o. eterna soledad.
⚠️ Incluye spoilers de Las Crónicas de Magnus Bane,
en caso de que no lo hayas leído ya fuiste advertido ⚠️*
ocho años antes...
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LA LLUVIA YA HABÍA LOGRADO EMPAPAR POR COMPLETO SU PEQUEÑO CUERPO Y EL VIENTO HELADO LE CALABA LOS HUESOS HASTA EL PUNTO DE HACERLA TEMBLAR DESCONTROLADAMENTE; su nariz goteaba sin parar y sospechó que pronto acabaría padeciendo un terrible resfriado si no se refugiaba cuanto antes del mal clima. Londres era hermoso, elegante y todo lo que uno pudiera imaginar, pero Elizabeth había odiado el clima húmedo que azotaba a Inglaterra desde el instante en que sus pies tocaron ese país, y las intensas lluvias se volvieron su principal enemigo. Pese a estar sufriendo de frío y hambre desde hacía unos días, no se arrepentía de vivir en esas condiciones, porque sabía que era eso o dejar que Madame Lorraine, quien amablemente la había alejado de Francia –lo cual ella agradecía inmensamente–, la vendiera a un anciano y buen amigo de la señora, y claramente había optado por entregarse a los callejones moribundos antes que ser exhibida como mercadería barata para viejos apestosos. Desde entonces estaba "viviendo" en ese frío y húmedo callejón cerca de la calle Percy sin siquiera poder conseguir al menos un abrigo para pasar la noche envuelta en algo cálido.
Veía cómo en la fila de casas de ladrillo rojo las luces estaban encendidas; algunos disfrutaban de una sabrosa cena rodeados de un ambiente caluroso y otros solamente veían la televisión frente a la chimenea que los salvaba de estar helándose como Elizabeth en ese momento. En cierto punto los envidiaba, a ella sólo le haría feliz estar al menos cinco minutos frente a una chimenea para recordar lo que era no sentir el frío por todos lados, anhelaba librarse de ese clima cuanto antes, pero la vida no la había hecho una persona con beneficios.
Se acurrucó junto a un enorme contenedor de basura y abrazó sus piernas para generar un poco de calidez, lo que le resultaba bastante difícil puesto que la lluvia no dejaba de caerle encima.
Cerró los ojos y dejó que su mente imaginara lo que desease, a la edad de nueve años le resultaba bastante fácil, y fantaseó estar en una cabaña, donde una chimenea brillaba y calentaba su cuerpecito frágil, y donde además un rico caldo para cenar la estaba esperando a ella y a su hermano Jonathan. Era lo único que anhelaba, pero sabía que no podía ser cierto. No tenía madre, nunca la conoció, y su hermano Jonathan había muerto hacía tiempo atrás. Escuchó a lo lejos una voz masculina pronunciando su nombre, le pedía que dejara de divagar con su hermano y se dispusieran los dos a cenar, entonces corría junto a Jonathan hacia la pequeña mesa de madera, vio cómo la mano de su padre, piel pálida y cubierta de marcas negras, se detuvo frente a su plato y dejó una copa dorada ante sus ojos, pidiéndole que bebiera.
De pronto un rayo cayó y todo se volvió oscuro rápidamente, sintió que la lluvia volvía a ella y el frío también, alejándose del recuerdo. Su barriga ronroneaba suplicando por ingerir algún bocado. Sus ojos azules se abrieron exaltados de repente, dejando que las lágrimas le cayeran por las mejillas rosadas mientras los sollozos se escapaban inconteniblemente de sus labios resquebrajados. Tal vez también estaba sufriendo de fiebre.
Extrañaba a Jonathan y eso siempre la hacía llorar.
—Pequeña, ¿qué haces aquí? —Una mujer joven se acercó a ella cubriéndose con un tapado oscuro—. ¿Dónde están tus padres?
Elizabeth levantó la vista y contempló con ojos furiosos a la chica; llevaba puesto unos jeans oscuros y un sweater verde opaco, de su cabello castaño goteaba el agua de la lluvia y su mirada café brillaba de amabilidad y pena.
—No tengo padres —espetó en tono agrio, sus dientes le castañeaban al hablar.
—Oh, pobrecita —habló con voz dulce en lo que acurrucaba el cuerpo de Elizabeth contra el suyo, acariciándole los delgados bracitos con rapidez para proporcionarle algo de calor—. ¿Qué te parece si te invito una taza de té o una chocolatada caliente? Lo que prefieras está bien.
Como vio que la niña no pretendía contestarle, giró su rostro hacia la salida del callejón y gritó:
—¡Cariño, ven rápido! Hay una niña aquí, trae un abrigo.
Lizzy amagó a desprenderse del abrazo pero un hombre llegó corriendo con un pesado tapado blanco entre sus manos, luego se arrodilló frente a ella y la cubrió con la prenda en lo que intentaba ponerla de pie para que empezara a caminar lejos del aguacero.
—No te dejaremos sola y mucho menos con este tiempo. —Aseguró él—. Ven con nosotros.
A pasos tímidos fue alejándose del callejón en dirección a un auto gris estacionado junto a la vereda mientras la mujer repetía que ahora estaría bien, que prepararía una rica cena para los tres y más tarde le ofrecería el chocolate caliente que había prometido. Pero antes de siquiera subirse al vehículo un grupo de personas vestidas de negro aparecieron repentinamente frente a ellos blandiendo objetos filosos, distanciándolos del coche y exigiendo que permanecieran quietos en sus lugares.
—Suelten a esa niña. —Demandó una mujer esbelta de cabellera oscura y mirada intimidante, la lluvia parecía importarles poco porque ni siquiera temblaban de frío como Elizabeth.
De repente la pareja soltaron gruñidos y les enseñaron a la otra mujer unos largos colmillos brillantes.
«¿Y esos qué cosas eran?». Se preguntó Elizabeth, asombrada. Claro que ella lo sabía pero la fiebre no cooperaba.
—Agh, nefilims asquerosos —masculló la castaña.
—Será mejor que cuides tu lengua. —Volvió a hablar la mujer, quien parecía ser la líder del grupo—. Sabemos lo que han estado haciendo con los mundanos, ¿creyeron que se saldrían con la suya y que nosotros no los encontraríamos jamás?
—No fuimos nosotros. —Se atajó el otro chico rápidamente—. No pertenecemos a esa manada, llegamos hace un mes a Cambridge y....
—¿De verdad? —Se mofó la nefilim, cortando las palabras del hombre porque no parecían importarle—. No es lo que el resto dice.
—Maryse —llamó alguien detrás del grupo—, deja que los Verlac se encarguen que para esto vinieron desde Francia.
—Hablaremos con quien sea, somos inocentes. —Insistió el joven licántropo.
—No quieras venir a dar órdenes, Lightwood. No tienen derechos en Londres —La castaña parecía tener un odio peculiar por la otra mujer, fácilmente bastaba con verlo en su mirada venenosa y concluir que disfrutaría hincarle los incisivos a la tal Maryse y al resto de personas detrás de ella.
—La Clave nos lo ordenó, Jade —explicó Maryse—. Nos dijeron específicamente que había cierta manada en Londres secuestrando y asesinando niños y lo que debíamos hacer con ellos, sin importar que fueran investigados por los Verlac. Es la Clave quien ordena.
Elizabeth se desprendió del agarre de Jade y retrocedió asustada, no planeaba ser comida de nadie esa noche ni ninguna otra.
«No otra vez». Pensó. De nuevo las personas demostraban que no eran lo que parecían ser.
—Vuelve con tus padres, pequeña. —Un hombre se posicionó junto a Maryse, de igual cabello negro azabache y, en especial, sus ojos azules oscuros eran similares a los de la pequeña Elizabeth.
—Ignorantes —bramó el esposo de Jade—. Ella no tiene padres.
La mirada de Maryse se suavizó un poco en dirección a la joven rubia, quien los estaba observando con miedo instalado en sus ojos de color zafiro, y pronto la mujer dedujo que poseía el don de la visión cuando recordó que no se había colocado la runa del glamour antes de encontrarlos.
—Marcus —advirtió Jade—, eso no les importa.
La castaña quiso acercarse a Elizabeth pero los nefilim volvieron a interferir al interponerse una vez más en su camino.
—Un paso más y pagarás las consecuencias. —Amenazó el hombre junto a Maryse.
—Robert, ve por la niña.
Marcus interrumpió el paso de Robert Lightwood antes de que pudiera llegar a Elizabeth. Los cazadores de sombras tensaron los músculos y se pusieron en alerta, sacando más armas y cerrándoles el paso en un semicírculo a los licántropos en lo que la pequeña Lizzy retrocedía aún más asustada.
—No lo repetiré —dijo Maryse.
—Es solo una niña que necesita un hogar, no dejaremos que se la lleven y la arruinen como hacen con todo lo que tocan. —Jade dio un paso cerca del grupo—. ¿Debo recordarte lo que tu amigo Valentine Morgenstern le hizo a la hermana de mi esposo? —Varios nefilim se estremecieron ante el nombre del hombre—. ¿Quieres que te diga lo que fue de su vida estando ciega? ¿Lo que ha sufrido? —Luego agregó con lentitud:—. Los Whitelaw eran una familia excepcional y ahora no queda ninguno por culpa suya.*
—Es suficiente, Jade. —Marcus intentó apaciguar la ira de su mujer.
—Se creen mejores que cualquier ser en esta tierra por tener sangre de ángel corriendo por sus venas cuando ni siquiera son mínimamente misericordiosos con los demás. —Volvió a gruñir—. Es hora de que paguen por todo el daño que han hecho. —Jade saltó sobre Maryse enseñando las garras y Marcus se defendió de los golpes de Robert y otro nefilim cuando intentó separar a la castaña de Maryse.
Elizabeth se asustó mucho más al ver cómo la sangre empezaba a teñir el suelo y las paredes, e incluso algunas gotas fueron a parar a su rostro, y la lluvia no lograba borrarlo tan pronto como se esperase, puesto que el enfrentamiento no estaba saliendo para nada bien y los gritos la espantaron otro poco más.
Maryse Lightwood sacó con agilidad una daga de su tobillo y la lanzó con rapidez en dirección al corazón de Jade; su cuerpo quedó inmóvil al instante mientras la otra mujer la arrojaba a un costado, desechándola como si fuera un trozo de basura maloliente. Marcus, por otro lado, había logrado morder a un cazador de sombras antes de ser atravesado por una lanza en plena vereda. Lizzy creyó que esa imagen la iba a perseguir de por vida aun si cerraba los ojos.
Sus esferas azules se movían con velocidad y el cuerpo tieso le impedía actuar mientras que los nefilim se recuperaban de la pelea. Maryse se percató de la presencia de la rubia mucho antes que el resto y pretendió acercarse, pero los pies de Elizabeth habían sido más rápidos y logró huir antes de que un cazador de sombras pusiera un dedo sobre ella. No quería eso. No quería verlos. No quería que la sangre se adhiriera a su piel. Tampoco quería que la muerte de Jade y Marcus la persiguieran de por vida.
Dobló en una intersección y se escabulló lejos, girando al azar en diferentes calles para que fuera difícil seguirle el paso. Lo único que deseaba era mantenerse oculta al menos una noche más antes de partir a otro sitio.
Y así pretendía estarlo de por vida.
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* Si han leído Las Crónicas de Magnus Bane sabrán que en el capítulo de "La Última Batalla del Instituto de Nueva York" se menciona a un niño licántropo que busca a Magnus para salvar a su familia de las manos del Círculo, por lo tanto, cuando Bane llega por los hombres lobo encuentra a la hermana de ese chico siendo torturada por Valentine, quien pone monedas de plata sobre los ojos de la niña y eso le provoca ceguera permanente. Como también se ve la caída de la familia Whitelaw por culpa de los del Círculo, sobre todo los Lightwood, si no mal recuerdo fue Robert quien asesinó a Rachel Whitelaw. En mi historia yo le puse nombre a ese chico lobo :)
Hola! Espero que esta nueva historia del mundo de Cazadores de Sombras les guste tanto como a mí. Vuelvo a decir que es una nueva versión de Elizabeth Herondale-El Mundo de las Sombras, por lo que si encuentran pequeños detalles similares con la otra historia, sabrán que es por eso.
Por alguna razón me gusta empezar las historias de esta forma, como todo triste y mucha muerte. Creo que necesito ir al psiquiatra por las dudas 😂
—Rose 🌹.
(EDITADO !)
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