Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

018. Bueno... Eso fue inesperado


En una de sus manos giraba una de sus dagas con practicada facilidad y en la otra sostenía fuertemente un dracma que estaba a segundos de utilizar para llamar a Percy.

Sus ojos se encontraban fijos en el combate que Luke Castellan estaba teniendo en esos momentos contra otro hijo de Hermes, ambas espadas chocaban con un fuerte chirrido al que Ayax estaba más que acostumbrado.

A su lado, Daisy se encontraba en silencio y no hacía falta voltear su rostro para saber que ella lo estaba observando.

—Yax... ¿Qué harás ahora, cariño? —preguntó Daisy suavemente, y por el tono de su voz parecía que no era la primera vez que esa pregunta se escapó de sus labios.

Pero Ayax no estaba prestándole atención, mirando fijamente como el espadachín frente a él se movía con fluidez y gracia, como si hubiera nacido para ser el mejor en ello.

Pero Luke no podía ser el mejor porque ese siempre sería Ayax.

Ayax jamás había usado una espada ya que siempre tuvo a su hacha mucho más formidable y valiosa de su lado, pero mientras observa a Luke cree que sin lugar a dudas podría llegar a derrotarlo.

Espera pronto tener la oportunidad de hacerlo.

Una mano se posa suavemente en su mejilla y finalmente Ayax voltea para encontrarse con los ojos celestes que mostraban una genuina preocupación.

Por unos segundos se sintió como un idiota por haber estado ignorando a Daisy, su mejor amiga, la única que siempre podría comprenderlo.

—La herida que Luke te hizo se desvaneció por completo... Creí que Ares no podía sacar cicatrices. —murmuró Daisy de manera pensativa, intentando cambiar el tema ya que tal vez habría descubierto que Ayax no estaba interesado en hablar demasiado.

El pelinegro asintió y finalmente dejó de mover la daga entre sus dedos y la clavó firmemente contra el tronco del árbol en el que ambos estaban sentados.

—Tu madre me ayudó en realidad. —le respondió Ayax, observando la sorpresa que cubrió los ojos de su amiga antes de que ella finalmente le dedique una sonrisa cariñosa.

—Oh, eso fue muy amable de ella.

Ayax no respondió.

En cambio se concentró en mirar el rostro de su mejor amiga, que aún cuando fue ignorada desde que Ayax llegó, se mantuvo a su lado esperando pacientemente por él, queriendo asegurarse que se encontraba bien y tal vez, dispuesta a ayudarlo si Ayax quería volver a la misión.

Pero... ¿Quería él?

Desde que todas las sospechas del traidor recayeron en su hermana, Ayax estaba convencido de que debería hablar con ella y pedirle una explicación o dos acerca de todo lo que estaba ocurriendo y cómo su padre y Clarisse lo habían dejado a oscuras en momentos tan importantes como esos.

Sabe también que el dolor que se instaló en su interior solo puede significar la lejanía que tiene con Percy, que aún no entiende cómo ni cuándo se volvió un dolor físico real que estaba allí un poco oculto pero siempre presente.

Quiere volver con Percy como no quiere nada más en el mundo, pero también recuerda como Annabeth Chase prefirió abandonarlo en el casino y como Grover solo lo miraba con confusión, pero ninguno de los dos queriendo hacer algo para lograr traerlo de vuelta.

Y tiene sentido, después de todo Chase y él jamás fueron amigos, eran hijos de Ares y Atenea después de todo. Una enemistad eterna que no serían ellos quiénes le den fin.

Grover por otro lado parecía como si él también hubiera olvidado todo al igual que Ayax y estuviera intentando comprender a dónde debían ir y porqué, solo que él sí dejó llevarse de manera mucho más dócil que él.

Pero Ayax era un hijo del mismísimo Ares y no solo eso si no también que por su sangre corre y siempre corrió una chispa rebelde que jamás le permitiría aceptar órdenes de nadie, mucho menos de extraños.

Las palabras de Percy vuelven a él, recordándole que Percy se había proclamado como suyo, soy tu Percy, Percy es de Ayax, y la sola idea de tener algo que le pertenezca todavía se sentía incorrecta en su mente, como si aceptarlo sería traicionar la idea que tenía de sí mismo.

Cuando llegó al campamento por primera vez, Ayax estaba decidido a odiar a su padre incluso aunque no se concentraba particularmente en demostrárselo.

Se sentía abandonado, incluso aunque el hombre venía a verlo para llevarlo a rigurosos entrenamientos en el Inframundo, y aquél fue un sentimiento que solo se fortaleció con el paso de los años y le dio también una nueva necesidad de cambio.

Entonces Ayax volvió a dormir y decidió después de mucho tiempo volver a soñar que era algo que Ares la había prohibido cuándo vivían juntos en el Olimpo.

Y una vez que Ayax volvió a soñar no le tomó tiempo volver a amar a ese chico rubio con el que jugaba y entrenaba en la playa como si todo el mundo se detuviera solo para que ellos se enamoren y sean felices.

Una vez que Ayax tomó la decisión de desobedecer a su padre por primera vez al soñar con Percy creyó que también estaría bien hacer un par de cambios más y entre todos ellos estaba la idea de que no le pertenecía a nadie y nadie nunca le pertenecería a él.

Dejaría de estar atado a las personas ya que no había nadie que él necesitara, solo con dormir y soñar el podía obtener todo lo que las personas podrían llegar a ofrecerle en el mundo real, y con aquella idea en su mente las cosas comenzaron a cambiar para Ayax.

Al llegar al campamento él ya era bastante desinteresado con todos pero se aseguraba de mantener una conexión mínima con todos sus hermanos, pero aquél día que decidió convertirse en lo más cercano a un lobo solitario, dejó de buscar a sus hermanos incluso aunque vivían en la misma cabaña.

La primera en notarlo fue Clarisse, con quién él era realmente cercano al principio, pero pronto aquella cercanía se volvía solo pequeños momentos en los que Ayax decidía estratégicamente hablarle a ella.

No sabe cómo llegó su hermana a sus pensamientos, sabe que puede perderse fácilmente en ellos, pero ahora una vez más piensa en el traidor que robó el rayo y es su turno para hacer una pregunta.

—¿Clarisse robó el rayo maestro?

Y espera en silencio a que Daisy responda, porque sabe que entre todos los semidioses del campamento será Daisy quién más atención le preste a su hermana, después de todo, ella estaba enamorada.

Su mejor amiga, que había estado acariciando suavemente su mejilla ahora curada lo miró con sorpresa sin adulterar en sus ojos, como si la sola pregunta fuera algo inapropiado de hacer.

Daisy se quedó en silencio por lo que parecieron horas, pero tal vez fueron solo unos pocos minutos, antes de finalmente responder.

—Sí... Fue ella... ¿Cómo- —Daisy se detuvo, dejando caer su mano del rostro de Ayax y bajando la cabeza hasta el tronco del árbol en el que ambos estaban sentados—. ¿Cómo lo descubriste?

—No lo hice yo, Grover lo hizo al hablar con Ares. —explicó Ayax, mirando una vez más el dracma que había apretado en su mano y deseando que ya se encuentren en el Inframundo para poder hacer su llamada.

Tal vez aún estén de camino, tengo algo de tiempo más.

De todos modos, necesito tener esa conversación con Clarisse.

—¿Cómo lo descubriste tú? —le preguntó ahora Ayax, levantando la vista para mirar el rostro sonrojado de Daisy.

—Ella me lo dijo.

Ambos guardaron silencio durante un par de segundos más, demasiadas dudas rondando por la mente de Ayax pero intentando reorganizarlas a todas para encontrar la manera de hacer las preguntas correctas.

—¿Se hicieron más cercanas en este tiempo? —le preguntó Ayax con cuidado, sabiendo que temas como el amor no era algo en lo que él sea bueno para hablar.

Daisy asintió lentamente, una pequeña sonrisa cubriendo su rostro.

—No te lo dirá si se lo preguntas, sabes como es ella. —explicó Daisy encogiéndose de hombros, Ayax le restó importancia ya que de todos modos lo último que quería indagar de su hermana eran sus relaciones románticas.

—¿Y no le dijiste a nadie que fue ella? ¿Por qué? ¿Por qué no la delataste? —preguntó Ayax, confusión pintaba cada una de sus palabras, Daisy se movió incómoda en su lugar pero no tardó en responderle.

—Por que la amo, por eso no la delaté.

Ayax asintió en silencio sabiendo que esa era la clase de respuesta que habría esperado de su mejor amiga.

Daisy jamás había guardado silencio con respecto a su interés por Clarisse y estaba claro que para esos momentos era más que solo un crush que tenía la chica.

Eso era algo en lo que ambos se diferenciaban, mientras que Daisy no tenía miedo de admitir en voz alta a quién amaba a Ayax le había tomado años tan solo aceptar que aquél sentimiento era en realidad una posibilidad en la que podía fijarse.

Ares nunca le había enseñado nada como el amor pero de a poco junto a Afrodita y Daisy, Ayax lograba conocer los detalles y armar lentamente el rompecabezas que eran sus propios sentimientos.

—Por amor harías cualquier cosa, ¿verdad? —murmuró Ayax aún pensativo, sabiendo que la respuesta tampoco le sorprendería, después de todo se encontraba hablando con la hija de Afrodita nada más ni nada menos.

—¿Y tú no?

Pero Ayax no había esperado esa pregunta en específico, parpadeó un par de segundos quedándose en silencio a la par que apartaba de su mente la imagen de Percy que había aparecido sin ningún tipo de control.

—¿Tú no harías cualquier cosa por tu amor, Yax? —le preguntó Daisy, su voz suave y curiosa, casi un susurro que el viento podría llevarse.

Te amo Percy te amo tanto que por ti me sacrificaría todos los días de mi vida.

Esa frase llegó rápidamente a su mente y muchas otras lo acompañaron poco tiempo después.

Frases que nunca se permitió que fueran pronunciadas pero más de una vez en toda la misión las había pensado e incluso todos aquellos años que aún no sabía su nombre pero si conocía su alma.

Percy, por ti mataría a todas las personas del mundo.

Percy, no hay una sola cosa que no haría por ti.

Te seguiré hasta lo profundo del Tártaro y más allá.

No dejaré que nadie más te haga daño, que pasen primero por mí.

Percy... Por ti mataría a mi maldito padre.

¿Tú no harías cualquier cosa por amor?

—Sí, yo también lo habría ocultado. —afirmó finalmente Ayax, soltando un fuerte suspiro e intentando apartar todo pensamiento de su mente acerca de Percy ya que sabía que no tenía tiempo para eso ahora.

Debía concentrarse ahora en su hermana, Clarisse quién le había ocultado una verdad durante demasiado tiempo y la que todo el campamento pronto comenzaría a llamarla traidora.

—Solo quiero protegerla y lo he estado haciendo todo este tiempo así que por favor Yax, no vayas a hablarle. No la enfrentes porque solo resultará peor para todos. Yo la amo pero si ella cree que yo la traicioné... No terminará bien para mí. —Daisy susurró la última frase casi como si temiera decirla en voz alta.

—Pero no fuiste tú quién la traicionó, fue Ares. —intentó Ayax, incluso sabiendo que las palabras de Daisy tenían todo el sentido que no había pensado antes.

Daisy bajó la cabeza sin querer enfrentarlo a la cara, escuchó un pequeño sollozo salir de sus labios y Ayax se alarmó un poco ante ello, ya que no era bueno tratando con lágrimas ni ninguna clase de tristeza en particular.

—No, hey... —murmuró Ayax inseguro, guardando el dracma en uno de sus bolsillos y acercándose un poco más a Daisy, dándole unas incómodas palmadas en la espalda en un intento de tranquilizarla.

—Yo solo... No quiero que ustedes dos peleen, los amo demasiado como para poder soportar que vuelvan a pelearse, lo sabes.  —Daisy se detuvo, cubriendo su rostro con ambas manos.

Ayax soltó un fuerte suspiro y asintió, sabiendo que no haría nada que la hiciera sentir mejor además de cambiar sus planes.

Así que se puso de pie y observó como Daisy levantaba la mirada con ojos brillantes y con lágrimas cubriendo sus mejillas.

—Tranquila, no iré a hablarle a Clarisse. —tranquilizó Ayax, extendiendo una de sus manos para limpiar una lágrima de la mejilla de su mejor amiga.

Daisy le sonrió con cariño y Ayax tuvo que apartar la vista para contenerse a si mismo de devolverle la sonrisa.

—De todos modos tengo que tener una conversación con otra persona... —murmuró Ayax, observando a la distancia su nuevo destino.

Cuando creyó que Daisy no diría nada más al respecto se agachó para agarrar el cuchillo sobre el tronco del árbol y con un solo movimiento lo desvaneció para no cargarlo encima.

—¿Con quién? —preguntó Daisy una vez que terminó de recuperarse.

—Dioniso. Necesito que me diga cuál fue mi castigo, tal vez si sé que fue por un motivo... No lo sé, alguna premonición de que un hijo de Ares sería el que cause un maldito armagedón o algo así, tal vez podría quedarme más tranquilo. —le explicó Ayax encogiéndose de hombros.

Era mucho más complicado que solo lo que le dijo a Daisy, pero mientras escuchaba como su mejor amiga le deseaba suerte y comenzaba a caminar por el campamento, Ayax decidió acallar todas sus inquietudes, todos esos quizás que quería evitar.

—Solo dime que todo este tiempo sufrí por una buena razón.... —murmuró pensativo Ayax, en su camino a la gran cúpula en donde sabía que se encontraría al director del campamento.

—¡Wariló!

—Sabes que ese no es mi nombre. —se quejó Ayax.

—Y tú sabes que a mi no me gusta que me molesten y aún así aquí estás. —replicó Dioniso rápidamente, cómo si ya hubiera esperado la réplica por parte de Ayax.

—Touche.

—¿Qué quieres, niño? Y que sea rápido, estoy ocupado. —en una de sus manos apareció mágicamente una copa de vino que fue llenada de agua.

El Dios se quedó observando aquella copa de cristal cómo si mágicamente pudiera convertirse en vino y Ayax tuvo que golpearse mentalmente al recordar que efectivamente eso era algo que Dioniso podría hacer si quisiera.

Pero, ¿ocupado? Sí, claro.

—¿Cuál fue la maldición de Zeus? Palabras exactas. —demandó saber Ayax, el Dios frente a él lo miró con aburrimiento y se bajó los lentes de sol para poder observarlo mejor.

—¿Palabras mágicas?

Ayax soltó un bufido, invocando una dagas para comenzar a darle vueltas en su mano en un intento de tranquilizarse y no lanzarse contra el condescendiente enano que tenía en frente.

Es un Dios, recuerda que es un Dios.

Así tan estúpido e inmaduro como lo vez puede llegar a convertirte en estofado si lo desea.

Es un Dios...

Dioniso observaba con diversión brillando en sus ojos como el hijo de Ares jugaba con su daga, llevaban los años suficientes para conocerse como para que el Dios sepa que aquél era un método que el chico usaba para controlar sus emociones.

—Por favor, ¿podrías decirme las palabras exactas de la maldición que Zeus me dio?

—Oh, sí. Por supuesto. —el hombre sonrió en grande y se aclaró la garganta un par de veces, dejando la copa sobre la mesa a la par que sus ojos pasaban de la diversión a pura y extasiada emoción, como si lo que estuviera a punto de decir fuera el chiste del año.

Conociendo a su padre, Ayax debió prepararse a si mismo para escuchar la mayor idiotez de todas.

Dioniso se aclaró una vez más la garganta y Ayax no pudo evitar rodar los ojos con impaciencia.

¿En serio?

—Que sea escuchado en todo el Olimpo, pues este será un castigo que todos deberán recordar. —comenzó a decir Dioniso—. Hoy será el día en que un hijo de Ares será maldecido con el sueño anhelante. Aquél que acaba de nacer este diecinueve de enero será condenado a vivir enamorado de una fantasía que le será presentada en sus sueños. Y con todo el Olimpo presente para oírlo, este castigo será cumplido sin posibilidad alguna de ser revocado por ningún dios, mortal, ni criatura del universo, y aquél que intente romper la condena recibirá una peor...

Ayax seguía en silencio, su daga ya hace un tiempo fue abandonada encima de la mesa.

Una vez que Dioniso se detuvo, incluso aunque sabía que el Dios parecía tener algo más para decir, si algo en su mirada divertida podía delatarlo, Ayax intentó concentrarse en sus sentimientos, enfocarse en cómo todo aquello lo hizo sentir.

Desolado.

Esa era una palabra que Ayax podía usar para describir su atmósfera en esos momentos.

Sí, vivió toda su vida con el castigo de su lado, pero saber que realmente alguien se había tomado el tiempo en realmente hacerle algún tipo de daño sin ningún tipo de sentido.

Ayax no lo entendía, no sabía si quería entenderlo.

Nunca esperó una maldita experiencia de cinco estrellas siendo un semidios, pero creyó que estaría bien que mínimamente le den la oportunidad de tal vez algún día dejar aquellos sueños atrás.

Incluso aunque ahora se estaban volviendo una realidad para él y solo le daban buenos momentos, años de traumas y noches sin dormir, llenos solo de los gritos de su padre prohibiendole ser débil no iban a desaparecer así como así.

Ayax tenía que ser el más fuerte entre todos los fuertes porque cada vez que soñaba se volvía débil, ya que Ares había decidido que el amor debilitaba a las personas incluso aunque estaba saliendo con la Diosa del amor entre todas las Diosas.

Es un hipócrita, un maldito hipócrita.

Todo esto es su culpa... Su maldita culpa y yo estoy pagando...

¿Por qué? ¿Qué fue lo que hiciste, Ares?

¿Cómo era posible que él fuera el único que estaba siendo castigado? Ayax no lo comprendía.

Sus manos se encontraban apretadas a cada lado de su cuerpo, sus nudillos blancos por la fuerza que ponía al cerrarlas.

—¿Algo más? —susurró el pelinegro, bajando la vista al suelo para no tener que observar la diversión en los ojos del Dios que se regodeaba de sus sentimientos.

—Que este castigo sea un gran aprendizaje para todos ustedes de no burlarse del Dios Zeus al perder una partida de póker. —concluyó Dioniso.

—Una partida de póker. —repitió Ayax.

—Una maldita partida de póker, sip. —Dioniso hizo resaltar la p en su sí a modo de burla, observando con curiosidad la oleada de emociones que cubrió al pelinegro hasta que finalmente se detuvo en una.

Decepción.

—Entonces... —comenzó Ayax lentamente, finalmente decidido a sentarse en la silla frente a Dioniso ya que no se sintió lo suficientemente estable como para seguir de pie—. Todo mi castigo fue... ¿Para hacerlo enojar? ¿Por que se burló de Zeus? ¿Me arruinaron la vida para hacerlo enojar a él por...?

Ayax detuvo sus propias palabras, su respiración se volvió temblorosa y por unos segundos se debatió si debía o no reírse en esos momentos.

¿Me haría ver aún más desquiciado si me rio? Probablemente...

Como si no pudiera evitar traerlos de vuelta, recordó la necesidad que siempre sentía al despertarse y desear seguir durmiendo anhelando estar con él, las cicatrices en su cuerpo por el entrenamiento de Ares.

—¿Por qué le hicieron creer a Ares que fue Atenea quien me dió el castigo? —preguntó Ayax entre tanto, incluso aunque ya creía tener la respuesta.

—Para que tu padre se asuste, para desestabilizarlo. Ares creería que Atenea ganaría si tú eras débil y quería probarle que estaba equivocada y que ninguna maldición haría débil a un hijo de Ares. —explicó Dioniso, aún esos ojos mirándolo con curiosidad, como si estuviera esperando a que Ayax explote, a que el otro zapato caiga.

Pero eso sería muy hijo de Ares. Pensó Ayax con decepción, sin querer dejarse llevar por la frustración que estaba sintiendo en esos momentos.

Entonces allí estaba, Ares no había querido darle a Atenea la satisfacción de dejarla ganar y por eso torturó todos esos años a Ayax, obligándolo a ser el más fuerte.

Jamás le preguntó si eso era lo que quería y en ningún momento Ayax creyó que realmente tenía la oportunidad de elegir.

Eso hasta que conoció a Dream Percy, que todo el tiempo le aseguraba que estaba mal aceptar todo sin desear cambiar todo lo incorrecto que lo rodeaba.

Percy le enseñó que estaba viviendo una injusticia ya que Ares jamás le había permitido pensar por sí mismo, siempre siguiéndolo y dándole órdenes.

Cuándo comer, cuando entrenar, no tenía permitido dormir así que podía quedarse con algún otro Dios para distraerse.

Sí, Ayax podía conocer bastante del Olimpo, después de todo fue criado allí, pero realmente... Que se jodan todos.

Jamás lo pedí.

Yo no... No sé si quería esto.

No me merecía ese maldito castigo.

¿Por burlarse de Zeus? ¿Eran tan infantiles los Dioses? Bueno, por supuesto que sí.

Éran Dioses del Olimpo y nadie iba a decirles que no podían hacer lo que quisieran si así lo deseaban, tal vez esa fue la idea que todos tuvieron.

Todos de acuerdo para arruinarme la vida.

—Pero, ¿realmente te arruinaron la vida? —preguntó Dioniso entre tanto.

Ayax subió la vista para observar al Dios con sorpresa, entonces recordó que momentos antes él mismo había dicho esa frase y se alivió de que al menos no era que estaban leyendo su mente o algo así.

—¿Tú crees que no me arruinaron la vida? ¿Eres tan cretino como para creer eso? —preguntó Ayax, dejando que toda la desilusión que tenía por el Olimpo recaiga en Dioniso, quién simplemente se encogió de hombros de manera desinteresada.

—Quiero decir, soñabas con amor.

—Pero me despertaba sin el. Y deseaba volver a soñar para seguir amando pero era solo una vez por noche. Lo único que hacía de día era esperar que se haga de noche, ¿puedes decir que eso es una vida?

—Es algo...

—No se sintió como una vida. —murmuró Ayax, colocando una de sus manos sobre de la mesa y estudiandola con atención, como si fuera la primera vez que lo hiciera.

Siempre había alguien detrás suyo diciéndole que hacer, ya sea Ares o Dream Percy, a sus distintas maneras, uno con órdenes y otro con sugerencias, pero siempre alguien a quién Ayax seguía.

Dependiente.

Dependía de que alguien le muestre el camino a seguir.

Y mientras observaba su mano, detallando cada mínimo detalle desde las llemas de sus dedos hasta las venas en sus muñecas, finalmente tomó una decisión.

—Tengo que ir con Percy. Conozco el Inframundo mejor que esta mano. —dijo Ayax señalando su propia mano ahora en dirección a Dioniso—. Puedo llevarlos a ambos hasta Hades y si aún así habrá una guerra seré el primero que estará en contra de Zeus y Ares.

Ya nadie va a decidir por mí y solo lograré demostrarlo enfrentándome a mi padre.

Las palabras salieron firmemente pero aún así fueron recibidas con una mirada aburrida y un fuerte bostezo.

—¿Johnson? Ese ya ni siquiera se encuentra en el Inframundo. —comentó Dioniso, quién había estado estudiando cada solo movimiento del chico frente a él que parecía estar teniendo alguna clase de epifanía.

—¿Cómo que no? —preguntó Ayax, su rostro palideciendo al escuchar esas palabras, rápidamente poniéndose de pie para mirar con seriedad al hombre frente a él.

¿Logró terminar la guerra? ¿Habló con Hades? ¿Encontró el rayo? ¿Salvó a su madre?

Ayax recordó como la preocupación de Percy por su madre aquel día en casa de Medusa cuando les contó que Hades la estaba reteniendo.

Y entonces, Ayax recordó algo más importante que Percy les había contado ese mismo día en la casa de Medusa, algo acerca de la propia profecía que Percy tenía.

Me dijo que te traicionará alguien que te llama amigo.

—Clarisse nunca llamó amigo a Percy... —susurró Ayax en voz alta, estirando su brazo para alcanzar la daga que seguía sobre la mesa.

Esta vez el Dios frente a él lo miró con confusión, intentando comprender de qué hablaba.

Pero Ayax no podía decir más, no cuando sentía como la respuesta había estado frente a él todo el tiempo y no se había dado cuenta.

¿Qué tal que aún así Ares sabía quién robó el rayo y solo lo estaba encubriendo?

¿Si él está ahora con Ares qué les asegura que no es él quién robó el rayo?

¿Por qué Castellan cree que yo estoy con mi padre?

Ares lo tenía planeado... Todo este tiempo el hijo de puta tenía todo planeado.

—Por eso creyó que yo no estaba en el tren... Le había pedido a Ares que me saque del camino para que Percy crea que yo fuí el traidor. —murmuró Ayax en voz alta, tambaleándose hacía atrás—. Mierda, olvida lo que te dije, tengo que irme.

Ayax tomó con fuerza la daga en una se sus manos y con la otra invocó su hacha, sus pasos fueron rápidos y seguros a una sola dirección: la cabaña de Hermes.

Todo este tiempo, todo este tiempo fue ese idiota...

Su respiración estaba agitada pero la adrenalina palpitaba en sus venas y no podía detenerse ahora, no entiende las razones, no comprende porqué todo lo que sucedió había sucedido.

Pero nada de eso importa.

Ayax había estado ese mismo día estudiando los movimientos de Luke, preparándose a sí mismo para a la menor oportunidad enfrentarse al tipo que se creía el mejor del campamento, que se había burlado de él por su castigo, que no paraba de tratar a los hijos de Ares como si fueran basura.

Solo había estado buscando una excusa para lanzarme contra él y ahora la tengo.

El maldito traidor, el ladrón del rayo.

Es él, es Luke.

—¡Ayax! ¿A dónde vas, cariño? —una voz llamó su atención, Daisy se encontraba detrás de la cabaña de Hermes y Ayax frunció el ceño antes de rodear un árbol que le dificultaba la visión para mirar a su mejor amiga.

—¿Daisy, qué haces aquí? —preguntó Ayax, su voz entrecortada mientras miraba a su mejor amiga sonreír con nerviosismo.

—Nada yo solo- ¿qué sucedió, Yax?

Ayax parpadeó rápidamente, apartando la confusión y volviendo a concentrarse en el tirón de adrenalina en su interior.

Una sonrisa depredadora cubrió su rostro a la par que daba pasos hacia atrás, alejándose de Daisy para seguir su camino.

—No era Clarisse... Es Luke, Luke es el traidor. —declaró Ayax con diversión, una pequeña risita se escapó de sus labios al pensar en la gran pelea que estaba a punto de tener—. No puedo hablar ahora Daisy, tengo que irme.

Ayax dió media vuelta, dándole la espalda a su mejor amiga para salir corriendo pero entonces un chirrido que Ayax conocía a la perfección lo hizo detenerse.

Una espada que fue desenfundada.

Una espada mía.

—No puedo dejar que vayas, Yax. —dijo Daisy, comenzando a acercarse a Ayax.

La sonrisa de Ayax cayó.

Y entonces, como habían llegado todos esos recuerdos de la casa de Medusa tan rápidamente, otro más llegó, pero era mucho más reciente.

Ayax llegando en la moto de Ares al campamento y sobre el gran árbol se encontraba una chica de cabello pelinegro que parecía estar esperándolo.

—Daisy... —comenzó lentamente Ayax—. ¿Cómo sabías que Ares me estaba trayendo al campamento...? y espera... ¿Por qué- por qué culpaste a Clarisse si fue-

No, tu no.

No seas tu.

Por favor Daisy no...

El filo de una espada brilló contra el costado de su rostro, peligrosamente cerca de una de sus orejas, un solo movimiento y lograría causar más daño del que Ayax jamás creyó que la persona detrás suyo causaría.

—¿Daisy... Estás apuntándome con el arma que yo te dí...? —preguntó Ayax, una pequeña súplica escondida allí, esperando que todo esto sea mentira y escuchando en su espalda un pequeño sollozo.

Por el rabillo de su ojo observó los colores plateado y rosados que había modificado para que sea acorde a los gustos de su mejor amiga.

—Lo siento Yax... No puedo dejar que le hagas daño.

Y entonces, saliendo del árbol que Ayax había esquivado con facilidad, justo frente a él, Luke Castellan apareció.

—Hola Yax. —saludó el castaño frente a él, sonriéndole con diversión, otra espada apuntando hacía él.

Ayax dejó caer sus armas al suelo.

—Yax... Te dije que por amor haría lo que sea... —susurró Daisy y eso fue lo último que Ayax escuchó.

Y todo se terminó.

BUENAS BUENAS!!!

OMGG??!! ESTE CAPITULO?!!?

Lamento mucho la demora, esta semana sucedieron muchas cosas pero finalmente aquí les traigo el tan esperado♡⁠

¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Comentarios, dudas, sugerencias?

¡Si les gustó no se olviden de votar y comentar!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro