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004. Luke Castellan es un idiota y mi hermana también


—La cabaña de Atenea siempre buscará pelear de una manera más estratégica, esos idiotas se creen más listos que nosotros en batalla. —comenzó a explicar Ayax con una burla, a su lado Clarisse soltó una carcajada—. ¿Por qué creen que se aliaron con los hijos de Hermes? Son la cabaña más numerosa, la única manera que ellos conocen para derrotarnos en poder es teniendo más números.

—Pero... Es una buena estrategia de batalla. ¿Cierto? Los números siempre ganan. —preguntó uno de los hijos de Dioniso que se encontraba haciendo equipo con ellos.

Los hijos de Ares habían ganado las últimas captura la bandera con sus buenos aliados: Las cabañas de Deméter, Afrodita, Hefesto y Dioniso.

—Claro, pero aunque los números ganen nosotros hemos sido los victoriosos hasta ahora y así seguiremos. Ellos creen que nosotros somos solo fuerza bruta, lo cuál nos da una ventaja. —dijo Ayax, observando como seguían llegando hijos de Afrodita a su lado del río.

Habían pasado un par de horas desde que había enfrentado a Percy Jackson y su mal humor solo iba en aumento, lo único que podría alegrar un poco su día es que aquella tarde ganen el captura la bandera.

Las últimas veces, había dejado que Clarisse dirija al equipo ya que él no tenía ninguna clase de intenciones en hacer largos discursos, pero está vez y por primera vez se sintió ansioso.

Las ganas de demostrarle a él que Ayax podría ganar sin ningún tipo de inconvenientes y volver a dejar en ridículo a los hijos de Atenea fue mucho más fuerte que él.

Fue la primera vez que su equipo estaría usando un plan, sabía que todos le prestarían atención ya que cada semidios tenía su propio espíritu competitivo aún cuando no eran hijos del Dios de la guerra.

—Pero... Nosotros somos solo fuerza bruta. —dijo uno de sus hermanos, Ayax asintió en respuesta, sabiendo muy bien que eso era lo primero que cuestionarían.

—Es decir, claro que sí. Somos mucha fuerza bruta, nosotros hijos de Ares —dijo Ayax señalando a sus propios hermanos y colocando una mano sobre el hombro de Clarisse que estaba parada a su lado con una salvaje sonrisa—. También los hijos de Hefesto lo son, pura fuerza bruta. Y... bueno y el resto.

Los hijos de Afrodita se quejaron pero los de Deméter simplemente asintieron solemnes.

Los hijos de Deméter eran muy buenos con la naturaleza y tenían grandes habilidades conectadas a ella pero en general, no eran muy agresivos.

En cambio, los hijos de Afrodita no tenían ninguna intención de pelear en lo absoluto, Ayax se aseguró de que la parte del plan que los incluía a ellos no los ponga a hacer nada riesgoso porque sabe que no contaría con su apoyo. Ellos simplemente estarían allí, mirando su reflejo en el lago si tenían la oportunidad.

Ayax guardó silencio mientras estudiaba rápidamente una vez más a su equipo, divisó a Daisy entre las hijas de Afrodita y ella le guiñó un ojo, Ayax se detuvo unos segundos y después siguió su visión hasta los hijos de Hefesto.

No eran tantos, cuatro en total para ser más exactos. Pero ellos eran grandes y corpulentos debido a todo el trabajo que hacían con sus manos en la herrería y todo lo relacionado al Dios de los artesanos en general, y fácilmente cada uno podría acabar con al menos cinco hijos de Hermes sin ningún problema.

Y por último... Los hijos de Dioniso... Bueno, ellos eran dos y tan pequeños como su padre y... Sí, Ayax no les daría un papel muy importante a ellos.

—Entonces... ¿Supongo que tienes un plan, Warlock? ¿O solo nos cuentas todo esto para estresarnos antes de comenzar? —preguntó uno de los hijos de Afrodita con aburrimiento.

Ayax soltó un fuerte suspiro, acordándose porqué exactamente prefería que Clarisse dirija al equipo y de los monólogos a gritos.

—La única manera de estresarte es diciéndote que tu pelo se ve horrible. —no pudo evitar comentar Ayax, observando la mueca ofendida que el chico le dedicó—. Pero sí, eso digo. De vez en cuándo... Una idea se nos puede caer, ¿cierto?

A su lado, Clarisse asintió con emoción, escuchando de fondo como la caracola que daba inicio a los juegos sonaba cerca de ellos.

Pronto, el equipo de Atenea llegó desde el otro lado del río mientras el centauro Quirón se colocaba encima de una roca que cortaba el río.

—Rápido, escuchen. —llamó Ayax, haciéndoles señas para que todos los adolescentes semidioses se acerquen hasta él.

Ayax se aseguró de explicar a detalle qué debía realizar cada cabaña, enfocándose más en sus propios hermanos que eran los que tenían la tarea más importante: tomar la bandera.

Al terminar, escucharon como Quirón gritó por sobre todos los murmuros de ambos equipos que estaban planeando.

—Héroes... —llamó Quirón.

Ayax observó una última vez a su equipo, sabiendo que todos habían logrado comprender muy bien las instrucciones y ya se encontraban moviéndose emocionados por comenzar.

—Es hora. El juego comienza.

Mientras Quirón comenzó a dar las reglas del juego una vez más, Ayax volvió a alejarse hasta donde estaba Clarisse sosteniendo su lanza.

Ayax se acomodó su propia armadura, ajustando los cintos contra sus hombros y empujó suavemente a Clarisse.

—¿Seguirás mis instrucciones? —murmuró Ayax, Clarisse seguía mirando a alguien frente al lago y Ayax no necesitaba saber que se trataba de su chico... Es decir, Percy Jackson.

—Sí. —dijo Clarisse, Ayax no le creyó demasiado pero aún así siguió escuchando las instrucciones de Quirón.

—Cualquier objeto mágico que posean también está permitido. —con esas palabras, Ayax conjuró nuevamente el hacha que su padre le había regalado, ya que hasta el momento era el único sin un arma en la mano—. Cada campista que no esté herido tiene que jugar. Los prisioneros pueden ser desarmados pero no pueden ser atados o amordazados... ¡Y ahora sí, que comience el juego!

Quirón abrió los brazos mientras la carocola volvía a sonar y los campistas gritaban y vitoreaban, Ayax se colocó el casco de hierro con las puntas rojas hacía arriba y comenzó a gritar con su equipo.

Por unos segundos, buscó con la mirada a Percy casi sin poder evitarlo.

Se encontraba junto a Luke, luciendo completamente desorientado y con un escudo que era casi más grande que él.

Antes de que pueda evitarlo, Ayax ya estaba sonriendo observando a Percy, hasta que sintió el costado de su rostro arder, y esa solo podía ser la mirada de Clarisse.

—¿Vamos? Tenemos veinte minutos para prepararnos. —gruñó ella, sosteniendo la lanza fuertemente contra su mano, tal vez recordando la amenaza que Ayax le había dado el día anterior.

Ayax asintió y gritó una orden para que todo su equipo lo siga hacia el norte del bosque, mientras escuchaba como el equipo contrario se dirigía al sur.

Creyó que a partir de estos momentos sería fácil, ya todo su equipo sabía que tenían que hacer y lo único que le quedó a Ayax era esperar con los hijos de Afrodita que vengan por la bandera.

—¿Por qué tú estás aquí y no con Clarisse? —preguntó Daisy acercándose hasta Ayax, quién estaba parado justo frente al estandarte rojo, protegiéndolo.

—¿Crees que dejaría el estandarte solo con todos tus hermanos? —se burló Ayax, observando la risita disimulada de Daisy mientras ella se acercaba para rodear el brazo libre de Ayax con ambos de sus brazos, colocando su cabeza sobre el hombro del chico.

—¿Cómo estás... con lo de Percy? —ella susurró suavemente, Ayax se tensó y apretó el agarre en su hacha pero aún así dejó que su mejor amiga se mantenga cerca y le de un poco de confort mientras ambos esperaban a que la caracola vuelva a sonar.

—Excelente. ¿Por qué lo dices? —mintió Ayax, negándose a prestarle atención a los susurros que habían comenzado a circular entre los hijos de Afrodita mientras la cabeza de Daisy seguía descansando en su hombro.

—Te ví peleando con Luke y luego con Annabeth y luego con Percy. —enumeró ella, pasando su palma por el brazo de Ayax en un movimiento tranquilizador que logró relajarlo solo un poco.

—No peleé con la hija de Atenea. —se defendió Ayax.

—Pero ella te gritó. No me interesa ella de todos modos pero... ¿peleaste con Percy? —preguntó ella suavemente, Ayax apretó la mandíbula pero finalmente asintió—. ¿Por qué?

—Porqué... no lo entenderías. —se rindió Ayax después de unos segundos.

Los hijos de Hefesto ya habían partido a sus posiciones, al igual que los hijos de Ares y Dioniso. Todos los semidioses hijos de Afrodita estaban estratégicamente cerca de el estandarte y debían gritar si alguien del equipo contrario se acercaba para que Ayax pueda hacerse cargo.

—Inténtalo. Déjame ayudarte. —insistió Daisy, mirando al frente al igual que él y aún a la espera de que comience el juego.

Ayax guardó silencio unos momentos, intentando poner todas sus ideas de acuerdo.

¿Cómo podría explicarle a Daisy que en sus sueños literalmente tiene un novio que cuando Ayax despierta él no lo conoce?

¿Cómo explica que pasó años amando a una persona en su mente que creyó que era solo parte de su imaginación hasta que finalmente lo ve frente a él y se da cuenta de que ama a un desconocido?

Cada noche veía a Percy Jackson en sus sueños y ni siquiera sabía quién era él.

¿Cómo podría Ayax volver a soñar con ese rubio que lo mira enamorado cuando sabe que al despertar se encontrará con esos mismos ojos mirándolo como si fuera un simple extraño?

Era una tortura, porque sabía que no había manera de que Percy Jackson sienta lo mismo que Ayax sentía por él.

Habían hablado un total de tres veces, sí, pero eso no quitaba el hecho de que era el mismo Percy Jackson del que Ayax lleva años enamorado.

Hace un año que somos novios en mi sueño, maldita sea. ¿Cómo se supone que deba mirarlo ahora y simplemente fingir que lo odio como Clarisse y todos a mi alrededor quieren?

Ayax está teniendo sus propias peleas internas y no logra prestarle atención al ruido de la caracola que anuncia una nueva pelea iniciando.

Y no lo nota hasta que Daisy suelta el agarre en su brazo que levanta la vista al escuchar gritos lejanos y el ruido de espadas chocando.

—¿Ya comenzó? —murmuró Ayax, a su lado Daisy asintió, sosteniendo con manos temblorosas una espada que estaba bastante desproporcionada para ella.

—Entonces no me dirás. —concluyó Daisy, aún con su voz tenue pero con un poco de decepción.

Ayax se mantuvo firme en su lugar y con un movimiento de su ahora libre mano izquierda convocó un arma que Daisy pueda equilibrar.

—Lo siento, Dai. Gracias por la ayuda pero yo me haré cargo. —dijo Ayax con poca convicción, entregándole el arma que había invocado.

Daisy lo miró en silencio pero finalmente dejó caer la pesada espada y tomó la que Ayax le había extendido, de oro rosa, mucho más pequeña que la anterior pero con el filo más fino y largo para atacar a más distancia y que ella logró sostener con agilidad.

—¿Te cubro? —preguntó ella, observando su nueva espada con una pequeña sonrisa, Daisy quería estar un poco molesta con él pero no lo logró demasiado bien.

—Claro. —le respondió Ayax, golpeando suavemente su hombro para intentar tranquilizarla mientras una guerra perdida se libraba en su propia mente inquieta.

Estoy enamorado de él. Decía una parte de su mente pero la otra le respondía con un ni siquiera lo conoces.

Y esa fue la peor agonía.

Podía no concerlo en la realidad pero a sus ojos todavía era el mismo chico del que está enamorado en sus sueños.

Ese era su castigo. La tortura eterna que Zeus le había dado por culpa de su padre.

No soñar con una vida feliz. Si no aún más, poder llegar a tenerla, apreciarla y amarla solo por un tiempo para después demostrarle que aquello jamás podría suceder.

Y Ayax estaría allí, eternamente deseando que todo sea real.

—¡Viene alguien! —gritó una de las hijas de Afrodita.

—¡¡Escondanse!! —gritó otra.

Ayax apartó todas las ideas confusas de su mente y se aseguró de prestarle atención a los rivales que se estaban acercando.

A su lado, Daisy se colocó en una posición medio improvisada de ataque, Ayax había intentando enseñarle antes defensa personal pero ella siempre se había negado.

Luke Castellan venía corriendo hacía ellos encabezando un grupo de al menos diez personas detrás suyo.

Ayax esperó hasta que estén lo suficientemente cerca y entonces gritó—. ¡Estampida!

Luke Castellan lo miró con confusión y pronto tuvo que voltear a ver cómo todos sus acompañantes de apoyo habían caído al suelo.

Ayax sonrió al observar como los cuatro hijos de Hefesto se habían acercado con las manos fuertes ocupadas con escudos, su grito era la clave para que ellos lleguen y empujen lo suficiente a todos los invasores para hacerlos tropezar y que suelten sus armas.

Y había funcionado justo a la perfección.

—¡Ahora! —gritó Ayax, señalando a los hijos de Afrodita.

Los semidioses salieron corriendo a su llamado y antes de que los hijos de Hermes puedan recuperarse del tremendo golpe que se habían llevado por parte de los hijos de Hefesto, los hijos de Afrodita pasaron por sobre ellos y se llevaron todas las armas que habían caído al suelo.

Todas menos una.

La espada de Luke Castellan.

Quién, por haber ido corriendo y encabezando el equipo se encontró un poco más adelante que el resto del grupo y los hijos de Hefesto no habían llegado a golpearlo.

—¿Ya es tiempo de que me pongas en mi lugar? —se burló Ayax, pidiéndole a Daisy con una seña que se mantenga fuera de la pelea, frente a él Luke le hizo la misma seña a todos sus hermanos que seguían sentados en el suelo siendo atados y amordazados por los hijos de Hefesto y los de Afrodita.

—¿Qué fue eso? —preguntó Luke ahora con confusión.

—¿Qué? ¿Creíste que solo tu hermanita era buena en la estrategia? Sabes, estoy cansandome de que sigan subestimado al hijo del Dios de la guerra. —se quejó el pelinegro comenzando a darle vueltas a su hacha en su mano mientras se acercaba a Luke.

—Bueno, tu madre no es la Diosa de la guerra estrategica entonces sí, me sorprende saber que un tipo como tú consiga hacer una cosa así. —dijo Luke y antes de que Ayax pueda buscar una buena réplica para darle, observó como Luke se abalanzaba hacía él.

Esta vez no había nadie que los detenga, no hasta que uno de los dos termine sangrando contra el suelo.

Pronto todas las preocupaciones de Ayax comienzan a desvanecerse mientras empuja lejos a Luke e intenta pegarle con su hacha, es atajado por el escudo de Luke pero poco lo importa ya que logró quebrarlo un poco.

Un par de golpes más y no tendrás ningún escudo que te cubra. Pensó Ayax divertido, esquivando con facilidad un nuevo golpe de Luke.

Aún no habían llegado a herirse el uno al otro, pero entre golpes y fuertes patadas habían comenzado a moverse hasta que Ayax casi choca su espalda con el estandarte.

Logró vislumbrar la tela roja a su lado y empujó a Luke lejos, sabiendo que el castaño quería dirigirlo exactamente allí.

Manipuló las emociones de Luke para que tenga un miedo abrazador, inigualable a cualquier miedo que haya tenido antes y finalmente Luke logra bajar la guardia y es en esos momentos que Ayax logra darle un fuerte golpe en el pecho con el mango de su hacha solo para lograr que caiga al suelo.

Luke cayó de rodillas por el impacto y su espada cayó justo a su lado, llevando rápidamente ambas manos a su pecho y mirándolo con temor mientras Ayax se acercaba hasta a él con la misma sádica sonrisa que lo cubrió durante toda la pelea.

—¿Qué sucede Ayax, por qué esta vez no me haces sangrar? —preguntó Luke, pronto su miedo comenzando a desvanecerse mientras Ayax lo miraba desde arriba con seriedad.

—No necesito hacerte sangrar para derrotarte.

—¿Es eso? —siguió Luke, mirándolo como si supiera algo que Ayax no, lo cuál hizo que Ayax ladee la cabeza con confusión—. ¿O tal vez te ablandaste ahora que el chico de tus sueños llegó al campamento?

Ayax se congeló en su lugar durante unos segundos, observando como lo que restaba del temor de Luke ahora se convertía en una sonrisa satisfecha.

Y a partir de ese momento, todo se salió de control.

—¡Ahora! —gritó Luke con fuerza, aún arrodillado frente a él.

Ayax levantó la vista directamente a los hijos de Hermes que estaban aprisionados, creyendo que serían ellos los que atacarían, pero no fue así.

En cambio, llegaron los hijos de Atenea.

Corriendo y gritaron comenzaron a hacer que cada hijo de Afrodita y hasta los de Hefesto se tiren contra al suelo, Ayax observó completamente inmóvil cómo los cuatro hijos de Hefesto lograron dar una buena batalla antes de caer.

De tan distraído que estaba, paralizado observando la escena, Ayax no notó cuando Luke tomó su espada una vez más, levantadola rápidamente y moviendo el filo directamente al rostro de Ayax.

El hijo de Ares apenas logró moverse a tiempo de que su rostro fuera seriamente herido, aún un poco desorientado Ayax observó a Luke ponerse de pie.

Sentía sangre correr por el lado izquierdo de su rostro mientras observaba como Luke caminaba con tranquilidad hasta el estandarte rojo, tomándolo entre sus manos y volteandose para mirar a Ayax.

—Oh, ¿qué sucede Warlock? —preguntó Luke divertido—. ¿Toqué un nervio?

Ayax sintió furia líquida recorrer sus venas pero cuando finalmente sintió cómo su cuerpo se recuperaba de haber escuchado la mención de su novio en los labios de Luke, ya fue tarde.

Los hijos de Atenea habían liberado a los hijos de Hermes y todos estaban corriendo a su lado del bosque.

Luke con la bandera roja en sus manos.

Ayax gritó acaloradamente y pronto salió en busca de el grupo, apretando con fuerza su arma y escuchando como los hijos de Hefesto gritaban en respuesta.

Cuando Ayax comenzó a correr, pronto observó de reojo como Daisy lo seguía corriendo a su lado, ella tenía un raspón en la mejilla y Ayax tal vez se encontraría mucho peor. Detrás de ellos venían siguiéndole el paso los hijos de Hefesto recuperados y un par de hijas de Afrodita que habían dado una pelea decente.

Corrieron detrás del grupo de Atenea pero no llegaron a tiempo a rodearlos para intentar llegar a Luke quién estaba primero sosteniendo la bandera roja en lo alto.

Al llegar a la playa los gritos emocionados de los hijos de Atenea y de Hermes comenzaron a escucharse y pronto Ayax logró hacerse paso justo para ver como Luke clavaba la bandera en la arena.

Lejos de Luke, Ayax logró ver a Clarisse soltar a Percy, parecía que su hermana estaba a punto de golpearlo pero se detuvo a tiempo cuando los gritos de Luke y su equipo llamaron la atención.

Ayax observó como su hermana se marchaba enojada de la playa y como en sus manos sostenía... Dos mitades de su lanza.

¿Ella destruyó su lanza?

Ayax observó a Percy cuando finalmente perdió de vista a su hermana.

¿Percy destruyó la lanza?

Observó las múltiples heridas que Percy tenía en sus brazos y rostro, pero ya no podía acercarse, no con las palabras de Clarisse en su mente, no con las de Luke tampoco, ambos atormentandolo.

Ayax miró en silencio como Annabeth reaparecía de la nada, seguramente habría estado usando esa gorra de béisbol mágica que ya todos sabían que lograba hacerla invisible.

Ella y Percy intercambiaron un par de palabras hasta que finalmente lo arrojó al agua.

A su lado, Daisy llegó hasta él y abrazó una vez más el brazo de Ayax mientras observaba la escena junto a él.

No estaban tan alejados y ambos, al igual que el resto de los semidioses que rodeaban a Percy, pudieron observar cómo sus heridas comenzaban a curarse.

—No lo entiendo... —dijo Percy, mirando directamente a Annabeth.

Ayax ocultó su molestia ante ello y en cambio observó algo más que llamó su atención.

Justo sobre la cabeza de Percy, el símbolo de uno de los Tres Grandes reclamandolo.

Poseidón.

No fue un gran descubrimiento para Ayax, ya que su novio siempre había logrado controlar el agua en sus sueños y curarse con ella, Ayax simplemente lo había asumido.

Pero, para todo el resto del campamento fue una gran sorpresa y los murmuros sorprendidos no tardaron en llegar.

Ayax observó como Percy estaba alzando la vista para poder mirar por su cuenta aquello que todo el resto de semidioses se había quedado observando boquiabiertos.

Pero Ayax decidió no darle importancia a ello, sabía que ahora el captura a la bandera había quedado en completo segundo plano pero de algo estaba seguro: Clarisse no había seguido el plan.

Ayax se había asegurado de mantener ocupada a Clarisse para que ella no pueda acercarse y lastimar a Percy, pero aún así allí estaba Percy frente a él, sí, recién curado, pero Ayax había logrado ver las heridas que su hermana le dejó al rubio.

Y no pensaba perdonarla por eso.

Soltó suavemente a Daisy y le avisó que iría en busca de Clarisse a lo cuál su mejor amiga asintió, aún observando como la hija de Afrodita seguía mirando la marca de reclamo de Percy.

Ayax llegó rápidamente a la cabaña número cinco, su hacha se había desvanecido de sus manos con un movimiento suave, y observó como su hermana ya estaba dando vueltas por el lugar con su lanza partida entre sus manos y una expresión francamente aterradora para cualquiera, menos para Ayax.

Al llegar, Clarisse lo observa con furia y no le toma más de unos segundos acercarse hasta él.

Ella no había visto como Poseidón reclamó a Percy así que Ayax sabía que ella seguiría enfocada en el juego que habían perdido.

Ayax no era un buen perdedor, pero Clarisse menos.

—¿¡Qué carajos estabas haciendo y por qué no protegías la bandera!? —gritó Clarisse al estar justo frente a él, mirándolo con sus ojos oscurecidos, pura pupila mientras su expresión solo podía garantizar peligro.

—¿Dé qué me estás hablando? —gruñó con cuidado Ayax, ya que él era el que vino aquí para reclamarle a ella y no al revés —. ¡Ví como estabas sosteniendo a Percy para volver a atacarlo! ¡Tampoco estabas haciendo tu parte del plan así que no vengas a joderme!

—¿Qué tiene eso que ver con nada? ¿Acabas de conocerlo y ya lo amas? ¿¡Por qué lo protejes, imbécil!?

—¡No lo estoy protegiendo, no podría importarme menos! —Ayax mintió entre gritos desesperados, sus manos temblando a cada lado de su cuerpo, las de Clarisse sostenían su lanza destruída en dos partes—. ¡Pero te dí instrucciones muy claras Clarisse! ¡Te dije cuál era tu parte del plan y tú no cumpliste!

—¿Estás diciéndome a mí...? —Clarisse soltó una risita incrédula, sus ojos brillando contra los de Ayax ambos hermanos igual de enojados—. ¿Estás diciéndome a mí que no seguí el plan cuándo tú tampoco lo hiciste? ¡¿De qué me estás hablando Ayax?! ¡Dejaste que Luke se lleve la bandera!

—¡Y tú golpeaste a Percy! —gritó Ayax, levantando la voz mucho más fuerte que su hermana.

Ambos respiraron agitados, aún mirándose a los ojos con la promesa de que el primero que se mueva iba a recibir el peor ataque.

—Eres un idiota si piensas que ese imbécil alguna vez te querrá. —dijo Clarisse frente a él, Ayax se mordió el interior de su mejilla, intentando apartar las palabras hirientes.

Finalmente Clarisse se movió para salir de la cabaña y por primera vez desde que ambos llegaron al campamento, Ayax no la golpeó por ser la primera en rendirse, porque aunque ella se estaba yendo Ayax sintió que fue él quién perdió.

No quería estar en la cabaña así que Ayax también se fue, caminando en la dirección contraria mientras observaba cómo a lo lejos el Sol comenzaba a a ocultarse, aún brillando levemente sobre el césped y la copa de los árboles.

Ayax. —escuchó una voz conocida llamarlo, a Ayax no le tomó dos segundos comprender de quién se trataba: su padre.

Buscó con la mirada alguna clase de arcoíris por dónde podría provenir la voz y pronto en un pequeño campo en donde daba el sol justo en un pequeño charco de agua estancada en dónde un pequeño arcoiris se reflejaba y con él, estaba el rostro de su padre marcado translucido.

—¿Padre? —preguntó Ayax, doblando una rodilla en la tierra para observar más cerca la imágen borrosa de Ares, el dios de la guerra.

Acabo de hacer un descubrimiento, escúchame con atención. —ordenó Ares, a lo que su hijo no pudo hacer más que asentir—. Quién te dió la maldición no fue Atenea, ni Zeus, fue Poseidón.

Ante esa afirmación todo el mundo de Ayax se detuvo, observó con frustración a su padre y no pudo evitar negar con la cabeza.

—¿Qué dices?

Escúchame, lo que digo es que fue el Dios de los mares quién te maldijo para que sueñes con su propio hijo, ¿no lo ves? es él quien ahora te está volviendo débil y te tortura en tus sueños.

Ayax negó con la cabeza, pero pronto las palabras de su padre comenzaron a surgir sentido en lo más profundo de su mente.

Tal vez... Pero no.

—No, no. Fue Zeus, para castigarte a tí por algo que hiciste mal, Poseidón no tiene nada que ver. —intentó replicar Ayax pero se detuvo al escuchar un fuerte suspiro de parte de su padre.

Incluso aunque su reflejo era translucido y borroso por momentos, su voz se encontró muy clara, firme y aterradora como siempre lo había sido.

Hijo mío, te estás equivocado, abre los ojos. —demandó Ares, con esa voz que no daba lugar a réplicas—. Percy Jackson no es tu amorcito, es tu peor enemigo. ¿Y qué le suceden a tus peores enemigos?

Ayax guardó silencio, aún mirando a su padre de un modo desafiante, pero el Dios de la guerra no hizo más que devolverle la mirada.

—¡Ayax! —gritó Ares, sobresaltando a su hijo—. ¿Qué le suceden a tus peores enemigos?

Ayax soltó un suspiro tembloroso, aún sin estar convencido de por qué su padre estaba haciendo eso. ¿Sería verdad? ¿Realmente Poseidón quería volverlo débil? ¿Por qué a Poseidón le interesaría alguien como él?

—¡Ayax! No. Repetiré. Mi. Pregunta. —puntuó Ares cada palabra.

—A mis peores enemigos... Los destruyo. —murmuró Ayax, aún dudando.

¿Y qué es Percy Jackson para tí? ¿Tú amorcito o tu enemigo?

—Percy... Percy es...

¡Dilo! —gritó Ares, sus ojos casi parecían llamas ardientes mientras intentaba controlar a su hijo.

—Percy Jackson es mi enemigo, padre.

OMGG, ¡¡Cada vez más cerca de la misión!!

¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Algo para mejorar, alguna sugerencia?

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