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22 de septiembre de 2017;
La peste de alcohol se podía sentir hasta en la parte de afuera del local.
Alaridos, billetes de mil y dos mil wones en el suelo, las luces de colores fuertes que cegaban nada más entrar, pero te daban la oportunidad de ver a aquellas mujeres semidesnudas que bailaban en los interminables tubos de aluminio. Las barras.
La música atrevida chocaba en los movimientos de aquellas mujeres, sus pasos se volvían más voluptuosos, más cuándo la canción era sensualmente lenta. Los hombres no podían contenerse y uno que otro se acercaba más a la plataforma donde aquellas bailaban. Los guardias siempre se encargaban de alejarlos y no permitir que tocaran a alguna.
Los silbidos se escucharon cuando salieron dos mujeres; Una de ella de cabello negro y largo, sujeto en una coleta alta, un top brillante de tirantes, junto a un diminuto pantalón y esos tacones grandes que la definían. Luego estaba la de cabello rosa, su ropa era aún más diminuta, sus zapatos del mismo color que su cabello.
Las luces eran suaves, para que se pudiera apreciar sus siluetas. La música inició, y dieron la primera parte de coreografía sincronizada. Bajaban hasta sus pies, acariciaban sus piernas mientras subían, tocando sus caderas, elevando sus manos hacia arriba de sus cabezas. Sus muslos hacían un gran trabajo esencial para atraer las mejores miradas.
Los barrotes de aluminio eran la clave. Al prestarles atención, sus manos lo atraparon y empezaron a bailar con este. Se ponía en marcha la segunda parte.
Aquella luz cambió de fuerza, siendo de ayuda para que los espectadores miraran más a las bailarinas. Solo que, nunca podían ver sus rostros. La morena tomó ese palo como si se tratara de una persona, pero era algo distinto, por eso era conocida.
La famosa morena del pole dance.
Sus piernas se abrían en el aire dejando impresionado a todo el mundo, era su espectáculo. Los pasos eran tan cuidadosos, su fuerza para mantener su cuerpo intacto, era impresionante. Giraba, hacía poses y volvía a hacer sus piernas, volar y doblarse por el barrote.
Y así fue como la canción finalizaba, dejándola a ella deslizándose hacia abajo, con una pierna estirada y firme, mientras que la otra estaba simplemente doblada. Sus manos sé aferraban a la barra y su cabeza yacía hacia atrás. Sentía como el sudor bajaba por su cuello, y su respiración era agitada.
Los aplausos no faltaron, peor los billetes que empezaron a salir de la audiencia, se depositaron en la plataforma. La de pelo rosa y la morena se despegaron de la barra y cogieron aquellos billetes. Antes de irse, se detuvieron para hacer una leve reverencia.
El persistente bullicio se alejó poco a poco cuando las dos bailarinas se adentraron al camerino donde se alistaban todas las artistas del lugar, detrás del telón lila.
Un hombre robusto, barba canosa y algo elegante, dio dos toques a una puerta, esperando una respuesta. La morena estaba al otro lado, con la mano en la manecilla, mirando al hombre robusto ingresando a la pequeña habitación.
—Lo has hecho fenomenal, como siempre.
Esta asintió. Volvió a donde estaba; sentada enfrente de un gran espejo con luces. Quitaba suavemente su labial cálido, se preguntaba a sí misma para que había ido a buscarla, ¿acaso debía volver a salir justo ahora? No habían pasado ni 10 minutos.
>>>—Alguien quiere verte —Por medio del espejo, alcanzó a ver al hombre— Desesperado podría llamarlo, porque me pagó por adelantado. Vino con un amigo esta vez, así que irás con Solar. Necesito que hagan todo lo que él diga, solo él. Desde que lo veas, sabrás de quién se trata.
Se giró sobre sí misma para verlo. Ella era stripper, hacía sus show y ganaba dinero de esa manera. Existieron veces en las cuales tuvo espectáculos privados para un mínimo de personas, buena paga, con la condición de nada de sexo, ella no entraba en la lista de chicas que se dedicaban a eso. Tomando una referencia, solo existía una vez que permitió que un hombre la tocara, justo ese mismo es él que pedía volver a verla.
—¿Cuánto?
—Te sorprenderías. 1,500.000 wones.
Un nudo apareció en la garganta de la morena, sus dedos temblaron y su cabeza se tambaleó. No podría creérselo, eso es lo que ganaba ella en apenas dos meses, si todo iba bien. Haría lo que fuera por ganárselo, esto le ayudaría mucho.
Volvió a su tocador, buscó entre sus cosas y se puso el labial más rojo que tenía. Encrespó sus pestañas, arregló su flequillo y ajustó su coleta. El señor le dio algunas instrucciones más y salió, para avisarle a la mentada Solar. Cambió su ropa. Encontró un pantalón corto negro, que rozaba sus muslos, tomó un top de la chica de pelo rosa que había dejado ahí la noche anterior, este era solo y únicamente necesario para cubrir sus senos, tenía gran escote en la espalda y buen escote redondo en el pecho.
"Una vez más, solo una" susurró para ella misma. Colocó esos altos zapatos y salió de aquella habitación, de su camerino.
El pasillo cada vez se volvió estrecho, hasta encontrarse con una puerta lacada de color blanco, la famosa que las llevaba a un sitio espacioso lleno de espacios primarios y silenciosos.
Al abrir aquella puerta, se encontró nuevamente con un pasillo, el cual se calculaban que se adornaba con 10 puertas separadas respetuosamente. Cada una de las habitaciones, tenían la capacidad de no dejar que el ruido que se provocara dentro, saliera al exterior.
Las puertas de madera brillaban y se reflejaban en el muy barnizado suelo.
—Al fin llegas. Aquí están los clientes.
Solar estaba ya esperando por aquella morena. Esta se acercó más a la puerta que tenía un colgador de puerta de plástico, color negro. Normalmente, según los clientes que sean, se distinguían por el color, estos de aquí, todos eran de color negro, máximo VIP, mejor dicho.
Antes de entrar, Solar le tendió la mano con una antifaz nuevo. Era extraño que algún cliente pudiese ver el rostro de las trabajadores, era una norma por el jefe. Los antifaces eran venecianos, en realidad, el club tenía ciertas decoraciones venecianas, ya que una trabajadora dio la idea de cambiar el anterior estilo deprimente.
Teniendo el antifaz bien sujeto, la manilla de la puerta se giró, dejando que tuviera una vista oscura del interior. Dieron pasos cortos hacia dentro y de inmediato sus ojos se fueron hacia la luz tenue, que pegaba a los dos hombres jóvenes sentados en el largo sofá.
Sus posturas a simple vista daban a entender lo contrario. Uno estaba de pie y a su ala derecha, cerca de la puerta. Él otro se encontraba sentado, sus piernas abiertas, su mano en el respaldar del sofá mientras acariciaba su labio con sus dedos.
Su atención quedó perpleja en esas dos espléndidas mujeres, esbeltas y semidesnudas.
Cuándo hacían esto, era muy extraño que se cruzara alguna palabra.
Los hombres parecían tener una leve conversación íntima, que no era capaz de llegar a oídos de las mujeres. Solar se encargó de hacer que la música empezara a reproducirse, sí, perfecta e indicada. Pronunció unas leves palabras como experta "El función está por empezar".
Wild side resonó de inmediato, llenando la habitación de un ambiente sensual, con olor a licor y rastro de cigarro.
La morena no pudo observar bien la cara de los tipos, a penas recordaba a aquel que la tocó una vez.
A pesar de no tener una barra en esta sala en específico, podía moverse perfectamente bien. Sus movimientos eran relajados y adictivos, al contrario de Solar, que los de ella eran duros y contradictorios. La punta de sus zapatos resonaron cuando se acercó a los hombres, ella a aquel que seguía con esa postura de mandón y poderoso, sus piernas abiertas mirando con atención.
Esa parte rápida de la canción empezó, como si fuese una señal, la morena cayó al suelo y movió su trasero lentamente, atrayendo más la atención de ese hombre. Por estar tan cerca, tocó sus piernas, desde sus pantorrillas hasta las rodillas y acercó su cuerpo. Tan exótico, tan erótico, tan intenso.
Ese hombre tensó su cuerpo y sus manos traviesas aparecían. No pudo resistirse esta vez, tanto que hizo que la morena se sentara en su regazo, sus manos se colocaron en los muslos de ella y la miró desde abajo, donde podía contemplarla como una diosa a pesar de ver la mitad de su rostro.
—No puedes tocarme mucho.
Susurró. La canción acabó. Se bajó de encima de él. La reproducción inmediata cambió, provocando que el ambiente cambiara a un tanto tranquilo. Ahora debía hacer otro tipo de baile, aún más erótico, por el simple hecho de que pagó para estar unas dos horas ahí, no solo tendría que bailar.
Sus movimientos eran un tanto idénticos a los que haría en el pole dance -cambiando que no volaba, literal-. Mientras hacía eso, su vista se fue por un momento a su costado, Solar estaba a otro nivel, ella le daba igual, era la estrella del lugar. Ella era la mejor en el baile erótico para satisfacer a los clientes VIP. Pero la morena, solo era la famosa del pole dance. A Solar no le importaba desnudarse, que la tocarán y tocar, pero jamás tener sexo.
La primera vez que vio al tipo que no la dejaba de ver con lujuria, fue una semana atrás, una que ese hombre pagó bastante -no tanto como esta vez-, llevaba tiempo viniendo a este sitio, esta era la cuarta, y siempre para verla a ella.
Su rostro estaba satisfecho siempre cuando la veía, su cabello negro con puntas marrones y ese permanente era irreconocible. Sus trajes cada vez lo hacían reconocerse, lo volvían tan atractivo, junto con sus piernas largas y ese cuerpo perfecto.
—Oye, eso es mucho para mi amigo. —La morena se detuvo al escuchar a aquel hombre. Solar volteó su mirada hacia este mismo. — Solo, haz tu trabajo.
Tan imponente. La morena estaba confundida de lo que pasaba. Se levantó de suelo y según el baile, volvió a estar en el regazo de aquel hombre. Su cadera se movió ahí mismo, sus manos pasaron detrás de la cabeza del hombre.
—Yuju, me encantas.
Susurró el hombre. Yuju, así era el nombre artístico de la morena conocida, una principiante que llamó la atención desde el primer día que empezó, hace dos años. Esta misma dejó que aquel hombre la tomara de la cintura, mientras que su otra mano subía y bajaba en la pierna de Yuju, hasta llegar a colocarse en su trasero.
Entonces, comprendió que aquel hombre quería besarla, pero ella no quería por más que la ganas de intentarlo le ganaran. Era su trabajo.
Los labios del hombre se pegaron a la clavícula de Yuju, justo cuándo un aviso les llamaba la atención, haciéndolos entender que el tiempo acabó, iban a rotarse.
Solar se fue hacia aquel hombre, el cual no pudo evitar renegar, creyó que al fin lograría besar a aquella hermosa morena.
Yuju, por su parte, se acercó al amigo de aquel hombre, quien nunca había visto y que él parecía que nunca había venido a un lugar como ese. Pero le pareció un hombre llamativo. Sus ojos lisos, sin rasgo de doble parpado, su tez casi idéntica al otro, cálido, casi algo bronceado. Su cabello parecía de un color gris, causa de la poca luz del sitio.
La escena estaba en marcha.
Era distinto, este chico, sus ojos no se separaron tampoco en ningún minuto de ella, observaba cada uno de sus pasos, con tranquilidad y sin ninguna vergüenza. Por más que ella se acercaba, él se contenía y no se atrevía a tomarla. Su cuerpo se sentía caliente, el aire acondicionado no ayudaba mucho.
No podía negar sus pensamientos al ver a una mujer como Yuju, esa espalda esbelta chocar contra el suelo, como abría sus piernas enfrente de él, como meneaba su trasero enfrente de sus narices. Su cuerpo temblaba impaciente, intranquilo.
Debía hacer de todo, con tal, para ello habían pagado mucho. Hizo lo mismo que con aquel hombre. Más lento. Tocó sus piernas, esta vez hasta sus muslos delanteros, ahí se levantó y se sentó encima de estos, sin bailar, solo ahí. Se centró en mirarlo, manteniendo la mirada -era buena en eso-, teniéndolo debajo de ella, el ritmo de esa nueva canción hacía que se moviese, así que lo hizo sin dudarlo, porque en lo único que pensaba era en aquellos 1,500.000 wones. Lo ganaría dejando lo más satisfecho y excitado a ese hombre.
Había una realidad, no todo podía salir como querías, como era extraño disfrutarlo, pero lo estaba haciendo. Ese hombre con cabello gris al reflejo de la luz, estaba tan sereno y controlando sus instintos animales, pero sus manos no engañaban cuándo se posaron en el trasero de Yuju.
Al revés, ella decidió darle un beso en la mejilla a él, este no pudo evitar soltar una sonrisa traviesa, dejando ver ese defecto tan hermoso en las personas, ese que aparecía en las mejillas, esos hoyuelos marcados en ambos lados que cautivó a Yuju.
Su corazón revoloteaba intenso, desesperado por otro beso, pero en los labios.
Entonces, Yuju se acercó más, hasta su oreja y susurró grave.
—Espero que vuelva señor, hoyuelos.
.
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Bienvenidos de nuevo.
Tomen asientos y disfruten.
Manténgase saludables,
Dios les bendiga
Besitos mis pecadores,
muak <3
—Herbst
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