008. Me encontré a mi mismo al mirarla a ella
Podía sentir cómo las emociones de Annabeth, frustración, enojo y molestia seguían creciendo con el pasar de los segundos y la historia de Medusa.
Ayax había escuchado una historia un poco distinta, en dónde Medusa jamás se había enamorado de Poseidón y toda la culpa recaía en el Dios del océano que jamás obtuvo el castigo que se mereció.
Estaba parado detrás de la silla de Percy, Grover le pasaba unos cuántos panquecitos dulces que había sobre la mesa pero se abstuvo a observar todo en silencio, detrás del rubio a modo de protección y con la mirada intacta sobre Percy asegurándose de que no quiera mirar a Medusa.
—Eso no es lo que sucedió. Y tú eres una mentirosa. —declaró Annabeth, con una voz más alta de lo que debería.
Frente a él, Percy se tensó, incómodo por la discusión de ambas mujeres. Ayax se aseguró de tranquilizar un poco a Annabeth, ya que de nada les serviría que arruine todo.
Si tan solo me hubiera dejado matar a la furia... Yo no habría fallado, nunca lo hago.
Pero Ayax también sabe, que una profecía pesa en sus hombros y que nada puede hacer para alejarse ya que Percy obtendría las consecuencias de su ausencia.
Al alejarte de la persona que más amas, terminarás consiguiendo que se consuma en cenizas.
Sí... Definitivamente Ayax se quedaría cerca de Percy.
—Algo se está quemando. —dijo Medusa, en un sutil intento por abandonar la conversación—. ¿Me ayudarías en la cocina? Creo que el almuerzo está listo.
No hizo falta mirarla para saber a quién le estaba preguntando, quería llevarse a Percy a la cocina pero Ayax no permitiría que el rubio vaya solo.
Percy asintió, observando unos segundos a Annabeth y notando que ella estaba negando con la cabeza, pero no pareció importarle ya que se puso de pie y comenzó a seguir a Medusa.
Ayax siguió al rubio desde cerca, tragando lo último de un delicioso panquecito de chocolate que Grover le había pasado.
Ayax pasó el dorso de su mano por la boca, observando con curiosidad el momento exacto en que Percy se detuvo y le dedicó una mirada inquisitiva.
—¿Por qué me sigues? No te llamó a tí. —dijo Percy, frunciendo el ceño al ver el rostro de Ayax y acercando una de sus manos a la mejilla del pelinegro para limpiar el chocolate.
Ayax alzó las cejas y bajó su mano, abriéndola y llamando a su hacha que rápidamente volvió hasta él.
—No me llamó a mí, pero no dejaré que estés solo con ella. —dijo Ayax, sintiendo como se sonrojaba cuando Percy se llevó el pulgar a sus labios para lamer el chocolate.
Porqué debes ser tan tierno, no ves que intento odiarte
—¿Vas a protegerme? —bromeó Percy con un poco de diversión, rodando los ojos al ver como Ayax asentía firmemente.
—Ya, muévete. —lo apuro Ayax, señalando con su hacha el camino.
Percy lo miró con insistencia un par de segundos más pero finalmente se rindió, asintiendo y volviendo a retomar el camino hasta la cocina.
Al llegar a la cocina, ambos observaron como Medusa se encontraba de espaldas a ellos, controlando algo en el fuego, lo cuál fue un alivio, porque Ayax todo este tiempo creyó que era una trampa para Percy.
Si la historia que me contaron es real, Medusa no estaba enamorada de Poseidón, odia al padre de Percy y busca vengarse por lo que le hicieron.
Pero tal vez ella decía la verdad y realmente amaba al hombre... Como sea, Ayax no podía culparla por enamorarse de un chico que controla el agua, él estaba cómo en la misma situación.
Mierda, espero no convertirme en medusa, así nadie querrá pelear conmigo. Pensó Ayax distraídamente, parándose detrás de Percy de manera protectora.
—Ella no suele ser así. —comentó Percy refiriéndose a Annabeth—. O sea, un poco sí, pero eso fue demasiado.
Ayax no pudo evitar burlarse en su mente, porque Annabeth por supuesto que era así, ¿qué, la conoces tres días y crees que sabes todo de ella? se quejó Ayax en su mente, fulminando el perfil de Percy y apretando con más fuerza su arma en su mano derecha.
—Ella te traicionará. —dijo Medusa, interrumpiendo las divagaciones de Percy—. Tarde o temprano, la gente como ella siempre lo hace.
Tiene un punto.
Ayax observó con curiosidad la bandeja de hamburguesas frente a ellos y se preguntó si estaría bien tomar una.
—No creo que ella sea así. —respondió Percy, pero su voz tembló un poco, como si tuviera dudas.
—Entonces, serás un blanco fácil para ella cuando llegue el momento. —declaró Medusa, deteniéndose un segundo para mirar de soslayo a Ayax detrás de Percy—. Oh, tú también estás aquí.
—Hey. —saludó Ayax levemente, moviéndose con incomodidad detrás de Percy.
—Descuida, me imaginé que tú estarías y para que lo sepas, no me molesta... Sé que tú y yo somos iguales.
Percy volteó a ver a Ayax, una mirada de confusión en su rostro que Ayax decidió ignorar para asentir, esa era su primera oportunidad para asegurarse de que sus teorías eran verdaderas.
—Tú no lo amabas, ¿cierto? —preguntó Ayax con cuidado.
Medusa soltó una pequeña risita, ambos jóvenes observaron cómo el vestido blanco de ella se movía al compás de sus pasos, aún de espaldas acomodando objetos en la cocina.
—No... Pero sé que es distinto para tí. Hay algunos castigos peores que otros y tuviste suerte. —comentó Medusa—. ¿Tú lo amas?
Si Ayax se había sentido inquieto e incómodo antes, ahora con la mirada insistente de Percy sobre él y la pregunta de Medusa dando vueltas en el aire, Ayax solo deseó poder darse valentía a sí mismo como se las daba a los campistas en las peleas de entrenamiento.
Se forzó a hablar, sabiendo que no era ningún niñito temeroso de sus sentimientos, aún cuándo aceptarlo era desafiar a su propio padre y lo sabía.
—Sí, lo hago. —respondió Ayax, subiendo la vista y manteniendo una firme postura, parado detrás del chico que ama y que no tiene ni la más remota idea de cuánto.
—¿De qué están hablando, qué castigo? —preguntó Percy, ya que él nunca se llevó bien con mantenerse en silencio en una conversación.
—Percy... Tal vez el chico de Ares sea el único que no te traicione pero... Esa chica... No podrás confiar en ella para siempre. —volvió a decir Medusa, con su voz serena pero que transmitía solo alarmas de peligro en la mente de Ayax.
Sé que tú y yo somos iguales.
Porque ambos recibimos castigos por errores que no cometimos. Finalizó Ayax en su mente.
—¿Por qué te importa? —preguntó Percy, ya que era la segunda vez que Medusa mencionaba una traición, cómo si ella supiera algo más que Ayax no.
—Tu madre y yo somos como hermanas de algún modo. El objetivo del mismo monstruo. Por eso, me siento protectora contigo. —explicó Medusa con cuidado, pero algo faltaba allí, algo que no estaba diciendo.
—¿Un monstruo? Mi mamá nunca habló sobre mi padre de esa manera.
—¿Dónde está ella ahora? ¿Está ella a salvo? —preguntó gentilmente la mujer.
—No... No lo está. —murmuró Percy, Ayax bajó la vista para observar como Percy apretaba sus manos en puños y se aseguró de manipular sus emociones para poder tranquilizarlo.
—¿Y confías en tus amigos para que te ayuden a traerla a salvo? —preguntó Medusa, con esa intriga que seguía susurrándole a Ayax que ella sabía algo más que él no—. ¿Te permitirán traerla a salvo si eso pone en riesgo la misión?
Percy retrocedió un paso, haciéndole una seña a Ayax para que se alejen del lugar.
Ayax negó con la cabeza, porque pronto las palabras de Medusa comenzaron a cobrar sentido en su mente.
Ella tiene razón. ¿Cómo puede Percy estar seguro de que Annabeth no lo obligará a dejar a su madre como obligó a Ayax a no matar a la Furia ese día?
Annabeth cree tener el control y ellos solo se lo permitieron durante todo este tiempo.
—Yo podría... Ayudarte a quitarlos del medio así te liberas de ellos, si me lo pides.
Medusa siguió hablando, pero Percy había logrado agarrar su muñeca izquierda y lo había arrastrado con él para que dejen el lugar.
—Vamos, vamos, vamos. —apuró Percy, llegando hasta Grover y Annabeth y tomando la caja de madera del suelo.
Ayax observó cómo el rubio abría la caja y sacó dos zapatillas rojas que el pelinegro reconoció al instante.
Luke Castellan.
El hijo de Hermes las había estado presumiendo durante un tiempo hasta que volvió de su misión y pareció detestar a cada quién que le mencione sobre las zapatillas.
Y ahora se las dió a Percy.
—No te las pongas. —ordenó Ayax, desvaneciendo su hacha y acercándose al rubio al ver como Percy se estaba agachando para cambiarlas.
—¿Por qué, no? Vamos, debo apurarme. —se quejó Percy, comenzando a quitarse las zapatillas.
En un rápido movimiento Ayax logró tomarle ambas manos, colocándolas sobre su cabeza y parándose frente a él para mirarlo con seriedad.
—Annabeth toma las zapatillas, pontelas tú. —ordenó Ayax, pero la hija de Atenea se mantuvo en su lugar.
Percy frunció el ceño, intentando soltarse del agarre de Ayax, pero no era competencia contra un hijo de Ares y la fuerza que le otorgaron en el Olimpo.
—¿Yo podría ponermelas...? —preguntó Grover, mirando con ilusión las zapatillas converse rojas.
Ayax lo miró durante unos segundos, no quería que Grover salga lastimado y sabía que esas cosas podrían tener cualquier mierda conjurada, pero no pudo hacer más que asentir.
—Sí, está bien. —aceptó Ayax, observando cómo rápidamente Grover comenzaba a colocarse las zapatillas y cuando finalmente las tuvo ajustadas a sus pezuñas Ayax soltó a Percy.
El rubio lo empujó, como si estuviera desquitandose por haber sido retenido, Ayax se tropezó con una silla pero logró estabilizarse antes de caer, mirando la pequeña sonrisa de Percy que estaba divirtiéndose a su costa.
—¿Ya está, podemos irnos? —preguntó Annabeth, mirando con impaciencia el pasillo que daba a la cocina.
Percy asintió, y pronto miraron la puerta de entrada.
—Puedo matarlo. —volvió a decir Ayax, pero esta vez fue Percy quién se negó.
—No hay tiempo, nos detendrá. —aseguró el rubio, tomó distraídamente la mano de Ayax y salió corriendo hasta una puerta que dió a unas escaleras.
—¿Un sotano? —preguntó Ayax a su lado, Percy se encogió de hombros.
—Mejor para esconderse.
Los cuatro comenzaron a bajar las escaleras rápidamente y pronto llegaron a una oscura habitación.
—No veo nada. —aseguró Grover.
—Yo tampoco. —siguió Ayax, tomando con más fuerza la mano de Percy, quién notó que estaban de la mano e intentó soltarse, pero el pelinegro no se lo permitió.
Fue un instinto tomar mi mano, ja, ahora no pienso soltarte rubio.
Ayax intentó ver a la distancia qué tan grande era la habitación pero no lograba dimensionarla debido a la completa oscuridad que había.
Los cuatro se mantuvieron en silencio pero pronto fue cortado por el chirrido de la puerta abriéndose.
Ante sus ojos, los cuatro observan cómo las escaleras comienzan a incendiarse de una manera estratégica para iluminar ambos costados, pronto esa luz sigue por todo el camino hacía abajo y en un segundo, la habitación se ilumina con cientos de candelas ardiendo a varios metros de distancia.
Grover se sobresalta al dar un paso hacía atrás y encontrarse con una estatua petrificada.
Ayax finalmente observa su alrededor, observando ahora la iluminada habitación que era mucho más inmensa de lo que habría esperado.
Había cientos y tal vez miles de criaturas de todos los tamaños y clases petrificadas una junto a la otra hasta donde sus ojos lograban vislumbrar la terminación de la habitación.
Todas las estatuas se encontraban con miradas aterradas o a punto de gritos desgarradores.
—Somos cuatro y ella una, si nos separamos no podrá vernos a todos a la vez. —dijo Grover, el grupo comenzando a apartarse de la puerta y moviéndose por entre las estatuas.
—No creo que sea tan simple. —le respondió Annabeth.
—O tal vez lo estás haciendo más difícil de lo necesario. —la interrumpió Ayax, soltando la mano de Percy para voltear a verla—. Si me hubieras dejado matar a la Furia ya estaríamos a kilómetros de aquí.
—¡Tú fuiste el primero que siguió a Percy dentro! —se quejó ella, pero Ayax negó con la cabeza, sin permitirle seguir.
—No lo sé, tal vez Annabeth quiere entorpecer la misión. —dijo Ayax, dándole una mirada significativa a Percy quién miró en silencio de él a ella.
Ayax sabe que las palabras de Medusa deben estar reproduciendo en la mente de Percy.
—No, no tenemos tiempo psra esto. —Percy negó con la cabeza, deteniendose un segundo extra en Ayax para asegurarse de que no haya quejas de su parte, el pelinegro se encogió de hombros.
—Quizás si es fácil. —lo intentó Grover una vez más—. Miren este es el plan. Me elevaré en el aire, llamaré su atención. Y en cuanto me oigan decir "Maia" ustedes comienzan a...
Y con la palabra desencadenante, Ayax observó con un poco de diversión como Grover comenzó a elevarse en el aire.
—¡Oh! Bueno, bueno, apaguense, abajo. —gritó Grover, pero pronto las zapatillas lo alzaron tanto que comenzó a volar a la distancia, alejándose de ellos
—Entonces vamos a necesirar un nuevo plan. —comentó Annabeth.
—No somos nuestros padres, hasta que elegimos serlo. —la voz de Medusa se escuchó desde la distancia, logrando que los tres salgan corriendo, alejándose aún más de la puerta—. Ustedes tres han elegido.
Ayax logró esconderse detrás de una caja de madera y empujó a Percy lo más cerca posible, aliviado de que el rubio esta vez no parezca tener replicas ambos sentados con las espaldas apoyadas sobre la madera
—La hija de una madre con pretensiones de superioridad moral que eligió la arrogancia para ella misma. —comenzó a decir Medusa en referencia a Annabeth.
Ninguno de los dos chicos había visto a la morena cuando comenzaron a correr pero Ayax sabía que debía estar por algún lado cerca de ellos, tal vez con la gorra de invisibilidad.
—Un hijo que vive del castigo de un padre arrogante que no acepta las consecuencias de sus actos, que eligió salvarse a sí mismo para darle a su niño las ilusiones de un mundo feliz que jamás tendrá.
Ayax se tensó, apretando la mandíbula y moviendo sus manos con ansiedad, desearía tener un arma en sus manos pero sabe que la luz al invocarlas delataría su lugar.
—Y tú... Tú podrías haberle demostrado a tu padre lo que significa defender a alguien que amas. —la voz de Medusa se escuchaba cada vez más cerca de ellos—. Podrías elegir salvar a tu madre en lugar de hacer la voluntad de tu padre.
Percy sacó el bolígrafo de su bolsillo, pero Ayax lo tomó entre sus manos, gesticulando brillará y deteniendo a Percy de que detale en donde se encontraban.
Aún así, Percy decidió dejar de obedecerle, porque empujó lejos a Ayax y le sacó la tapa a su bolígrafo, ambos observaron cómo rápidamente comenzaba a convertirse en una espada dorada con un intenso haz de luz en el centro.
—Si ninguno de ustedes ayudará a enseñar estas lecciones, quizás ustedes deberían ser las lecciones. Cuando envié sus estatuas al Olimpo quizás eso hará entender mi opinión aún mejor.
Ayax se movió, alejándose de Percy para darle media vuelta a la caja, sabiendo que Medusa ya debía encontrarse detrás de esta.
Y así fue, lo primero que Ayax se encontró fue la cola de un vestido blanco seguido por los siseos de serpientes que parecían moverse en su dirección, como si ya lo hubieran encontrado.
—Párate, deja que te vea. —Medusa dijo, sin notar a Ayax y con toda su atención enfocada en Percy.
Ayax estaba a punto de abalanzarse para lograr retenerla con sus propias manos, pero antes de que eso pase, un fuerte ruido llegó hasta ellos, que pronto descubrió era el grito de un sátiro.
—¡Creo que esto no lo pensé bien! —llegó Grover gritando y estrellándose contra una caja de madera.
Ayax rápidamente invocó su hacha y cuando la pudo sostener entre sus manos se acercó corriendo hasta Medusa, observando como frente a ella Percy estaba parado con sus ojos cerrados.
Ayax clavó el hacha contra la espalda de la mujer y se impulsó contra el suelo para dar un salto y tomar un puñado de las serpientes, alzandole la vista a Medusa para que sus ojos estén contra el techo.
—¡Percy, ahora! —gritó Ayax, enterrando el hacha más fuertemente en la piel de la mujer, sabiendo que esa herida no sería la causante de su muerte.
Percy abrió los ojos ante el grito y de un solo movimiento logró cortarle la cabeza.
Y una vez más, Perseus mató a Medusa.
Ayax sostuvo la cabeza entre su mano, las serpientes seguían siseando pero no parecían ser capaces de morder su mano, pronto Annabeth llegó hasta ellos.
—¡Todos, cierren los ojos! —llamó ella, y pronto todos cumplieron. Ayax sintió como la morena le hacía bajar la cabeza hasta el suelo, y finalmente apartando la mano de Ayax de la viscosidad extraña de las serpientes—. Ahora, abranlos.
Una vez que los abrieron, la cabeza había desaparecido.
Percy se agachó, dejando la espada en el suelo y comenzó a tantear el aire al tiempo en que Ayax se movió hasta donde había caído Grover.
—Hey amigo, ¿estás bien? Caíste desde el cielo. —comentó Ayax con diversión, escuchando como Grover se quejaba y ayudándolo a ponerse de pie.
—La tengo. —aseguró Percy, y cuando Ayax volteó a verlo observó cómo Percy no tenía nada.
Oh sí, la gorra de Annabeth.
—Ahora la furia. —dijo Ayax, observando su hacha clavada en el cuerpo de Medusa, observando como no tenía ni una sola gota de sangre.
Claro, monstruo tiene cenizas.
Sacó el hacha del cuerpo que rápidamente se desvaneció y se aseguró de desaparecer también su arma, ya que ahora la furia sería petrificada y no necesitaban de él.
Ayax observó su propio brazo, allí en donde la espada de Percy había logrado cortarlo cuando el pelinegro estaba sosteniendo la cabeza de Medusa.
—¿Qué te pasó ahí? —preguntó Grover, finalmente recuperándose, ambos caminando detrás de Percy y Annabeth.
—Detalles. —murmuró Ayax, observando cómo la chaqueta negra se encontraba desgarrada en el comienzo de su antebrazo, también la camisa se encontraba arruinada y su propia sangre había manchado las esquinas rotas pero no pudo hacer más que restarle importancia por el momento.
—Creí que la espada de Percy no les haría daño a los semidioses. —comentó Grover, deteniéndose a observar un ser petrificado.
—El bronce celestial puede dañar no solo a monstruos, sino también a dioses, semidioses, titanes, gigantes y ajá, sobrenatural en sí. —explicó Ayax, deteniéndose al ver que Grover no le estaba siguiendo el paso.
Percy y Annabeth habían seguido camino y subían las escaleras del sótano pero Ayax observó como Grover seguía detenido en una estatua en específico.
Un sátiro.
—¿Lo conoces? —preguntó con cuidado Ayax, volviendo a acercarse hasta Grover.
—El tío Ferdinand. —asintió Grover, decaído.
—Oh... Lo siento mucho.
—Esto es lo más lejos que llegó en su misión. —se lamentó el sátiro.
—¿En búsqueda de Pan? —se preguntó Ayax, recordando las cientos de veces que él se encontraba con Grover en los claros porque el sátiro era demasiado curioso.
Siempre quería escuchar de los sueños de Ayax y a cambio, Grover siempre le contaba de sus propios sueños, en dónde Pan siempre fue el principal protagonista y su búsqueda el elemento más importante en cada uno de ellos.
Grover asintió lentamente, ambos escucharon de pronto los pasos de Percy y Annabeth volviendo a bajar al sótano.
—¿Qué sucedió? —preguntó Percy, acercándose hasta el lado de Ayax.
—El tío de Grover. —susurró el pelinegro, observando las miradas sorprendidas de Percy y Annabeth.
—Oh...
—Lo siento mucho Grover.
Yo ya dije eso. Pensó Ayax, mirando a Annabeth de reojo.
—Mírenlo. Ni siquiera llegamos a Trenton. No es como los otros... No. No parece tener miedo. —comentó Grover, aún con su vista fija en la estatua.
Los tres se quedaron en silencio, dándole un respetuoso espacio a Grover para que pueda lamentarse por su perdida.
Pero pronto el sátiro se aclaró la garganta, volteando a ver a Percy—. Eh, ¿usaste la cabeza para deshacerte de Alecto?
¿Entonces sí tienen nombres? Ayax frunció el ceño confundido al enterarse de la nueva información.
—Sí.
—Bien. Fue la decisión correcta. —murmuró Grover, pero aún así nadie parecía querer moverse o decir algo, Ayax no quería manipular las emociones de Grover esta vez, sabiendo que de nada le ayudaría tranquilidad si lo que necesitaba era velar a un familiar—. Probablemente deberíamos ponernos en marcha, oscurecerá pronto.
—Pero, ¿qué haremos con la cabeza? Recién derroté a una furia con ella y ni siquiera me esforcé. No podemos dejarla y que alguien la encuentre. —dijo Percy.
—Dejémosle la gorra y enterrémosla en este sótano. Nadie vendrá aquí a ponerse a buscar. —sugirió Ayax.
Annabeth se mantuvo en silencio durante unos segundos pero finalmente asintió—. Claro. Ahora, ¿podemos hablar de asunto más importante?
—¿Que asunto más importante? —preguntó Percy.
—"Podrías haber salvado a tu madre" Es lo que te dijo, como si hubieran hablado antes. ¿Tú madre aún está con vida?
Ayax se detuvo, recordando esas mismas frases de Medusa y finalmente dándole importancia.
Sally Jackson, la mamá de Percy.
Muchas veces su novio había hablado de ella en sus sueños, gran parte de la obsesión con Ayax por la comida azul se debía a la madre de Percy y cómo él lo había acostumbrado a sus sueños a poner todo lo que comían de azul.
—Está con Hades. —respondió Percy—. Pero aprecio tu preocupación.
—Chicos, paren, por favor. —pidió Grover, viendo que otra pelea estaba por comenzar.
—Oh sí, estoy preocupada. ¿Qué haces realmente en esta misión? ¿Y por qué debo enterarme por Medusa? —siguió preguntando Annabeth.
Ayax soltó un silbido, intentando calmar a Grover que a cada segundo parecía más ansioso.
Van a pelearse quieras o no, tranquilo.
Se aseguró de transmitirle esas palabras a Grover y pronto el sátiro soltó un suspiro y asintió.
—Bien, ya que estamos... ¿"Debiste haber aceptado mi propuesta"? ¿Qué signifcaba eso? ¿Y por qué tuvimos que enterarnos por Alecto?
—¡Suficiente! —gritó Grover, Ayax no pudo evitar mirar con orgullo al sátiro, ya que si bien lo prefería tranquilo, que muestre un poco de firmeza para detenerlos a esos dos parecía algo interesante—. La gorra fue un regalo de su madre. Es lo único que tiene que las conecta. Eso debería importar.
—No realmente. —replicó Ayax, alzando ambas manos en rendición al ver la mirada que Grover le dedicó.
—Está bien, pero ¿cómo nos aseguraremos de que esté a salvo?
—No lo sé aún. Y tú... —Grover volteó a ver a Annabeth—. ¿De verdad? Su madre está viva. ¿Sabes lo confuso que puede ser para él? ¿Sentir que quizás deba elegir entre el destino del mundo y el destino de la única persona que lo ha querido?
Ayax se acercó hasta el costado de Percy, mordiéndose el labio inferior con ansiedad e intentando hacer un suave movimiento para no alterar al rubio que se había decaído con las palabras de Grover.
Acercó su mano suavemente a la de Percy y observó como el rubio volteaba a verlo un segundo, y sin decir nada, Percy tomó su mano.
—¿Por qué hablas así?
—Porque todo el día he estado intentando mantener esta misión encaminada y pueden decir lo que quieran de Ayax siendo un estorbo pero los únicos que han causado problemas hasta ahora fueron ustedes dos. —Grover miró primero a Percy—. Ella te hizo una pregunta en el bosque y tú nunca respondiste. ¿A qué le temes tanto?
Percy apretó la mano de Ayax con fuerza ante la pregunta de Grover.
—¿De qué hablas?
—¡Me oíste!
—No lo sé... —Percy intentó sacarse de encima la pregunta pero Grover se mantuvo insistente.
—Creo que lo sabes.
Ayax estaba seguro de que esa conversación se la había perdido, pero debía ser una de las múltiples veces que Annabeth y Percy pelearon.
—Has estado peleando con ella. Peleando con Ayax y hasta conmigo-
—Porqué el Oráculo dijo que uno de ustedes me traicionaría. ¿De acuerdo? "Te traicionará alguien que te llama amigo y al final no podrás salvar aquello que más importa" Es el resto de lo que me dijo.
Ayax se movió inquieto al lado de Percy, intentando encontrar calma en el toque de Percy, apreciando que aún el rubio lo esté tomando de la mano.
—La elegí a ella porqué no podía imaginar que fuéramos amigos. —dijo Percy, señalando a Annabeth—. Y te elegí a ti porque pensé que, si necesitara a alguien de mi lado, pase lo que pase, ese serías tú. Y a tí...
Ayax sintió la mirada de Percy y cómo el rubio miraba ambas manos unidas con una expresión confundida.
—Ni siquiera quería que estés en esta misión conmigo, eras de quién más desconfiaba y me aseguré de mantenerte cerca para evitar que seas el traidor de la profecía. —admitió Percy, sin mirarlo a los ojos.
Oh.
Entonces por eso me dejó hacer esto.
Ayax soltó la mano de Percy y asintió firmemente, sin dejar demostrar que nada de ello le había afectado.
—Pero ahora me siento solo. —volvió a decir Percy, enfocando su atención en Grover—. No sé qué pensar ni en quién confiar.
Al ver que los tres guardaron silencio al ser llamados traidores Percy pareció arrepentirse un poco ya que agregó.
—No quise decirlo de esa manera.
Ayax bufó una risa, invocando una de sus dagas para comenzar a jugar con ella y distraerse de las palabras de Percy.
Sinrio la herida en su brazo escocer pero solo fue una mínima distracción que no logró hacee mucho por sacarlo de ese lugar.
—Alecto ofreció ayudar en nuestra misión si te entregaba a ella. —admitió ahora Annabeth.
—¿Qué le dijiste?
—Intenté matarla.
Percy asintió, recordando.
La manera en la que estaban ignorando cómo las palabras de Percy habían afectado a Ayax parecía casi irónico, bueno, seguro me lo merezco después de todo. Se dijo a si mismo, con las palabras de Medusa resonando en su mente.
Al final Percy tampoco será mejor que su padre, tal vez yo tampoco debería intentar ser mejor que el mío.
Annabeth y Percy seguían hablando pero Ayax ya no pudo concentrarse en prestarles atención.
Su daga se movía con velocidad, pasando entre sus dedos mientras su mente seguía reviviendo las palabras de su padre, las de Medusa, y las de Percy.
Sé que tú y yo somos iguales.
¿Qué le suceden a tus peores enemigos?
Eras de quién más desconfiaba y me aseguré de mantenerte cerca para evitar que seas el traidor.
¿Qué es Percy Jackson para tí?
Y una vez más, Ayax siente como vuelve a caer justo en donde su padre lo había direccionado, porque ahora ya estaba todo mucho más claro.
Ayax podría amar al Percy de sus sueños pero el de la realidad no era más que su enemigo.
BUENASSS
Lamento muchísimo que este capítulo no haya estado publicado ayer, estuve super enfocada en un fic de Grover que por si están interesados será publicado el viernes♡
¿Qué les pareció este capítulo? ¿Dudas o sugerencias? ¡Los leo!
Si les gustó no se olviden de votar y comentar♡♡
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