〖11〗
JiMin frunció el ceño cuando sintió que lo estaban sacudiendo con evidentes intenciones de despertarlo. Mas él no quería hacerlo, quería seguir durmiendo por mucho más tiempo, hasta el día siguiente de ser posible.
—JiMin, ya abre los ojos —susurró YoonGi. El menor soltó un bajo sonido a forma de berrinche, por lo que el chico de Distria rodó lo ojos antes de sacudirlo nuevamente—. Despierta.
—¿Qué sucede? —soltó de mala gana.
—Ya no hay lluvia, levántate.
Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder hacerlo, pues se sentía muy cansado. Todos tomaron turnos de guardia esa noche y antes de YoonGi había sido el suyo, por lo que no había dormido demasiado.
Mientras se iba incorporando sobre el suelo lentamente, YoonGi le tiró el arco junto con las flechas.
—Vamos, que se nos hace tarde.
JiMin frunció el ceño. No solo por la actitud del mayor, sino también porque hasta que YoonGi salió de la cueva, se dio cuenta de que solo lo había despertado a él. JungKook y SeokJin aún seguían durmiendo. Soltó un resoplido al ver al menor abrazando de forma posesiva a su pareja incluso entre sueños.
Tomó su arma y salió tras el chico. Al salir de la cueva se dio cuenta de que casi todo lo que la lluvia había tocado, se había deshecho. Ni un solo árbol cercano tenía hojas y los troncos se podían ver bastante maltratados. Tampoco había pasto y ni siquiera se encontró con charcos de agua. Por alguna razón todo estaba seco. Sin embargo, si miraba a lo lejos el bosque aún se podía ver frondoso, por lo que evidentemente la lluvia solo había caído en una zona en específico, que era donde ellos estaban.
—¿Por qué me despertaste solo a mí? —preguntó cuando alcanzó al mayor—. ¿No deberíamos llamar al príncipe Jeon y Kim también?
—No, esto solo te concierne a ti, JiMin.
—¿JiMin? —preguntó confundido.
—No hay tiempo para formalidades —volteó a verlo—. Voy a enseñarte cómo utilizar el arco y las flechas. Debes aprender ahora o solo te volverás un estorbo después.
—¿Por qué no mejor hacemos un cambio? —alzó una ceja—. Tú me das la espada y yo te doy el arco. Así no perdemos tiempo en practicar.
—No, porque es el arma que tú obtuviste. Debió haber sido por algo, así que mejor aprovecha mientras quiera ser tu maestro.
JiMin suspiró pesado, dándose por vencido. Por supuesto que no iba a perder la oportunidad, porque sabía que YoonGi tenía razón, él solo se volvería un estorbo si no tenía arma con qué luchar.
—Bien, de acuerdo —asintió con la cabeza.
—De acuerdo... —observó a su alrededor durante un par de segundos—. Ese tronco que está ahí —lo señaló—. Apunta una flecha hacia él.
JiMin tragó saliva. Nervioso al saber que YoonGi lo veía fijamente, tomó una de las flechas y la posicionó entre el cuerpo y la cuerda del arco, como él supuso que era correcto. Se sintió un poco abochornado cuando la flecha se le desvió ligeramente, pero pronto volvió a dejarla en su posición.
YoonGi se mantuvo en silencio, analizándolo con la mirada antes de acercarse un poco más a él.
—Primero, debes mejorar tu postura —colocó un pie entre las piernas del menor, separándolas un poco—. Espalda derecha —JiMin de inmediato acató su orden—. Segundo, la flecha debe ir al lado izquierdo del arco —tomó la flecha que el chico de Eraditia sostenía, para cambiarla de lugar. Tomó la mano derecha de JiMin para hacerlo sujetar la cuerda, posicionando el dedo índice arriba y luego el dedo medio y anular bajo el culatín de la flecha—. No presiones, solo sostén la cuerda, igual que el arco. No hagas fuerza o la flecha se podría desviar —JiMin asintió—. A la hora de estirar la cuerda, debes expandir tu pecho, no solo estirar los brazos. Debes sentir como si tus omoplatos se juntaran —colocó una mano sobre la espalda del menor.
JiMin volvió a sentirse un poco nervioso, esta vez por una situación diferente. Pues YoonGi había acercado su rostro demasiado al suyo mientras sus manos volvían a las suyas para sujetarlas y ayudarle a apuntar en el blanco.
—Cuando estires la cuerda, recuerda que tu límite debe ser cuando tu dedo índice toque la comisura de tus labios —comentó Min, bajando la mirada hacia los gruesos labios del contrario.
JiMin quiso concentrarse, pero no podía hacerlo bien cuando YoonGi estaba tan cerca de él, cuando su tacto por alguna razón estaba causando algo en su interior. Se maldijo en sus adentros por sentir algo tan absurdo como eso.
Su madre se estaría muriendo si pudiera verlo ahora mismo. Hizo un esfuerzo por deshacerse de esos estúpidos pensamientos. No podía pensar en otras cosas cuando YoonGi lo único que hacía era ayudarlo.
Respiró hondo y volvió a enfocarse en todo lo que el contrario le decía.
—Inclina un poco el arco, levanta el codo. Y ahora concéntrate —dijo YoonGi, mirando directamente al tronco donde la flecha sería lanzada para clavarse en él. JiMin aprovechó el silencio, exhaló lentamente y se concentró lo más que pudo—. Suelta.
El chico de Eraditia soltó la cuerda, y la flecha salió disparada hacia el tronco. No se clavó en él, rozó la corteza antes de caer unos centímetros detrás de él, pero era la primera vez que la flecha no caía tan cerca de sus pies, cosa que le hizo sonreír con orgullo.
—¡Oh, viste eso! —soltó emocionado.
—Eso es —YoonGi se separó, estableciendo más distancia. Sonrió un poco ante la alegría del menor—. Ahora tienes que repetirlo hasta perfeccionar tu puntería. Hazlo mientras yo despierto a los chicos.
JiMin asintió con la cabeza. Sin embargo, se volteó hacia YoonGi cuando este hizo ademán de caminar rumbo a la cueva.
—YoonGi —llamó, dejando también atrás las formalidades. El chico elevó un poco las comisuras de sus labios, en una pequeña sonrisa sincera—. Gracias.
—No lo hago solo por ti. Lo estoy haciendo por todos.
—¿Podrías dejar de ser tan antipático por un segundo? —suspiró, ahora con un semblante más serio mientras se acercaba a él—. ¿Qué pasó con el chico con el que hablé e hice un par de bromas en el castillo dos noches atrás?
—No lo sé —respondió en un tono sarcástico—. Fuera del hecho de que ya no estamos en Eraditia... —exhaló—. Hablé con un chico también —asintió—. todo fue extrañamente agradable. Sabía a lo que yo venía y sabía que no debía bajar la guardia con nadie, pero empecé a hacerlo con él, hasta que de un minuto a otro pasó de mí. Ni siquiera volvió a dirigirme la mirada —bufó—. Dime, ¿qué pasó con él también?
JiMin agachó la cabeza, sintiéndose avergonzado por su actitud. Una que ni siquiera había adoptado porque quería, sino porque le habían obligado.
—Lo lamento.
YoonGi solo suspiró. Ni siquiera sabía por qué le estaba reprochando algo como eso. No tenía sentido.
—Ya no importa —retomó su camino a la cueva—. Sigue practicando. Nos iremos en unos minutos.
JiMin no volvió a decir nada, solo lo vio alejarse a pesar de que ese horrible sentimiento seguía haciendo estragos dentro de él. Dirigió la mirada hacia el árbol que servía de blanco nuevamente y, tras un suspiro desalentado, decidió dedicarse a seguir practicando.
Dentro del refugio improvisado, JungKook le devolvió la sonrisa a SeokJin cuando recién despertó. Su pareja le acariciaba el cabello de forma tan delicada, que se sentía como un leve cosquilleo sobre su cuero cabelludo.
—Lo único que me gusta de este lugar es que puedo despertar a tu lado —susurró SeokJin.
JungKook estiró su mano para acariciar la mejilla del contrario, su dedo pulgar rozó el labio inferior de SeokJin y no pudo evitar bajar la mirada hacia ese lugar. Relamió sus labios por reflejo y luego volvió a verlo a los ojos. Una acogedora calidez se instaló en su pecho, como siempre sucedía cada vez que estaba junto a SeokJin. Quería seguir sintiendo eso por lo que restara de su vida.
—Anoche mientras hacía guardia... estuve pensando en algo.
—¿En qué? —preguntó SeokJin con curiosidad.
—Ah, bien. Ya están despiertos —dijo YoonGi desde la entrada de la cueva—. Arriba, tórtolos. Tenemos que ir por ese bendito diamante antes de que alguien más lo haga. No tenemos tiempo.
SeokJin notó cómo JungKook ponía mala cara ante la interrupción del otro chico. No era nada común verlo con ese semblante y por eso le ocasionó un poco de gracia. YoonGi podía ser un poco insufrible, pero a SeokJin personalmente no le desagradaba. Con intenciones de relajar a su amante, se inclinó sobre él para dejar un beso sobre su frente antes de animarlo a levantarse.
Mientras ellos estaban en lo suyo, YoonGi volteó a ver hacia las afueras del refugio, observando a JiMin desde la distancia.
Cuando todos estuvieron listos, con las pocas pertenencias útiles que les quedaban y sus armas, decidieron tomar camino hacia el diamante turquesa.
Según el mapa, el diamante no estaba muy alejado de la ubicación de ellos. Sin embargo, habían perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaban caminando. Ya estaban fuera del área donde había caído la lluvia. El inicio del trayecto fue en completo silencio, todos con la guardia en alto. Pero con el paso del tiempo y tal vez a causa del aburrimiento, dos de los chicos iniciaron una conversación que se fue volviendo muy fluida.
JungKook se detuvo unos segundos para voltearse a observar cómo su pareja conversaba amigablemente con el príncipe de Eraditia. Suspiró pesado y siguió caminando, aceptando el hecho de que seguiría solo en lo que llegaran a su destino.
—Hueles a celos —dijo YoonGi, quien iba casi al mismo ritmo que él mientras que los otros dos estaban a un par de pasos atrás.
—No son celos, solo no confío en ustedes.
—Auch, eso dolió —sonrió con ironía. JungKook rodó los ojos y continuó caminando—. Por cierto, ¿cómo un par de príncipes de reinos distintos terminaron siendo amantes sin que nadie se enterase? Por lo que he apreciado, llevan mucho tiempo así.
—No es momento para contar nuestra historia de amor, concéntrate —le reprendió mientras volteaba a ver hacia sus dos costados como precaución.
—Oye, sé que no se me da muy bien ahora, pero estoy intentando ser amable. No iniciamos de la mejor manera, pero mientras seamos aliados, no quiero tener problemas contigo ni con tu amante.
JungKook se detuvo para poder encararlo.
—Entonces procura mantener tu boca cerrada y no vuelvas a amenazarlo.
YoonGi lo siguió con la mirada cuando el contrario volvió a caminar, adelantándose varios pasos de él. Así que esa era la espina más grande del príncipe contra él, el haber amenazado al Krodiano.
Supo entonces que lo que tenían era sincero además de muy fuerte. El príncipe Jeon parecía dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de salvar la vida de SeokJin. Eso representaba mucha fuerza, pero también debilidad.
Y en un lugar como en el que estaban, el amor era efectivamente un arma de doble filo.
Pero a diferencia de JungKook con YoonGi, SeokJin sí se veía muy ilusionado contándole su historia de amor a JiMin.
—Aunque no lo parezca ahora, él es un hombre muy dulce —comentó SeokJin mientras veía la espalda de JungKook, quien caminaba dos metros y medio adelante de él.
—Por supuesto que no lo parecerá ahora —aseguró JiMin—. Está asustado. Yo también lo estaría si la persona que amo estuviera en este lugar conmigo.
SeokJin esbozó una sonrisa imperceptible que no transmitía gracia, sino pesar. Dejó de ver a su amante y dirigió su mirada hacia el príncipe que iba al lado suyo.
—Debo agradecerte.
—¿A mí? ¿Por qué?
—Por no haber divulgado nada sobre lo que JungKook y yo tenemos. Es un gesto que en verdad agradecemos.
—No es nada —elevó las comisuras de sus labios en una sonrisa llena de nostalgia—. Jamás podría hacerlo. Sé muy bien lo que se siente tener ese amor "indebido".
—¿Ah, sí? —vio a JiMin asentir, aunque también notó tristeza y dolor en sus ojos, cosa que le causó demasiada intriga—. Y... qué pas...
—¡Hemos llegado! —avisó YoonGi, interrumpiendo la conversación de los otros dos.
El rey de Distria se detuvo junto a JungKook. JiMin y SeokJin dejaron el tema atrás y apresuraron el paso hasta llegar al lado de ellos. Todos podían apreciar la densa niebla en lo que continuaba del bosque. Su vista no alcanzaba a ver nada más allá de eso. Todo parecía tan lúgubre, que definitivamente no daba una buena sensación.
—¿Están seguros de que es aquí? —cuestionó SeokJin.
JungKook sacó los mapas de su bolso y se puso de cuclillas para apoyarlos en el suelo. Su dedo índice se deslizó por varias partes del papel, siguiendo cada lugar por el que cruzaron hasta que se detuvo sobre el diamante. Alzó la mirada hacia los otros tres presentes.
—Aquí es.
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