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〖10〗

El príncipe de Ipreia, Oh SeHun, cayó de rodillas al suelo, cerró fuerte los ojos, bajando la cabeza mientras tapaba sus oídos. Las lágrimas se resbalaban por sus mejillas, queriendo que todo se acabara de una vez.

Sentía que se estaba volviendo loco. Escuchaba voces, tenía alucinaciones. Veía a sus seres amados exponiendo sus mayores inseguridades, sus mayores miedos, sus mayores culpas.

Al inicio sabía que ellos no estaban ahí, que su mente le estaba jugando sucio. Pero después de un par de minutos, mientras seguía escuchando esas voces sin parar, terminó cayendo en la trampa.

—Basta, ¡ya basta! —gritó, intentando callar todas esas voces. Y por un minuto lo logró.

No escuchó nada, todo se había vuelto silencio.

—Hermano —dijo la voz de una niña, que el príncipe reconoció perfectamente, y justo eso fue lo que lo aturdió aún más.

Lentamente fue abriendo los ojos. Alzó la mirada, tembloroso, encontrándose con una niña de no más de 8 años. Su piel parecía de porcelana, cabello negro y lacio que le llegaba hasta la cintura, ojos grandes y brillantes, sumándole una hermosa e inocente sonrisa.

La niña se acercó a SeHun y con su pequeño pulgar limpio la nueva lágrima que se había escapado de sus ojos.

—¿Por qué lloras? —preguntó ella.

El príncipe no pudo responder durante dos largos minutos, pues no podía creer que su hermanita estaba justo frente a él. La misma hermana que había fallecido cuando él era un niño de tan solo un año mayor que ella.

Llevó su mano a la de la niña y exhaló, con el corazón destrozado, al sentir su fría piel.

—Ya eres todo un guerrero —ella sonrió—. Me siento orgullosa de ti —aguardó unos segundos—. ¿Recuerdas cuando jugábamos que debíamos enfrentarnos el uno al otro y debíamos luchar para ver quién de los dos ganaba?

—Siempre ganabas tú —respondió con dificultad gracias al gran nudo que sentía en su garganta.

—Siempre me dejabas ganar porque temías lastimarme.

SeHun bajó la mirada y sonrió a duras penas, sintiéndose nostálgico. Aunque también la ironía y la culpa lo invadió. Porque uno de esos juegos fue lo que la mató, cuando accidentalmente empujó a su hermanita contra las escaleras del segundo piso del castillo.

Sus padres se volvieron unos completos extraños desde entonces. No lo decían directamente, pero sabía que lo culpaban y lo odiaban por eso. Esa era la razón por la que él quería ganar la corona, porque quizás así recuperaría algo de su amor. Quizás así, compensaría en una diminuta parte todo el mundo que le había arrebatado a sus progenitores.

Ella sonrió, comprendiendo que su hermano había estado hundiéndose en culpa desde los nueve años hasta la actualidad, siendo ya un hombre de veintitrés.

—Pero ya nada puede lastimarme más —prosiguió. El príncipe subió la mirada hacia ella nuevamente—. Estoy en un buen lugar, uno al que me gustaría que me acompañaras.

—¿Qué? —preguntó confundido.

—Ya has hecho mucho aquí, hermanito. Es hora de tomar un descanso, ¿no lo crees? En un lugar donde al fin podamos estar juntos los dos, como en los viejos tiempos.

—¿Q-qué debo hacer?

La niña tomó la espada que SeHun había tirado al suelo antes de cubrirse los oídos. Tomó la mano de su hermano mayor y le hizo sujetar la empuñadura. Por supuesto, el príncipe entendió a lo que se refería, y eso de alguna forma lo alarmó.

—¿Quieres que me mate?

—No vas a morir —le ayudó a colocar la punta de la hoja sobre el lado izquierdo de su torso—. Vas a liberar tu alma de este cuerpo, y podrás ir conmigo a casa —apartó uno de los mechones de cabello que estaba sobre la frente de su hermano—. No te culpo por lo que pasó ese día —dijo, en voz baja—. Pero necesito a mi hermano ahora. Te he extrañado mucho.

—Y yo a ti —sollozó—. Cada día de mi vida.

—Entonces hazlo, para que podamos irnos de aquí, en paz. Sin culpas, sin remordimientos. Te prometo que todo será mejor.

—¿Qué pasará con los Prixodium?

—Eso ya no importa ahora —volvió a sonreír—. Tú no quieres ser el rey de Xumiria, solo quieres paz. Y te la estoy ofreciendo.

—Solo quiero paz —repitió en un susurro.

—Así es —asintió con la cabeza—. Y la obtendrás si haces esto. Estaremos juntos como cuando éramos niños y no nos separaremos jamás —prometió—. Eso era lo que nuestros padres querían, que siempre nos apoyáramos sin importar qué.

SeHun asintió con la cabeza. Totalmente decidido, inhaló y exhaló hondo un par de veces, ignorando el sudor que comenzaba a correr por su frente. Cerró los ojos, sujetó la empuñadura de la espada con ambas manos y, con todo el valor que pudo reunir en ese instante, insertó la hoja en su torso. Soltó un quejido desgarrador por el dolor, y continuó haciéndolo mientras movía el filo de la hoja hacia su lado derecho.

La sangre salió como si de una pequeña cascada se tratara al tener una enorme herida que iba de un costado a otro de su abdomen. SeHun se desplomó en el suelo, viendo la imagen de su hermanita acariciando su cabello mientras él se desangraba. Hasta que quedó inconsciente.

Vudom hegù... Ipreia.

Lo primero que hizo TaeHyung al llegar a Krodia, fue llamar a su sirviente HoSeok para que fuera a su habitación. Ahí lo hizo suyo como una manera de liberar todo el enojo con el que había cargado en el camino.

HoSeok lo sabía, lo conocía lo suficiente como para notar con qué intenciones hacía ese tipo de cosas. Quiso preguntar qué había sucedido, pero no lo hizo porque TaeHyung finalmente se veía algo relajado, y no quería traerle de vuelta esa amargura al recordar los sucesos.

Por eso permaneció en silencio, recostando su cabeza en el brazo ajeno mientras dejaba sutiles caricias en su pecho.

—¿Puedo preguntarte algo? —habló de repente el príncipe.

—Por supuesto, Príncipe —asintió con la cabeza.

—Sabes que no me gusta que me llames así cuando estamos aquí.

—Lo siento... TaeHyung —susurró.

El príncipe asintió, sintiéndose mejor con eso. Posó su mirada en el techo, pensando profundamente en la pregunta que le haría al contrario.

—¿Me odiarías?

—¿Eh?

—Si te digo que he pensado en muchas maneras de obtener esa corona, y una de ellas es matando a mi hermano... —volteó a verlo—. Si hiciera eso realidad, ¿tú me odiarías?

HoSeok no respondió durante los primeros segundos, anonadado con esa pregunta.

Sin embargo, y a pesar de ver la seriedad en el rostro del contrario, esbozó una pequeña sonrisa.

—Le pediría, por favor, que no bromee así.

TaeHyung no volvió a decir nada y posó su mirada nuevamente en el techo. Aunque nunca lo dijera en voz alta, no podía negar que lo que HoSeok pensara de él le importaba en demasía. Podría soportar que lo viera solo como alguien frío y distante, pero no podría soportar que lo odiara y se alejara de él.

No obstante, una parte de él le decía que eso era lo de menos. Quería obtener esa corona, él la merecía más que nadie o al menos más que SeokJin. Y si él salía con vida del juego, se aseguraría de obtenerla.


—¿Por qué guardaste ramas en tu bolso? —preguntó YoonGi mientras observaba el fuego que JiMin había logrado hacer hasta después de tres horas.

La lluvia no había parado desde que entraron a la cueva para refugiarse, y según se veía, tampoco había indicios de que se detendría pronto, por lo que todos quedaron de acuerdo en que esa noche dormirían allí.

—Para situaciones como estas —observó la cueva—. Este bosque es muy impredecible —dio una mordida a su porción de serpiente después de haberla cocinado en el fuego. Frunció el ceño luego de sentir el sabor y la textura.

—La lluvia tocó todos los mapas —dijo JungKook mientras revisaba los papeles, algunos tenían partes incompletas gracias a las gotas que les había caído encima—. Pero entre los tres podemos hacer uno solo.

YoonGi asintió con la cabeza, estando consciente de que su bolso se había quedado en el bosque y seguramente la lluvia lo había deshecho.

—¿Por cuál diamante iremos primero?

—Por el turquesa. Es el que está más cerca y el que se ve más fácil de obtener —señaló el lugar donde se veía que estaba ubicado el diamante—. Parece que está en medio del bosque, sin cuevas, acantilados ni nada que pueda representarnos un peligro mayor.

—Ese hecho solo lo hace ver más peligroso. No hay que confiarnos.

JungKook levantó la mirada hacia SeokJin, esperando a que aportara algo que se les estuviese pasando por alto. Sin embargo, el mayor ni siquiera les estaba prestando atención. Se encontraba casi en la salida de la cueva, observando la lluvia mientras aún sostenía en su mano derecha la porción que le había tocado de la serpiente.

JungKook suspiró suavemente. Se levantó del suelo y fue directo hacia donde estaba su príncipe.

—Te prometo que sabe mejor de lo que parece —dijo, observando su alimento improvisado.

—No tengo hambre.

—Tienes que comer, Jinnie. No sabemos cuándo encontraremos más comida, y para mañana necesitas tener energía —su pareja no respondió, de hecho, pareció ignorarle. JungKook colocó una mano en la nuca del mayor, dejando caricias a la vez que llamaba su atención—. ¿Qué sucede?

SeokJin suspiró pesado, apartando la vista de la lluvia para voltear a verlo a él.

—Es solo que... siento que estoy estorbando.

—¿De qué hablas? —frunció el ceño.

—Es obvio que todos son lo suficientemente valientes como para estar dispuestos a enfrentarse a cualquier cosa, y yo en cambio, tengo que esconderme detrás de mi amante para poder sobrevivir.

—Jinnie...

—Es frustrante, JungKook. No poder ser tan fuerte como ustedes me hace sentir mal.

—Bien —asintió con la cabeza—. Sí, es cierto. SeokJin, tal vez no seas tan fuerte.

—Oye —se quejó—. Se supone que deberías hacerme sentir mejor, no peor.

—Déjame terminar —lo tomó de las mejillas—. Tal vez no seas tan fuerte, pero eres el cerebro del grupo.

—¿Qué? —frunció el ceño, confundido.

—Hablo de que nosotros somos la fuerza y tú el cerebro. Sin ti no hubiésemos encontrado este lugar, de hecho, ni siquiera nos hubiésemos dado cuenta de la tormenta hasta que ya nos hubiese deshecho el cerebro —esbozó una pequeña sonrisa—. Y tú eres el que ha hecho la alianza con estos chicos, no lo olvides. Eres astuto y por eso eres tan valioso como cualquiera de nosotros tres. Nosotros también te necesitamos, Jinnie.

SeokJin sonrió a duras penas, logrando sentirse un poco mejor con las palabras de JungKook, a pesar de que aún le sentaba mal el no poder protegerlo de la misma manera que él lo hacía. Colocó su mano sobre una de las de su pareja. Miró disimuladamente hacia JiMin y YoonGi antes de regresar a JungKook.

—Parece que el Rey Min no te agrada mucho —dijo en voz baja.

—No me gusta su actitud —respondió con honestidad.

—¿No confías en él?

—No confío en ninguno de los dos, pero supongo que habrá que darles el beneficio de la duda o al menos fingir hacerlo. Estaré listo para todo. Si ellos atacan, yo responderé.

—Debo admitir que esta postura de guerrero te queda muy bien —sonrió—. Si la situación fuera otra, te estaría desnudando ahora mismo.

—Podrás hacerlo cuando salgamos de aquí y todo este juego acabe —besó el dorso de su mano, deseando que eso en verdad se cumpliera. Que los dos pudieran salir vivos de allí—. Por ahora termina de comer y ve a descansar.

SeokJin asintió con la cabeza. Importándole poco que JiMin y YoonGi los vieran, pues ellos ya estaban enterados de la verdad, se acercó a su amante y dejó un pequeño beso en su mejilla antes de ir a sentarse al lado de los chicos y el fuego, para terminar de comer.

JungKook suspiró con pesadez, volteando a ver la tormenta. Mentiría si dijera que no se sentía angustiado. Ninguno sabía qué esperar de ese bosque y ahora no solo debía estar cuidando de su propia vida, sino la de su amante también. Incluso de otros dos tipos en los que aún no confiaba del todo.

En verdad esperaba que las cosas resultaran bien, que SeokJin tuviera razón y que pudieran regresar a casa a salvo.

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¿Cómo les va? ¿Qué les está pareciendo la historia hasta ahora? 👀

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