007. Apolo me dió una profecía que no quería escuchar
Ayax estaba seguro de que no se había quedado dormido, todavía estaban en el micro y él estaba decidido a ignorar al grupo de semidioses con el que estaba viajando.
De fondo, aún escucha la voz de Percy y su cerebro intentaba mantenerla cerca y constante, Ayax se dijo a sí mismo que era para asegurarse de que se encuentre a salvo.
No es que le interese.
Pero entonces, aún cuando estaba seguro de que no se quedó dormido, una vez que Ayax recargó su rostro contra la ventanilla del micro, dispuesto a observar la carretera, se encontró con todo menos con ella.
Porqué allí en la ventanilla no estaba ningún camino creado por los mortales, no, ese era el Olimpo, y Ayax solo conocía qué parte exactamente ya que muchas veces para llegar al hogar de Afrodita tuvo que pasar por allí antes.
El templo de Apolo.
¿Por qué estoy viendo el templo de Apolo por la ventanilla de un micro? Se preguntó Ayax, volteando por unos segundos a ver a Annabeth a su lado, intentando descubrir si la chica estaría viendo lo mismo que él.
La morena le dedicó la mirada más aburrida de su repertorio y alzó una de sus cejas observándolo con esos ojos calculadores y despectivos que solo podía tener una hija de Atenea en su contra.
Bueno... Creo que paso de preguntarle. Decidió Ayax, desviando la vista de Annabeth para volver a concentrarse en lo que se veía pasando el cristal.
Allí seguía el templo de Apolo, brillando con una luz resplandeciente que lograba que Ayax entrecierre sus ojos al intentar concentrarse en la cegadora presencia que se estaba acercando al cristal.
Si algo odiaba Ayax, eran las profecías, estar ansioso de lo que vendría sin saber cómo ni cuándo, con pistas estúpidas de rimas sin sentido que sólo lograrían alterarlo.
No fue con el oráculo del campamento aún cuando Quirón le recomendó hacerlo antes de partir.
Y por supuesto, que allí en medio de la misión llegaría el único Dios relacionado con la adivinación y las profecías para golpear a Ayax en la cara y asegurarle que iba a escuchar su maldita profecía ya sea que él quiera o no.
O tal vez Ayax estaba de suerte y solo pasarían a saludarlo.
Ayax Warlock, he sido enviado para que de primera mano puedas oír lo que en tu futuro te estará aguardando.
Bueno, Ayax nunca fue un suertudo en la vida, podían mirar a su padre y saberlo, por supuesto que un ente brillante no vendría solo a saludarlo y preguntarle cómo se encontraba.
Soltó un profundo suspiro, intentando apartar la mirada pero siendo cautivado por el brillo dorado que seguía vislumbrandose atravesando el cristal.
Él, a quien sueñas cada noche, tu corazón está atado. Deberás ayudar a aquél chico al que tu destino está ligado.
El ente brillante frente a él hizo una pausa, como para que Ayax piense en ello durante un segundo, pero descartó rápidamente la idea, sabía de que se trataba, de Percy.
¿Me dirás algo que no sepa ya? Se quejó en sus pensamientos Ayax, apoyando una vez más su frente contra la ventanilla y sin apartar los ojos de la brillante luz que casi parecía cruzar el vidrio.
Serás el hijo de Ares que dependerá por completo del hijo prohibido que controlará el océano.
Perseguirás sin descanso aquello que siempre has deseado y lograrás pactar tu destino cuando todo hayas olvidado.
¿Cuándo todo hayas olvidado? ¿Qué se supone que significa eso? ¿Me olvidaré de mis sueños? ¿Es por eso que ya comenzaron a volverse borrosos y distantes?
Ayax estaba comenzando a molestarse con las malditas adivinanzas, nadie podría hacer que se olvide de su chico, él no lo permitiría, no había manera de que pacte su destino ni mierdas.
No me olvidaré de mi Percy.
Un objeto ha sido robado, lo que llega antes del trueno yace en manos de quién tú más has odiado.
Eso tal vez debería tener algo que ver con la misión de la cual Ayax no fue para nada informado.
Lo único que sabía era lo que Quirón mencionó en el comedor, cuando todos rodeaban a Percy que estaba por elegir a su equipo.
"Dónde se enfrentarán al Dios que se ha rebelado de sus hermanos." Esa fue la única información que Ayax tenía, y ahora que realmente se puso a pensar en ello, el único Dios que tenía sentido encontrarse en el Inframundo era Hades, coincidentemente tenía hermanos.
Y, lo que llega antes del trueno Ayax había visto Cars muchas veces con su padre y sabía que sólo podía tratarse del Rayo y el único que tenía un rayo era Odin.
Ahora que Ayax se pone a pensarlo, los automóviles de Cars nunca se les abrían compuertas... Debería preguntarle a Grover acerca de ello más tarde.
Oh sí, el tipo brillante seguía frente a él.
Ayax parpadeó, volviendo a centrar toda su atención ante el brillante ser que se encontraba frente al templo de Apolo, una vez que Ayax se enfocó en él, la voz susurrante que había estado hablándole volvió a retumbar en sus oídos.
Al alejarte de la persona que más amas, terminarás consiguiendo que se consuma en cenizas llegando al Inframundo de una manera cruel e inesperada.
¿Muriendo? ¿Está hablando de la muerte?
Ayax se apartó una vez más, necesitando un tiempo para procesar la información.
Al alejarte de la persona que más amas...
Percy.
Si me alejo de Percy como quiere mi padre lo pondré en peligro...
Ayax comenzó a pensar al doble de velocidad, él nunca fue la persona más lista del mundo pero creía que de a poco estaba comenzando a entender cada parte de la profecía que se le estaba presentando.
Lo cuál... Le aseguró que debía ser una trampa, las profecías nunca deberían ser claras, se suponía que tenían que ser engañosas, sin que puedas comprenderlas hasta que finalmente se cumplan.
Debería temerle a la profecía, pero en cambio decidió no hacerlo, porque bueno... Los hijos de Ares nunca se destacaron en ser demasiado listos.
Si me quedo cerca de Percy, entonces nadie morirá de manera cruel e inesperada.
Decidido, Ayax volvió una vez más la vista a la ventanilla, esta vez chocando su frente con un poco de fuerza contra el cristal, observando como el ente brillante frente a él comenzaba a desvanecerse de a poco.
Llegará el momento en el que deberás elegir quién es más importante para ti y, de elegir mal, la muerte te estará esperando.
Y con eso, finalmente el templo de Apolo desapareció frente a él en cenizas doradas junto al ente brillante que le había taladrado la mente con dudas e inexactitudes.
¿La muerte me estará esperando? ¿A mí? ¿Por una elección? ¿Una sola elección decidirá mi muerte? Ayax tenía mil y una preguntas en su mente que revoloteaban sin control.
Cuando volvió la vista a su costado notó que Annabeth ya no se encontraba sentada a su lado.
¿Cuánto tiempo pasé mirando por la ventana?
Frente a él, Percy y Grover seguían hablando, pero pronto todo se detiene al ver como Annabeth llega corriendo hasta ellos.
Ayax ni siquiera tuvo tiempo de disfrutar la ausencia de la hija de Atenea ya que ella había regresado justo al mismo tiempo que él se dió cuenta de que no estaba.
—Chicos, necesito que abran esa ventana, ¡ahora! —gritó Annabeth señalando la ventana detrás de los asientos de Grover y Percy.
Ayax se puso de pie rápidamente, sabiendo que discutirle a una hija de Atenea era el peor de sus planes, no cuando la chica sonaba tan alterada.
Al ponerse de pie, Ayax observó en el pasillo a una furia acercándose lentamente hasta ellos y fue lo único que necesitó para acercarse hasta la ventana y darle un fuerte codazo que logró hacer caer el vidrio hacía la parte de afuera.
—No parece que estás ventanas estén diseñadas para...
—Hecho. —anunció Ayax, invocando su fiel hacha de doble filo y observando como la Furia seguía acercándose hasta ellos.
Finalmente Grover y Percy también la habían notado ya que Grover comenzó a apurarlos para que comiencen a abandonar el micro.
—Todos, dejen sus pertenencias y salgan por el frente del autobús. —dijo un tipo por un megáfono, pronto los mortales se levantaron de sus asientos y comenzaron a empujar a la Furia, impidiéndole el paso.
—Annabeth, vamos. —dijo Percy, observando como la chica se había congelado en su lugar mirando al monstruo que se les seguía acercando.
Ayax no pudo reprimir su molestia y empujó a Annabeth para que ella salga primera de la ventanilla, pero antes de que pueda lograrlo otra Furia pasó volando, entrando al micro y estrellandose cerca de Percy y Annabeth.
—¡Cuidado! —Ayax gritó, tomando de la mano a Percy y apartandolo lo suficiente para dejarle un camino libre contra la Furia.
Antes de que lo pueda pensar mejor, Ayax arrojó su hacha y por todos los Dioses unidos, logró darle a la Furia que se desvaneció en cenizas negras al instante.
El hacha regresó a su mano con un solo movimiento y pronto Annabeth comenzó a empujarlos a los tres para que salgan del Micro, Ayax se aseguró de hacer que su arma se desvanezca antes de salir primero con la caja de madera de Percy en las manos y notando que la caída era mucho más alta de lo que imaginó.
Ayax logró caer de pie y rápidamente dejó caer la caja al suelo, volteandose para extender sus brazos y ayudar Grover, atrapandolo antes de que se de el rostro contra el pavimento.
—Gracias. —dijo el sátiro, Ayax lo estaba sosteniendo por las caderas y lo dejó caer suavemente contra el suelo hasta que sus pezuñas estuvieron en control nuevamente.
El próximo en arrojarse era Percy, y como Ayax seguía justo en el medio, no pudo hacer más que soltar rápidamente a Grover para atrapar al rubio kamikaze.
Percy soltó un fuerte suspiro aliviado y le dió una suave sonrisa a Ayax, la primera sonrisa genuina que Percy le había dedicado.
Ayax lo había atrapado por la cintura y por instinto casi se acerca a darle un beso como solía hacer en sus sueños, pero logró contenerse al segundo ya que Annabeth seguía dentro del micro.
Soltó a Percy, dejándolo cerca de Grover y se asomó para ver como Annabeth aún no salía, pero la ventanilla estaba alta y tuvo que impulsarse contra el pavimento para agarrarse del metal del micro y observar el motivo por el cuál la hija de Atenea seguía dentro.
—¡¿Qué estás haciendo?! —le gritó Ayax, observando como Annabeth estaba esperando a que la Furia se le acerque—. ¡Chase, vamos!
Annabeth lo miró por un segundo, el micro era lo suficiente alto como para que los pies de Ayax no puedan tocar el suelo una vez que saltó y se sostuvo contra la ventana destrozada.
Aún así, se arriesgó y extendió una de sus manos para que Annabeth la tome, ella lo miró interrogante o tal vez con asco, el cabello de Ayax cubría gran parte de sus ojos y le fue difícil decifrar cuál exactamente.
—¡Vamos Annabeth, sal! —gritó Percy desde atrás, ella finalmente suspiró y tomó la mano de Ayax, quién decidió hacer uso de la fuerza que su padre le otorgó en el Olimpo, arrojando a la hija de Atenea que salió despedida por la ventana.
—Ups. —dijo Ayax, finalmente bajandose de la ventana y observando como Grover y Percy habían llegado a tiempo para que Annabeth no se estrelle contra el suelo.
—Podría haberla matado. —se quejó ella, limpiandose su propia ropa y mirando con enojo sin disimular al hijo de Ares.
Ayax rodó los ojos y observó como la Furia aún era empujada por los mortales en el micro pero seguía acercándose lenta y constante.
—Pero no lo hiciste, ahora vamos. —ordenó Ayax, tomando el liderazgo del grupo casi sin querer, solo concentrado en la molestia que era Annabeth.
Nos podría haber puesto a todos en peligro si no lograba matar a la Furia. Pensó Ayax irritado, mirando por sobre su hombro para asegurarse de que lo estén siguiendo, por suerte, allí estaban los tres.
Percy sostenía contra su pecho la caja de madera que Ayax había logrado sacar del micro, pero en estos momentos se arrepintió de no haber bajado también su mochila.
¿Qué tendrá esa caja de todos modos? Ayax se pasó los próximos diez minutos de caminata pensando en que podría llevar Percy en esa caja y porqué parecía tan importante.
En algún momento habían logrado adentrarse a un bosque y fue el momento exacto en que Ayax se cansó de la insistente mirada molesta de Annabeth sobre él.
Cómo si él fuera el culpable de que ahora estén huyendo de la Furia y no de ella que fue quién los retrasó.
—Me adelantaré un poco, asegurarme de que todo esté bien. —dijo Ayax, manipulando las emociones de Annabeth para lograr que la chica se enoje aún más antes de abandonar el grupo.
Se alejó corriendo, escuchando como Grover le deseaba suerte y le gritaba que tenga cuidado, Ayax escuchó cómo pronto Annabeth comenzó una pelea con Percy y no pudo evitar sonreír para si mismo.
Tan fáciles de manipular. Pensó Ayax relentizando sus pasos una vez que se encontró lejos del grupo, para finalmente tener un poco de tiempo para pensar.
Ni Percy ni nadie le había dicho de qué trataba con exactitud la misión a la que estaban enfrentándose y la única información relevante que Ayax tenía, además de su confusa profecía, era las palabras de Quirón que les aseguraba que deberían ir al Inframundo.
Y para ello, deberían llegar a Los Angeles, sea lo que sea.
Le habría gustado que su padre o algún Dios Olímpico le de algunas clases de cultura general del mundo de los mortales, en cambio Ayax solo había visto Cars y Hércules por la mitad de su vida mientras que su padre se burlaba de lo mal relatada que eran las historias infantiles.
Pero a Ayax le gustaban esas películas, eran muy buenas, solo deseó haber visto más antes de llegar al campamento mestizo.
Había muchas cosas que no había logrado obtener debido al lugar en el que se crío, pero aún así una parte de sí mismo le dijo que no debería estar molestandose por ello, después de todo su padre le había enseñado lo más importante que necesitaba aprender: las peleas.
Ares le enseñó a como atacar, cómo defender con aún más ataque, como manipular las emociones de su enemigo hasta que esté tan asustado que no pueda parar de temblar con una sola mirada.
A controlar y manipular cualquier tipo de arma a su antojo, dándole el primer regalo y lo más preciado que Ayax tenía ahora, su hacha.
Una vez que recordó el arma Ayax no pudo evitar extender su brazo para atraerla hacía él, observando cómo aparecía lentamente desde el comienzo de una niebla roja hasta que el metal se terminó de materializar en su mano.
A lo lejos, todavía podía escuchar las réplicas de Annabeth y las quejas de Percy en una pelea que él mismo había causado y no sabe si fue la idea correcta ponerlos a pelear ya que solo estaba logrando que interactúen más tiempo.
Y con esa idea en mente, Ayax se detuvo, esperando a que el resto del grupo llegue hasta donde él se había separado, no había encontrado nada peligroso en los metros que se alejó y realmente él sabía que solo fue una excusa para no estar cerca de Annabeth.
—Eh... Chicos. —llamó Ayax desde la distancia, escuchando como Annabeth ya venía quejándose.
—No quieres llamar al campamento, está bien. Entonces al menos llamemos a tu mamá. —venía diciendo Percy de camino.
Justo en ese momento Annabeth detiene sus pasos ante la mención de su madre, justo en frente de Ayax, pero con su mirada directamente en Percy.
—¿Discúlpame? —preguntó ella con intensidad y enfado.
Ayax alzó las cejas, asegurándose de aumentar la molestia de Annabeth mientras se acomodó cerca de Grover para observar la próxima discusión.
Prefiero que peleen antes que estén comportándose como los mejores amigos. Pensó Ayax, intentando borrar su mente la frase que Afrodita solía decirte del odio al amor...
—¿Atenea? Tu madre. Llamaría a mi padre pero no estamos exactamente hablando y el de Ayax... —Percy lo miró unos segundos, pensando en el Dios de la guerra, arrugando la nariz con asco y negando con la cabeza—. Definitivamente no. Pero tú y tu madre parecen cercanas. Entonces, ¿por qué no le pedimos ayuda?
—Demostrará que somos débiles, por eso no se pide ayuda en las misiones. —comentó Ayax, sabiendo que esa era la respuesta más obvia y que Percy debería saberlo.
No tenía ningún tipo de interés en ayudar a Annabeth, solo quería que Percy le preste atención, por supuesto no salió como él quería.
—Tú cállate. —le dijo Percy, mirándolo durante un segundo antes de volver su mirada insistente hacia Annabeth.
Ayax alzó las cejas, sin poder ocultar lo ofendido que estaba al ser callado, recordó que el hacha seguía firmemente apretada en su mano derecha y al parecer él no fue el único en notarlo ya que Grover tarareó incómodo.
—Eh, chicos... —llamó Grover, intentando de alguna manera buscar las palabras para apaciguar la conversación.
—¿Me está diciendo que me calle? —preguntó primero Ayax, a la par que Annabeth lo empujó hacia un lado para enfrentarse a Percy.
—¿Grover, podrías explicarle a tu amigo que tiene que tranquilizarse? —ordenó Annabeth, mirando con seriedad al sátiro que estaba moviéndose nervioso con una sonrisa incómoda en su rostro.
—Descuida, yo haré que se tranquilice. —dijo Ayax en respuesta, acercándose una vez más, empujando a la hija de Atenea y enfrentando a Percy.
Su hacha subió hasta que estuvo lo suficientemente cerca del rostro del rubio, pero Percy no lo estaba mirando a él, sus ojos seguían clavados en Annabeth.
—Mírame. —gruñó Ayax frente a él.
Percy finalmente lo hizo, pero fue una mirada cruel y despectiva, como si Ayax fuera la única molestia aquí, lo cuál solo logró enfadarlo aún más.
Las palabras de su padre volvieron a su mente sin que Ayax pueda evitarlas Percy Jackson no es tu amorcito, es tu peor enemigo. ¿Y qué le suceden a tus peores enemigos?
¿Qué le suceden a mis peores enemigos?
¿Por qué no me mira? ¡No está mirándome! Deja de mirarla a ella.
—Deja de meterte en el medio. —ordenó Percy, volviendo a mirar a Annabeth detrás de Ayax—. No puedes preguntarle, ¿cierto? ¿Cuándo fue la última vez que hablaron?
Ayax sonrió al escuchar la orden y negó con la cabeza, completamente irritado de que Percy esté tan decidido a ignorarlo.
—¡Ya basta! —gritó Ayax, empujando a Percy con fuerza hasta hacerlo caer sobre el césped—. Deja de ser un idiota Jackson, no vamos a pedirle ayuda a Atenea, ni al campamento, ni a nadie. ¿En dónde está la gloria en necesitar a alguien? Te recordaba más fuerte que eso.
Percy lo miró con sorpresa, un poco asustado de aquél arranque de ira, pero pronto la sorpresa se convirtió en molestia una vez que Ayax pronunció la última frase.
—¿Me recordabas? ¡¿Por qué mejor no empiezas a decirme de dónde nos conocemos?! —gritó Percy en respuesta, poniéndose de pie con ayuda de Grover y observando unos segundos el hacha que Ayax aún apretaba en su mano—. ¿Y por qué siguen ocultándome cosas?
—No estoy ocultando nada. —dijo Ayax con cuidado, retrocediendo un paso al darse cuenta de su error, escuchando como una vez más Annabeth llamaba al sátiro—. Y tú deja de meter a Grover en esto. —le dijo a Annabeth—. Es el protector de Percy ahora.
—Fue mi protector primero. —dijo ella mirando con molestia ahora tanto a Ayax como a Percy.
—¿Primero? —repitió Percy rápidamente, mirando de Grover a Annabeth con confusión—. ¿Qué quieres decir con primero?
—Es muy emocionante poder caminar sobre las huellas del tío Ferdinand. —dijo Grover con inocencia, intentando cambiar el tema—. Es lo mejor, luego de poder volver a hablar con él.
Ayax soltó un fuerte suspiro, decidido a tomar el control una vez más ya que Annabeth enojada estaba comenzando a ser una inútil.
Tú hiciste que se enoje. Dijo una voz en lo profundo de su mente que Ayax decidió ignorar, colocando una mano en el hombro de Grover y asintiendo.
—Sí, lo es. —le respondió Ayax, aún cuando no tenía ni idea de quién era ese tío Ferdinand, mirando a Grover durante unos segundos para después desviar su vista al impaciente rubio frente a ellos— ¿Quién creías que era el protector sátiro de Luke, Thalia y Annabeth? Por algo Grover conoce tan bien la historia.
Por primera vez en la tarde, Percy se quedó más de diez segundos mirando a Ayax, aún había molestia en sus ojos azules pero en una extraña combinación con la sorpresa y una pizca de decepción por saber que Grover antes había protegido a otros semidioses.
—¿Y a tí también te trajo Grover al campamento? —preguntó Percy después de unos segundos.
Ayax se había asegurado de apaciguar los sentimientos de guerra de Annabeth y la chica ahora solo se encontraba en silencio de brazos cruzados.
—No, mi padre me acompañó. —dijo Ayax simplemente, sin querer dar demasiada información con Annabeth allí.
Ambos habían llegado con noches de diferencia, Ayax después de Annabeth, y toda la pena y lástima que habían sentido por ella quedó en segundo plano al ver como Ares mismo había traído a uno de sus hijos al campamento haciendo de guardaespaldas y guiandolo por el mundo de los mortales.
Percy asintió ante la respuesta de Ayax y finalmente desvío su mirada hasta el costado del pelinegro, encontrándose con Grover.
—Entonces eras tú. ¿Por qué no me lo dijiste desde el principio?
Grover frunció el ceño, como si no le gustara tener que responder esa pregunta.
—¿Pueden oler eso? —preguntó Grover de repente, Ayax imitó el gesto de Grover, frunciendo el ceño e intentando olfatear lo mismo que el sátiro, aún cuando sabía que Grover tendría los sentidos más agudizados que él.
—Nope. —le respondió Ayax después de un segundo.
—Grover, no estoy bromeando. —insistió Percy, aún queriendo que el sátiro responda su pregunta.
—No, yo tampoco. Cállate. —Grover pidió con amabilidad, Percy finalmente guardó silencio y los tres semidioses esperaron a que Grover vuelva a hablar—. Hamburguesas.
Con sola esa palabra Ayax casi sintió como su estómago rugía. Su padre básicamente lo había criado a base de hamburguesas y según él: todo lo más delicioso y peligroso de los mortales.
—¿Dónde? —preguntó Ayax con interés, desvaneciendo su hacha en el aire y observando como Grover comenzó a caminar.
Ayax colocó ambas manos en los hombros del sátiro asegurándose de seguirlo desde cerca mientras Grover comenzó a apurar el paso por el pequeño sendero que se había formado.
Notó con curiosidad que parecía un camino que ya fue usado bastantes veces, pero no parecía la clase de lugar en donde los mortales darían paseos.
Ayax recordó que Grover mencionó a su tío, y tal vez ese camino podría ser uno que los sátiros hayan creado.
—¿Grover? ¿Qué estás haciendo? —preguntó Annabeth, caminando con pasos apurados detrás de Ayax y Grover.
—Alguien está haciendo hamburguesas, en el medio de la nada, en un sendero de sátiros. Quienquiera que sea, es de nuestro mundo. —explicó Grover, caminando con una pequeña sonrisa al sentir como las manos de Ayax estaban apoyadas suavemente contra sus hombros mientras lo seguían.
—Ya cállense, desconcentran a Grover. —se quejó Ayax, cada vez más emocionado por la idea de comer hamburguesas y dejar atrás su pequeño error al decirle a Percy que ya lo conocía.
Al dar vuelta en una curva a lo lejos se deja ver lo que parecen edificaciones abandonadas, parecidas a la estación de servicio en la que el micro había parado tiempo antes.
Grover siguió el camino y de pronto se detuvo para leer una señal, Ayax se detuvo detrás de él y miró lo mismo, observando cómo los símbolos se movían de forma extraña.
—¿Qué dice ahí? —le preguntó Ayax a Grover.
Annabeth y Percy habían llegado hasta ellos y los otros dos semidioses también parecían intentar leer lo que decía allí, pero al igual que Ayax no lo habían logrado, si los ceños fruncidos en confusión le dió una pista.
—Emporio de gnomos de la tía Eme. —leyó Grover para los semidioses, retomando el camino.
Ayax era más alto que Grover así que no le costó mirar por sobre su hombro y encontrarse todas estas esculturas de piedra escalofriantemente realistas.
¿La tía Eme? ¿Tía de quién?
—Oh, vamos. —se quejó Annabeth.
—¿Qué?
—La tía "Eme" tiene un jardín lleno de gente de piedra petrificada. —anunció Annabeth.
—Huh, sí. Lo estamos viendo. —señaló Ayax frente a ellos con un movimiento de su barbilla, aún con las manos en los hombros de Grover—. ¿Las hamburguesas están cerca?
Grover ladeó la cabeza para mirarlo por sobre su hombro y asintió con una media sonrisa.
—Quiero decir... —se corrigió la chica condescendiente—. Es alguien de nuestro mundo, sí. Pero, ¿alguien quiere adivinar qué significa "Eme"?
—Oh... —Grover murmuró, como si la realización hubiera llegado a él.
Ayax aún no comprendía qué era lo que estaba sucediendo y porqué parecía que él era el único que aún no descubría de qué se trataba.
—¿Qué es? —le preguntó Ayax a Grover, escuchando como Annabeth les gritaba que debían salir de allí ya mismo.
—Medusa, ¿sabes su historia? —preguntó Grover, sus ojos aterrados mirando ahora a Ayax.
—Oh.
Ayax soltó los hombros de Grover al sentir un extraño ruido sobre ellos, y pronto la vió, a la Furia sobrevolando sus cabezas con sus alas bordó oscuro.
A su lado, Percy sacó a Reptide al instante, y por primera vez en la realidad Ayax tuvo unos segundos para presenciar la gloriosa arma de Percy que en sus sueños ya se comenzaba a sentir borrosa.
Sí algo amaba Ayax además de Percy y las peleas, esas eran las armas.
Se quedó unos segundos ensimismado, observando cómo el centro de la espada de Percy brillaba con una intensidad dorada que hacía que no quiera apartar la mirada de ella.
—Debemos salir de aquí mientras podamos, por favor. —repitió Annabeth, logrando que Ayax vuelva una vez más a la realidad.
Sintió lo asustada que la chica estaba y sabía que no se trataba acerca de la Furia que se había dejado caer con gracia frente a ellos, no, se trata de Medusa.
Atenea, sí sí, sé que me suelen comparar con esa, todos aseguran que ella es muy sabia y buena, mucho mejor que yo pero hijo debes saber mejor... Cada vez que te aseguren que Atenea es una buena Diosa solo recuerda lo que le hizo a su más noble sacerdotisa, recuerda a Medusa.
Las palabras de su padre volvieron con velocidad a su mente, seguida de la leyenda de lo que le había sucedido a Medusa, de lo que Poseidón le arrebató a ella y cómo ella fue castigada cuándo sólo él se lo había merecido.
Annabeth sabe que con Medusa correrá peligro y Ayax decide que eso no podría importarle menos.
—Debemos entrar. —dijo Ayax, observando como Percy, Grover y Annabeth se dieron la vuelta para enfrentarse a la Furia.
Ayax bufó, pero también volteó, dándole la espalda a las estatuas de piedra e invocando su hacha rápidamente.
—Puedo hacerlo, puedo matarla desde aquí. —dijo Ayax rápidamente, cerrando uno de sus ojos mientras nivelaba el hacha para que de justo contra el mounstro.
—No, fallarás. —dijo Annabeth, acercándose hasta su lado y bajando el hacha de Ayax con una de sus manos.
El pelinegro la miró, intentando ocultar su molestia al ver como la mano de la chica había tocado su más preciado obsequio.
—Suéltalo. Y yo nunca fallo. —declaró Ayax, pero ella volvió a negar con la cabeza, golpeándolo con fuerza con su hombro.
—Pero si lo haces nos pondrás en riesgo a todos. —se quejó ella, insistente como una buena hija de Atenea.
—Yo. Nunca. Fallo.
—¡No pienso arriesgar la misión por un cabeza hueca como tú! Te digo que no lo harás y tú no lo haces. —le gritó Annabeth, volteandose para mirarlo a los ojos.
Ayax le devolvió la mirada, observando con intensidad esos ojos oscuros que solo le demostraban coraje y decisión.
Al lado de Annabeth se encontraba Grover y al lado de Ayax estaba Percy, aún sosteniendo su espada y en guardia mirando a la Furia frente a ellos que se detuvo al estar lo suficientemente cerca.
—Debiste haber aceptado mi oferta cuando tuviste la oportunidad. —dijo el mounstro frente a ellos pero mirando específicamente a Annabeth.
—¿Oferta? ¿De qué oferta habla? —preguntó Percy con confusión.
—¿Qué carajos hiciste Chase? —se quejó Ayax, aún sosteniendo con firmeza el hacha y queriendo arrojarla contra la Furia.
Esta cerca, podría matarla y ya.
—Okay, amigos... —llamó una voz detrás de ellos.
Ayax observó como la Furia ocultaba su rostro con una de sus enormes alas y pronto supo que esa voz provenía nada más ni nada menos que de Medusa.
Grover y Annabeth ya habían bajado la vista al suelo al igual que Ayax, Percy aún no.
—No en mi umbral. —dijo Medusa.
Ayax observó de reojo como Percy estaba por voltear la cabeza para ver quién se acercaba desde detrás de ellos, pero antes de que el rubio pueda ver algo Ayax dejó caer su hacha al suelo, acercándose hasta el rubio y poniéndose justo en frente de él para cortarle el campo de visión.
Ayax respiró profundamente, sintiendo la adrenalina correr por sus venas al encontrarse tan cerca de Percy.
Colocó la palma de su mano en la mejilla de Percy volteando su rostro un poco ya que el rubio aún quería ver quién se estaba acercando.
—No la mires. Mírame. —dijo Ayax en voz baja y por primera vez en toda la tarde, Percy le hizo caso, y Ayax sintió la intensidad de esos ojos azules mirándolo.
Al fin, sólo a él.
Buenas buenasss, espero que les haya gustado este capítulo, ¿algunas sugerencias o mejoras que podría tener en cuenta?
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