thirty nine. kaori satou: origin
O39 | KAORI SATOU: ORIGIN
Kaori apresuró el paso, conteniendo el aliento al ver a lo lejos a un hombre de los Yakuza tendido en el suelo, evidentemente herido. Al observarlo, algo en su interior se tensó; ¿acaso eso había sido obra de Mirio? No podía apartar la sensación de angustia que se agolpaba en su pecho mientras el tiempo parecía detenerse por un segundo.
Justo entonces, Izuku apareció a su lado, y sin la necesidad de hablar, ambos se lanzaron contra la pared que les bloqueaba el camino. Con un golpe sincronizado, lograron abrir un pasaje, y sin perder un segundo más, avanzaron con determinación. Kaori podía escuchar el latido frenético de su corazón en sus oídos mientras sus ojos recorrían rápidamente la escena que se desplegaba ante ellos.
Lo primero que notó fue a Mirio, tambaleándose, luchando por mantenerse en pie mientras se enfrentaba a Chisaki. Izuku corrió directo hacia el rubio, preocupado por el estado de su amigo, mientras que Kaori, con los ojos fijos en Chisaki, canalizaba toda su energía en su puño, rodeándolo de un brillo dorado y ardiente. Sin dudar, golpeó con toda su fuerza, enviando al Yakuza a volar varios metros, haciendo que se arrastrara por el suelo con un gruñido de dolor.
—¡Lo borré! —la voz de Aizawa resonó con firmeza mientras anunciaba que había usado su don sobre Chisaki, neutralizando temporalmente sus habilidades. Luego, se giró rápidamente hacia Nighteye, con tono de urgencia—. ¡Encárgate de los heridos!
Mirio, respirando con dificultad y con sus heridas visibles, apenas podía mantenerse en pie, pero su mirada estaba llena de una determinación inquebrantable.
—Eri... Eri está aquí detrás de mí —murmuró, sus palabras entrecortadas mientras tambaleaba.
Kaori intercambió una mirada con Mirio y sintió un nudo en la garganta al ver el agotamiento y el temor en él. Sabía cuánto había luchado por proteger a esa niña; el desgaste en su rostro lo decía todo. Con una triste sonrisa, trató de infundirle algo de esperanza.
—Lo has hecho bien, Mirio. Ahora es nuestro turno —susurró con suavidad, apretando los dientes mientras miraba hacia el frente.
—¡Lemillion lo tenía bien acorralado! ¡Hay que mantener la posición! —ordenó Aizawa, con una mirada firme en sus alumnos y en Seoyeon, quien se encontraba junto a él.
—¡Sí!
Con cada paso que daba, Kaori sentía la intensidad de su determinación arder dentro de ella. No iba a permitir que nada ni nadie se interpusiera en su camino.
Sin embargo, antes de que pudiera acercarse más, un grito feroz rompió el aire:
—¡Levántate, Chronos! —la voz de Chisaki resonó, llena de furia.
Al escucharlo, los adultos reaccionaron al instante, lanzándose hacia los jóvenes y empujándolos a un lado. Kaori apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió la mano de su madre empujarla bruscamente, alejándola del peligro.
Izuku, también desconcertado, miró a los héroes sin comprender, hasta que sus ojos se posaron en Chronostasis. Con una mueca en sus rostros, vieron cómo el hombre lanzaba una cinta que atrapó a Aizawa y Seoyeon, sujetándolos con firmeza.
—La manecilla larga ralentiza a quienes toca —Chronostasis habló, con una mirada llena de odio a través de su máscara—. Quería atravesarlos a todos, pero veo que tienen algo de habilidad, héroes.
Sin perder tiempo, Kaori e Izuku se reincorporaron rápidamente, lanzándose nuevamente hacia Chisaki. A pesar del pánico que le retorcía el estómago, no podía darse el lujo de rendirse. Miró a Izuku, quien a su vez asintió, y ambos corrieron en sincronía, decididos a detener a Chisaki de una vez por todas.
Pero Chisaki los esperaba con una sonrisa torcida, su mano alzada en el aire, listo para desatar su siguiente movimiento.
—Todo lo que han hecho... Ha sido en vano.
Con un movimiento rápido, Chisaki tocó el suelo, y al instante, la tierra bajo ellos comenzó a temblar violentamente. Las piedras y el concreto se transformaron en afilados picos que surgieron del suelo. Kaori reaccionó por instinto, levantando una barrera de energía solar para proteger a sus compañeros, pero fue un segundo demasiado tarde.
El tiempo pareció detenerse cuando Kaori levantó la vista, y lo que vio hizo que su corazón se detuviera. Nighteye y los demás habían logrado escapar por poco de la embestida, pero Izuku no habían corrido con la misma suerte. Sus ojos se abrieron con horror al ver cómo dos enormes picos de piedra atravesaban sus cuerpos, desgarrando su carne y dejando un rastro de sangre que goteaba al suelo.
—¡Izuku!
Antes de que la chica pudiera avanzar, una gran explosión resonó detrás del muro de picos, interrumpiéndola. Kaori miró hacia atrás con los ojos desorbitados, tratando de encontrar a Aizawa y a su madre entre el caos. Su preocupación crecía al no verlos; sin embargo, sabía que, si estaban juntos, quizá estarían bien.
De repente, la voz de Chisaki resonó con dureza, haciendo eco en el lugar:
—Reconozco que me superaste, Lemillion, pero después de todo el esfuerzo que hicieron para llegar hasta aquí... —una sonrisa torcida se formó en su rostro—. Todo ha sido en vano. Devuélvanme a Eri ahora.
Cuando el polvo y el caos finalmente se disiparon, Kaori tragó saliva al ver la monstruosidad frente a ella. Chisaki se había transformado, se había fusionado con su ayudante para volverse aún más aterrador y poderoso. Los escalofríos recorrieron su cuerpo, pero su mirada no titubeó. No iba a retroceder.
Nighteye, quien había protegido a Mirio y a Eri, se mantuvo firme. Kaori miró a su alrededor con rapidez, evaluando la situación: Nighteye y los demas habían logrado salvarse por poco, pero Izuku seguía en el suelo, gravemente herido. Chisaki, en su nueva forma, lucía intocable; cualquier herida que pudieran causarle, la regeneraría con facilidad.
—Qué vida tan triste, Lemillion. Si no hubieras venido por Eri, no habrías perdido tu don para siempre —el hombre continuó. Kaori parpadeó incrédula, escuchando aquellas palabras—. Si no te hubieras entrometido, habrías podido aferrarte a tu sueño de ser un héroe.
En ese momento, Chisaki se agachó, abriendo una pequeña caja roja que se encontraba en el suelo. Kaori no alcanzó a ver qué contenía, pero supo que lo que había dentro era de suma importancia. Observó cómo Mirio apretaba los dientes, soportando no solo el dolor físico, sino también las crueles palabras que lo atravesaban como cuchillas.
—Seguiste adelante, incluso al perder tu don... Por eso, tus amigos acabaron metidos en esto —Chisaki levantó la voz—. ¡Y ahora todos van a morir!
Antes de que pudiera procesarlo, Chisaki se lanzó en su dirección. Kaori actuó por puro instinto, lanzándose hacia él y rompiendo uno de los picos de piedra para usarlo como arma improvisada. Sin embargo, Chisaki la detuvo con un movimiento rápido, manteniéndola a raya con una de sus manos mientras la miraba con desprecio.
—¡No vas a tocarlos! —gritó Kaori, envolviendo su brazo en energía solar, pero, para su sorpresa, Chisaki reformó los escombros de inmediato, volviéndolos contra ella en un nuevo pico mortal.
Kaori apenas tuvo tiempo para esquivar el ataque, gracias a que sus sombras surgieron sin previo aviso, cubriéndola en un último intento de protegerla. Sentía el caos en su interior, la energía ardiendo mientras las sombras intentaban liberarse.
De repente, una pieza de ajedrez voló en dirección a Chisaki, obligándolo a desviar la mirada. Kaori giró la cabeza y vio a Nighteye avanzando rápidamente hacia él.
—¡Yo seré tu oponente ahora!
—No lo permitiré —contestó Chisaki.
Mientras ambos hombres peleaban, Kaori aprovecho ese momento de distracción para correr hacia sus compañeros. Cuando llegó, vio a Izuku y a Mirio sosteniendo a Eri entre sus brazos, la pequeña temblando de miedo. Su mirada triste y cansada la conmovió de inmediato.
—¿Están bien? —la pelirosada preguntó, su voz cargada de preocupación—. ¿Pueden caminar?
Izuku asintió débilmente, y Mirio, con esfuerzo, sonrió.
—Si, si podemos.
—Estamos bien —el rubio respondió en un murmuro, más para sí mismo que para ellos. Luego, desvió su mirada hacia Eri—. Al final, siento que te he fallado de nuevo.
—Hiciste todo lo que pudiste, Mirio —Kaori intentó consolarlo, posando una mano en su hombro—. Eri está a salvo gracias a ti.
Rápidamente, la chica rompió una pared cercana con facilidad.
—Llegamos por este lado. Debemos salir de aquí cuanto antes —dijo con firmeza—. ¡Vamos!
Pero antes de que pudieran moverse, la voz suave y quebrada de Eri los detuvo.
—No... Basta ya —murmuró la pequeña, con lágrimas en los ojos.
Kaori sintió que su corazón se partía al ver el dolor reflejado en el rostro de Eri, una niña tan pequeña cargando un peso tan inmenso. Era inconcebible.
La voz de Chisaki resonó una vez más, interrumpiendo sus pensamientos. En el campo de batalla, el villano había lanzado un pico de piedra directo hacia Nighteye, quien fue atravesado violentamente. La sangre brotó de su boca, haciendo que el trio de estudiantes gritaran a la vez.
—¡Sir Nighteye!
Kaori no lo pensó dos veces y corrió hacia él, dejando atrás a sus compañeros. Chisaki aprovechó su movimiento para elevar el suelo bajo ella, pero Kaori reaccionó, creando un escudo de luz a su alrededor para defenderse. Sin embargo, sentía que sus fuerzas flaqueaban; la falta de luz en ese lugar hacía que su don solar fuera más débil.
—¡Deku, Lemillion! —llamó la chica, sin apartar la vista de Chisaki—. ¡Llévense a Eri de aquí!
—No te dejaré sola —Izuku protestó, levantándose con esfuerzo.
A pesar de que no estaba de acuerdo con dejarlos a solas, Mirio tomó a Eri y comenzó a alejarse. Kaori supo que Izuku estaba en mal estado, pero reconocía en sus ojos la terquedad inquebrantable que lo caracterizaba.
—Estás herido... —murmuró ella, aunque sabía que él no cedería.
—Un héroe pelea hasta el final.
A pesar de la seguridad en sus palabras, el chico sabía que no iba a ser de mucha ayuda durante la batalla, ya que las heridas que había sufrido lo debilitaron. Sus brazos y piernas no respondían, pero aun podía moverse.
Kaori asintió con una mueca, y se preparó junto a él para enfrentar al líder de los Yakuza, aunque ambos sabían que las probabilidades estaban en su contra. Chisaki levantó una ceja, mirándolos con desprecio.
—¡Ríndanse ya! —vociferó—. Esto es el fin. Todos acabaran como ya dije antes, muertos.
—¡No lo permitiré! —replicó Kaori, aferrándose a su esperanza.
—¡Aunque ya todo este decidido, aunque esté escrito... Yo cambiaré ese futuro!
Ambos héroes corrieron hacia Chisaki, el suelo temblando bajo sus pies mientras esquivaban los ataques del villano. Pero el hombre, anticipándose a sus movimientos, generó más picos que ascendieron hacia ellos. Kaori e Izuku compartieron una mirada rápida y decidieron saltar al mismo tiempo, lanzándose desde el techo con sus piernas preparadas para golpear a Chisaki desde arriba. Sin embargo, el villano los evadió con facilidad.
—Son demasiado predecibles.
Sin darles tiempo a reaccionar, Chisaki atacó nuevamente. Esta vez, las púas alcanzaron a ambos: Kaori sintió un dolor agudo en su brazo mientras una púa se incrustaba en su carne; Izuku cayó, herido en las piernas, sin poder sostenerse.
—Este es el fin —anunció Chisaki, su voz resonando con un tono de victoria.
Kaori, apenas capaz de mantenerse en pie, sintió cómo sus sombras luchaban por liberarse.
—No, no lo es —dijo, con voz entrecortada.
A pesar del dolor que sentía, el verdadero conflicto se libraba dentro de ella: las sombras que había heredado de su madre, intensificadas por sus emociones negativas, luchaban por salir. La oscuridad dentro de ella se agitaba, ansiosa de liberarse, y Kaori, por un momento, tuvo que contener su propio poder, sabiendo que si lo soltaba podría desbordarse de formas peligrosas.
—Vaya, Lemillion también insistía de esa forma —comentó, burlón—. No puedes subestimar la desesperación de alguien que no se rinde.
De repente, una boca grotesca apareció en la palma de una de sus manos, como di fuera un tipo de altavoz.
—Pero, ¿vale la pena? Otra persona va a morir por tu culpa, Eri —continuó—. ¿Eso es lo que quieres que pase? ¿Otra vida inocente destruida? ¡Eri!
Kaori sintió su corazón acelerarse. Su garganta se tensó. La imagen de Eri, tan frágil, con la esperanza rota en sus ojos, se le vino a la mente. No permitiría que nadie más sufriera por la brutalidad de Chisaki.
—¡Déjala en paz! —gritó, su voz cargada de furia y desesperación—. ¡Eri es solo una niña, una inocente! ¡No puedes seguir usándola así!
Chisaki la ignoró, fingiendo no escuchar las palabras de la joven mientras el seguía hablando. Fue entonces cuando Kaori escuchó pasos lentos y vacilantes, acompañados por el suave tintineo de una respiración entrecortada. Al girar la cabeza, sus ojos se llenaron de horror al ver a Eri caminando hacia ellos, su pequeño cuerpo encogido y su mirada llena de miedo.
—Yo no quiero que eso pase...
Izuku y Kaori compartieron una mirada de desesperación, sus pensamientos conectados en un silencioso entendimiento. Ambos sabían que debían proteger a Eri a cualquier costo.
—¡Eri, regresa con Lemillion! —gritaron ambos.
La pequeña se detuvo, mirando a su alrededor con ojos llenos de pánico. Chisaki, aprovechando la confusión, dio un paso adelante, su tono venenosamente persuasivo.
—¿De verdad crees que estos inútiles pueden salvarte, Eri? —le preguntó. Eri negó con la cabeza, sus pequeñas manos temblando mientras se encogía en su lugar—. Entonces, ¿qué debes hacer ahora, Eri?
La niña miró al suelo, sus lágrimas silenciosas cayendo sobre el polvo.
—Regresar... —susurró con voz débil, rota por el miedo—. Pero, antes, regresa a todos como estaban.
Chisaki la miró con una expresión de ligera sorpresa antes de esbozar una sonrisa insidiosa.
—¡Exactamente! —exclamó con satisfacción—. Es mucho más fácil lastimarte tú misma que permitir que otros salgan heridos por ti, ¿verdad, Eri? La pequeña esperanza que Lemillion trató de sembrar en ti no existe —su tono se volvió más cruel mientras continuaba, dirigiéndose a Kaori e Izuku—. ¿Se dan cuenta? Ustedes piensan que la protegen, pero, en realidad, son crueles con ella. ¡Eri no los quiere a ustedes!
Cada palabra era como una puñalada, sembrando una duda que los jóvenes no querían dejar entrar en sus corazones. Kaori sintió cómo el enojo comenzaba a revolverse en su interior.
—Midoriya, Kaori... Ya no pueden rescatar a Eri de él —la voz de Nighteye resonó en el lugar, temblando ligeramente debido al esfuerzo—. Vi el futuro. Ustedes y yo morimos aquí. y Chisaki escapará con Eri.
El silencio que siguió fue como un golpe, pero Izuku dio un paso adelante, su mirada fija y llena de una determinación renovada. Volteó hacia Kaori, y en sus ojos, la chica vio un fuego que encendió su propia esperanza.
—Aunque sea así, no nos rendiremos.
Kaori asintió, y una chispa de desafío brilló en sus ojos mientras dirigía su atención a Eri, quien los miraba con lágrimas acumulándose en sus ojos.
—Puede que digas que no necesitas nuestra ayuda, Eri, pero esas lágrimas en tus ojos dicen lo contrario —Kaori murmuró con voz firme, sus manos apretadas en puños—. ¡Esta vez te salvaremos, Eri! No dejaré que nadie más sufra a manos de este monstruo.
Izuku y Kaori intercambiaron una última mirada, y en ese instante, ambos supieron que estaban listos para luchar hasta el final. Sus cuerpos, cansados y heridos, todavía albergaban la suficiente fuerza para una última embestida. Chisaki los observaba, confiado en su victoria, pero los dos jóvenes héroes no tenían intención de rendirse.
Mientras avanzaban, Kaori sentía un calor que crecía en su pecho, una llama que ardía intensamente, mezclándose con la sombra que luchaba por salir de su interior. El miedo y la determinación se enredaban en su corazón, pero sabía que estaba lista para liberar todo su poder, si eso significaba proteger a Eri. Aquella niña había sufrido demasiado, y Kaori estaba dispuesta a luchar hasta el último aliento para evitar que volviera a caer en las manos de Chisaki.
Sin embargo, antes de que pudiera atacar, un fuerte estruendo resonó sobre ellos. Algo cayó desde el cielo, atravesando el techo y estrellándose contra el suelo con una violencia tal que Kaori e Izuku fueron arrojados hacia atrás, chocando contra las frías paredes de cemento. Kaori logró cubrirse a tiempo, minimizando el impacto, pero al voltear, vio a Izuku inconsciente en el suelo.
—¡Izuku! —gritó, pero en ese momento, su mirada se alzó hacia los nuevos aliados que habían llegado. Ante ella estaban Ryukyu, Nejire, Uraraka y Tsuyu, quienes habían aparecido justo a tiempo para aplastar al enorme villano que los había atacado al inicio de la batalla.
Kaori sintió un breve alivio al ver a sus amigos, pero no podía detenerse ahora.
—¡Cuíden a Nighteye y a Izuku! —ordenó con firmeza, sabiendo que cada segundo contaba.
Sin perder tiempo, se impulsó a toda velocidad hacia Chisaki, el líder de los Yakuza. Lo observó manipular el suelo bajo los pies de Eri, y antes de que Kaori pudiera reaccionar, la niña salió disparada por los aires. Sin perder el control, Chisaki la tomó en sus brazos y elevó su propia posición, formando un pilar para subir con ella lentamente.
Kaori incrementó la energía solar en sus pies, sintiendo la intensidad del poder calentar sus músculos y aumentar su velocidad. Extendió una mano hacia Eri, sus ojos fijos en la pequeña niña que la miraba con miedo y esperanza.
—¡Eri! —exclamó, alargando su brazo aún más, dispuesta a llegar hasta ella a cualquier costo.
En ese momento, la niña estiró sus pequeñas manos hacia la capa de Mirio, la cual flotaba cerca. En ese instante, el don de Eri se activó, provocando que el cuerpo de Chisaki se separara de su asistente, creando un momento de vulnerabilidad que Kaori no estaba dispuesta a desaprovechar.
Kaori notó cómo Eri la observaba, sus ojos enormes y llenos de lágrimas, pero esta vez no eran de miedo. En esos ojos, Kaori pudo ver algo diferente: la confianza de que ella y sus amigos realmente iban a salvarla. Aunque tuviera que arriesgar su propia vida, Kaori sabía que no dejaría a Eri caer nuevamente en la oscuridad.
Eri se lanzó hacia ella, y Kaori aumentó aún más su velocidad, rompiendo los escombros que se interponían en su camino, saltando sobre algunas piedras para ganar impulso.
Cuando finalmente alcanzó a Eri, Kaori extendió su mano y la tomó con firmeza, atrayéndola hacia su pecho y envolviéndola en sus brazos.
—No te volveré a dejar ir.
De repente, una sombra se alzó frente a ellas. Desde la cima del pilar, Chisaki se ponía de pie.
—¡Devuélvemela! —rugió con rabia.
Chisaki tocó el pilar bajo sus pies, y al instante, este se deformó, transformándose en una serie de paredes y afiladas púas que se dirigían hacia Kaori y Eri con violencia. Las estructuras se alzaban como una bestia enfurecida, dispuestas a aplastar todo a su paso.
Kaori sabía que esquivar cada ataque era casi imposible con Eri entre sus brazos, pero no pensaba soltarla. Nunca más. La niña había confiado en ella, y no iba a permitir que nadie la separara de su lado. Respiró hondo, enfocándose en cada movimiento que debía hacer.
—No volverás a hacerle daño a nadie, Chisaki —murmuró, y en ese instante, sintió cómo la sombra en su interior se desplegaba.
Las sombras la rodearon, abrazándola como una armadura protectora, formando una barrera que absorbía los golpes de las púas y las paredes que se arremolinaban a su alrededor. Los ataques de Chisaki eran implacables, pero Kaori sintió que la unión de su energía solar y sus sombras creaba una resistencia tan poderosa que, al colisionar con las púas, una gran explosión de energía se desató, haciéndolo retroceder violentamente.
Aprovechando el impulso de la explosión, Kaori utilizó el poder en sus pies para lanzarse hacia arriba, elevándose en el aire con Eri en sus brazos. Desde allí, miró hacia abajo, viendo a Chisaki en medio del caos, tratando de recomponerse entre el polvo y los escombros.
Kaori ajustó su agarre en la pequeña, asegurándose de que la pequeña sintiera su abrazo, su promesa de protección. A pesar de que nada estaba asegurado, al mirar a Eri, la chica encontró una fuerza inquebrantable dentro de ella.
—Eri... Estamos a salvo ahora —le susurró con ternura, sonriendo levemente.
La niña la miró con alivio, y se aferró con fuerza a la joven heroína. Jamás había conocido a alguien como Kaori, alguien que irradiara tanta calidez y fortaleza al mismo tiempo. Para Eri, aquella chica de cabellos rosados era como un ángel caído del cielo, y en ese momento, sentía que nada malo podría sucederle mientras Kaori estuviera a su lado.
Sin embargo, justo cuando la chica pensaba que podrían tener un respiro, una extraña sensación comenzó a recorrer su cuerpo. Se percató de que todas las heridas que había sufrido durante la batalla estaban completamente curadas. Era algo inusual, pues ella no había activado su don de curación.
—¿Ese es tu poder? —murmuró Kaori, observando cómo el pequeño cuerno en la frente de Eri brillaba intensamente.
De repente, un dolor agudo atravesó el cuerpo de Kaori, como si algo invisible le estuviera desgarrando por dentro. Se llevó las manos al pecho, intentando resistir el sufrimiento, pero el dolor era tan intenso que terminó desplomándose en el suelo. Entre jadeos, escuchó la voz de Chisaki resonando en el aire.
—Eri aún no puede controlar su don —dijo él, acercándose con una sonrisa sádica en el rostro—. Quizás lo activó en el momento adecuado, pero no sabe cómo detenerlo, ¿verdad, Eri?
Kaori, ignorando el dolor que palpitaba en cada célula de su cuerpo, se arrastró hacia Eri y la envolvió en sus brazos, protegiéndola del siniestro villano. Notó que la pequeña temblaba de miedo, por lo que la apretó con más fuerza, tratando de transmitirle confianza.
—No te preocupes, Eri. No te dejaré sola, ¿entiendes? —habló con firmeza.
Cuando enfoco su vista, pudo notar como la figura de Chisaki ahora era mucho más grande y monstruosa, ya que se había fusionado con otro de sus secuaces.
—El don de Eri retrocede el tiempo en las personas... Hasta el punto en que puede reducirlas a nada —el líder de los Yakuza explicó con voz retorcida—. Es una maldición terrible. Si sigues cargándola así, ella te desintegrará. Entrégamela y detendré el dolor, o desaparecerás junto a ella.
La amenaza de Chisaki se cernía como una sombra sobre Kaori, pero ella no flaqueó. Con determinación, acomodó a Eri en su espalda y aseguró la capa de Mirio alrededor de la pequeña.
—Jamás te la daré —contestó, ajustando el nudo de la capa en su cintura.
—Ya veo... Entonces, prepárate para sufrir las consecuencias.
Kaori tomó una bocanada de aire, preparándose para la batalla que se avecinaba. Miró a Eri sobre su hombro y esbozó una leve sonrisa.
—Eri, tu poder... No es una maldición —dijo suavemente—. Es una bendición. Me has salvado de heridas que podrían haberme costado mucho más de lo que crees. No tengas miedo de tu don.
Al escuchar estas palabras, Eri parpadeó sorprendida, y poco a poco dejó de temblar. La pelirosada había logrado que sintiera esperanza. Una esperanza que chispeaba en sus ojos como una llama recién encendida.
Kaori sintió un cambio profundo en su interior. El poder de las sombras, aquel que había temido tanto, comenzó a emerger en ella con una fuerza renovada. Sus ojos adoptaron un tono oscuro, su cabello se alzó levemente, y garras negras aparecieron en sus manos. Un escalofrío recorrió su piel, pero esta vez no era de miedo, sino de poder. Era como si cada pensamiento negativo, cada inseguridad, se materializara en esa manifestación sombría, otorgándole una fuerza que nunca había experimentado.
—Eri... ¿Me prestarías tu poder una vez más? —preguntó Kaori.
Eri asintió con timidez, y Kaori sintió cómo la energía de la pequeña fluía en ella, intensificando su fortaleza. Las sombras a su alrededor se arremolinaban como un manto protector, y la calidez del don de Eri le daba la estabilidad que necesitaba para soportar la oscura intensidad de su propio poder.
—Obviamente, ni tu ni ella comprenden el valor de su gran poder. Los dones mejoran cuando los desarrollan. Después de muchos experimentos, logre extraer el poder de Eri y llevarlo a su punto máximo de efectividad —Chisaki habló con seriedad. Una sonrisa retorcida adornaba su rostro—. Por eso, no solo restaura un cuerpo a un estado anterior, sino que actúa a una escala mayor. Rebobina la evolución de nuestra especie incluso a tiempos antes de la mutación. ¡Esa es la clase de poder que posee Eri!
Mientras lo escuchaba hablar, Kaori sintió su sangre hervir. Él no veía a Eri como una persona, sino como un arma, un medio para sus propios fines.
—El poder de eliminar todos los dones y regresar a la humanidad a su estado normal. Es el poder de deshacer esta sociedad, de destruir el orden natural de las cosas. ¡Eso es eri! —continuó—. No tienes ni idea del poder que tiene Eri. ¡Una mocosa como tú no sabría utilizarla!
—No entiendes nada, Chisaki —replicó la pelirosada con firmeza, sus ojos oscuros brillando con intensidad—. Eri no es solo un poder. Ella es una niña que merece ser feliz, alguien a quien nadie tiene derecho a usar como herramienta. No tienes ni idea de lo que significa el verdadero valor.
Chisaki apretó los dientes, irritado por su desafío, y alzó un brazo que de pronto se transformó en una masa de púas afiladas que disparó hacia ella. Pero Kaori, ahora más ágil y poderosa que nunca, esquivó el ataque con rapidez, dejando tras de sí un destello oscuro. Con un salto preciso, se lanzó hacia él y lo golpeó en el estómago con una fuerza que la sorprendió hasta a ella misma. Chisaki salió despedido en el aire, perdiendo momentáneamente el control.
Mientras descendía, Kaori echó un vistazo hacia el suelo. Ahí estaban sus compañeros, observando la situación con preocupación. No podían intervenir en ese momento, pero su presencia le recordaba lo que estaba en juego. Debía mantener la batalla en el aire y lejos de la gente inocente.
Kaori se impulsó de nuevo, lanzándose hacia Chisaki antes de que pudiera reaccionar. Con cada golpe, sentía la energía de Eri intensificarse dentro de ella, y aunque el poder le daba una resistencia inusual, también notaba un dolor sutil y creciente que recorría su cuerpo. Sabía que la pequeña estaba luchando por mantener el control, y entendía la carga que debía representar para Eri.
Mientras Kaori aprovechaba cada momento de ventaja, el villano parecía cada vez más perdido en su propio odio. De pronto, Chisaki esbozó una sonrisa torcida, sus palabras cargadas de desprecio.
—¿Cómo es que no existe nadie más que vea el panorama completo? Me encargare de destruir este mundo desde los cimientos que lo sostienen.
Con un gesto brutal, el líder de los Yakuza desintegró el cuerpo de uno de sus secuaces, fusionándolo consigo para aumentar su tamaño
—Su justicia es tan insignificante. ¡Es mero sentimentalismo! Solo fingen que son héroes... ¡No permitiré que se interpongan!
Kaori observó cómo Chisaki crecía, sus extremidades y músculos aumentados de forma grotesca. Su nueva forma emanaba una energía intimidante, y el hombre se lanzó hacia ella con toda su fuerza. Sin embargo, Kaori reaccionó a tiempo, deslizándose ágilmente por su brazo transformado, avanzando sobre él hasta alcanzar su rostro y darle un puñetazo directo.
Aquel golpe hizo que Chisaki tambaleara, con un dolor visible en sus ojos. Por un momento, la heroína sintió que él, en el fondo, la temía; aquella fuerza oscura y luminosa que irradiaba era una amenaza desconocida para él. Kaori se retiró un poco, manteniéndose suspendida en el aire gracias a las sombras. Desde esa posición, inhaló profundamente, consciente de la gravedad de sus próximos pasos.
—No eres más que un cobarde, Chisaki. Crees que controlas a Eri porque la ves como una herramienta... Pero su don es mucho más que eso. Su poder es una bendición —Kaori dijo con seguridad, para luego mirar a Eri sobre su espalda, quien la abrazaba con fuerza, y sonrió—. Si no puedo salvar a esta pequeña niña que tengo ahora a mi alcance... ¿Cómo seré una heroína capaz de salvar a todo el mundo?
Kaori sintió cómo las sombras se arremolinaban a su alrededor, su poder solar y la oscuridad uniéndose en perfecta armonía. No solo eran sombras, sino una extensión de su voluntad y deseo de proteger. Cada una se convirtió en un puño, que se dirigió a las extremidades de Chisaki, aplastándolas con fuerza y quebrándolas en fragmentos.
Chisaki dejó escapar un grito de desesperación y dolor, mirándola con ojos de odio mientras se esforzaba por recomponerse. Pero Kaori no iba a permitirle otra oportunidad. Llenando su puño con ambos poderes, le dirigió una última mirada feroz.
—Este es tu final, Chisaki.
Su puño brilló con una intensidad cegadora mientras avanzaba en un golpe definitivo. La luz y las sombras se fundieron en una explosión, y un destello luminoso cubrió todo el campo de batalla, obligando a quienes miraban a desviar la vista. Cuando la luz se desvaneció, el cuerpo de Chisaki yacía en el suelo, derrotado.
Nighteye, herido en el suelo, contemplaba la escena con incredulidad y desesperación reflejada en su rostro. Sus ojos, generalmente serenos, ahora reflejaban una profunda confusión.
—¿Nighteye? —Uraraka lo llamó con preocupación—. ¿Qué sucede?
—Yo lo había visto... —dijo con dificultad—. Chisaki escapaba con Eri y... Kaori caía en combate, perdiendo la vida. Ese era el futuro inmutable que había visto con mi don. Esto no es lo que yo vi.
Uraraka sintió un escalofrío recorrer su espalda ante sus palabras, mientras observaba como la luz cegadora que rodeaba a Kaori brillaba con una intensidad abrumadora. La pelirosada estaba de pie, su respiración agitada, pero sus ojos firmes, clavados en el cuerpo inconsciente de Chisaki. El peso de la batalla empezaba a hacer mella en su cuerpo; sentía la energía de Eri aún fluyendo dentro de ella, pero esa misma potencia la desgarraba desde adentro. Apenas podía sostenerse en pie.
Luchando por recobrar el aliento, Kaori se giró para mirar a Eri, quien la observaba con sus grandes ojos llenos de preocupación y tristeza. Su pequeña mano seguía extendida, aferrándose inconscientemente al don que sin saberlo estaba desbordando.
—Eri, ¿estás... heri...? —Kaori intentó preguntar, pero un dolor insoportable la recorrió, cortando su aliento.
Era como si la energía vital que había absorbido empezara a drenarse sin control, haciéndola caer de rodillas. Instintivamente, llevó una mano a su pecho, activando su don de curación en un intento desesperado de contener el dolor. Sin embargo, la fuerza del don de Eri era abrumadora, y por primera vez en la batalla, Kaori sintió que no podría resistirlo.
Los recuerdos de sus propias inseguridades, su miedo a no estar a la altura de sus compañeros, de dañar a las personas que le importaban, de no ser la heroína que todos creían que era, la invadieron como un torrente oscuro y envolvente. Con cada segundo que pasaba, sentía su mente fragmentarse, sus pensamientos llenarse de desesperación. Intentó ahogar el grito que le brotaba desde lo más profundo, pero fue imposible. La presión era inmensa, y finalmente dejó escapar un desgarrador alarido que resonó en todo el campo de batalla.
Justo en ese instante, Chisaki, recuperándose del golpe, lanzó un grito de ira y frustración. Con sus puños reconstruidos por el poder de su subordinado, se lanzó en un ataque brutal hacia Kaori y Eri, decidido a acabar con ellas. Kaori se preparó para el impacto, protegiendo a la pequeña con su cuerpo. Pero el golpe nunca llegó.
De alguna forma, Eri había logrado utilizar su don nuevamente. El cuerpo de Chisaki comenzó a descomponerse, retrocediendo a su estado anterior, antes de su unión. El hombre, desorientado y enfurecido, cayó al suelo, con su cuerpo desgarrado por el efecto inverso de la habilidad de la niña.
En ese momento, Uraraka dejó cuidadosamente a Nighteye en el suelo, levantando con su don el cuerpo de Chisaki y aprisionándolo para asegurarse de que no pudiera moverse.
—Uravity, ¡reporte! —pidió Ryukyu, que acababa de llegar al lugar con los demás héroes y estudiantes heridos.
La aludida se giró hacia su mentora, sin poder ocultar la preocupación en su voz.
—¡Nighteye está allí atrás! —informó con un grito—. ¡Los residentes evacuaron el área, pero algo no está bien con Kaori!
Mientras tanto, Seoyeon, observaba con horror desde la distancia cómo su hija yacía en el suelo, jadeando, mientras Eri, desesperada, intentaba detener su propio don. La muer, incapaz de moverse debido al efecto de un ataque previo, sentía que su corazón se rompía al ver a su hija retorcerse en el suelo. Sabía lo suficiente del poder de su hija como para reconocer que Kaori estaba luchando contra fuerzas mucho más grandes que ella misma.
Aizawa, quien había comenzado a recobrar su fuerza, se levantó lentamente, con los ojos fijos en la escena, comprendiendo lo que tenía que hacer. Miró a Asui, quien lo sostenía, y asintió. La chica entendio de inmediato que era lo que quería hacer, por lo que lo ayudó a elevar la cabeza, alineando su mirada hacia Eri. En ese instante, el don de la niña se desactivó, y la pequeña cayó inconsciente. Antes de que su cuerpo tocara el suelo, Kaori, con sus últimas fuerzas, la sujetó suavemente, manteniéndola a su lado.
Mientras Kaori sentía su propia conciencia desvanecerse poco a poco, una extraña paz comenzó a rodearla. Eri descansaba entre sus brazos, su pequeño rostro finalmente relajado, libre del terror que la había acechado durante tanto tiempo. La pelirosada observaba su expresión tranquila, y una débil sonrisa se dibujó en sus labios.
A pesar de las heridas y el agotamiento que recorrían su cuerpo, la satisfacción era inmensa. Sabía que Eri ahora estaría a salvo. Su promesa, aquella que se había hecho a sí misma antes de enfrentar a Chisaki, seguía viva y cumplida: había protegido a Eri, la había salvado, incluso cuando su propio cuerpo parecía desmoronarse.
El sonido de pasos apresurados y voces resonando a su alrededor apenas alcanzaban a romper su concentración. Los héroes se acercaban, pero Kaori seguía absorta en la sensación de calma y alegría, aunque su cuerpo casi no respondiera. De alguna manera, sabía que, pasara lo que pasara, había cambiado el curso del destino.
Las sombras de sus propias dudas parecían desvanecerse también, liberándola. Aquel era su momento de ascenso, el momento en el que se convirtió en una verdadera heroína a sus propios ojos, y eso, para ella, significaba todo.
JES'S NOTE !
SABES QUE UN CAPÍTULO VA A SER BUENO CUANDO DICE "ORIGEN" 🤫
no es por ser egocéntrica ( si ), pero este capítulo es mi favorito de todos ! es muy bueno y adictivo de leer ☺️ cuando le estoy dando la última revisión antes de publicarlo, NO ME ABURRO, y eso es mucho, porque odio leer 🙇🏻♀️
les dejo una fotito de kaori usando su don de las sombras ;)
kaori dejó salir todo su poder en esta pelea, y DEVORO COMPLETAMENTE 😉 chisaki ni siquiera tuvo oportunidad contra ella.... cuando mi tilina tenga experiencia usando su don va a ser la mejor ( poder de la protagonista )
no se si habrán dado cuenta, pero por primera vez, kaori uso su don sin miedo, Y POR PRIMERA VEZ, pudo atacar sin que los sentimientos negativos la invadieran, al menos hasta que la batalla terminó ☹️ mi tilina es muy fuerte, la amo <3
PD: izuku perdóname por robarte el protagonismo en tu propia serie.
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