009. No es tan fácil odiarlo y no creo poder lograrlo
Eras de quién más desconfiaba y me aseguré de mantenerte cerca para evitar que seas el traidor.
—Y después matamos a Medusa. —terminó Ayax, pateando una pequeña piedra antes de sentarse frente al charco de agua que había encontrado en el patio frente a las estatuas petrificadas.
—¿Quééééé?
Después de la declaración de Percy, Ayax había salido del sótano dispuesto a abandonar la misión, pero pronto encontró un dracma sobre la mesa junto a lo que restaba de alimentos y no había podido evitar ir afuera en busca de agua para intentar contactarse con cierta joven.
Sabía que Daisy tendría algún mejor consejo para darle que simplemente huir, después de todo él era un hijo de Ares y eso de darse por vencido no era su fuerte.
Pero aún así, la idea de volver a enfrentarse a Percy después de lo que le causó seguía sin emocionarlo demasiado.
Y Medusa decía que yo tenía suerte con mi castigo, pf. Ya quisiera.
Ahora, Ayax se encontraba observando el rostro sorprendido de la hija más hermosa de Afrodita.
Daisy, tenía puesta la remera naranja del campamento y su cabello pelinegro caía suavemente sobre sus hombros, sus ojos grises brillaban aún cuando el agua distorsionaba un poco su mirada.
—¿Y qué sucedió con Percy, le dijiste? —preguntó ella, mirándolo con un poco de diversión, subiendo y bajando las cejas sujestivamente.
—Te acabo de decir que me siento mal por haber matado a Medusa, no por Percy. —se quejó Ayax, mirando hacia atrás por sobre su hombro para asegurarse que los chicos aún estén dentro de la casa.
Estaban averiguando qué hacer con la cabeza de Medusa, y en esos momentos a Ayax no podía importarle menos.
Ocupado, crisis amorosa. Debería estar escrito en su frente, ya que Daisy lo miró con insistencia, frunciendo el ceño y copiando muy bien los gestos de su madre.
Afrodita solía mirarlo de la misma manera, negando con la cabeza y con sus ojos azules llenos de decepción al ver que Ayax seguía negándose lo que ya era obvio.
¿Lo amas?
Sí, lo hago.
Sabe que no debería haber dicho la verdad, que podría haberse liberado de todo ello simplemente mintiendo, pero ahora, ahora Percy sabía que había alguien a quién Ayax amaba y que hasta Medusa conocía la historia.
Y si Ayax conocía a Percy y para su desgracia lo hacía, el rubio no se detendría hasta saber toda la verdad.
Sabe que ahora amarlo de nada sirve, que en realidad ni siquiera es a él a quien ama si no al chico de sus sueños que siempre estuvo para él, cuidandolo y aconsejandolo cuando Ayax sentía que su vida en el Olimpo no tenía ningún sentido.
Ayax también sabe que las cosas comenzarán a cambiar de ahora en adelante, no puede permitirse dejar que Percy lo manipule como hasta ahora lo estuvo haciendo.
En el taxi sentado en sus piernas mientras él me abrazaba.
Cruzando la calle tomados de la mano.
Esa preciosa sonrisa que le dió cuando lo ayudé a bajar del micro.
Cómo dejó que lo acompañe cuando Medusa solo lo llamó a él.
Las veces que tomé su mano hoy y él lo permitió.
Todo eso, solo era una mentira. Porque Percy solo se había estado obligando a sí mismo a manetener cerca a Ayax porque creía que él era su peor amenaza.
—No me interesa ni un poquitín Medusa. —comenzó a decir Daisy, negando con la cabeza—. Soy tu mejor amiga, no suya. Y como tú mejor y más buena e increíble mejor amiga me gustaría saber y perdóname el vocabulario que usaré, ¿Que diantres pasó con Percy?
Ayax se mordió el labio inferior para contener una carcajada, le gustaría reír pero pronto el nombre de Percy le trae devuelta todos los recuerdos que pasaron hace poco más de media hora, y no puede evitar hacer una mueca de pura molestia mientras observaba cómo su mejor amiga se ponía mucho más seria.
—Yax... Dímelo. —suplicó ella con suavidad, Ayax finalmente asintió.
—Todo este tiempo él me mantuvo cerca porque desconfiaba de mí y todo... todo el avance que sentí que habíamos hecho fue solo una mentira y ahora yo solo quiero... —Ayax se detuvo a sí mismo.
Casi por instinto, invocó la daga que había guardado al salir de la casa de Medusa, volvió con sus rápidos movimientos en un intento de controlarse a sí mismo.
Sabe que no puede herir a Percy aún cuándo desea hacerlo.
En una parte muy profunda de su mente desea herirlo de la misma manera en la que él se sintió herido, pero por otra parte, solo puede pensar que es el mismo chico del que se ha enamorado.
—Es un idiota. —dijo Daisy del otro lado, Ayax levantó la vista del arma moviéndose en su mano para mirar a su mejor amiga—. Sí, me oíste. Eso es lo que es. Y sé que ahora estás conteniendote a tí mismo de ser quién eres, de ocultar esa molestia que sientes y fingir que nada está sucediendo pero yo sé lo mucho que eso debió doler cariño y... Te doy permiso para que lo golpees, solo un poco.
Esta vez, Ayax no pudo evitar bufar una risa, negando con la cabeza.
—¿Me permites golpearlo? Tal vez eso no es lo que quiero hacer. —admitió Ayax, sabiendo que aún cuando un sentimiento traicionado y lamentable se instalaba en su mente lo único que él quería era arrojar a Percy contra una pared pero para besarlo, no para golpearlo.
—Bueno, es decir... Que se lo merece sí se lo merece. Sé de quién eres hijo y si necesitas una buena manera de desquitarte prefiero que sea contra él y no contra Annabeth o Grover. —admitió Daisy, encogiéndose de hombros.
—Oh, ¿ahora eres amiga de la hija de Atenea? —preguntó Ayax con molestia, aún sentado sobre sus talones y con la mirada fija en su mejor amiga.
—¡Y conmigo! Tampoco puedes desquitarte conmigo me faltó agregar. —chilló Daisy al ver la mala mirada que Ayax le envío—. Y sí, por supuesto que soy amiga de Annabeth, que tú odies a todos los hijos de Atenea sin motivo alguno no significa que yo también deba hacerlo.
—Pero eres mi amiga, debes hacerlo. —puntuó Ayax frunciendo el ceño.
Daisy negó con la cabeza—. Por supuesto que no, ellos no te hicieron nada. Yo no soy amiga de Luke, por ejemplo. Porque he escuchado lo que él te ha dicho y la manera en la que te hirió, te respeto y de este modo te lo demuestro al no acercarme a él. Pero a Annabeth solo la odias no por quién es, sino por una rivalidad de sus padres que ni siquiera están ustedes involucrados.
Ayax guardó silencio, sin encontrar alguna respuesta inmadura que tenga el suficiente sentido para afirmar porqué él odiaba a Annabeth.
—Percy le presta más atención a ella que a mí. —murmuró Ayax y pronto escuchó la carcajada de su mejor amiga.
Por instinto, Ayax volteó a ver su alrededor una vez más, pero no se encontró con nadie del grupo cerca.
—Por supuesto que estarías celoso de ella, a diferencia de tí, es hermosa... —comentó Daisy, suspirando de manera encantadora.
—¿No que te gustaba mi hermana? —preguntó Ayax, rodando los ojos al escuchar como indirectamente Daisy dijo que él era feo.
—Sé apreciar la belleza en las mujeres. —corrigió Daisy suavemente, dándole su más encantadora sonrisa—. Pero sí, también me gusta tu hermana. ¿Ves esto? Yo sí puedo ser fiel a lo que siento.
—Yo lo sería si la persona que amo existiera. —reprochó Ayax, sintiéndose decaer una vez más.
—Por supuesto que existe. Tal vez no de la manera que habrías esperado pero... Si te ama en tus sueños, ¿quién te dice qué no te amará en la realidad?
—Parece que todo a mi alrededor está gritándome que eso no va a suceder. —comentó Ayax, observando de reojo cómo finalmente Grover, Annabeth y Percy salían de la casa de Medusa.
Percy lo buscó con la mirada y cuándo lo encontró, esa pequeña sonrisa que mantenía en sus labios desapareció, como si ver los ojos oscuros de Ayax le hubiera recordado lo que antes sucedió, y como Ayax lo había empujado lejos antes de marcharse de la casa de Medusa.
—Yax, sé que ahora ves todo oscuro a tu alrededor pero me hiciste una promesa antes y quiero que la sigas manteniendo y si en algún momento... —Daisy detuvo sus palabras al ver como Ayax no estaba mirándola—. ¿Están cerca?
Ayax asintió, ya que Percy, Grover y Annabeth se encontraban lo suficientemente cerca como para escuchar las palabras de su mejor amiga.
Annabeth y Grover se movieron hasta dónde él estaba, asomándose al pequeño charco de agua y encontrándose al rostro de la hija de Afrodita, ambos sonrieron al verla.
—¿Es Daisy? —preguntó el sátiro con una sonrisa emocionada, Ayax le sonrió y asintió, dándoles espacio a ambos y saliendo él del campo de visión del agua.
—¡¿Es Grover?! —preguntó Daisy a la vez, soltando un pequeño chillido emocionado al ver al sátiro asomarse al agua—. ¡Hola precioso, cómo te extraño! ¡Oh, y Annabeth también está aquí, hola cariño!
Grover se sonrojó ante el apodo de Daisy y se rascó la nuca, con una sonrisa de oreja a oreja que competía con la propia que Annabeth tenía.
Daisy lograba poner a cualquier persona en el mejor humor incluso en los peores momentos.
—Hola Daisy, también te extraño. ¡Pero la misión va bien y pronto estaremos de vuelta! —afirmó Grover con emoción, observando cómo la pelinegra asentía emocionada y aplaudía.
—¿Cómo va todo por allí, Dai? —preguntó Annabeth suavemente.
—¡Oh, todo genial por supuesto! Clarisse sigue dando vuelta enojada por allí pero ya sabes... —Daisy le dió una pequeña sonrisa y se encogió de hombros.
—¿Algún avance con eso? —preguntó Annabeth con curiosidad.
Ayax frunció el ceño confundido, ¿Annabeth también sabía del enamoramiento de Daisy con Clarisse? ¿Qué tan cercanas fueron estas dos sin que yo lo sepa?
—Oh, ya sabés. No comprende una indirecta ni aunque se la arroje en la cara y le anuncie que es una indirecta, pero en fin, seguiré intentándolo. —dijo Daisy, encogiéndose de hombros suavemente.
—¡Mucha suerte, Daisy! —apoyó Grover, entusiasmado por ver a la hija de Afrodita de vuelta.
—Muchas gracias chicos, de verdad los extraño y espero que todo vaya bien por allí. —comentó Daisy, con una cálida felicidad que sólo podía pertenecerle a ella.— ¿Podría pedirles un segundito hablar con Yax antes de que se corte? Es que queda poco tiempo y me encantaría despedirme de mi niño.
—Sí, por supuesto. —aceptó Annabeth rápidamente, cómo si aquella petición no fuese extraña en lo absoluto—. Nos vemos Dai.
¿Dai? ¿Dai? Apodos y todo tienen, ajá, ajá, ya veo.
—¿Dónde está mi celoso favorito? —llamó Daisy una vez que Grover también pudo despedirse y Daisy le envío un beso al sátiro.
Ayax volvió a asomarse para que su mejor amiga pueda verlo.
—¿Estarás bien? —preguntó Daisy, con esa mirada maternal que sólo ella lograría conseguir para Ayax.
Ayax asintió, observando cómo los ojos de su mejor amiga brillaban con indecisión, al final decidió aclarar— Lo estaré.
—¿Volverás a llamarme? ¿Tendrás cuidado?
—Claro que sí.
—Te amo mucho Yax, —dijo ella, con una pequeña sonrisa cariñosa que Ayax no pudo hacer más que corresponder.
—También te amo, D'. —afirmó Ayax, observando la sorpresa en los ojos de Daisy.
Eran pocas las veces que Ayax le correspondía en palabras el aprecio que él sentía por su mejor amiga, y cada vez que lo hacía Daisy se sorprendía.
—¡Mucha suerte, cariño! —gritó ella, lanzando un último beso al tiempo en que se desvanecía del agua, dejando que Ayax finalmente vea solo su reflejo.
—Si ya terminaste de hablar con tu novia, ¿podríamos irnos? —preguntó Percy de manera cortante.
Ayax finalmente se puso de pie, caminando hasta el grupo y quedándose cerca de Grover.
—Sí, Jackson lo que digas. —murmuró Ayax, asegurándose de no mirar al rubio ni por un segundo.
Escuchó como Percy bufó una risa y pronto todos se pusieron en marcha, solo a mitad de camino Percy lanzó el comentario que había querido hacer desde que partieron.
—¿Volvemos a los apellidos, Warlock? —comentó el rubio divertido, pero Ayax ni siquiera se esforzó en fingir que no estaba enfadado.
—Haznos el favor y cállate un rato, Jackson. —pidió Ayax, rodando los ojos y desvaneciendo su daga de sus manos, sabiendo que las ganas de arrojarla contra alguien sólo seguiría en aumento si Percy seguía insistiendo.
Nuevamente, Ayax pensó en lo mucho que conocía a Percy y sabía que por supuesto que el rubio iba a insistir.
—¿Qué? ¿Se trata de que no confiaba en ti? ¿Puedes asegurarme que no tengo motivos para desconfiar en lo absoluto? —preguntó Percy, saltando un par de piedras y siguiendo el sendero de sátiros que según Grover los dirigiría a una estación de trenes.
—No los tienes. —respondió simplemente Ayax, odiandose por no encontrar mejores respuestas.
Pero era Percy, se suponía que era el chico que amaba, ¿Por qué Ayax buscaría hacerlo sentir mal?
Eras de quién más desconfiaba y me aseguré de mantenerte cerca para evitar que seas el traidor.
Oh sí, le dijo traidor.
Su mente seguía debatiéndose en querer golpear y besar a Percy y Ayax no estaba seguro que bando ganaría.
—¿Y entonces que es eso del castigo? ¿Qué es eso de que me recuerdas? ¿Por qué quieres estar tan cerca de mí? ¿Por qué Medusa parece saber más que yo en lo absoluto? Si ella confiaba en tí, claramente yo debería desconfiar, ¿no crees? —Percy siguió bombardeando a Ayax con preguntas.
Los cuatro seguían caminando pero Ayax cada vez se intentó mantener al mismo nivel lento que Grover, porque es la única manera en la que puede conseguir un poco de tranquilidad para no saltar sobre Percy.
—Ya cállate.
—¿Por qué? ¿Por qué no mejor respondes? ¿O por qué no vienes aquí e intentas callarme, eh? "Nunca fallo, nunca fallo" Ni siquiera lo intentaste. —se burló Percy, dando media vuelta y comenzando a caminar en reversa para poder encontrarse con la mirada de Ayax.
—Percy no creo que... —comenzó Grover, pero Percy lo fulminó durante un segundo, tiempo suficiente para que el sátiro se detenga.
Ayax soltó un fuerte suspiro, sin querer caer en la pelea a la que Percy lo estaba invitando tan encantadoramente.
Pero Ayax sabe que no durará demasiado, toda su vida cayó en los bajos instintos de una pelea fácil que sabía que podría ganar.
Si solo se estaba conteniendo ahora es porque fue Percy de quién se trataba.
—Me mientes, tal vez solo a mí o tal vez a todos eso no importa pero me estás mintiendo y ¡Lo siento! si te ofendió que me haya acercado a ti porque eras de quién más desconfío pero con esto no haces más darme la razón al hacerlo. —dijo Percy, con esa mirada engreída y esa sonrisa arrogante que estaba seguro de que tenía la razón—. ¿Por qué no hablas ahora? Seguro que yo te recordaba más amenazante.
Ayax finalmente aceleró el paso, con toda la intención de acercarse a Percy para al menos hacerlo caer y que se raspe las putas rodillas para hacer sentir mejor a Ayax.
—Percy... El castigo de Ayax es —antes de que Annabeth pueda terminar la oración la hija de Atenea observó cómo Ayax dió media vuelta hacia ella, con el hacha de que se había materializado en su mano derecha y como los ojos oscuros del hijo de Ares le daban la única advertencia que recibiría—. No es importante. Medusa solo quiso usarlo en su contra para que él se una a ella pero ya ves, sigue aquí con nosotros.
Ayax la miró con sorpresa, sin comprender porque la hija de Atenea diría una cosa así por él, como si estuviera intentando ayudarlo.
Creyó que tal vez se trataría de Daisy, algo en cómo volver a verla le recordó a Annabeth que ellos dos en realidad no eran enemigos, pero no le importó.
Ni aún como Ayax se sintió agradecido de que ella no dijera nada, él ya había tomando su decisión.
Con el mango de su hacha logró empujar las piernas de Percy con fuerza en un arrastre que logró hacer que el rubio caiga al suelo, su sonrisa aún intacta mientras rápidamente intentó ponerse de pie, buscando en su bolsillo el bolígrafo.
Ayax se acercó hasta donde Percy había caído y piso la mano del rubio que aún no había llegado a su bolsillo, Percy jadeó y lo miró con sorpresa al ver como Ayax acercaba el hacha al rostro del rubio.
—No hay nada de mí que necesites conocer. —comenzó a decir Ayax, recordando la herida que él mismo tenía en su propio rostro y que Luke le había causado, sabiendo que no quería que Percy también tenga una propia, aún cuando las ganas de cortar su piel seguían aumentando a cada segundo—. No soy un traidor, puedo ser muchas cosas pero no un traidor.
Ayax se agachó hasta que su rodilla chocó con más fuerza de la necesaria contra el pecho de Percy, quién bufó al sentir cómo se quedaba sin aire por unos segundos.
—¿Cuál es tu castigo? —volvió a preguntar Percy, sin estar en lo absoluto alterado por el hacha de Ayax tan cerca de su rostro o en su mirada amenazante.
Siempre fuiste un idiota imprudente, ¿cierto, amor? No pudo evitar pensar Ayax, sonriéndole abiertamente y negando con la cabeza.
—Antes Medusa te dijo que tengas cuidado con Annabeth, que ella podría llegar a entorpecer la misión y que solo yo podía llegar a ser confiable. —recordó Ayax, desvaneciendo su hacha ya que no tenía intenciones de lastimar a Percy con ella—. Pero ahora me aseguraré de ser yo quien arruine tu misión, así que te recomendaría mantenerme aún más cerca que antes.
Antes de que Percy pueda decir algo más, Ayax bajó su mano izquierda y le dió un fuerte puñetazo a Percy en la mandíbula.
Eso por usarme.
—Ups, se me deslizó la mano. —dijo Ayax, impulsandose con su rodilla en el pecho de Percy, clavandola aún más fuerte antes de ponerse de pie.
Cuando volteó a ver se encontró a Percy con el ceño fruncido y una mano en su rostro que había comenzado a enrojecerse al instante que el golpe de Ayax cayó sobee él.
Percy finalmente se puso de pie y volvió a enfrentarse a Ayax, el cuál no pudo evitar sorprenderse al ver cómo el rubio se acercó demasiado hasta su rostro. Percy acercó sus labios hasta la oreja de Ayax quién no pudo evitar congelarse en su lugar.
—Ese castigo seguro tiene que ver conmigo. ¿Cierto? —susurró Percy, diversión pintando sus palabras aún cuándo su rostro se encontraba enrojecido por un golpe que Ayax le había acabado de dar—. Podrías decirme.
—Sigue soñando, Jackson. —Ayax lo empujó con fuerza, lejos de él.
Annabeth y Grover los miraron con curiosidad y molestia al no poder escuchar que era lo que Percy le había dicho.
—¿Podemos seguir? —pidió Annabeth, aunque todos estaban muy seguros que aquello fue más una orden indirecta—. Comenzará a oscurecer y no planeo dormie en el bosque.
—¿Y entonces cuál es el castigo? —volvió a preguntar Percy, Ayax que iba detrás de él colocó la planta de uno de sus pies contra la parte trasera de la rodilla de Percy, logrando que trastabille y casi caiga al suelo.
Percy volteó a verlo con una sonrisa victoriosa al mantenerse estabilizado, Ayax rodó los ojos.
El resto del camino Grover y Percy se encontraron hablando de los Dioses y un par de leyendas que Ayax no le prestó mucha atención, iba caminando al lado de Annabeth y por primera vez no sintió esta incontenible incomodidad por estar cerca de ella.
Se quiso asegurar a sí mismo que se debía a el odio que estaba teniendo ahora por Percy, que opacaba sus sentimientos de odio por la misma Annabeth, pero en el fondo, recuerda las palabras de su mejor amiga y sabe que allí Daisy tiene un poco de razón.
Ya estaba oscureciendo cuando finalmente llegaron a la estacion de trenes, para su fortuna, uno estaría saliendo a las diez de la noche y para cuando ellos llegaron Grover les había aclarado que eran las ocho después de haber leído un reloj.
Por lo cuál tenían tiempo para comprar los pasajes y encontrar un... ¿cómo dijo Grover? ¿Camarón? ¿Camarionse? En fin, Ayax al llegar notó que solo era una pequeña habitación en el tren, una de muchas otras, el nombre no importaba.
—Yo me pido la de arriba. —declaró Annabeth rápidamente, trepandose a la dichosa cama de arriba.
Habían traído en una mochila las hamburguesas que Medusa había preparado, para tener algo que cenar por la noche, y pronto Grover abrió la mochila y el olor logró atraer a Ayax hasta donde el sátiro ya estaba.
En la segunda cama solitaria, justo debajo de Annabeth.
Ayax tomó una fuerte inhalación de aire al escuchar la pequeña risa de Percy y cómo el rubio se movía a la cama que estaba en el suelo, en la cuál entraban dos personas.
—¿Supongo que tendré tiempo para que me cuentes ese castigo y por qué tú y Medusa son iguales? —comentó Percy, arrojándose contra el colchón y estirándose con los brazos y las piernas abiertas como una maldita estrella de mar.
No cabremos los dos allí. Pensó Ayax, intentando estar enojado pero emocionandose con la sola idea de volver a dormir con Percy.
Es decir, por dormir por primera vez con el Percy real.
—Ya olvídalo, ¿quieres? —se quejó Ayax, pateando una de las piernas de Percy para hacerse lugar y, antes de acostarse logró sacarle una hamburguesa a Grover que ya se estaba por llevar a la boca.
—Hey... —se lamentó el sátiro, observando la sonrisa del hijo de Ares y cómo le daba una fuerte mordida a la comida antes de arrojarse contra el colchón.
—¡Auch!
Ayax se había sentado sobre el brazo estirado de Percy, ups.
—Te dije que te muevas. —se quejó Ayax, sin moverse ni un sólo centímetro y sintiendo como Percy intentaba mover su brazo por debajo de los muslos de Ayax sin lograrlo.
—Ya, ya, entendí. —Percy dió unas palmadas al colchón como hacen los boxeadores al rendirse y finalmente Ayax subió sus piernas para dejar ir al brazo del rubio.
Pronto, los cuatro se mantuvieron en silencio mientras cenaban, Grover había repartido más hamburguesas y todos estaban enfocados en ello, no habían comido nada desde hace horas y Ayax tenía el presentimiento de que más tarde tampoco podrían volver a comer.
En algún momento de la noche, Annabeth y Percy empezaron a hablar de Thalía y cómo los Dioses estaban siendo injustos con todos ellos.
Ayax decidió no meterse en la conversación por dos buenas razones.
Uno, sabe que su padre está observándolo todo el maldito tiempo, esperando impaciente para que Ayax arruine todo y finalmente pueda abandonarlo.
Y dos, todavía está enojado con Percy.
Entonces Ayax se queda enfocado mirando el perfíl de Percy, quién parece molesto por la conversación que tienen o tal vez solo por el actuar de los Dioses, Ayax no está demasiado seguro y pronto, cae dormido.
Está emocionado y pronto todo el enojo que había sentido en la realidad se desvanece porque ahora frente a él se encuentra su chico, entrenando y enfrentándose con un enemigo invisible mientras da espadazos y se defiende como si fuera una verdadera pelea de vida o muerte.
Ayax se sienta sobre la arena y observa a su chico entrenar, sintiendo cómo todas las malas emociones se desvanecen en su mente para dar paso a como extrañaba al rubio.
—Me preguntaba cuándo ibas a decir algo. —comentó Percy, bajando su espada y volteando a ver a Ayax que ya se encontraba observándolo con una media sonrisa.
—¿Qué? ¿No puedo simplemente apreciar un buen entrenamiento? —preguntó Ayax, observando como Percy dejaba caer su espada para acercarse corriendo a él.
Pronto el rubio se arrojó a sus brazos y Ayax cayó acostado con su chico encima, quién soltó la risita más encantadora mientras sus brazos lo rodeaban para un fuerte abrazo.
—Te extrañé, un poquito. —dijo Percy, colocando su rostro sobre el cuello de Ayax y dándole suaves mimos con su nariz.
Ayax no pudo evitar sonreír encantado, rodeando la cintura de Percy con ambos brazos y rodando en la arena para colocar a Percy debajo de él, separándose solo un poco para poder observar al rubio a detalle.
—¿Solo un poquito? —preguntó Ayax, observando el rostro sonriente de Percy
Cómo el Sol iluminaba su rostro de una forma increíble. Cómo brillaban sus ojos azules cómo zafiros y sus dientes como perlas, en completa conexión con el ambiente y sintiendo la playa como su hogar, sin preocuparse por nada y manteniendo un cálido agarre con Ayax, sus brazos aún rodeando al pelinegro del cuello.
—Tal vez un poco mucho. —admitió Percy, guiñándole un ojo y bajando sus manos hasta el rostro de Ayax al ver cómo el pelinegro se sonrojaba—. ¿Qué te pasó aquí?
Percy delineó la herida de Ayax en su mejilla, aún debía verse igual de roja ya que Ayax se había sacado los puntos de manera apresurada antes de dejar el campamento.
Se encogió de hombros, restándole importancia y sintiendo como Percy seguía acariciando con suavidad su rostro.
—Herida de guerra. —bromeó Ayax, imitando el puchero que el rubio había formado—. Y también te extrañé, demasiado.
—¿Por qué ya no duermes? —preguntó Percy suavemente, no era una queja, pero Ayax sintió que se merecía la reprimenda.
—No hay tiempo para dormir. —explicó Ayax, dejando caer su rostro sobre el hombro de Percy, queriendo quedarse allí para toda la vida.
Pero todo lo bueno se termina, y pronto sintió como si estuviera cayendo aunque aún seguía en los brazos de Percy.
Sabía de que se trataba y con decepción sintió cómo pronto y comenzó a despertar.
Abrió sus ojos nuevamente, observando la oscuridad que rodeaba la pequeña habitación del tren en la que los cuatro se estaban quedando.
El silencio rodeó el lugar y Ayax solo pudo suponer que el resto de los chicos ya se habían quedado dormidos hace un tiempo.
Se encontraba de espaldas a Percy, e inevitablemente y con el sueño aún demasiado presente volteó hacia el otro lado, intentando no hacer ningún ruido para no despertar a nadie.
Al estar de lado, finalmente logró observar a Percy, quién se encontraba acostado boca arriba, respirando constantemente y tal vez dormido en un profundo sueño.
A Ayax le gustaría saber qué soñaba el rubio y si en algún momento habría soñando en él de la misma forma en la que Ayax siempre soñaba con Percy.
No pudo evitar acercarse aún más, hasta que solo meros centímetros separaban sus cuerpos, observó el perfíl de Percy, igual de hermoso que cómo en sus sueños, con una iluminación distinta, un poco más oscura y apagada pero con Percy transmitiendo la misma belleza que Ayax siempre había amado apreciar.
Sabe que no debería, que es inapropiado hacer algo cuando otra persona se encuentra durmiendo, pero cuando su mano se mueve para delinear el rostro de Percy con sus dedos, simplemente no puede evitarlo.
Entonces Ayax recorre la mandíbula de Percy con dedos temblorosos, asegurándose de tener cuidado y ser sutil en una combinación entre poder sentir la calidez del contrario pero al mismo tiempo con precaución de no ser descubierto.
Pronto Ayax se recarga en su antebrazo para poder observar mejor a Percy, con su mano suavemente subiendo hasta los rizos rubios, apartando un par de mechones de su frente.
Se mordió el labio inferior, intentando contener las lágrimas por todo lo malo que estaba ocurriendo, odiando tener que vivir lo que estaba viviendo.
Deseando tanto algo que tenía cerca y jamás podría conseguir.
Tan, tan, frustrado.
Cuando Ayax estuvo a punto de apartarse, o al menos con todas las intenciones de hacerlo pero sin moverse para ponerse en ello, observó el segundo exacto en que Percy abrió los ojos.
Y no fue de una manera somnolienta, como si recién estuviera despertandose y aún Ayax tenía tiempo para apartarse y fingir que Percy lo había imaginado, no.
Sus ojos se encontraban bien despiertos, mirándolo con intriga y curiosidad mientras la mano de Ayax se había congelado en la mejilla de Percy.
—¿Soy parte de tu castigo? —susurró Percy, suavemente. Ayax no pudo desviar sus ojos del movimiento de sus labios al hablar.
—Sí. —respondió Ayax, temiendo algún tipo de arranque inesperado de Percy en donde comience a burlarse de él.
Pero Percy no lo hizo, se mantuvo inmóvil, no apartó la mano de Ayax de su rostro, pero el pelinegro al notar que seguía acunando la mejilla de Percy, intentó apartarse.
Antes de que pueda alejarse, Percy tomó su muñeca, con esos ojos azules mirándolo de una manera muy intensa.
La luz de la luna que lograba entrar por la ventana de la habitación no hacía demasiado por iluminar la escena, solo lo suficientemente para que ambos puedan observar las reacciones del contrario.
—Percy... —Ayax susurró, mordiéndose el labio inferior para contenerse de disculparse, sabiendo y recordando que aún estaba enfadado con él.
—Puedes seguir si quieres. —dijo Percy, dejando caer su mano de la muñeca de Ayax y volviendo a cerrar su ojos.
El hijo de Ares observó con confusión el rostro calmado de Percy, intentando encontrar la trampa en algún lado.
—¿Por qué? —preguntó Ayax en un susurro, pero aún así, aceptando la pequeña tregua y moviendo su mano hacía abajo, atrapando el cuello de Percy y sintiendo cómo el rubio tragaba saliva.
—No lo sé, solo hazlo si quieres. —admitió Percy, y Ayax supo que estaba diciendo la verdad, así que siguió acariciando suavemente todo lo que sintió que fue apropiado acariciar de Percy, desde su rostro hasta sus brazos, bajando para tomar su mano y sintiendo como Percy le correspondía el agarre.
Ambos sabían que esto significaba algo, era extraño y sabían que estaban en una importante misión que no les permitiría indagar demasiado en qué era lo que estaba sucediendo.
Aún así, Ayax no pudo evitar sentirse aliviado de no ser alejado por Percy, sabiendo que al final, puede que el rubio si haya desconfiado de él pero en realidad tenía motivos para hacerlo y parecía que Percy realmente se sintió culpable por ello.
Podría ser la culpa lo que lo llevó a dejar que Ayax lo toque, o tal vez podría ser algo más que aún Ayax no se había permitido ni siquiera imaginar.
Sea lo que sea, se alegró de ello y finalmente volvió a quedarse dormido sintiendo cómo Percy aún sostenía su mano.
¡BUENAS BUENASS!
¿Qué les pareció el capítulo de hoyy? ¿Sugerencias, comentarios, dudas? ¡Los leo!
El próximo capítulo será sobre la quimera y Ayax hará una súper estupidez que me emociona muchísimo escribir, esperenla jsjsjsjs
Ahora sí, sin más. Si les gusto no se olviden de votar y comentar, los amooo♡
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