fuesen de hace años.
—Recuerdo que me ofrecí como tu musa, así que, si necesitas a alguien, yo puedo ser de ayuda.
Era la segunda vez en la que se ofrecía, pero esta vez no podía reír por esa ocurrencia. Me sentía acorralada, no tenía una respuesta, solo quería correr de ahí. ¿Cómo podría yo hacer de nuevo una escultura suya? No, y no.
Agradecí que mi móvil empezara a sonar. Sin importar que lo odiaba, tomé la llamada, tomando el suceso como la excusa perfecta para escapar.
—Lo lamento, nos vemos.
Dije. Me alejé, yendo directamente hacia la recepción. Revisé de nuevo mi móvil, para ver la notificación.
> Lee Rowoon
¿Porqué me contestaste
y luego cortas? Necesito
hablar contigo
5.42 p.m.
Bufé. Me tenía harta.
Recogí los libros en mano, para poder tomar el autobús que me llevaría hacia la escuela.
Era la hora de salida, por esa razón, los niños habían empezado a salir con cuidado de sus clases, después de que sus padres pasaran a recogerlos. Varios de ellos, se despedían de mí, ya que, algunos eran mayores y yo el año pasado les había dado clases.
Por otro lado, un maestro de mayor rango que el mío, el señor Lee, estaba tratando de explicarme que la siguiente semana tenía planeado crear una clase conjunta con los padres, para que vinieran y compartieran un poco. A mí, en lo personal, me parecía una buena idea, así que implicaban mejor.
—Y recuerda, tendremos una reunión de padres también, para charlar de la dinámica con sus respectivos hijos.
Asentí. Quería preguntarle del permiso que había pedido hace unos días, de que me dejaran venir más días en vacaciones y cuándo empezara mi proyecto de la universidad. Aquí había más espacio y más materiales que me servirían. Pero, sentí una manita tocando mi pierna, a lo que bajé un poco mi mirada, para ver a Suni.
—Maestra Yuna.
La vi sollozar y me alarmé. Me puse en cuclillas rápidamente, para verla. Sus ojitos apenas se podían ver porque los apretaba y sus lágrimas no dejaban de salir. Le di un pequeño abrazo dándole palmaditas en la espalda, para luego verla de nuevo.
—Ya está nena, ¿qué ocurre?
Entonces, vi como la maestra Chul se acercaba corriendo hacia nosotros. Tomé el cuerpo de Suni entre mis brazos, para cargarla.
—Oh, lo lamento, se escapó de clase —Dijo exhausta. Sin preguntar, estaba por tomar a Suni, pero la pequeña pataleó un poco, sin lastimarme mucho y abrazó mi cuello con fuerza. Miré al maestro Lee y luego a Chul, para que diera explicación— Hace casi dos horas acabó su clase y estuvo conmigo, pero justo ahora tengo otra clase y la llevaría a secretaría. Nada más salir, la miró a usted y salió corriendo.
Este era el límite. La última vez que recuerdo que vinieron tarde, fue una horas, pero ¿más?
Tenía planeado ir a casa, para estudiar un poco, pero no sería capaz de dejar sola a una niña que apretaba con fuerza mi cuerpo para no quedarse sola.
Suspiré. Toqué la espalda de Suni para que se sintiera más segura. Me mostró su carita, toda llena de lágrimas y mocos. Sonó su nariz, frunciendo su entrecejo.
—¿Quieres ir a comer un superhelado? —Asintió rápido, aun sollozando un poco— Pero solo iremos, si dejas de llorar.
Con la mano que no sostenía mi cuello, limpió su rostro rápido. Acostó su cuerpo sobre mi pecho, resentida con la maestra Chul que se sentía avergonzada por la situación.
—Debemos hablar con el director sobre esta situación. La señorita Yuna y otras maestras tienen sus otras obligaciones.
Musitó apenas el señor Lee.
—Está bien.
Traté de cargarla mejor, haciendo que cruzara sus cortas piernas en mi cintura. La llevaría a la cafetería que estaba justo al lado de la escuela. Varios de los niños llevan sus cuadernos llenos de números por si ocurre algo, solíamos hablarle a su madre y era raro que contestara. Esta vez, revisaría otros.
Llegamos al local y esta quiso bajar de mis brazos, después de demostrarme que ya no lloraba y que se sentía bien. Caminó por el lugar, yendo hacia una mesa, cerca de la ventana, donde se miraba la ciudad.
Pedí un batido para mí, mientras que ella pidió el superhelado que le prometí, con cuatro sabores, galletas encima con frutas y pepitas de chocolates, que le encantaba. Mientras ella disfrutaba, yo me dediqué a verificar sus cuadernos.
—Sabe señorita Yuna, creo que mi madre pasa llorando hasta tarde, por eso se olvida de mí.
Levanté mi vista, para verla. Los maestros quienes le daban clases y el director, conocíamos lo que ocurrió hace un par de meses con la familia de Suni. Su padre, desgraciadamente, había sufrido un derrame cerebral a causa de un accidente automovilístico, que le quitó la vida. Desde entonces, cuándo ella volvió, su madre demacrada, llegaba tarde a recogerla. Entendimos las situaciones los primeros meses, pero de ahí se volvió costumbre, así el hecho de que la niña llegaba con su ropa arrugada, con merienda hecha por ella misma.
—¿Por qué lo dices?
—Hace unos días, o varios... entré a su habitación y estaba tirada en el suelo. Me preocupé y cuándo la fui a mover, tenía un frasco de pastillas en sus manos.
Abrí mis labios, atónita por la situación. Suni comía con tranquilidad, mientras contaba esa historia tan desgarradora.
—¿No había nadie en casa?
—No, aunque luego llegó mi tía y mi primo Namjoon.
Me miró, luego de meter un gran trozo de helado a la boca. Yo era la que se sentía helada. Quería cambiar de tema, así que le dije que haría un par de llamadas, las cuales no respondieron a ninguna. Llamé a cada número, que eran diferentes y sin respuesta. Mi única alternativa era llevarla yo misma a su casa, a pesar de que aquí no detallaba la dirección.
Ordené su mochila y la puse a mi costado. Dediqué unos segundos para verle, me sentía mal por ver que su cabello no tenía sus antiguos peinados, así que, rodee un poco la mesa, para sentarme a su lado.
—¿Sabes que sería más genial? —Me miró— Hacerte un peinado extraño.
Asintió rápido. Traté de peinar su cabello con mis dedos, un poco, para luego buscar un par de ligas que siempre llevaba en mi bolso. Tararé una canción y parecía que sabía cuál era.
—tayotayo tayotayo.
La escuché cantar y solo pude sonreír. Tomé un mechón de cabello y le hice una trenza.
—Bungbungbung
—Ssingssingssing
Canté ahora yo. Durante los próximos segundos, cogí otro mechón que estaba al lado y le hice una trenza. Al tenerlas acabadas, las doblé, sosteniendo cada una con una liga de cabello. Casi parecía dos antenitas. Hice que me mirara de enfrente y sonreí al ver mi obra de arte. Saqué mi teléfono para tomarle una foto, así pudiese verse.
No reaccionaba, que me asusté de que no le gustara, pero de pronto dejó el móvil en la mesa y empezó a sollozar.
—¿No te gusta?
Su cuerpo se abalanzó contra el mío, para atrapar mi cuello contra sus brazos.
—Me encanta, señorita Yuna.
Alzó su carita. Tenía de nuevo su nariz roja de llorar tanto.
—No vuelvas a llorar, si no, no volveré a comprarte ese helado, que aún no acabas.
Señalé los trozos de fruta que habían quedado. Sus ojos grandes me miraron enfadados, para luego sonreír. Volvió a lo que quedaba de su helado para comérselo.
Era una buena niña, que levemente sospeché que necesitaba afecto materno, justo lo que necesité cuándo mi madre me abandonó. Al menos ella tenía a su madre viva, pero tan ausente. Nada me unía a Suni, pero sí ese sentimiento de querer tener a nuestra madre cerca. Qué triste, haría lo que estuviese a mi alcance, para hacerla sentir bien.
Levanté mi cabeza, al escuchar unos pasos fuertes. Y justo como ese día, vi a un Namjoon agitado, corriendo hacia mí.
.
Holis.
Os adjunto una foto de la
niña en que está inspirada
Suni, y justo el peinado
que Yuna le hizo.
—Herbst
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