〖01〗
[7 años antes]
El príncipe Kim SeokJin, de 17 años de edad, estaba en el pueblo. Había acompañado al sirviente Jung al mercado. Así que mientras el señor se ocupaba de comprar los mejores vegetales para los platillos del castillo, SeokJin sonreía viendo todo a su alrededor. No es que esa fuera la mejor vista; el lugar estaba lleno de muchas personas, había mucho ruido, muchos hablando al mismo tiempo, algunos olores extraños gracias a las carnes, entre otras cosas. Pero él sonreía porque amaba ir al pueblo.
SeokJin siempre había tenido eso, le gustaba estar rodeado de su gente, interactuar con ellos y no estar siempre aislado en un castillo. Tampoco le gustaba que lo idolatraran como si fuera alguna clase de deidad, porque en definitiva no creía que lo era.
A esa edad incluso el título de "Príncipe" le parecía demasiado a SeokJin, a veces él solo quería ser tratado como cualquier otra persona. Aunque por supuesto, en la mayoría de las ocasiones eso no pasaría.
—Principe Kim —llamó el señor Jung luego de haber terminado de comprar vegetales en ese puesto.
Caminaron un poco más. Un caballero iba atrás de SeokJin, cuidando de él.
Jung se detuvo en otro puesto, esta vez para comprar legumbres.
SeokJin veía todo a su alrededor. Gente iba y venía de un lado a otro.
Cerca de ese puesto había una anciana sentada en el suelo y encima de algún trozo de tela. La anciana decía en voz alta que a cambio de algunas monedas podía darle a la persona que se acercara la guía para llevarla a su felicidad eterna. Y por supuesto, eso fue algo que de alguna forma SeokJin no pudo ignorar.
¿Felicidad eterna? Eso no existía. No había algo que pudiera darte tal cosa. La felicidad era fugaz, efímera. Incluso un joven como él lo sabía... ¿O acaso se equivocaba? ¿De verdad había algo que pudiera darte tal felicidad, sin llegar a aburrirte alguna vez de ella?
Cuando el príncipe iniciaba a cuestionárselo, la anciana posó su mirada en él.
—Acérquese —le dijo. SeokJin no se movió de su lugar—. Ersleya, ersleya —repitió en su idioma natal.
—Su majestad, le pido que no la escuche —intervino el hombre que era el dueño del puesto—. Es una estafadora, deberían cortarle la lengua.
—Acérquese —volvió a decir la anciana.
El joven príncipe volteó hacia su caballero, al señor Jung y luego regresó a la anciana. Dubitativo pero de igual manera curioso, tragó saliva para luego caminar lentamente hacia ella, por supuesto, el hombre con armadura le siguió.
Cuando SeokJin se había detenido a unos pasos de la anciana, sacó de sus bolsillos una pequeña bolsa de monedas. Sin embargo, cuando se la ofreció a la anciana, esta lo tomó desprevenidamente de la muñeca y con una fuerza impresionante para su edad, lo haló hacia ella, logrando que el príncipe quedara de rodillas y a su misma altura.
El caballero actuó en ese mismo instante. Desenfundó su espada, muy dispuesto a cortarle las manos a esa mujer, puesto que absolutamente nadie tenía permitido tocar al príncipe Kim.
—¡No! —ordenó el príncipe, haciendo que su caballero se detuviera. Esto sin dejar de ver a la mujer ni un segundo.
Se quedó varios segundos así, pues SeokJin se había perdido por completo en la mirada de la anciana, cuyos ojos se habían tornado a un morado demasiado brillante, tanto como para poder dejar ciego a alguien. Pero aun así, SeokJin no apartó su mirada. SeokJin parecía estar hipnotizado, todo a su alrededor había dejado de existir mientras esos ojos de color intenso parecían estar perforando su alma, como si estuviesen conociendo todo de él, hasta sus secretos más ocultos.
—Su felicidad... La encontrará en la frontera —dijo la anciana.
—¿La frontera? —susurró, aún perdido en ese morado brillante.
—La frontera entre Krodia y Gamvoria.
Cuando la anciana soltó la mano de SeokJin, este cayó sentado al suelo, volviendo en sí y con la respiración un poco agitada, como si la hubiese estado reteniendo anteriormente sin siquiera darse cuenta.
—Príncipe, ¿está bien? —preguntó el señor Jung, yendo hacia él apresuradamente para ayudarle a levantarse.
SeokJin no pudo responder con palabras, solo asintió repetidas veces. Aunque la verdad era que no, estaba un poco desorientado y algo sobresaltado. Miró a la anciana, y se dio cuenta de que sus ojos habían regresado a la normalidad.
Sintiéndose más confundido aún, el príncipe decidió irse y alejarse de ese lugar.
No obstante, aunque ya había llegado al castillo luego de varios minutos, él no pudo sentirse más tranquilo. Las palabras de esa mujer se habían grabado hasta en lo más profundo de su ser.
¿Y si era verdad? ¿Podía ser eso posible? ¿Encontrar su felicidad en la frontera? ¿Qué cosa sería eso?
Él realmente quería saberlo.
Pero también estaba la posibilidad de que fuese una estafa, o una trampa en el peor de los casos.
Sin embargo, sabía que para averiguarlo solo había una única manera: ir a la frontera.
Y para eso también sabía que debía ir solo.
Sus padres jamás lo dejarían salir del castillo sin que un caballero fuese detrás de él. Así que muy decidido a encontrar una respuesta, esa misma tarde hizo lo posible para escapar del castillo.
[Actualidad]
Frontera entre Gamvoria y Krodia
—¿En serio tienes que irte ya? —preguntó el chico que estaba acostado en la cama, totalmente desnudo y solo con una sábana cubriendo sus partes más íntimas, mientras veía a su amante vestirse.
—Si mis padres se enteran que estuve prácticamente fuera de Krodia comenzarán a interrogarme, ya lo sabes. Y realmente no es algo por lo que quisiera pasar. Sin mencionar que comenzarán a sospechar —dijo mientras terminaba de ponerse la túnica negra, que ocultaba su vestimenta que evidenciaba que era de la realeza.
Ese era uno de los riesgos que desde hacía algunos años había iniciado a tomar el príncipe mayor de Krodia, Kim SeokJin, para ver a su amante, el príncipe de Gamvoria, Jeon JungKook.
Ambos tenían que hacer lo posible para que nadie los descubriera, pues siendo dos hombres, príncipes y amantes de dos reinos que aún no estaban unidos, desataría un problema enorme entre grandes tierras aún rivales.
—Oh, cierto, por un minuto olvidé que estaba con uno de los apuestos príncipes del reino "enemigo" —dijo sonriente, con cierta ironía y jugueteo. SeokJin soltó un pequeño bufido en forma de burla—. SeokJin... —llamó. Su sonrisa había desaparecido de su rostro, mostrándose ahora más serio. El mencionado soltó un pequeño sonido, queriendo decir con ello que lo estaba escuchando. JungKook se incorporó para quedar sentado y así poder hablar—. ¿Tus padres ya decidieron quién de los dos competirá en los Prixodium?
El príncipe mayor de Krodia se encaminó hacia él, estando ya totalmente vestido. Se sentó en la orilla de la cama, viéndolo fijamente a los ojos.
—No —aguardó unos segundos—. Pero estoy seguro de que el elegido será TaeHyung, él es más ágil, creo que duraría ahí mucho más tiempo que yo.
—Y... —relamió sus labios—. ¿Estás consciente que yo puedo ser la persona que lo asesine o viceversa? —preguntó con cierto temor. Y no era para menos, si él resultaba ser el ganador, ¿cómo SeokJin podría seguir siendo amante de alguien quien había matado a su hermano menor?
El chico solo suspiró para luego posar suavemente su mano izquierda sobre la mejilla derecha de su amante.
—Esto es algo que hacemos por nosotros y nuestro pueblo. Claramente me gustaría que fuera diferente pero sería peor si uno de los reinos se negara y desatara una guerra —SeokJin se acercó, uniendo sus labios con los del contrario por breves segundos, luego se separó tan solo unos centímetros para así volverlo a ver a los ojos—. Te amo, JungKook, y también amo a mi hermano. Sé que tengo probabilidades de perderlos a los dos, pero si lo que realmente te preguntas es si te seguiré amando a ti o a mi hermano después de que uno de los dos muera, mi respuesta es sí. No será su culpa, de eso trata Prixodium: matar o morir... Sufriré, no voy a mentirte, pero sé que ambos lo harán por supervivencia, y no puedo culparlos por eso.
JungKook soltó suavemente el aire que sin notarlo estaba reteniendo. Ahora se sentía solo un poco más aliviado.
—¿Y qué pasa si me convierto en el Rey de Xumiria y me obligan a casarme con una doncella?
SeokJin enternecido, esbozó una pequeña sonrisa por aquella pregunta. Le parecía lindo que su príncipe expresara todos sus miedos respecto a su relación frente a él, así él podía corregirlo y darle la seguridad que debía de tener.
—Entonces aceptaré ser yo quien te consuele todas las veces que quieras —respondió SeokJin casi en un susurro antes de volver a cortar por completo la poca distancia que los separaba.
—De ser así, quiero que lo hagas ahora —susurró el príncipe de Gamvoria sobre los labios de su amante.
Ambos volvieron a dejarse llevar por el momento. El beso que había iniciado inocente, se había convertido en algo que quizás haría que SeokJin llegara a su hogar un "poco" más tarde de lo que se había propuesto.
Eraditia
El príncipe se encontraba en el gran balcón de su habitación, observando el cielo oscuro repleto de estrellas, de alguna forma eso le transmitía paz y tranquilidad, era lo único que le hacía sentir a su alma libre.
Desgraciadamente aquello solo duró un par de minutos.
—Príncipe Park —llamó una de las sirvientas desde la puerta de la habitación, la cual se encontraba abierta. El príncipe no se movió, solo volteó a verla por encima de su hombro—. El Rey y la Reina lo esperan para cenar.
El chico agradeció la información con una pequeña sonrisa y la sirvienta hizo una reverencia antes de retirarse. Volteó a ver las estrellas unos segundos más, intentando prepararse mentalmente para lo que sabía que vendría a continuación.
Park JiMin, el príncipe de Eraditia, salió de su habitación y recorrió varios pasillos hasta bajar por las grandes y elegantes escaleras. Fue solo cuestión de segundos para que llegara al gran comedor.
La mesa era innecesariamente grande como para solo tres personas, la comida ya estaba servida y sus padres ya se encontraban allí, sentados y esperando a su hijo para disfrutar de la cena.
JiMin saludó con una pequeña reverencia para después sentarse a comer.
—¿Has estado practicando para los Prixodium? —preguntó el Rey.
—Sí, padre —respondió en voz baja, enfocando su mirada en el plato de comida. No porque tenía hambre, sino para evitar la mirada de su progenitor.
—JiMin, mírame —ordenó.
Su hijo acató la orden con algo de temor.
—Sí, padre —repitió.
—Bien, eso es lo menos que puedes hacer —dijo, volviendo a su comida.
—No. Lo menos que podrás hacer es ganar la corona de Xumiria para Eraditia, hasta entonces seguirás siendo una decepción y una vergüenza —espetó la Reina.
JiMin no dijo nada y solo continuó picando la comida con el tenedor, sin llevar ni un trozo a su boca. No era de extrañar que no tuviera apetito escuchando todo lo que sus padres decían de él.
Luego de eso el silencio inundó el espacio del comedor, acarreando un ambiente un tanto incómodo. Sin embargo, aquello no había sido lo peor de la noche.
—Luego de que obtengas la corona te conseguiremos una prometida —dijo el Rey.
Esas palabras hicieron que JiMin soltara el tenedor y volteara a ver a sus padres, ahora estando entre molesto e incrédulo.
—¿Qué? No pueden hacer eso.
—Podemos y lo haremos —siguió la Reina—. De hecho ya tenemos una lista de doncellas que podrían ser buenas para ti.
—¡No, no pueden! —vociferó—. Para ese momento ya seré Rey y no voy a permitir que cometan tal locura.
—¡Solo seguirás siendo Rey si nadie se entera de tus sucias preferencias! —la mujer también elevó la voz debido al enojo—. ¿Acaso piensas dejar a Xumiria sin heredero al trono?
—¡Prefiero eso que formar un hogar mediocre e infeliz al igual que ustedes! —gritó de igual manera el príncipe, ya cansado con ese tema.
El Rey completamente furioso por sus palabras se puso de pie y tomó a su hijo de la tela de su ropa, logrando que este también se levantara. El hombre mayor alzó su puño con intenciones de golpearlo y en ese momento JiMin cerró con fuerza sus ojos y agachó un poco su cabeza, preparado para el golpe que iría directo a su rostro.
Sin embargo, eso nunca pasó.
Lentamente abrió los ojos, volteando a ver a su padre, quien realmente parecía contenerse para no hacerle daño.
—Vete —ordenó su padre, empujándolo al mismo tiempo que soltaba su prenda. El príncipe no se movió, en cambio se quedó viendo a su progenitor con furia y tal como si lo estuviese desafiando—. ¡Vete! —gritó.
Pero para no empeorar las cosas, JiMin dio media vuelta y salió del lugar, caminando hacia su habitación. Una vez se encerró ahí, su enojo se desató con gritos y tirando cualquier cosa que se encontrara en su camino.
Estaba harto del trato de sus padres, de la manera en que lo humillaban, la manera en la que lo menospreciaban y la manera en la que trataban de controlar su vida.
Terminó dando puñetazos a una de las gruesas paredes hasta que se cansó, o hasta que realmente sintió el dolor en sus nudillos. Apoyó su espalda en la misma pared y mientras con su mano sana hacía su cabello hacia atrás, él se iba deslizando hasta quedar sentado en el suelo.
Maldecía el día en el que inocentemente les había confesado a sus padres que sentía atracción por otro niño. Un niño que había visto en una de las festividades del reino donde ellos debían estar presentes en el pueblo. Desde ese entonces, ellos se habían encargado de denigrarlo y hacerle la vida complicada cada vez que tenían la oportunidad, que era normalmente cuando estaban a solas.
¿Por qué algo como eso les resultaba tan fatal? ¿Y por qué le hacían sentir culpable de ello? Esa no fue decisión suya, simplemente se había dejado llevar por el corazón. Por un amor inocente y sincero.
Pero claro, al parecer sus padres nunca iban a entenderlo. Y sabía que la única manera en la que podrían "perdonarlo" era si ganaba la corona de Xumiria.
Krodia
Cuando SeokJin llegó al castillo, uno de los sirvientes lo dirigió hacia la sala donde se encontraría con su padre y su hermano menor.
—HoSeok, ¿qué está pasando? —preguntó, ya que el sirviente le dirigía hacia aquel lugar a toda prisa.
—Los demás sirvientes y yo hemos estado buscándolo, Príncipe —se detuvieron frente a una enorme puerta de madera—. Creo que el Rey al fin hará su elección.
Luego de aquellas palabras, el sirviente abrió la puerta, dejando ver al rey y al príncipe menor, quienes dejaron de hablar al voltear a verlos. SeokJin inhaló hondo antes de entrar a la sala, y el sirviente hizo una reverencia para luego cerrar la puerta, dejándolos en privado.
—¿Dónde has estado y por qué tienes ese trapo sucio puesto? —preguntó el príncipe menor.
—Yo... —su mirada viajaba de su hermano a su padre—. Fui al pueblo. Quería ir solo, así que fui encubierto.
—Debes dejar de hacer cosas tan peligrosas —le regañó su padre— Cualquiera de la realeza debe ir con un caballero que les proteja, alguien podría aprovecharse si supiera que eres uno de mis hijos.
—Lo siento, padre. Pensaré en ello la próxima vez que quiera salir del castillo.
—Bien. —asintió—. Cambiando de tema. Ya he decidido quién de los dos peleará por la corona de Xumiria.
Ambos hermanos voltearon a verse. TaeHyung le dedicó una pequeña sonrisa a su hermano mayor, sintiéndose superior y orgulloso de sí mismo, estaba seguro que él sería el elegido. Estaba preparado y había practicado mucho para ese día.
Ambos príncipes Kim se arrodillaron frente a su padre, con una mano sobre el suelo y con la mirada gacha, esperando a que nombrara a alguno de los dos.
—Quien participará en los Prixodium —tomó una pequeña pausa, que causó en ambos hijos una tensión y ansiedad gigantesca—. Será SeokJin —terminó por decir.
La sutil sonrisa de TaeHyung se esfumó por completo, mientras que SeokJin sintió como si su corazón se hubiese detenido por un segundo. Los hermanos subieron la mirada a su padre para poco después ponerse de pie.
—Creo que te has equivocado —dijo TaeHyung.
—La decisión está hecha —respondió el Rey, tranquilamente.
—Eso no puede ser posible —TaeHyung negó con la cabeza, rehusándose a aceptar aquello—. Padre, soy más fuerte que mi hermano, él probablemente ya estará muerto para cuando caiga el sol.
—Verás —el Rey colocó su mano sobre el hombro derecho de su hijo menor—. Algún día aprenderás que la fuerza no lo es todo, y tampoco sirve de mucho cuando lo que sabes utilizar es la cabeza.
TaeHyung se quedó callado, dirigió la mirada hacia su hermano mayor con, notablemente, la furia reflejada en sus ojos. Aún sin decir nada, apartó la mano de su padre para posteriormente salir de aquel salón.
SeokJin se había quedado sin escucha y sin habla durante ese lapso, estaba totalmente petrificado. ¿Él iba a representar a Krodia en los Prixodium? ¿Realmente él iba a pelear por esa corona? ¿Él? ¿Quien ni siquiera se había molestado en practicar más de una vez? O más importante aún, ¿él tenía que pelear a muerte contra JungKook, la persona que él más amaba con todo su ser?
El portazo que dio TaeHyung después de salir fue lo que lo devolvió a la Tierra, sobresaltándolo. Parpadeó un par de veces, procesando fugazmente la información, hasta que se sintió capaz de hablar.
—Padre... — Llamó en voz baja.
—La decisión está hecha, SeokJin —repitió.
—Pero TaeHyung...
—TaeHyung se ha esforzado por esto, lo sé —le interrumpió—. Pero hay varios factores que influyen en esto, uno de ellos es que eres el hijo mayor, quien independientemente de la circunstancia, debe reinar después de mí. Además, es hora de que tu hermano vea cómo son las cosas en realidad. No todo lo que quiera le caerá del cielo, mucho menos cuando Krodia está de por medio.
—Si tú y yo queremos lo mismo, lo mejor para Krodia, entonces dejarás que mi hermano sea quien participe. Es más probable que él gane.
—No seguiré con esta discusión, SeokJin —el Rey se acercó a su hijo, viéndolo fijamente a los ojos—. Mi decisión no solo es para darle una lección a TaeHyung. Aquí también es donde sabremos hasta dónde puedes llegar con tal de hacer lo mejor para tu pueblo.
Después de decir sus últimas palabras, el Rey emprendió camino hacia las afueras del salón, dejando a su hijo mayor solo y con miles de sentimientos revoloteando dentro de sí.
Distria
En uno de los reinos más lejanos, el Rey Min se encontraba en su balcón. Era de madrugada y muchos pensamientos llovían dentro de su cabeza, mientras que por fuera solo veía la nieve caer.
La baja temperatura del lugar ya no era un factor que podría considerarse importante, ya todos estaban acostumbrados a ella, pues la gran parte del año en Distria todo se encontraba cubierto por nieve.
—YoonGi —llamó una voz femenina, desde la puerta a unos metros de él. El Rey volteó a verla por un segundo pero pronto volvió a su posición anterior, apoyado sobre los balaustres. La mujer procuró taparse con su abrigo para después acercarse a él, colocándose al lado suyo—. ¿Estás bien?
La chica colocó una mano sobre la espalda del rey con intenciones de reconfortarlo cuando este negó suavemente con la cabeza. Aunque a decir verdad, no era la primera vez que ella lo escuchaba levantarse a horas tan altas de la noche. Suponía que algo le inquietaba de hacía ya bastantes días.
—Me parece una estupidez que yo pelee por esa corona —soltó Min de repente.
—¿Por qué lo dices?
—Porque será un problema si yo gano —el Rey le dirigió la mirada. La chica se quedó en silencio, frunciendo el ceño, sin comprender lo que decía. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró cuando el chico volvió a hablar—. Si me vuelvo el Rey de Xumiria, solo llevaría el reino al fracaso.
—Por supuesto que no, YoonGi eres un ser maravilloso y...
—¿Y qué hay del heredero al trono? —dijo, un tanto a la defensiva—. Porque debo tener uno. De sangre.
—Bien, aún no tenemos uno, pero no significa que no lo tendremos después —respondió, tratando de convencerlo.
La mirada de YoonGi se volvió una que solo suplicaba por ya no querer recibir más falsas ilusiones. Y las facciones de la chica se suavizaron tras ser consciente de ello. Estuvieron varios segundos en silencio hasta que ella soltó un suspiro antes de volver a hablar.
—Te aseguro, Min YoonGi, que sea como sea, si ganas esa corona, Xumiria gozará de tener al mejor rey que alguna vez existió... —le dedicó una pequeña sonrisa reconfortante—. Ahora vamos a la cama y trata de dormir, ¿sí?
YoonGi volvió a asentir con la cabeza, regresando a la cama junto a la mujer que era su esposa, Min Suran. Sin embargo, aquellos pensamientos no iban a esfumarse tan fácilmente como él desearía.
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