005.
Kim Namjoon
No sé qué es lo que estoy planeando, en verdad debería cambiar mis planes y salir de la habitación. Mi verdadero objetivo era pasar un rato aquí, ir a enfrentar a mi padre y volver a Australia. Pero no podía resistirme a ella, tampoco era como si quisiera tener una relación.
Recosté mi cabeza sobre el respaldar, cerrando mis ojos y esperando que en cualquier momento aquella puerta se abriera, o esperaba que no. Fue un error. Me prometí tantas veces no estar de nuevo detrás de alguien, pero aquí estaba.
Era algo ilógico que me pusiera aquel antifaz, cuándo Yuju ya había visto mi rostro, pero no rompería otra regla. Maldije por lo bajo, teniendo en cuenta que no pensaba con mi cabeza de arriba, sino que con la de abajo.
El leve toque de la puerta me hizo tomar una mejor postura, viendo como aquella esbelta morena ingresaba con otro atuendo, uno que me dejaba a la vista su cuerpo pronunciado. La maldita luz tenue, no me permitía ver más, solo como aquella se acercaba a reproducir la música, mientras se detenía en medio de la habitación.
Llevaba esa cola alta, pero no miraba su reconocible flequillo. Disfrutaba ver como el suelo y ella eran uno, la forma en que el resplandor rojo hacía buena fricción en su piel, tan seductor. Se acercó más a mí, y tocó mis piernas que permanecían abiertas.
Tragué saliva, inquieto, disfrutando sus movimientos y esos leves toques subiendo por mis muslos. Justo ahí, me dio la espalda y llevó nuevamente su cuerpo al suelo, y solo gocé plenamente en la forma en que su trasero se movía, en como podría ver todo si fuese más corto el maldito pantalón. Me removí, apretado, confirmando como mi cabeza estaba de viaje a México y mi pene aquí, desesperado.
Volvió a mí, subiendo a mi regazo. Tomó mis manos e hizo que las colocara en el respaldar, estiradas, para que no la tocara. Se movía tan bien encima de mí, joder, esto era una maravilla.
Justo ahora, quería que aquella morena fuese la única que tocara de esa forma mi cuello, que se restregaba bien contra mi pantalón, y que compartiéramos sin pensar el mismo aire que respirábamos.
Sonreí, divertido al darme cuenta de que la canción acabó, y esta estuvo a punto de bajarse de mí, pero por lo visto algo la detuvo, por qué esos ojos negros se dedicaron a verme con cuidado mientras sonreía.
—Eres tú.
Bisbiseó. A penas logré escuchar lo siguiente, ya que la siguiente canción empezó. Supongo que me reconoció también a pesar de llevar aquel antifaz. Fui más rápido, que antes de alejarse, puse una de mis manos sobre su espalda baja, atrayéndola hacia mí.
—Supongo que no hay problema alguno que sea yo. ¿Verdad?
Relamió sus labios y estaba a punto de ahogarme en mi propio vaso personal, sabiendo que mi objetivo de la noche era poder besarla, aunque se rompiera alguna regla. Llevé mi otra mano a tocar su quijada, para que me mirara.
Después de que vine la primera vez a este lugar, junto a Taehyung, las siguientes dos veces vine solo, para encontrarme especialmente con ella, pero era como si sus piernas me atrajeran, justo como los metales que se atraen entre sí magnéticamente.
Mi cuerpo anhelaba sentir su piel caliente, tenerla más cerca de mí. Pero todo se arruinó cuándo me fui, y no volví a saber de ella. Hasta hace unos días que confirmé que seguía aquí.
—Se está sobrepasando. Llamaré a seguridad.
—Hazlo. Ya hemos roto alguna regla años atrás, por romper otra no creo que le haga daño a alguien. —Confesé volviendo a sonreír. — Siento que no recuerdas quién soy.
—Me negué a mí misma sobre su identidad, pero estoy decepcionada al saber que eres ese patán.
Tomó mi mano para que la alejara de su cuerpo, y así hice. Se levantó y tocó el suelo.
—¿Patán? Supuse que seguía siendo el señor hoyuelos.
No podía ocultar que me reconociera por aquello, y me fascinaba en sobremanera. Dio un par de pasos hacia atrás, y haciéndome sentir el déjà vu intenso de la situación.
—Estoy aquí por trabajo, pero desde que saliste corriendo como un cobarde, me das asco.
Mientras más se alejaba, más se acercaba a la pared que se encontraba detrás de ella. Por mi parte, aflojé un poco mi corbata que me ahogaba, acercándome a su cuerpo. No era del tipo que no respetaba las decisiones de las mujeres, peor de alguien que no conocía, pero Yuju y yo habíamos tenido algo, aunque hubiesen sido un par de besos, fui preso por sus labios durando un largo periodo, ese en el que me martirice por no sentir nada hacia alguien.
Estando enfrente suyo, metí mis manos dentro de los bolsillos de mis pantalones, viéndole directamente, pero sintiendo como el antifaz empezaba a estorbar.
—Siendo sincero, eso de que te dé asco, me lastima. En segundo, veo que estás enojada por qué supuestamente salí corriendo.
—No confunda las cosas.
Quité el antifaz, dejando que mi rostro sea más visible para ella. Me fijé en como el escote y su corsé que llevaba, levantaba sus senos, dándome una vista memorable.
—Me gustó volver a verte, has cambiado un poco después de 5 años —Susurré, dando otra paso más hacia ella, sintiendo como la punta de nuestros zapatos chocó— Estaré frecuentando el club, posiblemente me haga socio y no sabes como anhelo verte, Yuju.
Le regalé una sonrisa y me alejé completamente. Repito, no haría nada de lo que ella no quisiera, justo igual que en ese entonces, cuándo fueron sus labios los primeros que se pegaron a mí y los acepté gustoso.
Yuju, la morena del pole dance que creía que jamás la volvería a ver, nuevamente la tuve encima de mí.
•
Parecía que tenía dos vidas diferentes, estar por el día trabajando en la biblioteca, unas noches en el club y otras dedicándome a mejorar mi plan para ir en contra de mi padre. Era un lío enorme, imaginarse miles de escenarios en donde podría salir perjudicados y aquellos en los que me libraría de ese hombre. Necesitaba estar completamente seguro de lo que hacía, para ir a Seúl y dejarle en claro que no bromeaba cuándo decía que no quería su protección o heredar su estúpida empresa.
Su acoso desmesurado de llamar siempre, de los incontables correos, de que tenía que volver, amenazas, palabras de desagrado, prometiendo cosas, jamás motivarían a una persona a regresar a un lugar donde nunca fue feliz. Pero un manipulador como Kim Mi Joon, jamás lo entendería.
Salí del lavabo, para ir hasta la recepción. Había pasado una semana desde que no miraba a la maestra Choi por aquí, ni siquiera cuándo fui a recoger a Suni a la escuela.
Llegué hasta la segunda planta, para quedarme en la recepción de arriba, que me tocaba estar con SeoJun. Debía acabar eso de ordenar los carnés que luego pasarían a recoger, ya que estuve toda la mañana clasificando números de identificación con los carnés plastificados, y esa tarde pasarían por ellos.
—Hola, buenas tardes. Me gustaría devolver este libro y pedir dos más.
Elevé mi vista del ordenador, para encontrarme con la mujer que esperé toda la semana. Miraba atenta hacia SeoJun, quien me miraba a mí para que la atendiera, pero también estaba ocupado.
—Hola, necesitaré su carné —Dije apenas, a lo que ella me miró decepcionada. No sabía que causaba esa impresión en las mujeres, rara vez que miraban con desdén. Su carné apareció sobre el mostrador y lo tomé entre mis dedos — Choi Yuna.
Musité entre dientes. Así que su nombre era Yuna, le quedaba llamarse así, tenía una linda cara. Hice los procedimientos necesarios, recibiendo el libro que dejaba, sobre "La elaboración de la Escultura". Me levanté, para buscar los que pedía, sintiendo como me seguía, lo que no era necesario, pero tampoco me negaba.
Revisé el papel que me había dado, "Anatomía artística: Guía visual del cuerpo humano", se llamaba uno. Creí que ella era más de cerámica y esas cosas, pero por lo visto no. Seguro eso era lo que estudiaba en la universidad.
Después de revisar la estantería, lo encontré y lo mantuve en mis manos, para ir hasta otro sector, donde estaba "La metamorfosis de Franz Kafka", un libro que casi me lo sabía de memoria y me sorprendió leer su título, entre los que quería ella.
Recuerdo ser bastante pequeño cuándo leí ese libro por primera vez, que no lo comprendía, así que lo leí un par de veces al paso de los años. Era tan bueno, que me hizo escribir comentarios sobre él.
Mientras caminábamos de regreso a la recepción, la vi caminando a mi lado y fue tan inevitable hablarle.
—¿Qué te hizo leer La metamorfosis?
Cuestioné, llamando su atención de inmediato, mirándome.
—En la universidad recomendaron leerlo, así que tomé la iniciativa.
Lo miré sorprendido, no esperaba tal respuesta. Una mujer muy interesante que hacía algo por qué quería, decía mucho de ella.
—Sabes, esta obra de Franz kafka, la caracterizaron como absurda por las situaciones planteadas que leerás, junto con esas estructuras y atmósferas asfixiantes. Por mi parte, dando una opinión, realmente me gusta.
—He escuchado que tiene diferentes interpretaciones, en verdad quiero leerlo.
Entre todas las cosas que me apasionaba hablar, estaba el arte, la literatura, la música y sobre la vida... y escuchar que alguien como ella está interesada en las interpretaciones, me emocionaba levemente, que no podía dejar de hablar, algo extraño, por qué mi círculo de amigos con estos gustos era tan reducido.
—Cuándo quieras, podemos hablar sobre ello. Estaría dispuesto a darte mi opinión.
Dije. Su pequeña sonrisa, la primera que había visto desde que nos conocimos, apareció, dándome a entender que aceptaba de alguna manera. También sonreí, viendo otra percepción de ella.
—Y... ¿Cómo podrías definir el libro?
Cuestionó, ahora llamando mi atención. Estábamos en medio del paso de las personas, hablando en lo bajo, como si no tuviésemos alguna prisa. Desde esta distancia, podía ver como es que sus ojos eran tan redondos y profundos, y que brillaban.
—Como una alegoría del enfrentamiento del hombre ante un mundo moderno que lo oprime y lo borra. Eso lo leí por internet un día, y es que no puedo negarte en que lo creí, lo sentí de aquella manera al leer como el luchaba por todos, pero nadie luchaba por él.
Miré la portada del libro, trayendo recuerdos de las veces en que lo leí. Suspiré, sintiendo nostalgia a la incertidumbre de un adolescente que escapó lejos, dejando su supuesta responsabilidad de lado.
—Podría considerar lo que has dicho como un argumento válido para que lo lea —Dijo, fija en mí— Eres un buen hablador.
No negaría que me sentí un tanto avergonzado. Habían pocas personas en mi vida, que me habían confesado aquello, que me emocionada en sobremanera, porque tener que suprimir mi voz tanto tiempo, fue un martirio, no podía expresarme como siempre quería, solo me dedicaba a escribir sin parar, sabiendo que si lo dijera con gran voz, sonaría aún más genial.
Quería devolverle aquel halago.
—Tú eres una gran artista —Su leve sonrisa desapareció— Miré tus dibujos, y son increíbles. Tu mano es un gran patrimonio, saber hacer cerámica y dibujar.
Sus cejas se fruncieron, igual que ese día en que olvidó su cuaderno. Lo había arruinado. Entre esos dibujos, estaba el mío.
Me ignoró y empezó a caminar hacia el mostrador, pero traté de seguirla.
>>> —Solo vi los primeros dos dibujos, enserio.
Era mejor que me quedara callado.
—Qué vergüenza.
La escuché decir cuándo la alcancé. No quería hacer sentir mal o avergonzar a nadie. Podía ser que la maestra Choi simplemente dibujaba lo que miraba, y como solía frecuentar este lugar, eso hacía que me dibujara, o eso creo.
—Maestra Choi, no tiene que avergonzarse. Le aseguro que no vi nada más.
Sus grandes ojos me miraron detrás del mostrador. Suspiré, yendo hacia el ordenador. Acabé de registrar los libros que se llevaba y se los entregué, junto a su carné.
—Muchas gracias. Nos vemos.
Nuestros ojos apenas se cruzaron al marcharse. Lo arruiné completamente, estaba charlando con alguien sobre algo que nos gustaba mutuamente, y tuvo que salir la parte idiota que rara vez salía. Pero, ver sus ojos grandes brillar de esa forma, como sus pómulos salieron a relucir al sonreír, aquello me dio la sensación más gratificante, que me jodía verla yéndose de la biblioteca, sin saber su número de teléfono.
Bufé, tratando de concentrarme en lo mío.
—Kim, esa chica no es la misma chica del cuaderno ¿No? —Asentí— Vale, es que, creo que la he visto de antes. Suele venir casi siempre, y se sienta en el mismo lugar. Es linda.
Volví a asentir, entendiendo lo que decía, pero en parte dándole razón por el halago. Las veces que la he visto, en muchas ocasiones va en pantalones ajustados que se le miran muy bien. Teniendo en cuenta el perfecto flequillo que siempre llevaba.
Maldita sea, debía concentrarme.
•
Caminé por aquellos amplios pasillos, pasando el salón central. Quería ir al apartado de la Isla Jeju, donde nos contaba y transmitía una gran historia.
Gracias a que tenía día libre, aproveché venir al museo nacional de Jeju, y el más cerca que había. Cuándo estuve por aquí hace un par de años, no logré venir, así que hoy estaba disfrutando todas las exposiciones, además de que investigué un poco sobre cada pieza del edificio.
Después de ver como en la pared se detallaba las partes de la isla, me dirigí al centro, donde yacía una gran plataforma ovalada, dando una imagen satelital de la isla. Tomé de nuevo mi folleto, y empecé a tomar en cuenta todos los comentarios que decía sobre esto, y si se parecía a mi perspectiva.
El gran cuadro que tenía enfrente, también nos daba la imagen de una isla, con un paisaje misterioso y hermoso, con la imponente montaña Hallasan y cientos de oreums cubiertos con la vegetación de Gotjawal. Y por un momento, sentí que estaba ahí, sintiendo como ese viento sopla débil e inesperadamente fuerte.
Como decía el panfleto, la isla contiene las historias del pueblo de Jeju como un lugar de vida tranquila y un espacio de pruebas intensas.
Apenas sonreí, por la tranquilidad que me provocaba ver el pequeño video. Pero, estaba siendo obligado a girar un momento mi cabeza, ya que sentía como alguien me miraba.
No entendía nada, era la maestra Choi, mirándome con los brazos cruzados.
—¿Necesitas algo?
Cuestioné confuso, por el hecho de que simplemente nos mirábamos y me sentía incómodo.
—La verdad es que no, pero de pronto te pusiste a mi lado sin interés. Es como si me estuvieras siguiendo.
Me sentí fuera de lugar ante sus palabras, que simplemente parpadee como un idiota. Siendo sincero, ni siquiera la noté cuándo llegué hasta aquí, simplemente me dedicaba a leer mi folleto.
—No tengo ni la remota idea de lo que hablas.
—La biblioteca, la escuela de Suni, y ahora aquí. Esto no es coincidencia.
—Estamos en Jeju-si —Dije con obviedad— Además, las coincidencias existen.
—Si me acosas, solo dilo.
Abrí leve mi boca, sintiendo esa pequeña sensación de que alguien acabaría más avergonzado que el otro. La maestra Choi lucía en verdad molesta, como si yo fuese la peor persona del mundo, y debía defenderme, así que lo haría sutilmente.
—No tengo ninguna intención de acosarte, en cambio, tú tienes dibujos míos en tu preciado cuaderno. ¿No debería yo llamarte acosadora a ti?
Sus labios se fruncieron, que apenas los podía ver. El color carmesí apareció en sus mejillas. Miró hacia enfrente de un momento a otro, vaya que parecía inquieta. Por mi parte, no sabía qué hacer, digo, fui interrumpido en un momento especial que tenía, teniendo todo mi atención al arte, pero justo ahora, solo podía ver como la maestra Choi, arreglaba su flequillo, cabizbaja, con las orejas rojas, tan avergonzada que esa atención no podía ser para nadie más.
No me moví, solo me quedé a su lado. Quería decir algo, pero sería inoportuno viendo como ella y yo no nos llevábamos bien, y que posiblemente, en vez de gustarle, me odia.
—No soy una acosadora —Musitó apenas, que casi no escuché. La miré, como seguía mirando la mesa ovalada— Dibujo casi todo lo que veo desde que tengo memoria, y entre esos, cojo alguna idea para crear cerámica, o esculturas.
—¿Quieres hacer una escultura de mí? Podría ser tu musa si así lo quieres.
Solté sin más, pero al parecer, a ella le provocó una risilla un tanto escandalosa, haciendo llamar la atención de las pocas personas que habían justo en ese instante aquí. Tapó su boca, avergonzada y mirándome. Si el hecho de verla sonreír apenas me cautivó, ahora estaba con ganas de verla reír más.
—Es un tanto extraño eso. Además, ahora estoy aprendiendo sobre las esculturas en la universidad, y no es tan fácil. Apenas he hecho dos...
Se detuvo en seco, y su expresión cambió.
—¿Has hecho dos qué?
—Nada —Me regaló una sonrisa, sin más. Volvimos a estar en completo silencio, hasta que vi sus intenciones de hablar de nuevo— Perdona si te hice pasar un mal rato. Ahora, debo encontrar a mis compañeras, ya que vine de excursión de la universidad.
—Está bien.
Hicimos una pequeña reverencia y la vi, como se alejaba. Era extraño encontrar a una persona con la cual es agradable tanto para hablar, como para estar en silencio, y la maestra Choi lo parecía.
Dejé este exposición de última, teniendo en cuenta que no pude visitar otras, ya que debía ir con Jungkook, al gimnasio que me había dicho. Por ello, salí de ahí, camino a donde me esperaban seguro.
Choi Yuna, ¿cuál era la razón de que la encontrara por todos los sitios a los que iba? Maldición, fui capaz de ofrecerme de musa para hacer la broma, pero sería increíble ver la forma en la que trabaja con una escultura, por qué como dibujante, lo hacía tan bien.
El desastre seguía a donde iba. Nada más llegué al gimnasio, junto a Jungkook, una discusión había iniciado, con aquel jovencito llamado Taehyun. Al parecer, había una chica involucrada, Bora.
Por mi parte, los dejé que resolvieran sus diferencias, pero no me esperaba que Jungkook regresara con un golpe en su mejilla.
Nos encontramos en la sala de solo personal, ya que, técnicamente, Jungkook era el dueño. JungEun se encargaba de curarlo. Por mi parte, decidí no opinar, puesto que, ambos tuvieron la culpa del suceso. Taehyun por decir que había arruinado la familia de mierda de Jungkook, y Jungkook por dejarse llevar por la ira.
—Si quieres yo voy a desquitarme con esa loca, oppa.
Musitó JungEun. Nos habíamos enterado, que quien le golpeó la mejilla, había sido Bora, ya que esta vino a reclamar el botiquín de primeros auxilios.
—Déjalo. —Se levantó del sofá, para dirigirse a la puerta— Tengo que irme, mi padre ha cambiado un combate, debo ir ahora mismo. Y... cuándo ella regrese, cúrale la mano.
Mencionó, dejando la habitación. Vaya espectáculo se había montado en un momento. Por mi parte, estaría dispuesto a esperar a la chica solo unos momentos, ya que quería salir a ejercitarme un poco.
No tardó mucho, que vi como la chica entró con el botiquín, apresurada.
—Perdona, dejaré esto por aquí.
—¡Hey! Espera un momento.
Dije, antes de que saliera.
—No tengo tiempo.
—Jungkook no le hará nada a Taehyun, se fue de urgencia a ver a su padre.
Confesé y vi como se detuvo en seco. Estos dos chicos, se les notaba de lejos que sentían algo mutuo, pero tenían demasiado orgullo. Bora dejó caer su cuerpo en una de las sillas que había en el lugar, y solo me quedó sonreír, viendo que estaba exhausta.
—¿Cómo lo sabes?
Cuestionó, sin dejar de verme.
—Te puedo contar mientras te limpio la mano.
Al ver como asentía, me senté justo a su lado. Con suma delicadeza, tomé su mano viendo sus nudillos. Vaya que se había hecho daño pegando a Jungkook. Mientras le limpiaba la herida, con algodón y alcohol, para luego untar una de las cremas que habían en la caja, le conté sobre la situación vista desde afuera, de esa discusión. No le di la razón exacta del pleito, ya que no era de mi incumbencia, pero sí le aclaré que ambos eran los culpables. Ella era consciente de ello.
—Jungkook me dejó encargado que pusiera un poco de ungüento en tus nudillos. Debes aprender a dar un puñetazo sin resultar tu golpeada.
Sonrió. Acabé de colocarle una pequeña venda en su mano y empecé a guardar las cosas.
—No lo hice tan bien, si fuera un hombre le daría con toda mi fuerza.
Ahora fui yo quien sonreí. Era una chica con gran carácter.
—Soy Namjoon y tú eres Bora.
—Soy yo. Mucho gusto. Por lo visto, eres de afuera, así que te invito al restaurante de mi madre, como agradecimiento por esto— Señaló su mano— Te podría llevar a otros restaurantes que hay cerca en el barrio, tal vez no te lleve al de Yuna.
Balbuceó al final. Había dicho, ¿Yuna? No sé de qué Yuna hablaba, no conocía a muchas Yuna, solo a una, a la maestra Choi.
—Podría visitar tu barrio algún día.
—Estás oficialmente invitado. Es cerca de aquí, cuándo quieras venir, busca el restaurante Hanchi Mulhwae, en el barrio Jib.
Con torpeza, saqué mi teléfono para apuntar lo que me había dicho. Si me la volvía a encontrar ahí, esta vez no sería casualidad, por qué yo la busqué, y no me arrepentiría, en verdad tenía tantas ganas de volver a verla, a pesar de que hace unas horas nos vimos en el museo.
Si no era Yuju, era Choi Yuna quien me traía de cabeza todo.
.
—
Herbst
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