fourty two. nights like this
O42 | NIGHTS LIKE THIS
A la mañana siguiente, el tenue brillo del amanecer entró por la ventana, bañando la habitación en un cálido resplandor. Shoto abrió los ojos lentamente, parpadeando mientras sus sentidos volvían a la realidad. Lo primero que vio fue a Kaori, quien dormía tranquila a su lado, respirando a un ritmo suave. Sin poder evitarlo, una sonrisa se formó en sus labios. Por un instante, pensó que quizá todo había sido un sueño, una ilusión demasiado buena para ser real. Pero no, ahí estaba ella, a su lado, y la gratitud lo llenó por completo.
Shoto apenas se atrevía a moverse para no interrumpir su descanso. La miró con detenimiento, memorizando cada detalle de su rostro en ese estado de paz absoluta: La ligera curva de sus labios, la forma en que su cabello enmarcaba su rostro y cómo sus pestañas caían delicadamente sobre sus mejillas. Cada parte de ella le parecía perfecta, y se dio cuenta, de cuánto la amaba. Había sido un amor que, al principio, no comprendía del todo, pero ahora era algo que sentía hasta los huesos.
Mientras la observaba, Kaori se movió levemente, como si de alguna forma sintiera su mirada sobre ella, y su cuerpo se acercó instintivamente al suyo. Rodeó su torso con sus brazos, en un abrazo tan natural y lleno de ternura que el corazón de Shoto pareció acelerarse. Su murmullo apenas audible lo sacó de sus pensamientos, una mezcla de palabras entre sueños que no logró descifrar, pero que lo hizo sonreír aún más. Era demasiado tierna.
En ese momento, se dio cuenta de lo que significaba tenerla a su lado otra vez. Sabía lo que era vivir sin ella, el vacío que sentía cuando sus caminos se habían separado, y el alivio que le daba saber que esa distancia había quedado en el pasado. Ya no había lugar para los errores ni para las dudas; sabía que la vida sin ella no era algo que quisiera experimentar de nuevo.
La calidez que sentía era algo nuevo, algo que lo llenaba de paz y, a la vez, de una determinación que nunca había sentido tan fuerte. Era como si hubiese estado esperando todo este tiempo solo para finalmente encontrar este instante, esta quietud con ella. Sabía que lo hacía feliz, infinitamente feliz, y que la amaba más de lo que había creído posible.
Kaori se movió ligeramente en su abrazo, aún sumida en su sueño, y él la rodeó con más firmeza, como si el simple acto de abrazarla fuera suficiente para transmitirle todo lo que sentía. Le hacía falta, mucho más de lo que él mismo habría admitido alguna vez, y ahora, en este amanecer juntos, supo que nunca volvería a dejar que se alejara de él.
En silencio, acarició suavemente su cabello, observando cómo la luz iluminaba su rostro con delicadeza.
—Te amo, Kaori —murmuró.
Fue como si sus palabras quedaran suspendidas en el aire, enredadas con las promesas que le hacía a sí mismo y a ella en ese momento. Porque ahora que la había recuperado, era todo lo que él quería, todo lo que necesitaba.
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Habían pasado unas cuantas horas cuando Shoto se levantó lentamente en la cama, cuidando cada movimiento para no despertar a Kaori, quien aún dormía plácidamente a su lado. Con cuidado, deslizó su brazo de debajo de ella y se incorporó, dándole una última mirada antes de ponerse de pie.
La imagen de Kaori abrazada a la almohada, sus manos aferrándose a ella como buscando una versión sustituta de él, le arrancó una sonrisa. Se quedó unos segundos mirándola, sintiendo en su pecho el deseo de quedarse, de no dejarla sola ni un instante, pero también queriendo hacerle algo especial para que, cuando despertara, ella sonriera tanto como él al verla dormir.
Luego de unos segundos, salió de la habitación y cerró la puerta con suavidad, dirigiéndose hacia la cocina.
Al llegar, Shoto suspiró de alivio al notar que el lugar estaba completamente desierto. El silencio era acogedor, y no tener la presión de las miradas curiosas de sus compañeros le daba la libertad de concentrarse en su plan. Kaori adoraba el chocolate caliente y los panqueques, y aunque no era precisamente un experto en la cocina, quería intentarlo.
Sacó su celular del bolsillo y buscó rápidamente una receta, abriendo un video que explicaba los pasos básicos. El chico reunió los ingredientes y los colocó sobre la encimera, asegurándose de que tenía todo lo necesario. Respiró profundamente, decidido a hacerlo bien.
Poco a poco, fue siguiendo las instrucciones en el video, vertiendo la harina en el bol y añadiendo los ingredientes con extrema precisión, casi como si de una misión se tratase. De verdad esperaba que le gustase. La idea de ver su reacción, su sonrisa al ver el desayuno que él mismo había preparado, le daba la energía que necesitaba para no rendirse ante la falta de habilidad.
De pronto, el sonido de unos pasos ligeros rompió el silencio en la cocina. Shoto no se había percatado de la presencia de alguien más hasta que escuchó una voz melodiosa detrás de él.
—Todoroki —canturreó Momo, acercándose a él con una sonrisa en los labios. Él frunció ligeramente el ceño, algo incómodo.
—Buenos días, Yaoyorozu —murmuró, girándose hacia ella y soltando un leve suspiro.
Momo lo escaneó de arriba a abajo con una ceja enarcada. Al detenerse en su cuello, su expresión cambió al ver las marcas visibles en su piel, pequeños chupetones que se extendían por su cuello y hasta la clavícula, enrojeciendo su piel de un modo evidente. La mirada de Momo se tiñó de una ligera incomodidad, pero trató de mantener su compostura.
—Tienes... Algo ahí —musitó, señalando su cuello con un gesto contenido de disgusto, pero sin poder evitar la obviedad del asunto.
Shoto, consciente de lo que quería decir, bajó la vista un instante y luego, con una leve sonrisa entre divertida y resignada, asintió.
—Lo sé —respondió, casi sin darle importancia, aunque no pudo evitar que los recuerdos de la noche anterior aparecieran en su cabeza, haciendo que su sonrisa se ensanchara.
Momo bajó la mirada, sus ojos clavados en el suelo mientras un cúmulo de emociones, difíciles de ignorar, bullía en su interior. Sabía perfectamente quién era la persona que había dejado aquellas en Shoto, sabía que cada uno de esos rastros era testimonio de la cercanía que ahora él compartía con Kaori.
Aunque el tiempo había hecho que las chicas se volvieran amigas, o al menos, bastante cercanas, Momo no podía evitar la punzada de celos que sentía cada vez que veía el amor y la devoción con los que Shoto miraba a Kaori. En su mente, aunque trataba de ahogar esa voz insistente, no dejaba de preguntarse cómo sería ocupar ese lugar, ser quien él mirara con tal intensidad y ternura.
Durante el tiempo en que Shoto y Kaori estuvieron distanciados, una parte de ella había tratado de acercarse más a él. Las conversaciones se volvieron más frecuentes, y los momentos en los que estaban juntos le daban una leve esperanza, de que quizá, solo quizá, él podría abrirle un espacio en su vida. Pero se dio cuenta rápidamente de que sus esfuerzos eran en vano. En el corazón de Shoto solo existía un nombre: Kaori. Esa chica de cabello rosado y sonrisa radiante, que irradiaba una calidez natural que iluminaba todo a su paso.
Aunque la idea la atormentara, su vida parecía llena de aquella presencia luminosa que lo complementaba tan perfectamente. Cada conversación, cada gesto y cada mirada de él parecían estar siempre teñidos de recuerdos y sentimientos hacia Kaori. Era un vínculo que Momo comprendió que no podría romper.
El silencio entre ellos se volvió incómodo, y finalmente fue Shoto quien rompió la quietud con un tono amable pero firme.
—Estoy algo ocupado —dijo, con la vista sobre el bol y los ingredientes, haciendo notar de forma sutil que prefería continuar sin interrupciones.
La manera en que se expresó fue delicada, pero Momo entendió claramente el mensaje.
—Ah, ya veo... —respondió, apenas levantando la vista para mirarlo directamente a los ojos. Finalmente, se atrevió a preguntar, aun cuando sabía la respuesta—. ¿Es para ella?
—Sí —contestó, sin titubeos—. Estoy preparándole el desayuno.
Momo no pudo evitar notar que, para él, hacer algo tan cotidiano como el desayuno significaba más cuando se trataba de Kaori, y eso le dolía. Sin embargo, trató de contenerse, esbozando una sonrisa que intentaba parecer alegre, aunque apenas lo lograba.
—Qué tierno —comentó Momo, con una sonrisa leve, aunque el brillo de sus ojos no era precisamente feliz.
Shoto, ajeno o simplemente no dándole importancia a ese matiz, volvió su atención a la preparación.
—Buena suerte —añadió ella, antes de girarse para marcharse.
Momo se alejó, caminando con pasos lentos hacia la salida, su mente llena de preguntas, de pensamientos inconclusos y de una resignación amarga. No había lugar para ella en el corazón de Shoto, y esa realidad pesaba como una carga difícil de llevar.
Mientras tanto, Shoto terminaba de batir la mezcla de los panqueques, una leve sonrisa se formó en sus labios al pensar en la expresión de su novia al despertar y ver la sorpresa que había preparado para ella. Aquella chica era la razón por la que su mundo parecía completo, y ahora que había sentido lo que era estar sin ella, no podía imaginarse otro escenario. Era más consciente que nunca de que, a pesar de las dificultades y los momentos de duda, no había nadie en su vida que pudiera tomar su lugar.
Shoto observó con concentración cómo la mezcla de los panqueques burbujeaba en la sartén, intentando recordar cada paso del video que había estado siguiendo.
A pesar de que había puesto toda su dedicación, los primeros panqueques salieron completamente quemados. La masa oscura y ahumada que veía en el sartén no tenía el aspecto esponjoso que él había imaginado. Frunció el ceño, pero en lugar de darse por vencido, respiró hondo y lo volvió a intentar.
Con renovada paciencia, volvió a mezclar la masa, ajustó la temperatura de la sartén y, esta vez, vertió con más cuidado, asegurándose de que los bordes no se quemaran. Estaba tan absorto en su misión que no escuchó los pasos apresurados acercándose hasta que una voz exclamó enérgicamente desde la puerta:
—¡Huele a quemado! —gritó Kirishima, dirigiéndose a él con una mezcla de sorpresa y curiosidad en su expresión.
Shoto se dio la vuelta con una mezcla de alivio y ligera vergüenza, preparado para pedir ayuda. Sin embargo, no fue necesario decir mucho. Kirishima, al verlo, abrió los ojos con sorpresa, examinando de arriba abajo al chico frente a él. Su mirada pronto se fijó en algo particular en el cuello de Shoto, pero, en un gesto inusualmente diplomático para él, no dijo nada al respecto.
—¿Así que estás tratando de aprender a cocinar? No sabía que tenías ese lado romántico, Todoroki —bromeó, cruzándose de brazos mientras lo miraba—. Pero oye, no te sientas mal, a todos nos pasa. La cocina es un reto.
Shoto asintió y se obligó a respirar profundamente. Sabía que sus habilidades culinarias no eran las mejores, y admitía que la ayuda de Kirishima podría ser útil, incluso si eso significaba soportar un poco de burla.
—Sí, bueno, Kaori merece algo especial, y pensé en hacerle el desayuno —admitió en voz baja, y su expresión se suavizó mientras pensaba en ella.
Kirishima, al ver la ternura en la mirada de Shoto, dejó de bromear un poco, comprendiendo la profundidad de los sentimientos de su amigo.
—Vaya, eso es... ¡Realmente varonil de tu parte, Todoroki! —dijo el pelirrojo. Luego miró de nuevo el sartén y el desastre que Shoto había intentado preparar—. Pero antes de sorprenderla, vamos a asegurarnos de que estos panqueques no se quemen. ¿Qué tal si te doy una mano?
Shoto asintió con rapidez, aliviado por la oferta de ayuda. Kirishima tomó la sartén, rebajó un poco la temperatura y le indicó los pasos de manera paciente.
—La clave está en la cantidad de mezcla y en la temperatura —le explicó Kirishima—. Intenta verter un poco menos esta vez, así tendrás más control y no se cocinarán tan rápido. Y recuerda darles la vuelta cuando empiecen a hacer burbujas en los bordes, no antes.
Shoto escuchaba con atención, asintiendo a cada indicación. Era extraño para él estar en una situación así, recibiendo instrucciones de cocina como si fuera una clase.
—¿Sabes? Es genial verte así, Todoroki —Kirishima comentó, observando la expresión concentrada de del bicolor—. Es como si realmente estuvieras en tu mejor momento. Y no me refiero solo a los panqueques, claro.
Shoto le dedicó una sonrisa breve, pero sincera, mientras giraba el panqueque con cuidado, siguiendo las indicaciones de Kirishima.
—Gracias, Kirishima. Quiero que se sienta amada y protegida —respondió en un susurro—. Es una chica increíble, y quiero ayudarla a creer más en sí misma.
El contrario lo miró en silencio por un momento, sorprendido por la vulnerabilidad que Shoto dejaba entrever. Finalmente, asintió y sonrió, golpeando ligeramente su hombro en un gesto de camaradería.
—¡Esa es la actitud, Todoroki! Eres un buen tipo, y Kaori lo sabe —habló con un tono firme—. Y si alguna vez necesitas ayuda, ya sabes que cuentas conmigo.
Después de unos intentos más, los panqueques finalmente salieron como Shoto los había imaginado: dorados, esponjosos y perfectamente cocidos. Aliviado, apagó la estufa y comenzó a preparar el plato con esmero, añadiendo una pequeña porción de fruta y el chocolate caliente que Kaori tanto disfrutaba. Sabía que no era la preparación más elaborada, pero había puesto todo su esfuerzo y cariño en cada paso.
Antes de salir de la cocina, se volvió hacia Kirishima con una expresión agradecida.
—Gracias por la ayuda, Kirishima —Shoto dijo con seriedad, inclinando ligeramente la cabeza en señal de gratitud.
El pelirrojo sonrió y le dio un leve empujón, señalándole que siguiera adelante.
—Anda, ve antes de que se enfríe —bromeó, pero con una calidez genuina en su voz.
Shoto suspiró profundamente y tomó la bandeja con ambas manos, ajustándola cuidadosamente. Miró los panqueques dorados, el pequeño bol de frutas frescas y el vaso de jugo, esperando que el resultado de su esfuerzo no solo se viera bien, sino que también supiera delicioso. Los nervios comenzaron a filtrarse en su mente, y una parte de él temía decepcionar a Kaori con un desayuno que quizás no estuviera a la altura.
Con una mezcla de expectativa y ansiedad latiendo en su pecho, Shoto caminó hacia la habitación de su novia. Abrió la puerta con cuidado, sin hacer ruido, y la observó, acostada en la cama, todavía sumida en un sueño profundo. Kaori se veía tranquila, su respiración suave, el cabello desordenado sobre la almohada, y una pequeña sonrisa se formó en los labios de Shoto mientras la miraba.
Con un suspiro de alivio, colocó la bandeja con el desayuno en un mueble cercano y caminó en silencio hasta la cama, sentándose a su lado con lentitud para no despertarla de golpe. Sus ojos se posaron en su rostro y en los delicados detalles que tanto amaba.
Finalmente, decidió que era momento de despertarla. Con delicadeza, levantó una mano y la posó en su mejilla, acariciándola suavemente antes de inclinarse para acercarse más. Tomó su rostro entre sus manos y, con una ternura poco común en él, comenzó a repartir pequeños besos por todo su rostro: en su frente, sus mejillas, y la punta de su nariz.
Kaori se movió levemente, murmurando algo en su sueño, y Shoto sonrió al ver cómo empezaba a despertar, primero entre susurros y luego con una suave risa. Cuando abrió los ojos, sus miradas se encontraron, y Kaori lo miró con un brillo adormilado y confundido que hizo que el corazón de Shoto se acelerara aún más.
—Buenos días —susurró él, sin dejar de mirarla.
Kaori se incorporó lentamente, con una sonrisa cálida extendiéndose por su rostro al reconocerlo.
—¿Llevas mucho tiempo despierto? —preguntó, entre risas, mientras trataba de despejarse.
—No mucho, pero...
Él se apartó un poco, permitiéndole sentarse mientras le indicaba la bandeja de desayuno que había preparado.
—Quería sorprenderte —dijo, con un tono de voz ligeramente tímido—. Pensé que merecías un buen desayuno en la cama.
Kaori abrió los ojos con sorpresa y emoción. Era la primera vez que Shoto hacía algo así, y aunque él no era de grandes gestos románticos, los pequeños detalles que hacía por ella siempre tenían un significado muy especial.
—¡Shoto! Esto es...
Ella sonrió, tomando su mano y entrelazando sus dedos. Sentía una calidez indescriptible en su pecho, y cada vez que lo miraba, sus sentimientos parecían intensificarse aún más
—Te has esforzado mucho, ¿verdad?
Él asintió, con una expresión entre orgullosa y ansiosa.
—Quise que todo fuera perfecto para ti —admitió, su voz era casi un susurro—. Aunque no estoy seguro de si los panqueques realmente sepan tan bien como se ven.
—Seguro que están deliciosos —la pelirosada aseguró, riendo levemente—. Los hiciste tú, y eso ya los hace perfectos para mí.
Shoto sintió cómo el rubor subía por sus mejillas ante sus palabras. Kaori siempre era capaz de hacerle sentir especial y querido, lo miraba con esa misma ternura que él sentía por ella, y en esos momentos, sus inseguridades parecían disiparse. Era como si, simplemente estando juntos, todo lo demás se desvaneciera.
Kaori tomó un tenedor y cortó un trozo del panqueque. Shoto observaba cada movimiento con intensidad, incapaz de esconder su nerviosismo. Cuando ella probó el primer bocado, él se inclinó ligeramente, pendiente de su reacción. Kaori saboreó el panqueque, mirándolo con una expresión juguetona mientras deliberadamente tardaba un momento en decir algo.
—Entonces...
Kaori, haciéndose un poco de rogar, finalmente sonrió.
—Están... Realmente buenos —exclamó, asintiendo con entusiasmo—. Shoto, ¡esto está increíble!
Él exhaló, aliviado, y no pudo evitar sonreír también. La satisfacción de haber logrado hacer algo especial para ella era indescriptible.
—Me alegra que te guste —habló con suavidad—. Quería hacer algo que te recordara cuánto significas para mí.
—No tienes que hacer nada extraordinario para que lo sepa, pero aun así... Gracias. Esto significa mucho para mí —murmuró, acercándose para darle un beso suave en los labios.
Ambos compartieron el desayuno en un ambiente lleno de amor y paz, riendo y conversando sobre cosas sencillas.
En ese momento, ambos supieron que esos pequeños instantes, llenos de cariño y sencillez, eran los que realmente valían la pena, y que su amor, reflejado en los gestos cotidianos, era algo que los fortalecería para siempre.
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El sol comenzaba a teñirse de naranja mientras descendía lentamente en el horizonte, proyectando un cálido resplandor sobre la terraza de la habitación de Kaori. La joven estaba sentada sobre un cojín cerca de una pequeña mesa baja, rodeada de lápices, borradores y hojas de papel dispersas. Sus dedos se movían con precisión mientras sostenía un lápiz de grafito, esbozando líneas que formaban figuras complejas en la hoja frente a ella. El dibujo que cobraba vida bajo su mano era oscuro, casi opresivo, una mezcla de sombras intensas y formas abstractas que parecían envolver todo lo que tocaban.
Kaori hizo una pausa y observó su trabajo con detenimiento, sus ojos se entrecerraron, y su expresión reflejaba una mezcla de concentración y algo más difícil de definir. Era como si el acto de dibujar le permitiera desahogar lo que llevaba dentro, esos sentimientos pesados que no se atrevía a compartir con nadie, ni siquiera con su madre.
Con un suspiro, dejó el lápiz a un lado y se llevó una mano al pecho, justo donde podía sentir los latidos de su corazón. En la batalla contra Chisaki, había sido forzada a usar el lado más oscuro de su don, y aunque logró salir con vida, la victoria le había dejado cicatrices invisibles que seguían sangrando en su interior.
La chica cerró los ojos, intentando ordenar el caos en su mente. Desde aquella pelea, su corazón había estado lleno de sentimientos oscuros: culpa, inseguridad, miedo. Usar ese lado de su don había sido como abrir una puerta que no podía cerrar. Era como si las sombras no solo hubieran afectado a sus enemigos, sino que también se habían infiltrado en su propia alma.
El lápiz volvió a su mano casi por instinto, y Kaori comenzó a añadir más detalles al dibujo. Ahora había formas que parecían garras, extendiéndose desde las sombras, alcanzando algo fuera del marco. Cada trazo parecía alimentarse de las emociones que la abrumaban: la culpa por haber usado un poder que no controlaba, la incertidumbre de si había tomado las decisiones correctas, el miedo de que ese lado oscuro pudiera dominarla nuevamente.
Mientras su mano seguía trabajando, su mente regresó a la batalla. Recordó el momento exacto en el que las sombras se apoderaron de ella, cómo el poder oscuro había amplificado todos sus sentimientos negativos. Su desesperación, su enojo, su miedo... Todo había salido a la superficie, envolviéndola en una tormenta que apenas podía controlar.
Kaori estaba sumida en el proceso de terminar su dibujo. Sin embargo, el sonido familiar de su celular vibrando interrumpió la calma de la terraza. Alzó la mirada, desconcertada, y dejó el lápiz a un lado con un suspiro.
Un suspiro salió de sus labios mientras estiraba la mano hacia el dispositivo. Su mirada se suavizó al ver el nombre en la pantalla: "Papá". Una mezcla de sorpresa y calidez inundó su pecho. A pesar de su apretada agenda y de estar siempre ocupado en el extranjero, su padre siempre encontraba tiempo para ella, algo que Kaori valoraba profundamente.
Presionó el botón para contestar la videollamada y, en un segundo, la pantalla se llenó con la imagen del rostro de su padre. Su cabello desordenado y los papeles esparcidos sobre un escritorio al fondo confirmaban que había estado trabajando hasta hacía un momento. Sin embargo, su sonrisa brillante, que era tan parecida a la de Kaori, disipaba cualquier indicio de cansancio.
—¡Kaori! —saludó el hombre con entusiasmo, levantando una mano frente a la cámara—. ¿Cómo está mi artista favorita?
La joven no pudo evitar sonreír ante su efusividad. Su padre siempre tenía ese efecto en ella, lograba que su mundo se sintiera menos pesado, incluso cuando no estaba cerca físicamente.
—Hola, papá. Estoy bien —respondió, moviendo ligeramente el celular para que la cámara captara su rostro y la terraza detrás de ella—. ¿Tú? Pareces cansado.
Él soltó una carcajada y agitó la mano como restándole importancia al comentario.
—Bueno, no te voy a mentir, han sido unos días bastante pesados. Pero nunca estoy demasiado ocupado para mi pequeña princesa —Kenzo dijo con un tono cariñoso—. Además, verte siempre me recarga las energías.
Kaori sintió un nudo de emoción en la garganta ante esas palabras. Su relación con su padre era especial.
—Gracias por llamarme, papá. Sabes que me encanta hablar contigo —murmuró la pelirosada, apoyando la cabeza sobre su mano mientras lo miraba con atención—. Aunque, si soy honesta, no esperaba que me llamaras hoy. ¿Pasó algo importante?
Él negó con la cabeza y acomodó sus gafas, inclinándose un poco hacia la cámara.
—Nada en particular. Solo quería saber cómo estás. No me has llamado mucho últimamente, y tu madre mencionó que has estado un poco... Distraída desde el incidente.
Kaori sintió una punzada de culpa. Sabía que había estado evitando ciertas conversaciones, incluso con su padre. Pero con su padre, siempre sentía la tentación de abrirse. Él tenía una forma de hacerla sentir segura, como si no importara qué tan pesada fuera su carga, siempre estaría allí para ayudarla a llevarla.
—Estoy bien, de verdad —respondió, aunque su tono no fue tan convincente como hubiera querido. Cambió de tema rápidamente, señalando algo detrás de ella—. Estaba dibujando en la terraza. Es un lugar tranquilo para pensar.
Su padre arqueó una ceja, curioso.
—¿Dibujando? ¿Puedo ver qué estás haciendo?
Kaori vaciló por un momento, sus dedos apretaron el borde del papel casi de manera instintiva. Mostrarle su dibujo significaba exponer una parte de sí misma que había estado intentando ocultar. Sin embargo, la calidez en los ojos de su padre la tranquilizó.
—Claro, pero... No esperes algo bonito. Es un poco diferente a lo que suelo hacer —advirtió, levantando el papel frente a la cámara.
La imagen apareció en la pantalla, y Kenzo guardó silencio por unos segundos, sus ojos recorrieron cada detalle. Finalmente, inhaló profundamente y asintió, como si entendiera algo más allá de las formas y sombras.
—Es muy expresivo, Kaori. Oscuro, sí, pero eso no es algo malo. Los artistas a menudo usamos el arte para expresar lo que llevamos dentro, y este dibujo dice mucho. ¿Quieres hablar de ello?
La pregunta la tomó por sorpresa. Su padre siempre había tenido esa capacidad de leer entre líneas, de detectar las emociones que intentaba esconder. Kaori apartó la mirada, luchando con las palabras que se agolpaban en su garganta.
—No estoy segura de cómo explicarlo... —admitió finalmente, su voz apenas un susurro—. Desde la pelea con Chisaki, siento que... Algo en mí no está bien. Usar el don de las sombras... Fue como abrir una puerta que no puedo cerrar. Es como si las sombras no se hubieran ido del todo, como si siguieran aquí, conmigo.
El hombre no respondió de inmediato. Su expresión se tornó más seria, pero no había juicio en sus ojos, solo preocupación y comprensión.
—Kaori... —Kenzo empezó, inclinándose hacia la cámara—. Sé que el don de las sombras puede ser abrumador. Lo sé porque lo he visto en tu madre y porque entiendo lo que implica manejar un poder tan emocional. Pero quiero que sepas algo: tú eres mucho más fuerte de lo que crees. Las sombras pueden ser parte de ti, pero no te definen. Y si alguna vez sientes que no puedes con esto sola, estoy aquí para ayudarte, siempre.
Las palabras de su padre llenaron el aire con una calidez que Kaori no sabía que necesitaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no dejó que cayeran. En su lugar, asintió y esbozó una pequeña sonrisa.
—Gracias, papá. No sabes cuánto significa para mí escucharte decir eso.
—No tienes que agradecerme, hija. Solo estoy haciendo mi trabajo como tu padre —él le guiñó un ojo antes de añadir—. Ahora, prométeme que no te aislarás. Habla conmigo, con tu madre, con tus amigos, con Shoto. No tienes que llevar esta carga sola.
La chica asintió de nuevo, sintiendo que un peso en su pecho comenzaba a aliviarse, aunque fuera un poco. Después de unos minutos más de conversación, en los que su padre incluso bromeó sobre el clima y los detalles de su trabajo, la llamada terminó. Kaori dejó el celular a un lado y miró el dibujo frente a ella. Por primera vez, no le pareció tan aterrador como antes.
JES'S NOTE !
YO VIVO POR LA RELACIÓN DE SHOTO Y KAORI 🥹 son todo lo que esta bien en este mundo !
había estado ocupada últimamente, así que no había tenido el tiempo suficiente como para pasarme por aquí, pero quería agradecerles por los 20k de leídos 🩷 significa mucho para mí que se lean un fic tan largo iabdoandis.
GRACIAS POR LEERME <3 luv u.
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