001.
Kim Namjoon
El sol ascendía, iluminando con luz natural cada parte del lugar. Admirar el paisaje, ver a las personas moverse rápidamente, escuchar ese idioma, me hizo entender que la larga temporada de viajes había llegado a su fin y después de mucho tiempo estaba en mi país.
Puede ser que no se encontrara en mis planes esto de volver, pero he de admitir que se siente bien estar en medio de un sitio no tan, heterogéneo. Echar un vistazo hacia atrás, analizando años que me hicieron entender lo confundidos que estamos por saber a donde pertenecemos, y a pesar de que no estaba en mi país, al sitio al que fui, lo volví mi hogar y se sentía extraño, por una parte.
Arrastré la maleta mientras caminaba por aquel inmenso aeropuerto. El cansancio de 16 horas me pesaban sobre la espalda, podría desvanecer en cualquier momento. Necesitaba tirarme sobre una cama y dormir por dos semanas si podía ser posible.
Busqué entre mi bolsa unas gafas, para ponérmelas. Los rayos del sol eran impertinentes y dañaban mi vista. Creo que todo esto podría tratarse de que estuve la mitad de viaje durmiendo y era de noche.
Salí por la puerta grande, literalmente. Quedé enfrente de una malla de taxi y coches personales aparcados afuera, esperando por los que habían bajado del reciente avión. Todos me miraban como un perro a su hueso, una leona a su presa o un ladrón a su víctima.
Mis vestimentas me hacían ver como extranjero, -ya que no tenían oportunidad de apreciar mis ojos- coloqué mejor mi sudadera sobre mi hombro y me desvíe de toda esa gente.
—Hola señor, ¿quiere que lo lleve? Ofrezco una buena tarifa por los kilómetros que recorramos.
Negué sin prestarle atención alguna. Este parecía insistir, hasta el punto de tocar mi maleta. Detuve mi paso ante su insistencia y su imprudencia. Escuché su acento de imitación del inglés, tratando de comunicarse conmigo, como si no lo hubiese entendido.
—No necesito que usted me lleve. Soy un coreano que entiende perfectamente. Aunque si lo desea, podemos tener una conversación en inglés sobre respeto e intimidad personal.
Este se tensó, soltando mi maleta y alejándose, sin apartar su mirada, de vez en cuándo sobre mí. No quería empezar mal tocando suelo familiar, pero las personas teniendo cero porciento de respeto cuando alguien no quería su servicio, eran insoportables.
Una bocina me llamaba. Giré sobre mis talones para fijar mi vista en aquel coche que anteriormente había visto en fotografías. En zancadas, me acerqué a él, con una leve sonrisa.
Miré a ese personaje saliendo del coche, con señales de darme un abrazo. Bajé aquella pequeña cera, solté mi maleta y acepté su cuerpo contra el mío, estirando mis brazos. Este pequeñajo había crecido.
—Parecía una eternidad.
Lo alejé de mí y apretujé sus hombros.
—Pero ya estoy aquí, tendrás muchas cosas que contarme.
El camino a lo que parecía ser su Penthouse, fue largo. Me sentía un poco mal, por mi parte me dormí casi todo el transcurso y quería aprovechar para conversar con él. Lo único bueno, es que me desperté justo cuándo estábamos en la carretera cerca del mar. Era tan sereno, me hacía recordar a donde vivía antes.
—Hyung —Dejé mi vista del hermoso mar que adornada el paisaje. Lo miré, conducía, sin preocupaciones, con esa costumbre de llevar su mano izquierda en la ventana, manejar con la derecha, luciendo genial— En verdad estás muy bronceado.
—Ah, ¿te gusta? Creo que me veo genial.
Este sonrió travieso. Me centré en él, quería hacerle preguntas sobre por qué al final decidió quedarse en Jeju, pero tengo la certeza de que se quedará callado.
No puedo olvidar nunca nuestra adolescencia. Pequeños berrinchudos éramos cuando nos conocimos, a veces me encargaba de cuidar de él y hacerle entrar en razón cuando hacía algo mal. Me imagino que esa discusión de mudanza la hizo su padre y lo que más me fastidiaba era el simple hecho de que Jungkook no hacía nunca nada para afrontarlo.
Nos adentramos a lo que parecía ser la ciudad. Por el momento, había muchas personas a fuera, comprando y paseando. El cálido verano me arropaba, era como si nunca hubiese dejado Australia. Me fijé en los grandes edificios, gente adinerada transcurría con frecuencia estos lugares, felices de ser quienes eran. Nadie los podría culpar.
El motor del coche se apagó en cuanto se aparcó. Quité mi cinturón y bajé, dirigiéndome al maletero. Este se abrió y saqué mi maleta, un tanto con la ayuda del joven, digamos que tenía planeado quedarme una buena temporada por aquí.
Este sitio era más gigantesco desde la última vez que estuve aquí, sí que vivía bien, claro, trabajó tan duro para obtenerlo y era una de las razones por las cuales lo admiraba mucho.
Las puertas del ascensor se abrieron y nos adentramos en el pasillo, en camino a la puerta de su casa.
—Coloqué unas zapatillas perfectas para ti.
—Gracias, Jungkook.
Entramos al Penthouse y de inmediato todo se iluminó, dejándome atrapado en la inmensidad. Inhalé aquel aroma fresco, el cual sabía que Jungkook era adicto. Sencillamente, minimalista por donde viera, sin contar la manera en que me divertía su orden, era raro viniendo de él.
—Tengo preparada tu habitación, bueno, me ayudaron un poco.
Lo seguí, hasta subir las cortas escaleras donde estaban las habitaciones. El sitio gritaba Jungkook por todos lados, era muy cómodo todo. Nos detuvimos enfrente de una puerta que sería mi nueva habitación. Por lo visto era la última del pasillo, con dos puertas de diferencia a la que parecía ser su habitación.
—No me mires así. Plantea el hecho de que traigo a alguien a casa o tú conoces a alguna personita que...
—Entendí. ¿Hay una chica que...?
—No.
Realmente quería burlarme de él, pero sabía que se sentiría más avergonzado.
Fue demasiado firmé al decir eso, así que podría suponer que mentía.
La cama se adornaba en medio del lugar, una ventana a la derecha, un tocador y una puerta que llevaba a ¿un armario? Este chico estaba loco. Todo era inmenso. Por otro lado, en la parte izquierda estaba la puerta del baño y unas estanterías.
—Arregla tus cosas y baja, tenemos mucho de que hablar.
Asentí y lo miré irse de la habitación. Seguro una de esas estanterías sería para dejar mis libros y muñecos. No quería ilusionarlo ni hacer creer que esta vez me quedaría. Así como el viaje no estaba en mis planes, quedarme tampoco.
Cuando gané la beca para estudiar en Australia, me enamoré del país, tanto que cuando me gradué, intenté irme a vivir ahí sin importarme las órdenes de terceras personas, solo tenía un objetivo. Es gracioso pensarlo, a penas duré 6 meses, tuve que volver a Corea del Sur aunque no fuese agradable.
No puedo ser específico, los cálculos son distorsionados y los problemas de mis responsabilidades como "primogénito" se volvían extraños, me incomodan, me hacían sentir desvanecido y en plena adicción, me sentía con la necesidad de salir del país nuevamente, este sitio se volvió un infierno en todos los sentidos.
Así fue como pasaron oficialmente 4 años desde que no volvía, desde que no veía a Jungkook. No perdí comunicación con él, de ninguna manera; acudía a mí cada vez que tenía alguna duda, cuando tenía miedo; los consejos interminables y la confianza que me tenía, la cual no había entre sus hermanos.
Dejé todo en su lugar y me planteé a bajar. Lo encontré en el salón, sus piernas cruzadas, sus manos en una bolsa de patatas y mirando televisión de una manera que parecía que él mismo fuese protagonista de la serie.
—Pensándolo mejor, ¿no deberías ir a dormir?
—Está bien.
Dije. Me senté a su lado, casi en su misma posición. Robé de sus patatas y presté atención a la televisión.
—-Es extraño. Hemos hablado una vez al mes mínimo, durante los cuatro años pasados, pero siento que hay tantas cosas que no nos hemos dicho.
Era cierto. A Jungkook no le agradaba mucho que digamos hablar por teléfono, mensajes y esas cosas. Sabíamos cosas por encima, pero creo que él sostiene una culpa, una que seguro me dirá.
>>>—Me conoces, sabes como me siento y debí preguntarte cómo te sentiste tú todos estos años, fui egoísta y mucho. Te conté mis problemas, como me molestaba mi padre, la arrogancia de mi hermano mayor. No quería incomodarte preguntando sobre tu familia, sobre la tristeza de tu madre, peor sobre la discusión con Taehyung.
Cada vez su voz iba disminuyendo. Fruncí mis labios y apoyé mi cuerpo en mi codo. No quería que pensara eso, no quería que se sintiera culpable de alguna manera.
—Jungkook, viví bien, no tienes por qué preocuparte por algo. No fuiste egoísta, tal vez lo fui yo por obligarte a arriesgarte en cosas que podrían haberte afectado luego. Debí decirte más cosas, pero dejando eso de lado, mi corazón está en paz justo ahora.
—Lo siento.
—No lo sientas. Pregúntame lo que quieras justo ahora. Me quedaré un temporada, tenemos mucho tiempo.
Bajó el volumen de la televisión y me miró atento. Me reconfortaba hablar con él. Los dos nos sentimos solos en algún momento y sin darnos cuenta, acudimos a nosotros mismos. Creer que el fue egoísta era inhumano, aquí el único que no pensó en él, fui yo. Yo, lo dejé en esa época, en donde lo pasó tan mal y solo centré mi atención en esa persona.
—¿Has contactado con Taehyung?
Empezábamos fuerte.
—No. Desde ese día —Suspiré—, desde ese día no he hablado con él, aunque miré su rostro en una revista.
—Sí, es famoso por Seúl, es bueno en lo que hace. —Asentimos al mismo tiempo —¿Estás aquí por tu padre?
Me removí en el sofá y suspiré.
—Leí sus innumerables correos, tenían un máximo de 2% de cariño y el 98% restante en reclamarme cosas, que debía estar a su lado si enfermaba, etc. —Su mirada me dio a entender que quería saber entonces que fue lo que pasó— Los abogados, Jooheon, JungEun, llegando al de mi madre. Ella hizo que pensara en venir, pero me arrepentí hace un año, hasta hoy, que al ver tu triunfo llegar a Australia, movió mi corazón. Quería ver tus combates, así aprovecharía a visitar a la banda de arpías.
—Eres genial hyung.
—Tú lo eres. ¿"Joven surcoreano con un talento innato en el boxeo"? Mejor primicia para el noticiero australiano.
Su sonrisa apareció dibujando alegría en su rostro y algo de vergüenza. Mi expresión cambió un poco, necesitaba hablar sobre algo importante.
>>>—Jungkook, ¿encontraste el empleo? —este asintió— Ese hombre congeló mi cuenta, no tenía idea que aún la controlaba.
Todo lo que trabajé, junto a mis ahorros, se esfumaron por culpa de él, de mi padre. Ser parte de una asociación, conllevaba a invertir para ayudar y obtenía pequeñas recompensas, pero ese hombre se dio cuenta de que los ingresos y gastos desnivelaban y me puso mi cuenta en cero. Lo que más me molestaba que tocara dinero, que era mío, que gané con mis trabajos en los museos y demás, por ello, estaba aquí para afrontarlo, pero debía conseguir un empleo.
Jungkook tuvo posición de mis informes y antecedentes para que pudiesen contratarme, si no, no podría trabajar. Este insistió en que podría crearme una nueva cuenta, conseguirme un gran empleo, pero jamás haría eso, suficiente con quedarme en su casa y no pagarle nada.
—El dueño me mencionó que fueras a verle en cuanto llegaras, así que propuso una fecha exacta, y bueno, es mañana. Planeé todo tal cual correctamente.
A veces me daba ganas de darle tres golpes en la cabeza a Jungkook, pero, por una parte, saldría perdiendo. Le mencioné que fuese algo discreto y que tuviera que ver con museos, asociaciones... No con bibliotecas. Lo único bueno, es que con mis capacidades, el director me aceptó y quería hacerme una entrevista.
Existían diferentes áreas en las que me podían asignar, tampoco tengo preferencia, lo único que espero es que me acepten.
Las horas pasaron y mi estómago ya rugía. Jungkook, que estaba a mi lado, dormía, así que apagué la televisión y me dirigí a la cocina para buscar algo de comer. Me gustaba recalcar el hecho que un joven, como lo es Jeon, haya llegado tan lejos.
Era impotencia, mayoritariamente lo que sentía, me convertí en un hermano para él, como un padre que le enseñaba, por un lado, cosas rebeldes y por el otro, a respetar, a cuidarse, y a hacer lo que le dicta su corazón. Cometí tantos errores, irme fue uno de ellos. Pude haberlo raptado y llevarlo a Australia a vivir conmigo, pero sobre todas las cosas, se ve bien... fuerte, pero tan solitario.
*
El ruido que provenía de algún sitio incierto, hizo que me removiera sobre la cama. Abrí los ojos poco a poco, dándome cuenta de que ya era de día. Estiré mi brazo hasta llegar a la mesita de noche, tomando mi teléfono para ver la hora que dictaba este.
Hoy era la entrevista, me daba algo de pereza levantarme. Mi cuerpo estuvo en toda la cama al estirarme. Me levanté dirigiéndome al baño para tomar una ducha.
Anoche me quedé hasta tarde escribiendo algunas preguntas que podrían hacerme, e investigando sobre los departamentos que podrían existir. Estaría bien ser un Bibliotecario referencista, conozco muchos libros y darle mi opinión a aquellos que van a investigar sobre libros o temas de interés, me hacía sentir tan extasiado.
Después de alistarme, bajé a encontrarme con Jungkook para desayunar juntos. Según lo que me comentó anoche, hoy baja al gimnasio, así que supongo que ya estará aquí.
—Hyung, buenos días. Me tengo que ir, perdona que no pudimos desayunar juntos —Lo vi corriendo desde la cocina, al salón, colocándose su chaqueta y recogiendo una maleta de mano —Tengo entrenamiento, en una semana tengo un combate, debo prepararme. Coge cualquier cosa de la cocina, que vaya bien en la entrevista.
Y así fue como la puerta se cerró, dejándome solo en este gran lugar. Ese sentimiento retraído volvió. Debía acostumbrarme, no era la casa donde pasé tantos años, al menos ahí pasaba acompañado con Emily que era la chica que se encargaba de la casa... seguro se me pasaría en unos días.
Como dijo Jungkook, tomé algunas cosas de la nevera para comer. Iba bien de tiempo, por ello salí del Penthouse con tranquilidad, sin olvidarme de los papeles necesarios, la dirección, y las llaves que me dejó el chico boxeador.
De cierto soy sincero, en vez de tomar el coche del garaje que me dejaba Jungkook, preferí irme caminando y averiguar que autobús debía tomar para llegar hasta la biblioteca. Ser conocedor del idioma y de como funcionaba más o menos el sitio, era un gran factor a mi favor.
—Sí, tienes que coger la línea 122, este te dejará en la terminal de buses para que puedas comprar tus tarjetas. —Apunté en mi pequeña libreta detalladamente de lo que decía el abuelo. Lo miré nuevamente, para que me diera la siguiente dirección— Para ir a la biblioteca, toma la línea 310-1, bajas en Cheonsu-dongo. Junto con la dirección que ya tienes, te darás cuenta de que estás a más o menos 5 cuadras, frente al hotel
Maro Hostel & Lounge.
Satisfecho con todas la información que me había dado, colocó sus manos detrás de su espalda y me regaló la mayor sonrisa para empezar el día. Guardé mi pequeña libreta en mi bolsa.
—Le agradezco mucho esto. Espero algún día encontrarnos nuevamente y pagarle este favor.
—Dios muchacho, esto no es nada. Deberías darte prisa, debes tomar ese bus.
Asentí e hice una reverencia.
Troté hasta llegar a la parada, bueno, estando cerca, me di cuenta de que estaba llegando, así que corrí más de lo que esperaba. Gracias al cielo, logré alcanzarlo y pagué mi pasaje por ahora con efectivo. Le expliqué al chófer que no tenía tarjeta aún.
El transcurso fue cómodo, el vehículo no estaba para nada lleno y era ameno. La región donde Jungkook vivía, era pequeño y distinguido, que con obviedad se notaba la diferencia con los demás lugares. Pero, era agradable, a pesar de estar cerca del mar y que fuese verano, la humedad no era tan notoria.
Disfruté mi viaje, que me alarmé en cuánto escuché la parada siguiente, era la mía. El autobús se detuvo, así que me levanté y fui hasta la puerta. Una chica también iba de salida, así que dejé que pasará primero, y luego bajé yo.
Aquel anciano tenía razón, la parada te dejaba cerca de la biblioteca. Tenía una fachada sencilla y tenía abierto casi todo el día. Me adentré a esta, tratando de situarme.
—Hola, ¿necesita ayuda?
Un joven se acercó a mí. Miré en su camisa celeste de uniforme, como tenía bordeado el nombre de la biblioteca 'jeju family literature', y debajo un pequeño identificador, donde pude darme cuenta de que se llamaba Seo Jun, era un bibliotecario referencista.
—Buenos días. Tengo una reunión con el director Han. Me llamo...
—¿Es Kim Namjoon? —Asentí. Hizo una leve reverencia— Le acompaño, él lo está esperando.
Así lo hice. Seguí sus pasos y al mismo tiempo admiraba el sitio. No era tan grande en esta primera planta, además, las mesas tenían una separación respetable, me parecía considerable. Las formas en que todo era silencioso, tal cual se debe esperar. Habían escaleras eléctricas para ir a la segunda planta.
El joven Seo Jun empezó a explicarme como funcionaba un poco todo, la organización y algo más... algo que me perdí a causa de alguien. La chica que dejé pasar primero en el autobús venía de la segunda planta. El momento transcurría tan lento gracias a las escaleras, así como de lento iba mi cerebro formulando la razón de la trascendencia indecente que ideaba por pensar nuevamente en alguien de mi pasado.
Regresar a mi país natal, podría regresarme a recuerdos que quise enterrar alguna vez, pero si tratara de ella, tampoco sería capaz de hacer algo.
—¿Kim Namjoon?
Cuestionó Seo Jun, al llegar a la planta alta. Me disculpé por mi torpeza, ahora lo único que importaba, era conseguir este empleo.
Seguimos hasta un pasillo, donde una puerta se abrió. Nos adentramos y pude ver como un hombre robusto me daba la bienvenida.
En resumen, podría decir que fue mejor de lo que esperaba. Me asignarían como un auxiliar de servicios públicos, ingresando este mismo día. Me desarrollé bastantes, mostrando mis capacidades, para ser catalogado lo suficiente en el puesto, hubiese preferido otro puesto de mejor rango, pero para empezar estaba bien.
Tenía un dinero ahorrado, saber administrar mis finanzas era algo bueno. Lo que debía hacer, era mantenerme por un tiempo, aunque sea aquí, mientras preparaba algo contra mi padre, para que me dejase en paz y me devolviera mi dinero, si no lo hacía, era claro que quien tendría problemas legales, sería él.
Me indicaron donde teníamos nuestro casillero cada empleado, y me entregaron oficialmente mi uniforme, de verano y de invierno. Era totalmente azul, denim, creo que era parte de la estética del sitio.
Daría lo mejor de mí por hacer un buen trabajo.
.
—Herbst
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