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fourty. matter of time

O4O | MATTER OF TIME

Mientras Kaori se hallaba sumida en la inconsciencia, su mente la trasladó a un lugar extraño y etéreo, una habitación completamente blanca y sin fin. La luz era cegadora al principio, y todo a su alrededor parecía difuso, como si no pudiera distinguir dónde terminaba el suelo y dónde comenzaba el horizonte. Kaori miraba a su alrededor, intentando ubicarse, pero no había paredes, ni puertas, ni ninguna salida visible.

De repente, a lo lejos, algo rompió aquella monotonía: una figura oscura y familiar, que parecía contrastar con el entorno. Kaori entrecerró los ojos, intentando identificar quién era. Con cada paso que daba hacia aquella silueta, la ansiedad en su pecho aumentaba, hasta que finalmente logró reconocerlo. Era Kaneki.

La sorpresa la dejó inmóvil por un momento. Hacía tanto tiempo que no lo veía, y, sin embargo, ahí estaba, mirándola con una expresión que parecía contener una mezcla de emociones.

—Kaneki... —musito, su voz apenas un susurro en aquella inmensidad blanca—. ¿Eres tú de verdad?

El chico no respondió de inmediato, solo la observaba con una expresión enigmática. Pero cuando por fin habló, su tono era suave, casi melancólico.

—Kaori, no tienes por qué temerme —dijo en un murmuro—. Soy... Soy el mismo Kaneki que una vez conociste.

Ella lo observó en silencio, con el corazón apretado, sin poder evitar recordar cómo él se había unido a los villanos y la había mirado con odio en su último encuentro.

—¿Cómo puedo confiar en eso? —preguntó, con un tono frágil y cauteloso—. La última vez que te vi eras alguien completamente diferente. Estabas con la Liga.

—Sé que lo último que viste de mí no fue lo mejor —admitió, desviando la mirada—. Pero en el fondo, nunca dejé de ser quien era contigo. A veces, el camino que tomamos es más complicado de lo que parece... Pero el cariño que sentía por ti, Kaori, nunca desapareció.

Esas palabras hicieron que Kaori sintiera una punzada en el pecho. Su mente se llenaba de recuerdos de aquellos días cuando ambos eran solo niños, cuando Kaneki era su confidente y su apoyo en cada momento de temor. Pero ahora, no podía dejar de lado el dolor y la traición que sintió al ver cómo él había cambiado.

—Entonces, ¿por qué estás aquí ahora? —Kaori preguntó, intentando entender—. Si realmente te importaba... ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué te uniste a ellos?

Kaneki bajó la vista, como si la culpa fuera un peso tangible sobre sus hombros.

—Kaori, las decisiones que tomé... Muchas de ellas no fueron por elección —respondió—. Me dejé llevar, y eso me alejó de lo que más quería. Pero siempre tuve la esperanza de que tú estuvieras bien, aunque fuera desde lejos.

Sus palabras resonaron en la pelirosada, haciendo que una parte de su desconfianza cediera. La idea de que su amigo estuviera allí, en aquel extraño lugar, apoyándola, le daba un destello de esperanza en medio de su confusión. Pero el dolor seguía ahí.

El chico pareció notar lo que estaba pensando, ya que coloco una de sus manos con suavidad sobre el hombro de Kaori. La calidez de su toque se quedó con ella, incluso cuando todo a su alrededor comenzó a desvanecerse. La imagen de Kaneki se fue difuminando, y el blanco de la habitación comenzó a llenarse de sombras, hasta que finalmente desapareció por completo.

Kaori despertó en la habitación del hospital, y lo primero que sintió fue una pesadez en el pecho. Su visión aún estaba algo borrosa, y por un momento dudó de lo que había vivido en aquella dimensión. ¿Había sido real? ¿O solo una proyección de su propia mente, deseosa de consuelo? Pero antes de que pudiera ahondar en esos pensamientos, sus padres estaban a su lado, mirándola con ojos llenos de preocupación y alivio.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de la pelirosada cuando reconoció la figura de su padre, quien seguramente había viajado desde el extranjero al enterarse de su estado.

—Hola... —murmuró Kaori.

Seoyeon acarició su cabello con ternura, y su padre, con voz grave pero llena de afecto, dijo:

—Princesa, nos diste un buen susto. Pero estamos aquí, contigo. Has sido muy fuerte.

Aunque el alivio de verlos le llenaba el corazón, Kaori notaba una atmósfera de tristeza en el ambiente. Miró a su madre y en su expresión pudo darse cuenta rápidamente de que algo no andaba bien.

—¿Qué sucedió mientras estaba inconsciente? —cuestionó con la voz débil, casi temiendo la respuesta.

Su madre intercambió una mirada con su esposo, como si estuviera preguntarle si debía decirle la verdad, y este asintió. Con suavidad, ella le tomó la mano y dijo:

—Durante tu recuperación, Nighteye... Él no pudo seguir adelante.

El impacto de esas palabras resonó como un eco en su mente. Nighteye, a quien veía como una figura tan sólida, tan inquebrantable, ya no estaba. Su mente volvió a la imagen de él, siendo apuñalado por una de las púas de Chisaki. Sintió una mezcla de culpa y tristeza, la incertidumbre de haber perdido a alguien tan fundamental en su mundo de héroes.

Kaori apretó suavemente las manos de sus padres, agradeciendo su apoyo silencioso, aunque la pérdida pesaba en su corazón. Sabía que tenía que seguir adelante, no solo por ella, sino por todos aquellos que, como Nighteye, habían dado su vida para proteger el ideal de justicia y paz.

—Lo haré por él... —murmuró con determinación, mirando a sus padres con la promesa silenciosa de que iba a convertirse en la heroína que Nighteye había visto en ella.
















































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La noche ya había caído por completo cuando Kaori, tras ser examinada una última vez por los doctores y haber dado su testimonio en la estación de policía sobre todo lo ocurrido con el Shie Hassaikai, se encontraba de camino a los dormitorios de la UA. Cuando divisó las estructuras familiares de los dormitorios, agradeció al oficial de policía que la había escoltado con una sonrisa suave y salió del vehículo, dejándolo partir en la oscuridad.

Mientras caminaba hacia la entrada, Kaori llevaba la mirada fija en el suelo, sumida en sus pensamientos, tratando de procesar todo lo que había sucedido en los últimos días. La imagen de Eri, pequeña y frágil, dormida e inconsciente, rondaba en su mente como una sombra persistente. La incertidumbre sobre su recuperación la inquietaba profundamente, y no podía evitar preguntarse si habría hecho suficiente para protegerla.

En momentos como ese, lo único que deseaba era estar junto a Shoto, sentir su cercanía, su apoyo. Sin embargo, tras el distanciamiento que había sentido la última vez que estuvieron juntos, no podía evitar pensar que ahora él parecía estar en un lugar lejano e inalcanzable.

De repente, una mano cálida se posó sobre su hombro, sacándola de sus pensamientos. Kaori ahogó un pequeño grito de sorpresa y se giró de inmediato. Frente a ella estaban Izuku, Kirishima, Uraraka y Tsuyu, todos con una expresión de sincera preocupación en sus rostros.

—Kaori, ¿estás bien? —preguntó Kirishima, siendo el primero en romper el silencio.

—Te hemos estado llamando desde hace un par de metros, pero parecías no escucharnos en absoluto —Uraraka agregó.

Kaori intentó disimular su agotamiento y forzó una sonrisa, tratando de tranquilizarlos.

—Estoy bien, solo estaba perdida en mis pensamientos —respondió, esperando que sus palabras sonaran más convincentes de lo que se sentía.

Izuku la observó atentamente, sus ojos llenos de preocupación. Su semblante reflejaba que no estaba del todo convencido.

—¿Estás segura? —insistió con suavidad—. Si no es así, sabes que puedes...

—Estoy bien —repitió Kaori con un tono algo más firme, aclarando levemente su garganta para desviar la atención. Antes de que sus amigos pudieran insistir más, Kaori se apresuró a cambiar de tema, sin querer adentrarse en sus emociones frente a ellos—. De todas formas, siento que hace mucho tiempo que no veníamos aquí.

La atmósfera tensa se disipó un poco con el cambio de conversación, y Kirishima, siempre entusiasta, no tardó en animarse.

—¡Sí, es cierto! ¡Andando! —exclamó con una sonrisa contagiosa, dándole una palmada en la espalda a Izuku.

Kaori intercambió una mirada rápida con sus amigos y esbozó una pequeña sonrisa. Aunque su corazón seguía pesado, agradecía la presencia y el apoyo silencioso de todos ellos. Sus palabras no eran necesarias; con solo estar allí, le recordaban que no estaba sola. Juntos comenzaron a caminar hacia la entrada de los dormitorios, y a cada paso Kaori sentía como los nervios le removían el estómago.

Al abrir la puerta de los dormitorios, se sorprendieron al ver a todos sus compañeros reunidos en la cocina. Era como si la esperaran; algunos estaban de pie, otros sentados alrededor de la mesa, pero todos con la misma expresión de expectativa en sus rostros.

Antes de que pudiera reaccionar, Mineta se lanzó hacia ellos, corriendo a una velocidad mientras exclamaba:

—¡Ya era hora! ¡Finalmente regresaron, chicos!

—Estábamos muy preocupados —agregó Sero, su tono más serio de lo habitual.

—¡Sí! —Jirou dijo, asintiendo rápidamente—. Vimos las noticias y no parábamos de pensar en ustedes.

Kaori se llevó una mano a la nuca, sintiéndose un poco sobrepasada ante las miradas de todos y las preguntas que parecían amontonarse en el aire. Agradecía la preocupación de sus amigos, pero su mente estaba agotada, cargada con el peso de los recuerdos de la misión y la preocupación por Eri. En ese instante, lo único que deseaba era retirarse a su habitación y recobrar algo de paz.

Sato apareció en escena con una sonrisa amable y una bandeja en las manos.

—Miren, les horneé un pastel —murmuró, levantando la bandeja para que todos lo vieran.

Kaori hizo el intento de agradecerle, pero justo en ese momento se vio sorprendida cuando Kaminari se abalanzó sobre ella, envolviéndola en un abrazo apretado. La sorpresa hizo que se quedara sin palabras, y al mirar sus ojos, vio el alivio mezclado con preocupación en el rostro del chico.

—Primero lo de Camino y ahora esto... ¡No dejan de meterse en problemas! —lloriqueó—. ¡Es aterrador!

—Lo siento... —murmuró Kaori, intentando tranquilizarlo, aunque su propia voz sonaba débil.

Justo en ese momento, Kaori sintió una mirada intensa posarse sobre ella. Al girar, se encontró con los ojos de Shoto, que la observaba desde el otro lado de la habitación con el ceño ligeramente fruncido. Una chispa de celos parecía asomar en su mirada mientras observaba cómo Kaminari aún la sostenía entre sus brazos. Aquella tensión entre ambos pareció flotar en el aire, y Kaori, por un momento, deseó poder acercarse a él, aunque no sabía cómo romper el hielo tras el distanciamiento que sentía entre ellos últimamente.

Iida, atento a la situación, intervino rápidamente, alzando una mano para calmar a todos:

—¡Calma, chicos! Sé que estaban preocupados, pero... ¡Cálmense! —exclamó con su tono autoritario—. Vieron las noticias. Pasaron por mucho y como sus compañeros, sean considerados, deben descansar con tranquilidad. Sé que no solo sus cuerpos deben de estar agotados, sus mentes también.

—Iida, está bien —lo tranquilizó Izuku con una leve sonrisa—. Agradezco mucho tu preocupación, pero... Todo está bien, de verdad.

Aquello pareció quitarle un peso de encima al delegado de la clase 1A, ya que en cuanto terminó de hablar, se acercó a Izuku y comenzó a moverlo de un lado a otro en un arrebato de emoción contenida.

—¡Tú no tienes ni idea de cuánto me preocupé! ¡Siempre son ustedes, siempre metiéndose en situaciones peligrosas! —reclamó.

—Voy a prepararles un té —Momo murmuró mientras se dirigía a la cocina—. Les ayudará a relajarse.

Kaori sonrió al ver cómo todos se esforzaban por hacerlos sentir bien. No obstante, se dio cuenta de que había alguien más esperándola. Una presencia familiar y firme se acercaba por detrás, y al girarse, se encontró con Bakugo, quien la miraba fijamente con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido, en una mezcla de reproche y preocupación.

—¡Idiota! —espetó el rubio, y Kaori ladeó la cabeza, sorprendida por su reacción—. ¿Por qué no me dijiste nada de lo que estaba pasando?

La aludida sintió una calidez en el pecho al notar que Bakugo estaba genuinamente preocupado por ella. Sonrió levemente y bajó la mirada, intentando encontrar las palabras adecuadas.

—Lo siento, teníamos prohibido hacerlo —respondió en un murmuro, sin poder evitar sonreír ante el gesto inesperado de su amigo—. ¿Estabas preocupado?

Bakugo bufó, desviando la mirada con un ligero sonrojo en sus mejillas.

—Sabía que algo te pasaba —dijo en tono más bajo—. Ya no molestabas tanto como antes y estabas más callada... Era raro, y sí, bueno... No me gustó, ¿vale?

Kaori sonrió con afecto, sabiendo que, aunque sus palabras sonaban duras, en el fondo había una sincera preocupación en su voz.

De repente, la voz de Kaminari irrumpió a su lado, rompiendo el pequeño momento entre ella y Bakugo.

—¡Oye, Kacchan! —exclamó, dando una palmada amistosa sobre el hombro del aludido—. ¿Por qué luces tan deprimido? Viniste porque estabas preocupado, ¿no? ¡Vamos, deberías ser sincero por una vez!

Bakugo reaccionó bruscamente, sacudiendo su hombro y provocando que Kaminari perdiera el equilibrio, dando un paso hacia adelante, desconcertado.

—Me largo —gruñó, visiblemente irritado.

—¿Vas a dormir? —preguntó Kaori, sorprendida por lo temprano que era.

—¿Ahora? —Kaminari replicó, igualmente desconcertado.

—A diferencia de ustedes, yo estoy ocupado —respondió, con un tono seco antes de girarse para salir del cuarto.

Mientras Bakugo se alejaba, Shoto se acercó al grupo con el teléfono en la mano. La tensión en su rostro era más sutil, pero su mirada se detuvo un poco más de tiempo en Kaori antes de hablar, lo cual no pasó desapercibido para ella.

—Kaori, Midoriya, Kirishima, Uraraka y Asui —llamó, nombrándolos uno a uno—. Yo también me voy.

—¿Tan temprano? ¿Son ancianos o qué? —se quejó Kaminari con una sonrisa burlona.

—Me lo esperaba de Bakugo, pero no de ti, Todoroki —Asui murmuró mientras le entregaba su conejito a Koda—. ¿Qué les sucede?

Kaori suspiró, recordando la conversación que había tenido con Shoto hacía unos días. Aunque quería disfrutar más tiempo con sus compañeros, sabía que el día siguiente sería agotador.

—Mañana practicaran para el examen de licencias —explicó la pelirosada, su voz un poco apagada.

Izuku asintió lentamente, llevándose una mano a la barbilla, pensativo.

—Ya veo... Así que los exámenes están por comenzar —musitó.

Mientras todos se dispersaban, Kaori miró de nuevo a sus amigos, sonriendo con cariño al ver que, pese a los desafíos y el agotamiento, cada uno de ellos estaba ahí, apoyándola a su manera. Aun así, notó una sensación de inquietud en su interior; un leve deseo de recuperar la tranquilidad y fuerza que sentía que había perdido tras todo lo vivido.
















































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La noche ya había caído y el dormitorio de la pelirosada estaba en completo silencio, apenas iluminado por un leve resplandor que se filtraba a través de las cortinas. Kaori se encontraba recostada en su cama, intentando, sin éxito, conciliar el sueño. A pesar de que su cuerpo estaba agotado, su mente se negaba a detenerse. Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos recientes invadían su mente: los enfrentamientos, las decisiones tomadas bajo presión, los momentos en los que dudó de sí misma... Todo se arremolinaba en su cabeza, como un torbellino de pensamientos y emociones que se negaban a abandonarla.

Cada movimiento que hacía en su cama, buscando una posición cómoda, parecía traer consigo una nueva duda, un nuevo remordimiento, y por más que intentaba apagar esos pensamientos, volvían a aparecer, recordándole lo vulnerable que se sentía en ese momento.

Finalmente, tras varios intentos fallidos de descansar, suspiró con frustración. Se sentó en el borde de la cama y miró alrededor de su habitación, buscando algo que le brindara algo de paz. Al alzar la vista, sus ojos se posaron en uno de los muebles de la habitación, en un rincón algo apartado. Allí reposaba un pequeño peluche de gato, un objeto que llevaba años guardado y que solo sacaba en los momentos en que necesitaba consuelo.

Sin pensarlo mucho más, Kaori se levantó y se dirigió hacia él. Al tomarlo entre sus manos, el suave tacto del peluche le trajo una oleada de recuerdos que logró calmarla, aunque solo fuera un poco. Era un regalo de Shoto, de aquellos días en que ambos eran apenas unos niños y sus preocupaciones eran tan pequeñas en comparación con las que enfrentaba ahora.

Recordó el día en que Shoto se lo había dado, tímido y sin muchas palabras, pero con una expresión que lo decía todo. Ella había sentido en ese momento que el pequeño obsequio simbolizaba una promesa, un vínculo silencioso entre ellos, y ahora, años después, el simple hecho de sostenerlo en sus manos lograba reconfortarla.

Kaori volvió a sentarse en su cama, esta vez abrazando el peluche contra su pecho. Cerró los ojos y dejó que los recuerdos de su infancia la envolvieran, recordándole un tiempo en el que todo parecía más sencillo y menos doloroso. En la oscuridad, encontró un pequeño consuelo, una calma que finalmente empezaba a aliviar la tormenta en su mente.

Mientras permanecía así, abrazada a aquel peluche, Kaori se sintió agradecida por ese pequeño refugio emocional. Aunque sabía que los problemas no desaparecerían por completo y que las dudas seguirían acosándola, en ese instante, el calor de sus memorias y el recuerdo de Shoto le brindaron una paz momentánea que la hizo sonreír.

Y así, finalmente logro conciliar el sueño.
















































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Los primeros rayos de luz se filtraron por la ventana de Kaori, arrancándola suavemente del sueño en el que se encontraba. Su cuerpo aún sentía el peso de los últimos días, la tensión acumulada que parecía no haberse disipado con el descanso. Lentamente, se estiró en la cama, buscando en cada movimiento un alivio que no terminaba de llegar. Con un suspiro, se frotó los ojos, intentando sacudir el letargo que quedaba de la noche, y finalmente decidió levantarse.

Se dirigió a la silla junto a su cama y tomó un sueter que descansaba sobre el respaldo, deslizandolo por su cuerpo. Al calzarse las pantuflas de gato, una pequeña sonrisa le curvó los labios. Necesitaba su café matutino.

La cocina estaba en silencio. El aire fresco de la mañana la hacía sentir un poco más despierta mientras se movía con cuidado, consciente de que todos sus compañeros aún dormían. Con pasos suaves, se dirigió a la cafetera, llenando el hervidor con agua caliente mientras su mente comenzaba a vagar por los recuerdos recientes, esos que parecían demasiado pesados para su edad y que la hacían sentir más agotada de lo normal.

Las imágenes del enfrentamiento con el Shie Hassaikai regresaron de golpe, haciéndola fruncir el ceño mientras el sonido del agua hirviendo llenaba la habitación. Había querido proteger a todos, había querido ser fuerte, pero el peso de aquella misión y los recuerdos que había dejado no la dejaban en paz. Las pesadillas y la presión constante habían cambiado algo dentro de ella, y aunque se esforzaba por disimular, sabía que no era la misma. Soltó un suspiro y extendió la mano para tomar su taza de café recién servido, cuando de repente sintió una presencia a sus espaldas.

Kaori se giró lentamente y se encontró con Shoto observándola en silencio desde el umbral de la puerta. Sus ojos la miraban con intensidad, enmarcados por una expresión que mezclaba preocupación y una nostálgica calidez. La tensión en su cuerpo se acentuó, y el latido de su corazón se aceleró al darse cuenta de lo cerca que él estaba. Habían pasado días desde que habían tenido una conversación tranquila, y cada vez que intentaban acercarse, un silencio incómodo o algún obstáculo parecía interponerse entre ellos.

—Te ves bien con mi suéter —murmuró Shoto con una voz baja y serena, rompiendo el silencio que había cargado la habitación de una extraña tensión.

La mirada de Kaori descendió rápidamente hacia su cuerpo, y se dio cuenta, con el rostro encendido, de que la prenda que llevaba era de él. Había sido el primer objeto que había encontrado, y ni siquiera se había percatado de a quién pertenecía.

Antes de que pudiera procesarlo, la taza resbaló de sus manos y se estrelló contra el suelo, enviando pequeños trozos de cerámica y gotas de café por todas partes. Con las mejillas sonrojadas y una mezcla de sorpresa y vergüenza en el rostro, Kaori levantó la vista hacia Shoto, encontrando su mirada inmutable, pero con una leve curva en la comisura de sus labios. Había algo en sus ojos, algo que le hacía estremecer.

—Lo siento... No me di cuenta que... Era tuyo... —balbuceó ella, su voz apenas un murmullo mientras intentaba controlar su respiración. Shoto, sin perder ese aire tranquilo, se acercó para ayudarla a recoger los pedazos, sus movimientos lentos y cautelosos, como si en ese acto también intentara acercarse más a ella.

—No importa —respondió él suavemente, agachándose para tomar uno de los trozos de la taza rota.

Sus manos se rozaron brevemente, y Kaori sintió una chispa recorrerle la piel, una conexión silenciosa que pareció detener el tiempo por un instante. Él no apartó la mano de inmediato, y en su expresión ella pudo ver una mezcla de emociones que le resultaban desconocidas, pero, al mismo tiempo, llenas de una intensidad que la hacía sentir vulnerable.

—¿Cómo te has sentido estos días? —preguntó Shoto en un tono bajo, rompiendo finalmente el silencio. Su voz tenía una carga de seriedad, y en sus ojos Kaori pudo ver su preocupación.

La chica parpadeó, nerviosa, sin saber bien cómo responder. Las emociones se arremolinaban dentro de ella, y el simple hecho de tenerlo tan cerca, de sentir su presencia tan intensa, hacía que su cuerpo reaccionara de formas que ella no podía controlar.

—Ha sido complicado —admitió finalmente, intentando mantener la compostura. Sabía que Shoto también había estado pasando por mucho, y esa misma culpa la hacía sentir más incómoda. Aun así, no pudo evitar mirarlo a los ojos, buscando algún tipo de alivio en su presencia.

Él asintió en silencio, como si entendiera a la perfección cada uno de los pensamientos no dichos que la pelirosada guardaba. Durante unos segundos, ambos se quedaron ahí, mirándose, compartiendo un momento que, a pesar de la incomodidad, parecía acercarlos de una manera inesperada.

—Yo... He estado pensando en todo lo que pasó —Shoto dijo. Su voz sonaba tensa, y sus ojos reflejaban el conflicto interno que Kaori había notado en él desde el incidente.

El bicolor se acercó un poco más, hasta que la distancia entre ellos fue casi inexistente. Kaori contuvo el aliento, consciente de la proximidad de su cuerpo. Él alzó una mano, como si fuera a tocar su rostro, pero se detuvo a medio camino, en un gesto que parecía reflejar una lucha interna.

Kaori levantó la mirada, sin ser capaz de evitar la chispa de deseo y anhelo que sentía en ese momento. Los segundos se dilataban, y el mundo parecía haberse detenido en ese instante íntimo, donde las palabras sobraban y donde sus miradas lo decían todo.

—Shoto... —la chica susurró, casi sin darse cuenta, mientras alzaba la mano hacia él. Pero justo en ese instante, la puerta de la cocina se abrió con un golpe que rompió el delicado hechizo que ambos compartían. La voz de Bakugo resonó con su tono habitual de impaciencia:

—¡Oye, idiota mitad y mitad! ¿Qué haces aquí? Nos vamos ahora. No me importa si estás de chismoso, ¡ya es tarde!

Shoto giró la cabeza, molesto por la interrupción, y Kaori se sobresaltó. Bakugo estaba parado en la puerta, con los brazos cruzados y una expresión de impaciencia que lo hacía parecer aún más imponente. Sin embargo, al ver la expresión en el rostro de Kaori y la forma en que Shoto la estaba mirando, el rubio frunció el ceño, visiblemente incómodo.

—Ah... Kaori, no sabía que estabas aquí —gruñó Bakugo, desviando la mirada.

La pelirosada soltó una pequeña risa nerviosa, sacudiendo la cabeza para salir del trance en el que se había sumido. Shoto se levantó lentamente, y la miró una última vez antes de asentir, reconociendo que el momento había llegado a su fin.

—Nos vemos —le susurró, con una leve sonrisa que todavía conservaba algo de aquella intensidad que la había dejado sin aliento momentos antes.

Mientras lo observaba salir de la cocina, Kaori sintió una punzada en el pecho. Había muchas cosas que aún necesitaban hablar, pero en ese intercambio silencioso, en esas miradas compartidas y en la cercanía no declarada, ambos habían dejado en claro lo que sentían el uno por el otro.

La puerta se cerró, y el eco de los pasos de Shoto y Bakugo se fue desvaneciendo, dejando a Kaori sola en la cocina, con el corazón latiendo todavía con fuerza.

Por otro lado, mientras los chicos caminaban por el jardín, con el eco de sus pasos resonando en el suelo, Bakugo lanzó una mirada rápida hacia Shoto. Aunque a simple vista parecía una caminata rutinaria hacia el entrenamiento, Shoto notaba que algo diferente flotaba en el aire. Al llegar a una esquina, Bakugo se detuvo abruptamente, obligando al bicolor a frenar también. Shoto arqueó una ceja, sin decir nada, mientras el rubio lo observaba con esos ojos intensos que parecían casi desafiarlo.

—Escucha, mitad y mitad —habló Bakugo con su tono habitual, aunque esta vez había una seriedad poco común en su voz—. No me importa lo que pienses hacer o no con Kaori, pero más te vale que tengas cuidado con ella.

Shoto parpadeó, sorprendido por el comentario. No era común que Bakugo hablara de manera directa sobre asuntos personales, y mucho menos en un tono protector. Normalmente, el rubio tenía su clásica actitud desafiante y despreocupada, pero esta vez, su postura parecía más rígida. Shoto no pudo evitar sentir una pequeña punzada de incomodidad. Sabía que Kaori era importante para Bakugo de una manera especial, aunque ambos lo expresaban de maneras muy distintas.

—Sé que la cuidaré, Bakugo —respondió el contrario con calma, aunque con un tono de firmeza en sus palabras.

La mirada de del rubio seguía fija en él, como si estuviera evaluándolo, buscando cualquier señal de duda o insinceridad.

Bakugo frunció el ceño, y sus puños se apretaron ligeramente a su lado, haciendo que una pequeña chispa de explosión sonara en su mano.

—¡Más te vale, imbécil! —Katsuki exclamó, su voz cargada de una especie de furia contenida—. Es insoportable no estar todo el día escuchándola hablar de estupideces. Si me entero de que la hiciste sentir mal, te las verás conmigo, ¿escuchaste? Me dan igual tus dones, te ganaré de todas formas.

La amenaza no era casual, y Shoto lo supo de inmediato. Aunque Bakugo no era precisamente amistoso, el simple hecho de que se expresara de esta manera hacia Kaori dejaba en claro lo importante que era ella para él. Él sabía que su compañero rara vez mostraba ese lado protector, y aún menos cuando implicaba hablar de sus sentimientos.

—No tengo intención de lastimarla —el bicolor replicó con voz firme—. Si algo le preocupa o la hace daño, estaré ahí para ella. Eso es algo que prometí, aunque no te lo haya dicho a ti.

Bakugo lo miró en silencio durante unos segundos, evaluándolo de pies a cabeza. Finalmente, asintió, aunque no había en su expresión nada de aprobación. En lugar de eso, simplemente parecía aceptar la declaración de Shoto, al menos por el momento.

—¡Mejor que sea así! —espetó, su voz baja y llena de intensidad—. Porque si alguna vez te veo fallando, ¡no será bonito! Kaori no merece menos que alguien que esté dispuesto a hacer todo por ella.

Sin decir más, el rubio se giró y continuó caminando. Shoto observó su espalda con una mueca. Odiaba admitirlo, pero le molestaba que Bakugo fuera tan cercano a su novia.
















































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Kaori estaba cómodamente instalada en la sala de estar de la academia, con el control de videojuegos en sus manos y una expresión de intensa concentración en el rostro. A su alrededor, Tokoyami, Kaminari y Mina estaban en la misma situación, cada uno de ellos completamente absorto en la pantalla mientras las coloridas pistas de Mario Kart se mostraban con una velocidad vertiginosa. El ambiente estaba cargado de energía competitiva, con bromas y quejas constantes llenando el aire mientras los personajes digitales se adelantaban unos a otros en la carrera.

Kaori sonrió al escuchar las quejas de Kaminari, quien, al ser golpeado por un caparazón azul, casi soltó el control de las manos en un acto de desesperación.

—¡¿Por qué siempre a mí?! —exclamó el rubio, al borde de la frustración mientras su personaje perdía posiciones—. ¡No puede ser que tenga tan mala suerte en este juego!

Kaori soltó una risita, sin apartar la vista de la pantalla, sus dedos moviéndose rápidamente para girar en una curva cerrada. Ella estaba en segundo lugar, justo detrás de Tokoyami, quien conducía con una precisión casi implacable.

—Kaminari, ¿acaso no sabes que ese caparazón está hecho para atacar a los que van en primer lugar? Si te llega a ti... Bueno, creo que tu suerte es peor de lo que pensábamos —la pelirosada bromeó, tratando de no reír demasiado fuerte para no distraerse.

—¡No es gracioso, Kaori! ¡Mírame, ahora estoy en último lugar! —se quejó, disparando un caparazón verde sin ningún blanco fijo.

Mina, quien estaba justo detrás de Kaori en la competencia, aprovechó el momento para lanzar un caparazón rojo en dirección a ella, con una sonrisa de satisfacción al ver que estaba a punto de alcanzarla.

—¡No te confíes, Kaori! No pienso quedarme atrás —advirtió Mina, riendo mientras su personaje aceleraba tras el de su amiga.

La aludida apretó los dientes, esforzándose por no perder su posición. Sabía que una distracción en este momento le costaría caro, así que concentró todos sus sentidos en el juego, tomando curvas con precisión y evitando obstáculos con reflejos rápidos. Sin embargo, cuando el caparazón rojo de Mina la alcanzó, su personaje dio un giro desastroso que la dejó varada momentáneamente, mientras Mina y Kaminari la superaban.

—¡No! —gritó Kaori, mientras veía cómo su personaje se retrasaba—. ¡Mina, eso fue traición pura!

Tokoyami, quien hasta entonces había mantenido una actitud seria, soltó una leve risa, lo cual era raro en él, y comentó sin apartar la vista de la pantalla:

—En la guerra, la traición es una herramienta más. Aunque debo decir, Kaori, que te recuperas con rapidez.

La pelirosada soltó una carcajada y le dio un pequeño codazo al chico junto a ella, sin dejar de observar la pantalla.

—¡Oh, cállate, Tokoyami! ¡No me mires a mí! Tú sigues en primer lugar y parece que nada te afecta. ¿Es que acaso tu personaje es inmune a los caparazones? —bufo, divertida.

El aludido mantuvo la vista en la pantalla mientras daba una curva perfecta, pero se permitió esbozar una pequeña sonrisa.

—La oscuridad siempre está preparada para enfrentar cualquier obstáculo. Solo es cuestión de disciplina y concentración, Kaori —Tokoyami respondió con tono solemne, como si estuviera hablando de una gran verdad de la vida.

Kaminari rodó los ojos, imitando la voz de su compañero y murmurando con sarcasmo:

—"La oscuridad siempre está preparada..." Vamos, Tokoyami, ¡es solo Mario Kart! —exclamó el rubio con diversión, provocando una carcajada en el grupo.

La competencia continuó. Todos parecían decididos a no ceder terreno, y las bromas se hacían más rápidas y las risas más constantes. Kaori, sintiéndose renovada y lista para recuperar el liderazgo, comenzó a adelantar a Kaminari y Mina, aprovechando los pequeños atajos y haciendo todo lo posible para mantenerse al margen de los obstáculos.

—¡Prepárense, porque nadie va a superar a esta campeona! —Kaori declaró, alzando su voz con confianza y energía.

—¿Ah, sí? Pues ya veremos, Kaori —Mina la retó—. No pienses que te lo voy a dejar fácil.

Y, con la habilidad de quien ha jugado Mario Kart muchas veces antes, Mina logró posicionarse justo detrás de Tokoyami, esperando el momento perfecto para lanzar su caparazón verde en su dirección, con la esperanza de superarlo. Tokoyami, sin embargo, se mantenía imperturbable, con su característico enfoque impertérrito, como si ya supiera que iba a ganar.

—Mina, tu entusiasmo es admirable, pero la verdadera victoria no se consigue con emoción, sino con estrategia —habló Tokoyami, sin levantar la vista de la pantalla.

La carrera estaba en su última vuelta, y Kaori sentía que el pulso se le aceleraba. Tenía a Tokoyami y a Mina justo delante, y estaba segura de que, si calculaba bien su próximo movimiento, podría superarlos. Su concentración era máxima, y sus dedos se movían con rapidez, mientras todos los sonidos de fondo parecían desaparecer. El juego era lo único que existía en ese momento, y estaba decidida a darlo todo.

Kaminari, que había estado rezagado en último lugar, por fin encontró una caja de objetos en la pista que contenía un caparazón azul. Una sonrisa maliciosa se formó en sus labios mientras apuntaba su caparazón hacia el primer lugar.

—¡Tokoyami, prepárate para ser destruido! —el rubio anunció, su risa resonando en toda la sala.

El aludido apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el caparazón azul impactó su personaje, haciéndolo volar por los aires. La expresión estoica de Tokoyami se quebró por un segundo, y dejó escapar un leve suspiro de resignación.

—La traición, una vez más, toma la victoria —murmuró con dignidad, mientras los demás reían ante su inusual derrota.

Aprovechando el caos, Kaori aceleró a fondo y logró adelantar a Tokoyami, manteniendo la ventaja por apenas unos segundos. Con el corazón palpitante, cruzó la línea de meta en primer lugar, soltando un grito de celebración y alzando los brazos en victoria.

—¡Sí! ¡Gané! —exclamó, volviendo a la realidad y mirando a sus amigos con una gran sonrisa de satisfacción—. Admitan que soy la mejor.

Kaminari resopló, aunque una sonrisa de buen humor aparecía en su rostro.

—Fue pura suerte, Kaori. Si no hubiera sido por mi caparazón azul, Tokoyami ya estaría celebrando —musito, cruzado de brazos, aunque su expresión mostraba que estaba tan divertido como los demás.

Tokoyami asintió, mirándola con una expresión solemne.

—La suerte puede ser un arma poderosa, pero tu habilidad también es innegable, Kaori. La victoria te pertenece.

—¡Qué intensa eres, Kaori! Ni siquiera pareces la misma chica calmada que conocimos —Mina exclamó entre risas—. ¡Eres una fiera en la pista!

La pelirosada sonrió, aún sintiendo la euforia del juego en su pecho. Había sido una competencia feroz, pero también un momento increíblemente divertido. Estar rodeada de sus amigos, compartiendo esa clase de momentos, le hacía sentir que, después de todo, todo esfuerzo valía la pena.

—¿Otra partida? —sugirió Kaori, alzando una ceja con una sonrisa desafiante.

Antes de que pudieran siquiera responder a la invitación de la chica, un delicioso aroma comenzó a llenar la sala. Los ojos de todos se dirigieron hacia la entrada, donde apareció Sato con una bandeja de brownies recién horneados, su rostro luciendo una expresión de orgullo y satisfacción mientras los sostenía en alto.

—¿Alguien quiere probar mi nueva receta? —preguntó el chico, entrando con calma pero con una sonrisa en el rostro. Los brownies humeaban ligeramente, y el dulce aroma del chocolate derretido era simplemente irresistible.

Kaori fue la primera en reaccionar, soltando el control de su juego y girando con una sonrisa de entusiasmo.

—¡Sato, esos huelen increíble! —exclamó, sus ojos brillando de emoción mientras se acercaba a la bandeja.

Kaminari, por supuesto, no iba a quedarse atrás. Dio un salto desde el sofá, extendiendo la mano hacia los brownies como si fueran la salvación.

—¡Gracias, Sato! ¡Justo lo que necesitábamos para recuperar energías! —el rubio dijo, tomando uno de los brownies y dándole un gran mordisco—. Mmm... ¡Esto es el cielo!

Mina tomó uno también y lo saboreó con ojos cerrados, suspirando de satisfacción.

—¡Sato, te has superado! Creo que acabo de enamorarme de este brownie —murmuró entre risas.

Tokoyami, por su parte, tomó un trozo con calma y asintió en silencio, pero la leve sonrisa en su rostro delataba su aprobación.

—Sato, tienes que compartir tu receta conmigo algún día. ¡Estos son simplemente perfectos! —la pelirosada chilló, saboreando cada mordisco con verdadero deleite.

El aludido se rió y se encogió de hombros, claramente satisfecho con el entusiasmo de sus amigos.

—Claro, Kaori. Aunque, te advierto, es una receta secreta —respondió, guiñando un ojo—. Pero puedo hacer una excepción para ti.

La sala de estar pronto se llenó de risas y bromas mientras todos disfrutaban de los brownies y compartían comentarios exagerados sobre lo deliciosos que eran.

Y así, mientras las risas continuaban y los brownies desaparecían uno a uno, Kaori sintió que estos momentos sencillos y divertidos eran los que hacían que valiera la pena cada día de esfuerzo y sacrificio.

















































































































JES'S NOTE !

ya estamos llegando a los últimos capítulos de este fic 😞 Y LES TENGO UNA PREGUNTA; yo tenía pensando escribir todo el anime en un solo libro, pero si lo hago, serían como mínimo, 100 capítulos, y en lo personal, siento que sería muy aburrido para ustedes leerlo, ASI QUE LES TENGO TRES OPCIONES:

1. le doy un final al fic con la película.
2. sigo escribiendo y termino el anime en un solo libro.
3. sigo escribiendo y termino el anime en dos libros ( parte 1 y parte 2 )

por cierto, espero que se preparen para el próximo capitulo, porque se vienen cosas fuertes entre kaori y shoto 🤭 EN UN MUY BUEN SENTIDO

gracias por leerme <3 luv u.

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