Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 13 - Conquistador

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Podcast dispinoble en YouTube

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

El planeta Dreah era sólo un pequeño mundo agrícola en uno de los sectores más peligrosos de la galaxia. Y no me refiero solamente a su cercanía con la Cicatrix Maledictum, sino también de todos los horrores que la oscuridad del universo esconde justo detrás de la luz de las estrellas.

Dread no era más que una piedra blanca casi insignificante del sub-sector Markayn Marches, ubicado en el sector Calixis, que a su vez era una región del Segmentus Oscurus. Una basta zona para operar y aumentar el grosor y las fuerzas de las filas de los pieles verdes.

Aun así, Dreah no más que un mero inicio. Un paso derecho para la cruzada de Kanan por la galaxia. El sub-sector donde se encontraban tenía mucho que ofrecer, y aprovechando que están justo en el centro, habían muchos planetas y recursos que podían ser de utilidad. Empezando por su siguiente objetivo: El mundo Colmena de Cantus.

Este mundo no tenía nada que ofrecer más que ciudades interminables, una población desmesurada y una pelea decente contra el regimiento y los millones de "voluntarios" que un mundo colmena podría ofrecer. Nada fuera de lo común.

Para los orkos comunes, las estrategias tomadas por Kanan parecían ser una pérdida de tiempo, pero en un plano de guerra más general, sus decisiones lograban reducir el tiempo de conquista y las bajas orkas hasta un cincuenta por ciento, números que al orko promedio no le interesa, pero para el caudillo que tiene en mente hacer caer la propia Terra era vitalicio.

Lo primero que hizo fue dividir las fuerzas dependiendo de su estilo de combate. Si bien los orkos eran famosos por las estrategias simples: atacar de frente con todo lo que tenían, esto podría aprovecharse mucho mejor de diferentes formas.

Kurnet no podía sentirse más satisfecho por ser siempre el primero en llegar a la batalla. El enorme piel verde estaba al mando de todos lo meganoblez orkos, monstruosidades de al menos tres metros y medio de altura con corazas de metal tan gruesas que parecía imposible que hubiese un ser vivo en sí interior.


Estos tipos parecían ser la reencarnación misma de la valentia... o la estupidez. Cargaban de frente usando la misma estrategia del muro de escudo, solo que ahora eran poderosas murallas de metal que los disparos enemigos no podían superar. Solo el fuego de artillería pesada pordia detener su avance por unos segundos, pero nada más.

Kanan miraba a estas unidades con sumo cuidado. Eran élite entre elite, y ni el mismo se había enfrentado personalmente a tales números. Un astarte promedio tendría dificultades para reducir a uno de estos tipos, mucho menos los soldados regulares del Astra Militarum. Un tipo de unidad imparable que se hacia más fuerte tras cada batalla... Pensar en eso hubiese hecho que se le helara la sangre si aún fuese un marine. Aún asi... ese muro de metal imparable era solo la primera de las sorpresas.

Porque justo detrás de ellos estaban las verdaderas fuerzas principales. La verdadera marea verde que parecía estar contenida por los propios meganoblez, pero una vez Kurnet decidiera que era el momento adecuado, abriría las filas de sus unidades pesadas y liberaría la horda para arrazar el campo de batalla.

Esta masa combinada de orkos, grentchins y snotling estaba bajo en mando directo de Murray, quien lograba mantener un buen equilibrio entre fuerzas tan diferentes. Algo propio de su carizma, un rasgo que usualmente pertenece al caudillo de la horda, pero que él parecía dominar perfectamente. De hecho, poeticamente hablando, podría decirse que Kurnet era el brazo de Kanan que empuñaba su espada, y Murray aquel que portaba su estandarte.

Kurnet y Murray luchaban juntos desde las Guerras de Heim, y su coordinación era casi perfecta. Al inicio de cada batalla solían desplegarse a casi un kilómetro de distancia, pero en el fragor del fuego y la muerte siempre solían terminar peleando juntos. Codo con codo como si su dupla fuese algo perfecto. Ataque y defensa. Fuerza y regeneración.

A su lado Kurnet sabía que podía pelear a gusto, pues para el mataanoz, aunque en este momento podría considerarse un médico de batalla en toda la regla, no había herida que no pudiese curar. Y con sus cuatro grentchins personales recargando sus armas y reparando sus piezas sueltas Kurnet podía enfocarse en una sola cosa. En destruir al enemigo.

Sin embargo, esta batalla tan encarecidamente solía llevarse en los frentes centrales, donde el mayor grueso de las tropas de ambos bandos se concentraba. Ya que en los extremos, una amenaza aún más terrorífica era desplegada.

Las fuerzas de Kantus eran indiscutiblememtne superiores en número y poder de fuego que las de Dreah. Después de todo, un mundo colmena tendría mucho más que ofrecer... muchas más almas que sacrificar. Por ende, un frente de batalla mucho más largo tuvo que ser desplegado.

Las fuerzas de los extremos luchaban sin descanso, pero no era la masacre que se llevaba en el sector donde Kurnet y Murrey desplegaban su furia. Aquí los orkos eran más cuidadosos, y mantenían ciertas distancia mientras enfrentaban a las fuerzas atrincheradas del Astra Militarum, las cuales estaban comandados por un comisario de guerra bastante novato.

Soldado: - Comisario. Los orkos están siendo mantenidos a raya. -

Comisario: - Muy bien. Manténganse firmes a toda costa. Si este sector cae será cuestión de tiempo para que el mundo sucumbe. No retrocederá bajo ningún concepto. -

Las palabras del Comisario eran duras como la piedra y afiladas como una navaja. Todos los soldados sabían perfectamente su rol en el ejército, y su mera presencia era razón suficiente para temerle más a tu oficial que al enemigo. Pues los comisarios no dudarian en dispararte por la espalda si osabas abandonar el campo de batalla.

Las tropas del Astra Militarun apretaron los dientes y siguieron disparando. El láser de sus fusiles atravesaban el campo de batalla, aunque la mayoría apenas lograba alcanzar a sus objetivos, pues estos se mantenían escondidos y solo se asomaban para devolver el fuego. Algo que era muy impropio de un orko.

Comisario: - Malditos cobardes. - Apretó los puños con disgusto, pero el grito de uno de sus subordinados llamó su atención de inmediato.

Soldado: - ¡Fuego Aliado! ¡Fuego Aliado! -

El desconcierto era evidente. Como era posible dispararle a tus propios compañeros si todos estaban ocultos en una misma trinchera. Eso no tenía sentido. El Comisario tuvo que buscar un lugar elevado, y solo entonces pudo ver lo que ocurría. En un sector bajo su comando, múltiples disparos láser brotaban desde un lugar poco visible y liquidaban a decenas de los hombres y mujeres del Astra Militarum.

Una espesa coordina de humo parecía confundir a los enemigos, y con tanto caos, lo más lógico hubiese sido pensar que un grupo de su propia guardia se perdió en el vcombate y ahora estaba abriendo fuego contra sus propios aliados. El Comisario no podía sentir más ira al respecto, y se aseguraría de ejecutar personalmente a cada uno de esos idiotas... claro... si es que sobrevivían a la batalla. Pero su ira rápidamente se transformó en terror cuando vio la verdad.

Lor orkos no usan armas láser. De hecho, los regimientos del Astra Militarum son unos de los pocos que usan la energía limpia y estable de un láser como arma. Nada comparable al caótico plasma que usan de misión las armas de energías usadas por los marines.

Por tal motivo, cuando los soldados vieron dichos disparos de láser impactar sobre sus aliados temieron al fuego aliado, y prefiririeron esconderse ante la duda. Pero lo que ellos no sabían, y que ya el comisario había visto, era que ese... no era fuego aliado.

Comandado un numeroso grupo de grentchins, David salió de entre la cortina de humo, a escasos metros de la primera línea de las trincheras. Cada grentchins era como mínimo de entre metro y sesenta de alto hasta dos metros. Siendo los más grandes de dos metros con diez centímetros. Todo y cada uno de ellos, portando las armas y las armaduras del Astra Militarum que derrotaron en Dreah.

Ningún ser humano podía creer lo que veían sus ojos. Esos sucios pieles verdes portando la vestimenta de sus camaradas caídos, con las insignias de la guardia rasgada o hechas pedazos, sobre las cuales se alzaba una marca de pintura o un logotipo de metal muy orkoide.

Las órdenes de Kanan para el grupo que David comandada eran muy precisas. Debía organizar y acoger en sus filas a todos los grentchins que cumplieran las condiciones físicas y armarlos con las armas y armaduras enemigas. Mover un ejército tan grande requería de cantidades ridículas de recursos, y usar los del enemigo era algo básico en los caminos de la guerra.

Los pieles verde no tenían esas mentalidades hipocritas de honor... orgullo... ni nada de eso. Ellos solo vivian para luchar, y lucharían con cualquier medio al alcance. Un orko debía reunir el botín de varias batallas para obtener un bolter decente, ni siquiera pensar los grentchins. Pero el equipo enemigo era de vital valor, y David supo aprovechar esa ventaja.

Un batallón de casi dies mil grentchins armados con rifles láser y blindados con acero imperial surgieron del polvo y cenizas. Sus gritos de guerra aterraban a los hombres y mujeres que estaban justo al frente, quienes no tuvieron tiempo a responder al fuego enemigo cuando los pieles verdes terminaron con su sufrimiento y se hicieron con el control de ese sector de las defensas.

El comisario no podía creer lo que veía sus ojos mientras maldecía a los sucios xenos por su blasfemia. Ensuciar tan refinadas obras maestras del Imperio con sus meras existencias. Pero sus maldiciones no iban a frenar el avance de los grentchins y ese sector ya estaba perdido. Lo más prudente sería retirarse por ahora. Mientras tanto, en las trincheras.

Grentchins: - ¡Huecoz largoz sin humanoz! - Grito uno de los pieles verdes con su mal vocabulario refiriéndose a las trincheras.

David: - ¡La señal! ¡Avizad a los otros! -

Desde todos los puntos del campo de batalla fue visible. Un enorme misil voló por los aires, y su estallido libero un potente haz lumínico que aviso a todos sus camaradas. Los humanos no debían que significaba, pero algo así era demasiado extraño.

Puede que una señal tan obvia como ese pareciera anticuado para el milenio cuarenta y dos, pero tratándose de orkos todo era posible. Ellos no usaban radios ni medios de comunicación, así que para los pieles verdes algo así podría considerarse el paso final de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro. Poeticamente hablando.

Murray: - Ja... Parece que ese enano te va a ganar otra vez. - Dijo a su compañero en tono burlesco.

Kurnet: - Por enzima de mi cadaver. ¡A todaz laz unidadez! ¡Avanzad! - Su mala pronunciación indicaba su pérdida de paciencia.

EL orko de pelo blanco dejaba escapar una sonrisa en su rostro. Su estrategia había funcionado perfectamente. Él no necesitaba saber que David había atravesado las defensas. Él sabía que eso pasaría eventualmente, pero que Kurnet lo supiera sin lugar a dudas lo obligaría a avanzar más rápido.

Desde lo alto de la colina, Kanan veía como las fuerzas principales guiadas por Kurnet y Murray avanzaban el doble de rápido, a pesar del constante fuego enemigo. Por la derecha, se podía ver la marea verde de grentchins arrasar con las trincheras, aún asi... había algo que recien se destacaba en el campo de batalla. Un manto de color gris que hacía unos minutos no estaba allí, justo detrás del cuartel general enemigo dirigiéndose al campo de batalla.

Orko: - ¿Caudillo? ¿Que va a hacer? - Pregunto uno de sus escoltas al ver como se daba la vuelta.

Kanan: - Al frente. Las mareas han cambiado. -

Orko: - ¿A que ze refiere? -

Kanan: - Esa formación que ve allá. Solo hay un regimiento capaz de permanecer tan organizado en una batalla tam caótica. -

Orko: - ¿Oh... Zon... Zon buenoz guerreroz? -

Kanan: - Ellos tal vez sean lo mejor que este mundo puede ofrecer. Ellos son... Los regimientos de Krieg. -

Kanan: - ¡Atención todos! ¡¡Es hora del Whaaag!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro