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thirty five. haste will be your worst enemy

O35 | HASTE WILL BE YOUR WORST ENEMY

La luz de la mañana comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, iluminando la habitación de manera suave y cálida. Kaori abrió los ojos lentamente, acostumbrándose a la claridad del nuevo día. Al girar la cabeza, se encontró con Shoto dormido a su lado, completamente relajado. El ritmo lento y profundo de su respiración era como una melodía tranquila, y su rostro, tan sereno, le recordaba lo afortunada que era de estar a su lado.

Por un momento, Kaori se quedó inmóvil, simplemente observándolo. Aún le resultaba irreal que estuvieran juntos de esta manera, tan cercanos, tan conectados. Hace unos meses, Shoto había sido su mejor amigo, alguien en quien confiaba más que en nadie. Pero ahora, esa amistad había evolucionado a algo mucho más profundo. El simple hecho de pensar en ello le provocaba una sensación cálida en el pecho.

El cabello de Shoto caía ligeramente sobre su frente, y Kaori notó lo relajada que estaba su expresión. Siempre había algo de seriedad en él, pero cuando dormía, parecía tan vulnerable, tan humano. No pudo evitar sonreír al pensar en cuántas veces había soñado con momentos como este, momentos en los que pudieran estar juntos, sin la presión del mundo exterior.

Kaori se acomodó un poco, acercándose más a él sin hacer ruido, para no despertarlo de golpe. Pero no pudo resistir la tentación de tocarlo. Lentamente, alargó la mano y acarició con suavidad su rostro, delineando con sus dedos la línea de su mandíbula y su nariz. La sensación de su piel bajo sus dedos le produjo un leve escalofrío. Él no se movió al principio, pero Kaori sabía que no tardaría en despertarlo.

Decidida a no dejar pasar la oportunidad, se inclinó hacia él, depositando un suave beso en su mejilla. Después, uno más en su frente. Y luego otro, justo en la comisura de sus labios. No pudo evitar reírse suavemente al ver cómo Shoto fruncía el ceño ligeramente mientras comenzaba a despertarse.

Shoto abrió los ojos lentamente, todavía medio adormilado, y Kaori pudo ver el destello de confusión en su mirada antes de que sus pupilas se enfocaran en ella. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa cuando la reconoció, y una mano grande y cálida se deslizó hasta su cintura, atrayéndola hacia él con un movimiento lento pero firme.

—Buenos días —murmuró él con voz ronca.

Kaori sintió cómo sus mejillas se encendían al instante al escuchar ese tono, algo entre sueño y ternura que la desarmó por completo. Nunca se acostumbraría a la forma en que Shoto podía hacer que su corazón latiera con tanta fuerza con tan solo unas pocas palabras.

—Buenos días —respondió ella en un susurro, tratando de mantener la compostura mientras sentía el calor de su brazo alrededor de su cintura.

La mano de Shoto permanecía en su costado, sosteniéndola cerca, como si no quisiera que se escapara de su lado. Kaori no pudo evitar reír suavemente, bajando la mirada hacia su pecho para ocultar el rubor que había invadido su rostro.

—¿Hace cuánto que estás despierta? —Shoto preguntó, todavía con la voz adormilada.

—No mucho —mintió Kaori, aunque llevaba al menos diez minutos observándolo.

—Mentirosa —el bicolor murmuró, sin molestarse en ocultar la sonrisa que ahora adornaba sus labios.

Kaori levantó la mirada, sonriendo también, y sintió cómo el calor en su pecho se intensificaba. Shoto había cambiado mucho desde que se habían convertido en pareja. Antes, era más reservado, más reacio a mostrar afecto, pero ahora era diferente. Todavía mantenía esa parte de sí mismo que prefería no mostrarse demasiado en público, pero cuando estaban solos, era otra historia. Era tierno, protector y, de alguna manera, más libre.

—Es que me gusta verte dormir —confesó Kaori en un susurro, sin poder evitar que su sonrisa se ensanchara.

Shoto la miró con ternura. Se acercó un poco más, dejando un suave beso en su frente, lo suficientemente ligero como para que ella apenas lo sintiera, pero lo suficientemente íntimo como para que su corazón se acelerara de nuevo.

—Me gusta cuando haces eso —Kaori musito, entrelazando sus dedos con los de él, disfrutando de la calidez de su piel contra la suya.

—¿Qué cosa? —preguntó él.

—Cuando eres tan... Dulce —respondió la pelirosada, riendo suavemente. Nunca se lo hubiera imaginado antes, pero ahora sabía que Shoto tenía una capacidad inmensa para ser tierno cuando quería.

El bicolor la miró por un momento, y luego se acomodó de nuevo en la cama, dejándola recostarse sobre su pecho. Kaori cerró los ojos, escuchando el latido constante y tranquilo de su corazón, mientras él la rodeaba con ambos brazos, abrazándola con fuerza, como si quisiera protegerla de todo.

—Tú me haces querer ser así.

Kaori disfrutaba de la calidez que emanaba del cuerpo de Shoto, acurrucada entre sus brazos mientras el amanecer seguía filtrándose por las ventanas. Por un momento, cerró los ojos, deseando que ese instante pudiera durar para siempre, que el reloj dejara de avanzar y que pudieran quedarse así, alejados de todo, en ese espacio donde solo existían ellos dos.

Sin embargo, la realidad no tardó en instalarse en su mente. Sabía que debía ir a la agencia de su madre. Tenía un compromiso que no podía evadir. Con un suspiro suave, Kaori abrió los ojos, moviendo ligeramente su cabeza para mirar el rostro de Shoto, quien, aún medio adormilado, la mantenía abrazada con firmeza.

—Shoto... —susurró ella.

Él no respondió de inmediato, pero ella notó cómo su agarre alrededor de su cintura se tensaba ligeramente, como si pudiera sentir que estaba a punto de alejarse. Con los ojos entreabiertos, el chico finalmente levantó la vista hacia ella.

—¿Qué pasa?

—Tengo que irme —murmuró con una mueca—. Tengo que ir a la agencia de mi madre hoy. Prometí que estaría allí temprano.

Shoto la miró en silencio durante unos segundos, como si estuviera procesando lo que ella acababa de decir. Luego, una pequeña sonrisa apareció en sus labios, pero sus brazos no aflojaron el abrazo.

—¿Tienes que irte ahora mismo? —cuestiono, con un tono casi travieso que no solía usar, aunque seguía siendo tan suave como siempre.

Kaori sintió cómo su corazón daba un pequeño salto. Sabía que él no quería que se fuera, que deseaba pasar más tiempo juntos. Y la verdad, ella tampoco quería irse. Estar allí, entre los brazos de Shoto, sintiéndose tan segura y amada, era todo lo que necesitaba.

—Sí...

Shoto no dijo nada más. En lugar de soltarla, simplemente la abrazó más fuerte, como si eso pudiera evitar que se fuera. Su frente se apoyó suavemente en la de ella, y Kaori pudo sentir el calor de su respiración mezclándose con la suya.

—Solo unos minutos más... —Shoto susurró, casi como un ruego, pero su voz era tan tranquila y reconfortante que Kaori no pudo evitar sonreír.

Ella dejó escapar una pequeña risa, apoyando su cabeza en su pecho una vez más. Shoto siempre tenía esa capacidad de hacer que todo pareciera más fácil, más ligero. Cuando estaba con él, sus miedos y preocupaciones parecían desvanecerse. Sentía que, por un momento, el mundo entero podía esperar.

—Solo unos minutos más... —repitió Kaori, permitiéndose disfrutar de la cercanía por un rato más.

















































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Kaori llegó a la agencia de su madre en cuanto salió del tren. El imponente edificio donde operaba Seoyeon siempre había sido un lugar que inspiraba respeto. La estructura moderna, con sus paredes de vidrio y líneas elegantes, contrastaba con la intensidad de las operaciones que sucedían en su interior. Kaori había estado aquí muchas veces antes, pero ese día se sentía diferente. Algo en el aire le daba una sensación de inquietud.

Al entrar en la oficina de su madre, notó de inmediato que algo no estaba bien. Seoyeon estaba más seria de lo habitual, con los ojos fijos en un montón de documentos que cubrían su escritorio. Había papeles esparcidos por todas partes, algunos incluso parecían haber sido revisados una y otra vez.

—Hola, mamá —dijo Kaori, cerrando la puerta tras de sí, tratando de no perturbar demasiado el ambiente.

—Hola, cariño —Seoyeon respondio, pero su tono estaba cargado de una extraña tensión, algo que la menor captó de inmediato.

—¿Estás bien? —preguntó, aunque ya intuía la respuesta. La expresión de su madre y el desorden inusual hablaban por sí mismos.

—Sí —murmuró la mujer rápidamente, pero su voz no transmitía seguridad. Kaori, con los años, había aprendido a leer a su madre con claridad. Sabía cuándo algo la preocupaba y este era uno de esos momentos.

Kaori alzó una ceja, cruzándose de brazos mientras observaba a su madre con una mezcla de preocupación y escepticismo. Era un gesto pequeño, pero suficiente para que Seoyeon supiera que no le creía ni por un segundo. La mujer suspiró profundamente, su rostro reflejaba el peso de lo que tenía en mente.

—Está bien... No voy a mentirte —dijo finalmente, dejando los papeles a un lado—. Mi agencia está involucrada en una investigación muy importante.

—¿Investigación? ¿De qué trata? —Kaori cuestionó. No era común que su madre, siendo una heroína de tan alto rango, se involucrara personalmente en una investigación sin haber hablado antes con ella.

Seoyeon entrelazó sus manos sobre el escritorio, mirando a su hija con una mezcla de preocupación y seriedad.

—¿Has escuchado hablar del Shie Hassaikai? —preguntó, pero el nombre no resonó en la mente de Kaori. Ella negó lentamente con la cabeza—. Es un grupo pequeño de villanos. No son particularmente famosos, pero han estado bajo el radar de varias agencias por un tiempo. Lo interesante es su joven líder, Chisaki Kai. Él ha comenzado a actuar de forma extraña recientemente.

Kaori se inclinó hacia adelante, prestando atención a cada palabra. Sabía que si su madre estaba preocupada por algo, era serio. Seoyeon deslizó una imagen sobre el escritorio hacia su hija. Kaori observó la fotografía en detalle. La figura en la imagen era intimidante, un hombre con una máscara peculiar y una presencia inquietante.

—Su máscara... —murmuró la menor, con una mueca de incomodidad—. Es... Aterradora.

—Lo es, y esa es su marca distintiva —Seoyeon asintió, su expresión endureciéndose levemente—. Esa máscara es más que un simple accesorio. Es una declaración. Chisaki no solo es el líder del Hassaikai, también es alguien que no teme intimidar para conseguir lo que quiere.

Kaori frunció el ceño, devolviendo la imagen a su madre.

—Pero no entiendo... Si es un grupo pequeño y relativamente tranquilo, ¿por qué tú estás involucrada? ¿No deberían ser vigilados por la policía?

—Porque recientemente, Chisaki hizo contacto con la Liga de Villanos. Y eso cambia todo —respondió su madre con gravedad, observando la reacción de Kaori.

La mención de la Liga de Villanos hizo que el cuerpo de Kaori se tensara. Nada había sido igual después de todo lo que había pasado la última vez que ellos se involucraron.

—¿La Liga? ¿Están trabajando juntos? —preguntó Kaori, tratando de unir las piezas del rompecabezas.

—Todavía no tenemos pruebas claras de que estén colaborando en algo concreto —la mujer aclaró—. Pero el solo hecho de que Chisaki haya buscado contactar a alguien de la Liga es motivo suficiente para que lo tengamos bajo vigilancia. El problema es que el Hassaikai sigue manteniéndose en una línea gris. No podemos tratarlos como villanos abiertamente porque no hemos descubierto qué planean. Es una red compleja, y estamos intentando seguir su rastro.

Kaori asintió lentamente, tratando de procesar toda la información. Era evidente que el caso era más complicado de lo que imaginaba. Su madre no era de las que se preocupaban fácilmente, pero esta investigación parecía estarla afectando de una manera diferente.

—Entonces... ¿Qué papel juegas en todo esto? —Kaori habló, queriendo entender mejor la situación.

—Estoy colaborando con otras agencias, en particular con la de Sir Nighteye —respondió Seoyeon, atrayendo de nuevo la atención de su hija.

—¿La agencia de Deku y Mirio? —la pelirosada preguntó con interés, recordando que sus amigos estaban haciendo su residencia allí.

—No estoy segura de quiénes están haciendo sus residencias —la mujer dijo con un ligero encogimiento de hombros—. Solo sé que hay un chico de la UA. No presto mucha atención a esos detalles.

Kaori se quedó en silencio, asimilando la gravedad de la situación. Su madre estaba en medio de una investigación peligrosa, y ahora ella, al haber decidido hacer su residencia en la agencia de su madre, también estaba involucrada.

Seoyeon se levantó de su asiento, mirándola con firmeza.

—Ya es suficiente de hablar por ahora. Necesito que te alistes, iremos a patrullar con ellos hoy —anunció con autoridad, volviendo al modo de heroína profesional que Kaori siempre había admirado.

—¿Patrullar? —repitió la menor, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Así es —asintió Seoyeon—. Es una oportunidad perfecta para que te vayas acostumbrando a las operaciones reales. Estarás junto a mí, pero también tendremos que colaborar con Sir Nighteye y sus héroes. Esto no es un ejercicio en la UA. Aquí, cada decisión importa.

Kaori sintió cómo una oleada de adrenalina recorría su cuerpo. Sabía que estaba a punto de enfrentarse a algo grande, algo que podría poner a prueba no solo sus habilidades, sino también su temple. Pero al mismo tiempo, estar al lado de su madre y aprender de ella en el campo era algo que había esperado por mucho tiempo.

—Entendido.

















































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Kaori caminaba rápidamente por las calles, sus pasos firmes resonando contra el pavimento mientras el sol se asomaba tras los edificios. El aire era fresco, y su corazón latía con un toque de emoción y nerviosismo. Había recibido instrucciones claras de su madre: se dividirían en dos grupos. Los héroes profesionales, incluidos Sir Nighteye y Seoyeon, estarían vigilando las áreas más problemáticas. Mientras tanto, los estudiantes patrullarían, aprendiendo y poniendo en práctica sus habilidades en situaciones reales.

Tras caminar unos minutos, Kaori levantó la vista y, a lo lejos, vio las siluetas familiares de Izuku y Mirio. Ambos estaban esperando en una esquina, vigilando los alrededores con la misma dedicación que siempre mostraban en todo lo que hacían. Un cálido sentimiento de alivio la invadió al verlos.

La chica aceleró el paso, mientras una sonrisa genuina y amplia se formaba en su rostro. No importaba cuán difíciles fueran las circunstancias, siempre se sentía más tranquila cuando estaba rodeada de amigos.

—¡Chicos! —saludó Kaori, alzando una mano mientras se acercaba.

Izuku la vio primero, con su característica sonrisa amable, devolviéndole el gesto con un movimiento de la mano.

—¡Kaori! —exclamó Mirio, levantando una mano en alto, como si se preparara para darle un enorme abrazo de bienvenida—. ¡Es genial verte por aquí! ¿Estás lista para esto?

—¡Hola, Kaori! —añadió Izuku. Sus ojos brillaban con esa mezcla de entusiasmo y nerviosismo—. ¿Cómo te va?

—Estoy lista —la pelirosada respondió, todavía sonriendo, mientras se acomodaba la chaqueta de su traje de héroe—. No podía perderme esto.

Mientras los chicos caminaban por las calles, algunos transeúntes se volvían a mirarlos, susurrando entre sí, reconociéndolos por el famoso festival en el que habían participado meses atrás.

—Mira, son los chicos del Festival Deportivo de la UA —murmuraron unas chicas al pasar, lanzando miradas curiosas.

—Qué nervios... —Izuku murmuró.

—Oye, ya patrullaste durante tu práctica, ¿no? —cuestionó Mirio, caminando con su característica tranquilidad—. ¿Lo de la Liga de Villanos fue muy traumático?

—No, pero no pasé por lo básico por varias razones —respondió, recordando lo intensas que habían sido sus experiencias en ese tiempo.

—Qué raro... Pero no te preocupes —le dijo el mayor, sonriendo ampliamente—. Sir, Bubble Girl y Umbra están siguiendo al objetivo. Nosotros solo tenemos que patrullar, así que puedes estar tranquilo.

—Exacto, solo patrullaremos hoy —Kaori asintió, moviendo su cabeza de arriba abajo lentamente—. Nada de qué preocuparse, Deku.

Mirio levantó uno de sus pulgares hacia la pelirosada, su sonrisa deslumbrante siempre presente, irradiando optimismo y energía.

—¡Así es! ¡Y mientras estemos juntos, les enseñaré muchas cosas! —exclamó, moviendo los brazos con entusiasmo, como si ya estuviera impartiendo una lección.

Kaori no pudo evitar sonreír ante la energía contagiosa de Mirio. Era imposible no sentirse más animada a su lado. De repente, el joven se dio la vuelta rápidamente, como si recordara algo importante.

—Por cierto, ¡no hemos compartido nuestros nombres de héroe!

—Soy Deku —el chico se presentó con energía.

Mirio ladeó la cabeza, sus ojos brillando con curiosidad.

—¿Deku? ¿Deck? —repitió, como si estuviera intentando descifrar el nombre—. ¿Estás seguro?

—¡Sí, estoy seguro! —respondió el peliverde sin titubear. Aunque para muchos su nombre podría parecer extraño, para él tenía un significado profundo.

El rubio asintió, aceptando su explicación con una sonrisa. Luego, giró su atención hacia Kaori.

—¿Y tú, Kaori? ¿Cuál es tu nombre de héroe? —cuestiono, genuinamente interesado.

—¡Yo soy Starlight! —la chica exclamó, sintiendo como sus ojos brillaban con orgullo.

La reacción de Mirio fue instantánea. Su rostro se iluminó aún más, si es que eso era posible, y dio unos pasos hacia ella con una sonrisa deslumbrante.

—¡Qué lindo nombre! —exclamó con entusiasmo—. Es típico de ti, Kaori, siempre tan brillante.

Kaori se sonrojó levemente ante el cumplido, pero mantuvo su sonrisa. Luego, con una pizca de curiosidad, preguntó:

—¿Y el tuyo, Mirio?

El joven héroe se enderezó con orgullo antes de pronunciar su nombre con total seguridad y convicción.

—Soy Lemillion —declaró, con una sonrisa que irradiaba determinación—. No debo salvar a todos... pero quiero salvar a un millón de personas. ¡Soy Lemillion!

Izuku y Kaori lo miraron con admiración. Su nombre de héroe tenía un significado tan poderoso que era imposible no sentirse motivado por su presencia.

—Al ponernos los trajes e ir a las calles, somos héroes. No bajen la guardia, Deku, Starlight —les dijo con seriedad, aunque su energía vibrante no disminuyó en ningún momento.

—¡Sí, Lemillion! —exclamaron al mismo tiempo, dejando claro que estaban listos para lo que fuera que les deparara la patrulla.

De repente, una pequeña figura salió disparada de un callejón cercano, chocando de golpe contra Kaori. La sorpresa del impacto la hizo tambalear un instante, mientras el mundo a su alrededor parecía detenerse. Al mirar hacia abajo, vio a una niña, pequeña y frágil, que temblaba visiblemente en el suelo.

Los tres detuvieron su caminata al ver lo que había sucedido.

Kaori se agachó, colocándose a la altura de la niña. Su rostro se iluminó con una sonrisa cálida mientras extendía su mano hacia ella.

—Lo siento, ¿estás bien? —preguntó, intentando sonar reconfortante. Sin embargo, al ver cómo la pequeña retrocedía con un gesto de miedo, su ceño se frunció—. ¿Estás bien? ¿Puedes caminar?

Ante la falta de respuesta, Kaori tomó con cuidado a la niña por la cintura, levantándola con delicadeza para ponerla de pie. En ese momento, se dio cuenta de lo mucho que la pequeña temblaba. Era evidente que estaba asustada, y su corazón se apretó al notar el estado de la niña.

—No hagas eso —la voz de un hombre resonó desde el oscuro callejón, interrumpiendo el momento.

Los estudiantes de héroe dirigieron su mirada hacia la fuente de la voz, forzando su vista para distinguir la figura del desconocido que se acercaba. Cuando su rostro finalmente quedó al descubierto, el ambiente se tornó tenso de inmediato. Kaori apretó los dientes con fuerza al reconocerlo. Era Chisaki, el líder del Shie Hassaikai.

—Siento lo de mi hija, joven heroína —dijo Chisaki, su tono impregnado de una falsa amabilidad que apenas ocultaba una amenaza latente—. Siempre se lastima jugando. Ya no sé qué hacer con ella.

Kaori se tomó un momento para analizar la figura de la niña que se encontraba entre sus brazos. Sus extremidades estaban cubiertas de vendas, una señal clara de que había sufrido más que simples caídas. La preocupación comenzó a instalarse en su corazón.

Al ver que Kaori no reaccionaba, Mirio dio un paso adelante, mostrando su característica confianza.

—¡Lamentamos habernos tropezado con ella! —exclamó, haciendo una pequeña reverencia como si intentara desarmar la tensión del momento—. Con esa máscara tan vistosa, debe ser del Hassaikai, ¿no? Son famosos por aquí.

—Sí. No se preocupen por la máscara. Soy sensible al polvo —Chisaki murmuró, su tono ahora más serio—. Es la primera vez que los veo.

—Sí, aun somos nuevos y estamos un poco nerviosos —respondió Mirio, rascándose la nuca con incomodidad. Colocó una de sus manos sobre el hombro de Kaori—. Vamos, compañera. Vamos hacia un futuro que aún no hemos visto.

La chica sabía que debía levantarse y alejarse de aquel lugar. Mirio se lo estaba pidiendo de manera sutil, pero su cuerpo no respondía. No quería soltar a la pequeña que temblaba a su lado.

—¿De qué agencia son? —continuó el hombre con su interrogatorio, sus ojos fijos en ellos, como si tratara de desentrañar sus intenciones.

—¡Somos estudiantes! —se apresuró a responder el rubio, moviendo sus manos de un lado a otro mientras negaba—. Sería presuntuoso estar con una agencia. Solo buscamos experiencia para nuestra residencia... Bueno, debemos terminar de patrullar antes del almuerzo. Vamos.

—¡Sí! —respondieron al unísono Kaori e Izuku, tratando de mantener la fachada.

Kaori hizo un intento de levantarse, pero se detuvo en seco cuando la niña se aferró a su traje con fuerza, acercándose a ella con un gesto de temor. Era evidente que no quería quedarse sola con ese hombre.

—No te vayas... —susurró la pequeña, sus ojos reflejando el miedo que sentía.

Kaori sintió como todo su cuerpo se tensaba ante sus palabras, mirando a sus compañeros de reojo. Sabía que irse era la opción más sensata, y que quedarse podría comprometer la misión. Pero no podía abandonar a esa niña, especialmente cuando ella le pedía que no se fuera.

—Su hija parece asustada —murmuró Izuku, su voz cargada de preocupación.

—Porque la acabo de regañar —respondió Chisaki con una frialdad que heló el ambiente. Era evidente que empezaba a perder la paciencia.

—¡Vamos! —insistió Mirio, intentando mantener su habitual emoción, pero Kaori parecía no escuchar sus palabras.

—Los vendajes no parecen ser por jugar mucho —habló Kaori con seriedad, sintiendo cómo la niña se aferraba a ella con mayor fuerza. Podía percibir el acelerado latido de su corazón contra su pecho, un sonido que resonaba en el silencio del callejón.

—Siempre se cae —replicó Chisaki, pero su tono ahora sonaba defensivo.

—No es normal que una niña tan pequeña tiemble de esa forma sin emitir ningún sonido —Kaori continuó, estableciendo una conexión visual directa con el líder del Hassaikai.

—Por favor, no impongas tus ideas en otras familias.

—Cada quien tiene su vida, ¿no? —intervino Mirio, intentando restar tensión al ambiente.

Kaori sintió que esa era su señal. Necesitaba dejar de desafiar al hombre, pues si Chisaki sospechaba de algo, su situación se volvería aún más peligrosa. Sin embargo, ella actuaba con el corazón, no con el cerebro.

—¿Qué hace con esta niña? —exclamó Kaori, rodeando a la pequeña con sus brazos en un intento de ofrecerle protección.

—Cielos, los héroes son muy sensibles con la gente —bufó Chisaki, su tono cargado de desdén. La incomodidad en el aire era palpable—. Me avergüenza decirlo. La gente está mirando. ¿Podrían acompañarme?

Kaori tomó entre sus brazos a la niña, levantándola con delicadeza mientras se colocaba de pie. La pequeña se aferró a ella con una fuerza desesperada, como si su vida dependiera de esa conexión, lo que solo aumentó la inquietud de Kaori. La mirada de la niña, llena de miedo, la hizo sentir una punzada en el corazón.

Después de compartir una breve, pero significativa mirada con sus compañeros, Mirio dio un paso al frente, seguido de cerca por Izuku y Kaori. Era como si todos sintieran que estaban en una situación que no podían ignorar.

—Hace poco tuve problemas con Eri. Me responde cuando le hablo —explicó Chisaki, su voz intentando sonar casual, aunque había una nota de molestia que era difícil pasar por alto.

Kaori frunció el ceño. Esa frase la hizo preguntarse si la niña estaba siendo maltratada. Su corazón se encogió al imaginarlo.

—Debe ser difícil ser padre —Mirio murmuró, actuando con una calma calculada.

—Sí, los niños son difíciles de entender. Sienten que pueden y serán alguien... De verdad lo creen —respondió Chisaki, una sombra de frustración cruzando su rostro.

En ese momento, como si Eri hubiera percibido algo que ellos no podían ver, la niña se deslizó de los brazos de la pelirosada de golpe y corrió hacia Chisaki a gran velocidad. Kaori hizo un intento de ir tras ella, pero Mirio la detuvo con un gesto.

—Vaya, ¿ya se te pasó el berrinche? —preguntó el hombre con ironía, observando a la pequeña, quien asintió a fuerzas.

—¿Eri? —la llamó Izuku, su voz suave pero llena de esperanza, esperando obtener una respuesta de la niña.

—Siempre es así —Chisaki aseguró, lanzándoles una mirada de reojo—. Lamento que tuvieran que escuchar mis problemas. Buena suerte en su trabajo.

Cuando el hombre comenzó a desaparecer en la oscuridad del callejón, los estudiantes de primer año dieron un paso al frente, listos para seguirlo. Sin embargo, la voz de Mirio los detuvo.

—No los sigan.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Izuku, visiblemente confundido.

—¿No lo notaron? Atrajo a la niña al mostrar su agresividad —explicó el rubio, su mirada fija en la figura de Chisaki que se desvanecía—. Si lo seguimos, será más difícil atacar. Preguntemos a Sir.

La idea resonó en la mente de Kaori mientras luchaba contra el impulso de perseguir al hombre. Sabía que tenía razón; seguirlo podría poner en riesgo no solo a ellos, sino también a la niña que intentaban proteger. La preocupación por Eri la consumía, pero debía confiar en el juicio de Mirio. Mientras el grupo permanecía en el callejón, el sentido del deber se entrelazaba con el deseo de ayudar a la pequeña, creando una tensión palpable en el aire.

















































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Después de que los chicos llamaron a los adultos para explicarles la situación, todos se reunieron en una esquina poco iluminada de la calle, donde el eco de los sonidos de la ciudad parecía dejarles un respiro para hablar sin interrupciones. Había una tensión palpable en el aire; sabían que estaban tratando con un enemigo peligroso.

—Lo siento... Fue un accidente —murmuró Lemillion, mirando al suelo, como si sus palabras pudieran borrar el reciente encuentro—. No pensé que nos toparíamos con él tan de repente, como si fuera cualquier otra persona en la calle.

Seoyeon, conocida como Umbra en su rol heroico, dio un paso adelante, interrumpiéndolo con una voz firme pero comprensiva:

—No, esto fue tan culpa nuestra como de cualquiera —dijo ella, dejando en claro que la responsabilidad era compartida.

—Se habría evitado si hubiera usado Previsión en ustedes —intervino Nighteye, observándolos seriamente a través de sus lentes.

—Me alegra que todos estén bien —dijo Bubble Girl con una sonrisa de alivio—. Si Chisaki hubiera sospechado algo, ustedes podrían haber estado en un gran peligro.

—No parecía tan malo —Izuku murmuró.

—Hace unos días, unos ladrones provocaron un accidente con un camión cuando intentaban escapar —explicó el hombre, su tono pausado y analítico—. Chisaki y la organización Hassaikai estuvieron involucrados de alguna manera, aunque, afortunadamente, no hubo muertes.

—Los ladrones experimentaron un dolor extremo y se desmayaron, pero, sorprendentemente, no tenían heridas. Al contrario, parecían haber mejorado físicamente: incluso se curaron de problemas como reumatismo y caries —Seoyeon continuó, recordando los detalles del caso—. Todo apunta a que fue el don de Chisaki, pero como no hubo daños visibles y los villanos fueron capturados, no se le pudo acusar.

—Aun así, el dinero robado se "quemó" por completo, sin dejar rastro —agregó Bubble Girl, llevándose una mano a la barbilla con expresión confusa—. La policía no encontró evidencias de un delito concreto, pero el caso sigue siendo sospechoso. Por eso, tanto la agencia de Nighteye como la de Umbra están investigándolo. Sabemos que sus acciones son calculadas, y por eso actúan solo cuando ven la oportunidad perfecta.

—Sir —Kaori llamó, haciendo que el mayor le prestara atencion—. Creo que ha sido información, pero hay nueva información... Chisaki tiene una hija.

—¿Una hija? —repitió Nighteye, con el ceño fruncido.

—La llamó Eri. Tenía las extremidades vendadas —continuó Kaori, bajando la vista, una mezcla de tristeza y frustración reflejada en su rostro—. No sé nada de ella, pero pedía ayuda. Si hubiera podido hacer algo para protegerla...

Seoyeon, al notar la angustia de su hija, se acercó, colocándole una mano en el hombro.

—La prisa no es buena compañera, Kaori —le dijo suavemente, mirándola con cariño—. A veces, si te apresuras, ellos solo se escapan más rápido.

Nighteye asintió ante las palabras de la mujer.

—Vamos a solicitar ayuda a otras agencias —declaró, mirando al grupo con determinación—. Lo primero es prever los posibles movimientos de Chisaki y el Hassaikai. Cuando tengamos un plan claro, actuaremos. El mundo no es tan bueno como para que basten las buenas intenciones. Los villanos más sabios se ocultan en las sombras.

Kaori asintió, entendiendo el mensaje. A pesar de que debía ser más cuidadosa de ahora en adelante, la preocupación por Eri seguía presente en su mente.

—Por ahora, vuelvan a la oficina —concluyó Seoyeon, su tono inquebrantable—. Tendremos más respuestas pronto, pero debemos estar preparados para cualquier cosa.

















































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Kaori se encontraba de camino a los dormitorios de la UA, sentada en el asiento del copiloto mientras el auto avanzaba por la tranquila carretera nocturna. Afuera, las luces de la ciudad parpadeaban como destellos distantes, y el suave ronroneo del motor llenaba el silencio del auto. El ambiente entre Kaori y su madre era tranquilo; ambas parecían sumidas en sus propios pensamientos.

Kaori, con la mirada perdida en el paisaje exterior, volvía una y otra vez a los eventos del día, preguntándose si pudo haber hecho más, si su presencia o sus habilidades hubieran podido marcar una diferencia. La impotencia le pesaba en el corazón.

Seoyeon, sin apartar los ojos del camino, notó el ceño fruncido de su hija y la rigidez de sus hombros. Conocía bien esa expresión de preocupación que Kaori solía adoptar cuando las cosas no salían como esperaba. Sabía cuánto se comprometía su hija en todo lo que hacía, su deseo de ayudar siempre a los demás. Seoyeon, comprendiendo su carga, decidió romper el silencio para aliviar algo del peso que Kaori cargaba.

—Kaori... No siempre podemos controlar todo lo que sucede —dijo Seoyeon, con un tono suave y lleno de comprensión—. Hay veces en que hacemos lo mejor que podemos, pero aun así no basta. Eso no significa que hayas fallado.

La chica se volvió lentamente hacia su madre, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y agradecimiento. Las palabras de su madre lograron, aunque fuera brevemente, sacarla de sus pensamientos, pero aún sentía ese vacío que dejaba la frustración de no haber podido hacer más.

—Lo sé, mamá... —respondió en un murmullo—. Pero es difícil dejar de pensar en ello.

Seoyeon asintió, comprendiendo sin juzgar, y posó una mano reconfortante sobre la de su hija.

Al llegar a los dormitorios de la UA, el campus estaba sumido en el silencio. La noche había envuelto todo, y las luces del edificio estaban apagadas, señal de que la mayoría de los estudiantes ya dormían. Kaori respiró hondo antes de salir del auto, agradeciendo con una sonrisa cansada las palabras de su madre.

—Gracias, mamá... De verdad —la menor murmuró mientras abrazaba a su madre con fuerza. La mujer le devolvió el abrazo, acariciándole el cabello con ternura.

—Recuerda que no tienes que cargar todo esto sola, Kaori. Hiciste lo correcto, y eso ya es mucho.

La pelirosada asintió, sintiendo una ligera paz, y finalmente se despidió de su madre, viendo cómo el auto desaparecía lentamente en la distancia.

Mientras caminaba en silencio por el pasillo de los dormitorios, Kaori dirigió sus pasos hacia la habitación de Shoto. Sabía que no podía contarle nada de lo sucedido, pero había algo en la presencia de Shoto que siempre lograba calmar su mente y darle un respiro.

Kaori se dirigió directamente a la habitación de Shoto, abriendo la puerta sin hacer ruido. Al entrar, lo encontró de pie frente al espejo, con el rostro cubierto de pequeños rasguños y moretones, tratando torpemente de aplicarse una venda en la mejilla.

La preocupación se apoderó de Kaori al verlo en ese estado. Las marcas en su rostro, aunque superficiales, la hicieron sentir un apretón en el estómago. Sin embargo, antes de que pudiera articular una palabra, Shoto, al darse cuenta de su presencia, se giró y le lanzó una sonrisa tranquila.

—No te preocupes, Kaori —dijo, con un tono que intentaba sonar despreocupado—. Son solo algunos rasguños de las clases extra que estoy tomando para obtener mi licencia.

La aliviada sonrisa de la pelirosada se transformó en una risa suave, casi contagiosa, al ver la expresión de frustración en su rostro. Era un contraste cómico con la seriedad de la situación.

—Eres un verdadero desastre, ¿lo sabías? —bromeó ella, acercándose un poco más mientras le lanzaba una mirada juguetona.

Shoto, sintiéndose un poco avergonzado por la atención, desvió la mirada, pero no pudo evitar sonreír. La torpeza con la que se estaba tratando era algo que Kaori siempre había encontrado entrañable.

—Quizás debería dejarlo en manos de una profesional, ¿no crees? —dijo ella con una risa suave, mientras lo guiaba de manera gentil hacia su cama.

Kaori lo empujó levemente, haciendo que se sentara en el borde del colchón. La habitación estaba en silencio, excepto por el sonido del suave crujir de la cama bajo su peso. Ella se sintió un poco nerviosa mientras se acomodaba sobre sus piernas, buscando las cosas de primer auxilio que Shoto había dejado a un lado.

A medida que se sentaba, una tensión palpable llenó el aire. Shoto sintió cómo su respiración se detenía cuando las piernas de Kaori se colocaron cuidadosamente a cada lado de su cintura, y la proximidad entre ellos se hizo más intensa. El calor de Kaori, tan cerca, hizo que el ambiente en la habitación se volviera denso y cargado de una electricidad que ambos podían sentir. Shoto mantuvo sus manos apoyadas en la cama, notando el leve temblor en sus dedos, sin saber bien a dónde mirar.

Kaori, en cambio, se centró en las heridas de Shoto, sus manos firmes y precisas mientras tomaba la gasa para limpiarle la piel con un toque cuidadoso. La proximidad entre ellos era casi abrumadora, y con cada movimiento, podía sentir la respiración de Shoto y el calor que irradiaba su cuerpo bajo el suyo. Él se mantenía en silencio, observándola, y cada vez que sus miradas se cruzaban, Kaori sentía una corriente que le erizaba la piel.

—Debes tener más cuidado, Shoto —dijo ella, tratando de mantener la voz firme mientras sus mejillas se sonrojaban ligeramente. Su voz era apenas un murmullo, y sus dedos rozaban con delicadeza su piel al colocar un nuevo vendaje en su mejilla.

Shoto asintió, hipnotizado por la intensidad de sus ojos, pero sus palabras se quedaban atrapadas en su garganta. El silencio se prolongó un momento, y él levantó una de sus manos, colocándola suavemente sobre la cadera de Kaori para sostenerse, casi de manera inconsciente. El gesto hizo que la chica se estremeciera sutilmente.

—Sí... Lo haré —respondió, su voz un poco más baja de lo habitual, mientras trataba de mantener la compostura.

Con un ligero movimiento, Kaori tomó el kit de primeros auxilios y se centró en las heridas de Shoto, olvidando momentáneamente la tensión que latía entre ellos. A medida que aplicaba el desinfectante, podía sentir la calidez de su cuerpo, su aliento suave en el aire. Era un acto simple, pero la cercanía y el toque provocaron una serie de sensaciones en su interior. El roce de sus manos al curarlo se sintió electrizante, como si cada contacto encendiera una chispa entre ellos.

Mientras trabajaba, Kaori aprovechó el momento para observarlo con más atención. Las facciones de Shoto eran hermosas; su rostro estaba esculpido con una perfección casi etérea. La forma en que su cabello blanco caía sobre su frente, mezclándose con los mechones rojos, le daba un aire distintivo, casi como si llevara consigo una obra de arte viva. Sus cejas, perfectamente arqueadas, enmarcaban unos ojos bicolores que contaban historias que Kaori aún no había tenido la oportunidad de descubrir por completo.

La luz tenue de la habitación resaltaba la mandíbula fuerte de Shoto, su piel pálida contrastando con las pequeñas marcas que él había tratado de curar. A medida que sus dedos pasaban suavemente por la herida en su mejilla, Kaori no pudo evitar admirar la determinación que emanaba de él. Cada pequeño gesto, cada movimiento torpe, revelaba un lado de Shoto que ella nunca había visto: vulnerable, pero aun así lleno de fuerza.

—A veces, creo que deberías dejar que te ayude un poco más a menudo —dijo ella, intentando romper el silencio que crecía a su alrededor.

—Tal vez tengas razón —Shoto admitió, su voz apenas un murmullo. Había algo en la manera en que Kaori lo miraba que lo hacía sentir expuesto—. Pero no quiero que te preocupes por mí.

—Es parte de lo que soy —respondió la chica, sonriendo suavemente mientras terminaba de limpiar su herida—. No puedo evitarlo.

—A veces me pregunto por qué te preocupas tanto —musito, rompiendo su propio silencio. Su tono era inquisitivo, pero había un trasfondo de gratitud en su voz.

—Porque eres importante para mí —Kaori respondió con firmeza, sin titubear. Las palabras fluyeron de su boca como si siempre hubieran estado allí, esperando el momento adecuado para ser pronunciadas. Sus ojos se encontraron, y por un instante, el mundo exterior desapareció.

Shoto sintió un nudo en el estómago, una mezcla de sorpresa y calidez que lo envolvía. Había algo profundamente reconfortante en saber que Kaori se preocupaba por él de esa manera.

—No quiero que te pongas en riesgo solo por mí —dijo, aunque en su interior, un deseo creciente de protegerla emergió.

—No lo estoy, Shoto —negó la pelirosada, su voz suave pero firme—. Solo quiero estar a tu lado.

—Gracias... Realmente aprecio todo lo que haces.

—Siempre estaré aquí para ti, incluso si eso significa pelear un poco —Kaori bromeó, aliviando la tensión en el ambiente—. Además, tengo un talento especial para meterme en problemas, así que no te preocupes por mí.
























































































































JES'S NOTE !

me disculpo por subirles tanto las expectativas en el amor 😞 pero shoto y kaori son perfectos el uno para el otro <3

deben estar hartos de verlos ser tan pegasos ( yo no, así que soporten ), pero dentro de poco lo van a extrañar 🤫 así que si yo fuera ustedes, aprovecharía estos momentos de felicidad.

seoyeon es la mejor mamá de todas ! me encanta la relación que tiene con kaori🩷 es lo más sano que existe.

KAORI SE VA A CULPAR MUCHO POR NO HABER SALVADO A ERI EN ESE MOMENTO, y yo se que ustedes lo saben 🙌🏻

este arco es POR Y PARA mi tilina. es el arco en donde kaori crece y madura como heroina 🫶🏻 mi orgullo.

GRACIAS POR LEERME <3 luv u.

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