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002. Mi primera interacción con el chico de mis sueños

—No te confíes mucho, no le darás a la primera. —declaró Ayax, observando como el rubio alzaba ambas cejas, esa mirada que sugería que él estaba dispuesto a contradecirlo.

—¿Quieres apostar? —preguntó con diversión, sus ojos azules mirándolo desafiante en busca de una respuesta.

Si algo había aprendido Ayax era: no subestimar al rubio, así que en cambio, prefirió guardar silencio y encogerse de hombros sin comprometerse.

—Buena elección.

Ayax bufó una risa, negando con la cabeza y colocando ambas manos en sus bolsillos, observando con curiosidad la pequeña diana a la que el rubio debía asertar.

El rubio arroja con todas sus fuerzas el hacha que Ayax le había entregado momentos antes y esta impacta con un fuerte ruido justo en el blanco.

—No es posible. —murmuró Ayax, mirándolo sorprendido.

El rubio dejó caer ambas manos y se dió vuelta con una brillante sonrisa en su rostro, esa mirada incrédula que siempre parece tener cuando algo sale como él desea.

Y en pocos segundos Ayax está envuelto en un abrazo tan fuerte que apenas puede respirar. El rubio lo levanta del suelo un poco mientras afianza el agarre en su cintura y Ayax no puede evitar reírse lo suficientemente fuerte como para que haga eco por el bosque.

—Deberíamos haber apostado. —se quejó el rubio, dejándolo suavemente caer al suelo y acomodando la remera naranja de Ayax en su lugar ya que se había levantado un poco en el apretado abrazo.

—¿Qué podrías haber obtenido de mí si ganabas, mhm? —preguntó Ayax con curiosidad, llevando una de sus manos a los rizos rubios y echándolos hacía atrás ya que comenzaban a ser lo suficientemente largos como para cubrir esos preciosos ojos azules.

—Tenía un par de ideas.

—¿A sí? ¿Cuáles?

—Ayax, despierta.

—Mierda, no otra vez. —se quejó Ayax, intentando acercarse al rubio para otro abrazo antes de que sea demasiado tarde.

No logró abrazarlo y pronto observó una vez más el techo de madera sobre él.

—Comenzaré a poner un precio por cada vez que me despierten, hablo en serio.

Ayax se sentó en la cama, observando a tres de sus hermanos menores que lo habían estado empujando y llamando por los últimos minutos.

—¿Qué tal una herida en la pierna? —preguntó irónicamente, observando como sus hermanos negaban rápidamente al tiempo que Ayax asentía con una sonrisa siniestra en su rostro—. ¡Oh, sí! ¡Despierten a Ayax y ganen un maldito hachazo en la pierna! ¡¿Oyeron?!

Sus gritos pronto se escucharon por toda la cabaña, pero sabía que a nadie afuera realmente le interesaría.

Con un bufido resignado Ayax finalmente decidió salir de la cama.

Cambiarse frente a la mirada de sus hermanos siempre fue más preferible que en los vestuarios con los acosadores hijos de Afrodita, así que en silencio Ayax se vistió con la remera naranja del campamento, colocando por arriba el collar que marcaba sus cinco años de estadía y cuando estuvo completamente vestido salió de la cabaña sin darles una segunda mirada a la cabaña.

No es que Ayax odie a sus hermanos, simplemente no los tolera, como al resto de semidioses en el campamento mestizo.

No era personal, Ayax simplemente prefería cero compañía.

A excepción por supuesto, de esa chica pelinegra que comenzaba a acercarse a él con una radiante sonrisa.

—¡Buenos días, dormilón! —saludó ella, Ayax bufó a modo de saludo, y ambos comenzaron a dirigirse al comedor abierto—. ¿Alguien no está de humor?

—Qué dices. Siempre estoy de humor. —se quejó Ayax, dejándose caer en la mesa de los hijos de Ares, con una de las hijas de Afrodita sentándose justo a su lado.

—Oh vamos, puedo verlo en tu rostro. ¿Interrumpieron tu sueño con el rubio encantador? —preguntó ella, sus pestañas moviéndose de arriba abajo en algo que tal vez ella suponía que era adorable, no lo era.

—¿Necesitas saber todo acerca de mi vida? —se quejó Ayax, recibiendo comida por uno de sus hermanos menores, lo cuál, ya fue una costumbre así que Ayax le restó importancia.

—¡Por supuesto que sí! ¿Qué chismes tendré para contarles a mis hermanas más tarde? No seas ridículo, no comiences a guardar todos tus secretos ahora.

—Daisy, no. —murmuró Ayax, tomando el vaso de cristal vacío y pensando en jugo de naranja color azúl, con el cual rápidamente el vaso se llenó al instante y Ayax le dió un sorbo antes de dejar el vaso sobre la mesa.

—Oh, vamos. Sabes que estoy bromeando, no les cuento de tu amante nocturno a mis hermanas. —Daisy golpeó juguetonamente su hombro con una de sus manos y Ayax alzó las cejas, en una expresión completamente escéptica—. Bien, está bien, sí les conté algo acerca de él, pero solo muy poco, pero aún así ya lo sabías y nunca antes te había molestado, entonces, ¿qué es? ¿por qué ahora?

Ayax guardó silencio, buscando con la mirada a los de la cabaña Hermes pero sin encontrarlos por ningún lado.

Lo cuál fue un alivio, porque sabía que el día anterior el chico de la enfermería fue a parar en esa cabaña.

—¿Yaax? —canturreó Daisy, en busca de llamar su atención, él la miró en completo silencio, mordiendo una rebanada de su pan con queso, tarareó con la boca llena y ella rodó los ojos—. Dime.

Tragó la comida y soltó un fuerte y exagerado suspiro, entrecerrando los ojos en dirección a la hija de Afrodita que lo seguía mirando con insistencia.

—¡Bien! —se rindió Ayax después de un par de minutos más, no solía ser de rendirse y eso solo sucedía con Daisy a su alrededor por algún extraño motivo—. Entonces... Creo que el chico de mis sueños es el tipo que mató al minotauro.

Daisy se quedó en silencio unos momentos, mirándolo con una sonrisa confundida y pestañando como si le fuera difícil comprender lo que sus oídos acababan de escuchar, procesando lentamente la idea de lo que las palabras de Ayax significaban.

Y entonces...

—¡¿Quééé?! —gritó Daisy, llamando la atención de los pocos semidioses y sátiros que aún seguían recorriendo el comedor.

Ayax rodó los ojos y continúo su misión de desayunar mientras los ojos casi desorbitados de Daisy lo miraban con suma atención.

—¿Quieres decir el chico que llegó ayer? ¿El que mató al minotauro? —preguntó Daisy, completamente sorprendida.

—Eh, sí. Es justo lo que acabo de decir. —le recordó Ayax, dándole su mejor sonrisa falsa antes de volver a tomar otro trago de su jugo de naranja azúl.

—¿Están hablando de ese idiota? —una tercera voz se dejó oír en el comedor y pronto Clarisse se acercó con su séquito favorito de hermanos.

Ayax se burlaba de ella por eso la mayor parte del tiempo, ya que Clarisse necesitaba ir en grupo para que se vuelva una amenaza, en cambio Ayax era simplemente una amenaza y advertencia de peligro por sí mismo.

—¿Ya lo conociste? —preguntó Daisy, prestándole toda su atención a Clarisse y mirándola con ojos ensoñadores. La pelinegra colocó ambos codos en la mesa y su rostro entre sus manos, ahora completamente concentrada en la recién llegada—. ¿Cómo es él?

—Un idiota y un mentiroso. —enumeró Clarisse, golpeando con su puño la mesa frente a ella.

Por supuesto, Clarisse no notaría la clase de mirada que Daisy le estaba enviando y Ayax, bueno, él no estaba interesado en explicarle a su hermana cuánto eran dos más dos.

En cambio guardó silencio y observó como Daisy quería seguir sacándole tema de conversación a Clarisse.

—¿Por qué? ¿Qué fue lo que sucedió cuando lo viste? —preguntó Daisy, ladeando la cabeza hacia un costado y concentrando toda su atención en Clarisse.

Ayax se aseguraría de burlarse de ella más tarde, pero ahora en cambio, él también decidió prestarle atención a su hermana.

—El idiota me empujó y lo arrojé contra el suelo. Es un engreído, diciendo que él fue quién mató al minotauro, pero yo no le creo nada. —comenzó a explicar Clarisse con esa emoción que solo podrías obtener de ella cuando estaba hablando mierda de otras personas—. Por supuesto el idiota de Luke estaba allí para defenderlo, de otro modo podríamos haberle sacado la verdad a golpes, ¿cierto?

Ella le preguntó a sus otros dos hermanos barra escoltas, como solía decirles Ayax, quienes rápidamente asintieron a las palabras de Clarisse, como unos buenos cachorros entrenados.

—¿Pero no lo hicieron por que estaba Luke Castellan allí? —preguntó Ayax con una curiosidad divertida, observando como Clarisse le dedicó una mirada confundida—. Oh, es solo que creí haberte escuchado decir la otra vez que podrías derrotarlo solo con tus dos manos.

La reacción de su hermana pasó de una primera confusión, que siguió con la realización y terminó en un furibundo enojo, mirándolo con ojos chispeantes de ira.

—Oh cállate Ayax, no veo que tú tampoco estés golpeandote con el idiota de Luke. —se quejó Clarisse.

—Por supuesto que no, él se haría daño y a Quirón no le gustaría. —comentó Ayax, formando un falso puchero con sus labios.

Daisy sonrió divertida, observando como Clarisse intentaba responder algo más pero al final terminaba guardando silencio.

—De todos modos, no creo que ni tú puedas con Luke, Yaxi. Recuerda que él es el mejor espadachín del campamento. —le recordó Daisy con una adorable sonrisa, observando como Clarisse frente a ella comenzaba a recomponerse ante la ayuda.

—Oh, vamos. Si Luke es el mejor espadachín es solo porque yo aún no he peleado con una espada. —declaró Ayax con plena seguridad, observando como Clarisse terminó asintiendo aún a su pesar.

—Tal vez. Pero de todos modos no podía arriesgarme a pelearme con ese idiota y que me dejen afuera del captura la bandera de mañana. —explicó Clarisse, como para dar por terminada la conversación.

Tomó uno de los panes de Ayax y se lo llevó a la boca ante la atenta mirada indignada del pelinegro. Clarisse arrugó la nariz en una sonrisa con la boca llena y se alejó de la mesa dejando nuevamente solos a Daisy y a Ayax.

—Ella es... —comenzó Daisy, con un suspiro soñador escapándose de sus labios mientras observaba el camino que Clarisse había hecho.

—¿Una pesadilla? —suministró Ayax, terminadose su jugo de naranja azul.

—...Preciosa. —finalizó Daisy, cubriéndose el rostro con ambas manos al sentir lo sonrojada que estaba.

Ayax alzó las cejas intentando tener alguna clase de imágen en donde Clarisse y la palabra preciosa pudieran coexistir.

Un escalofrío recorrió su cuerpo y Ayax arrugó la nariz en una mueca de asco, observando como Daisy rodaba los ojos ante sus movimientos.

—En fin, volviendo a lo que nos compete. ¿Entonces...? —comenzó a preguntar Daisy, subiendo y bajando sus cejas de una manera sujestiva.

—¿Qué? —se quejó Ayax, apartando la mirada de los ojos que lo estudiaban con cuidado.

—¿Si busco esos dibujos que hacías del chico rubio de tus sueños me encontraré a Percy Jackson? —preguntó con cuidado Daisy.

Percy Jackson.

Ese es su nombre, así lo había presentado Quirón esa noche lluviosa en la que él llegó.

Ayax asintió con cuidado, aún cuando no estaba muy seguro había una parte en su interior que le aseguraba que era él.

—¿Y dónde están esos dibujos? —preguntó Daisy una vez más.

—Los quemé. —admitió Ayax.

—¿¡Qué!? ¿Por qué?

—Una vez estaba entrenando y un hijo de Apollo lo encontró cuando se cayó de mi bolsillo, preferí no arriesgarme y quemé todo el resto. —explicó rápidamente, observando con curiosidad como Daisy se levantaba de la mesa y le susurraba algo a un sátiro que pronto se fue rápidamente—. ¿Qué le dijiste?

—Que eres un idiota. —reprochó la chica, Ayax frunció el ceño, porqué ¿por qué Daisy le diría eso a un sátiro? y entonces, Ayax observó como el mismo tipo volvía pero con un bloc de hojas y un lapiz.

Daisy le sonrió amablemente y le dió un pequeño beso en la mejilla al sátiro que se quedó embobado por aproximadamente medio minuto hasta que Daisy terminó de apartarlo.

—Dibujalo. —demandó Daisy, volviéndose hacía el y moviendo lejos la bandeja de Ayax para colocar el bloc de hojas justo frente a él.

—¿Ahora? —preguntó Ayax aún confundido.

—No, en cualquier momento de este año. ¡Sí, por supuesto que ahora! —chilló ella, Ayax subió sus manos en rendición, por los dioses, esa chica era algo más—. Debe ser antes de que lo veas, así podremos estar seguros de que era él.

Ayax asintió, sabiendo que con solo cerrar los ojos un momento el recuerdo del chico de sus sueños volvía a su mente casi sin poder resistirse a hacerlo, como si todo en lo que pudiera pensar Ayax sea en ese chico rubio de ojos celestes.

Cuando abrió los ojos, se aseguró de plasmar lo mejor que pudo la imagen que tenia de su chico al papel.

Comenzando a dibujar desde el boceto principal hasta llegar a detenerse en los detalles más pequeños, como el pequeño lunar que tenía debajo de uno de sus ojos y a pocos centímetros otro lunar justo debajo de ese en su mejilla, trazando a detalle su cabello rizado en todas las direcciones que él lo recordaba.

Una hora después, ambos seguían en esa mesa mientras Ayax observaba en silencio su nuevo dibujo, en busca de alguna clase de detalles que perdió.

Marcó los dos pequeños lunares en el cuello y el que se encontraba en su barbilla, redondeó mejor las pupilas dilatadas que el rubio casi siempre solía tener y unos minutos después le entregó su trabajo a Daisy.

La semidiosa hija de Afrodita había estuvo igual de enfocada que Ayax en su dibujo, observando fascinada las capacidades de Ayax para dibujar y él era bastante bueno haciéndolo.

—¿Dijo Clarisse en dónde estará Percy? —preguntó Daisy, aún estudiando el dibujo de Ayax, quien se encogió de hombros.

—Creo que no, pero no importa de todos modos. Ya sabemos lo que sucede con los hijos de Hermes los primeros días. —comentó Ayax, observando como Daisy finalmente le devolvía la mirada, chasqueando los dedos y asintiendo en su dirección.

—Tienes razón, buscarán en que es bueno. ¿Tal vez estarán en la herrería? —pregunto ella, poniéndose de pie, aún con el dibujo en sus manos.

Ayax se levantó también del asiento, estirándose en su lugar para relajar los músculos adormecidos, ya que había estado demasiado tiempo en una misma posición.

—¿O en el tiro de arco y flecha? —dijo también Ayax.

Al final, fueron primero a la herrería y Daisy tenía razón, allí estaba Luke de espaldas guiando a un chico rubio un poco más bajo que él y con las gafas de herrería puestas.

—Qué conveniente. —murmuró Daisy decepcionada.

A su lado, Ayax se había quedado en completo silencio.

Porqué aún con las gafas que cubrían gran parte de su rostro para Ayax fue un descubrimiento indiscutible e innegable.

Allí frente a él, el chico de mis sueños.

—¿Crees que deberíamos esperar a...? —Daisy se interrumpió a si misma cuándo observó como un fierro de hierro había salido volando hasta unas bolsas que rápidamente se prendieron fuego.

Ayax alzó las cejas divertido, había estado observando como al rubio le tomó solo dos fuertes y terribles martillazos para que el objeto salga impulsado en dirección al pequeño incendio que ahora se estaba formando.

—No, está bien. —dijo Ayax, dándose media vuelta antes de que Luke Castellan lo vea observándolos—. Vámonos.

—¿Qué? ¿Vámonos? —repitió Daisy confundida, mirando del dibujo que Ayax había hecho al rubio que se había comenzado a alejar con Luke al ver el pequeño incendio que había formado.

—No hace falta. —anunció Ayax, moviendo su muñeca para invocar una pequeña daga con la que comenzó a jugar pasándola distraídamente por sus dedos—. Es él.

Daisy que estaba caminando a su lado se detuvo en seco, observando hacia atrás como si pudiera ver el camino que el chico había hecho.

—¿Es él? —repitió ella en un hilo de voz.

—Es él. —siguió Ayax, moviendo la daga de una mano a la otra en suaves movimientos practicados, siempre que estaba ansioso un arma en sus manos solía calmarlo, pero parecía que esta vez no estaba siendo suficiente.

Después de prácticamente haberlo soñado toda su vida, ahora verlo en su realidad estaba causando extrañas sensaciones que Ayax no tenía ni las ganas ni el valor de comenzar a enfrentarlas.

Era el mejor guerrero que el campamento mestizo tenía, y podía enfrentarse a cualquier rival hasta con los ojos cerrados, pero enfrentarse a sus propios sentimientos eso... Eso era un tema aparte.

—¿Qué harás ahora? —preguntó Daisy suavemente, tomando el brazo de Ayax para envolverlo con el suyo, caminando ambos del brazo mientras ahora Ayax solo pudo sostener la daga con una de sus manos.

—No lo sé. —admitió Ayax, observando a la distancia pasar a Percy Jackson y Luke Castellan en dirección al comedor—. Debe ser hora del almuerzo, ve.

Ayax tomó el dibujo que Daisy seguía sosteniendo en sus manos y lo dobló un par de veces para guardarlo en su bolsillo.

—¡No me iré sin tí! —se quejó Daisy, golpeando suavemente su hombro, Ayax rodó los ojos divertido.

—Vamos, vivirás. Además, quiero ir a entrenar un rato y acabo de desayunar mi almuerzo. Nos veremos más tarde.

Al principio, Daisy dudó un poco pero finalmente soltó un pequeño bufido y terminó asintiendo, soltando suavemente el brazo de Ayax y acercando su rostro al de él para besar suavemente su mejilla en despedida.

Ayax fingió sentir asco y se limpió el beso con la mano todo ante la atenta mirada divertida de su mejor amiga.

—¡Te veré más tarde, no le hagas daño a nadie! —gritó ella, moviendo su mano para saludarlo mientras caminaba para atrás dirección al comedor.

—No puedo prometer eso. —murmuró Ayax para si mismo, asintiendo con la cabeza y con una inocente sonrisa hasta que finalmente Daisy dió media vuelta y siguió su camino.

El resto del día, justo como Ayax lo había prometido, se pasó en el centro de entrenamiento, enfrentándose a algunos hijos de Hefesto que tenían un leve control del fuego y divirtiéndose con ellos mientras los hacía caer y golpearse a sí mismos.

Intentó evitar pensar en Percy Jackson y el descubrimiento de que ese chico que había matado al minotauro por alguna razón divina era parte de cada uno de los sueños de Ayax durante la mayor parte de su vida.

Desde que era pequeño, Ayax había soñado con los ojos de ese chico, los primeros años sólo soñó con sus ojos, su sonrisa y su voz, pero cuando fue enviado al campamento mestizo comenzó a aparecer de manera casi habitual en el primer sueño de la noche.

Ayax inevitablemente se había enamorado del encantador chico de sus sueños incluso aunque jamás había logrado saber su nombre, pero ahora, finalmente lo hacía.

Percy Jackson.

Saber su nombre y que en realidad existía no fue ningún tipo de alivio para Ayax, es más, lo mantenía inquieto y violento.

El día anterior Percy apenas se estaba recuperando mientras Quirón le mostraba el lugar.

Ayax aún no estaba listo para verlo así que se había encerrado en la cabaña número cinco para entrenar el llamado de sus armas, como invocarlas y asegurándose de que todas vuelvan a él y se retiren cuando así él lo pida.

Ahora lo había visto y la adrenalina que recorría su cuerpo no tenía nada que ver con la pelea que estaba teniendo en esos momentos con un hijo de Deméter.

—¡Oye, más suave! Dijiste que me enseñarías desde lo básico. —se quejó él, Ayax no recordaba su nombre y no tenía intenciones de volver a preguntar.

Soltó un suspiro agotado, observando como ya había oscurecido y moviendo ahora su hacha de una mano a la otra mientras observaba al semidios frente a él ponerse de pie una vez más.

Tenía una espada en sus manos y era la cuarta vez que Ayax había logrado arrojarlo contra el suelo y esta vez hasta se había llevado una pequeña herida en el rostro y todo.

El dibujo que había hecho esa tarde quemaba contra el muslo de Ayax, quería arrojarlo al fuego y fingir que esos sueños no existían porque finalmente la realidad le había traído a ese chico que Ayax nunca creyó que era real.

Estaba distraído, y no pudo concentrarse demasiado en la pelea que estaba teniendo y en su oponente frente a él, así que finalmente se decidió por dejarlo por el día.

—Ya vete a cenar, debilucho. Demasiado por hoy. —ordenó Ayax.

Con un solo movimiento de su muñeca el hacha desapareció de sus manos mientras él salía del gran lugar de entrenamiento sin esperar una respuesta del contrario.

Las peleas y las armas solían distraerlo de sus sentimientos, Ayax no entendía porqué esta vez no estaba funcionando.

Observó como todos los campistas ya estaban frente al fuego dando sus ofrendas pero no pudo interesarle menos, no se sentía con hambre ni con ganas de ir a escuchar los gritos de sus propios hermanos.

En cambio, decidió recorrer una vez más el bosque, aquél lugar tranquilo y pacífico en donde siempre era una buena idea pensar, incluso aunque pensar era lo único que Ayax no tenía intenciones de hacer.

No sabe cuánto tiempo ha estado caminando y vagando pero la próxima vez que sube la vista al frente se encuentra un pequeño pero llamativo fuego que se asomaba por entre los árboles.

Ayax comienza a acercarse, sabiendo que no es muy común que haya campistas a estas noches en el bosque, tal vez algún extraño hijo de Pan que quería tener una conexión más profunda con la naturaleza o alguna estupidez así.

Se detiene frente a un árbol que logró ocultarlo bien entre las sombras y estuvo a punto de acercarse para asustar al campista solitario.

Pero entonces descubre quién es y escucha su voz y Ayax no puede evitar congelarse en su lugar.

—Él no está aquí. Mi padre, no... él no apareció. Quiero decir, ignorarme es una cosa, pero él no puede ignorarte a ti. Y yo lo haré venir aquí. Haré que me vea. Haré que nos vea a los dos. —la voz de Percy se escuchó con suavidad mientras le hablaba al fuego, en donde probablemente había hecho una ofrenda.

Ayax solo podía ver el perfil de Percy Jackson mientras intentaba comprender todas sus palabras, cuando notó la importancia de lo que el rubio estaba diciendo, la convicción con la que decía cada una de sus palabras... Ayax no pudo evitar pensar en el chico de sus sueños.

¿Por qué debe ser exactamente igual? Una voz se quejó en el interior de su mente.

Ayax estaba a punto de apartarse, pero el silencio esta vez no fue de su ayuda ya que al darse media vuelta pisó una hoja seca y rápidamente escuchó como a su espalda Percy se ponía de pie.

—Hey, ¿quién está ahí? —llamó Percy con voz duditativa.

Ayax se ocultó entre las sombras, retrocediendo un par de pasos para no ser visto e invocando su hacha solo por si acaso, la cuál rápidamente apareció en su mano derecha después de un rápido movimiento.

—Oh, ya te ví. —Percy dijo sonando un poco más divertido de lo que debería, pero aún Ayax no había logrado verlo, lo cuál solo lo incómodo aún más—. Eres Ayax, ¿cierto? Luke me advirtió de ti...

Ayax se detuvo en ese mismo segundo, frunciendo el ceño al escuchar su nombre saliendo de los labios de Percy Jackson.

¿Qué? ¿Luke le había advertido sobre mí?

Antes de que pueda comenzar a pensar en que sería un muy mal plan salir de su escondite y enfrentarse al chico con el que soñaba cada noche, Ayax se movió impulsivamente hacía adelante hasta llegar a enfrentar a Percy Jackson.

—¿Qué dijo ese idiota? —demandó saber Ayax, sosteniendo con fuerza el hacha en sus manos.

—Dijo que sueles vagar por el bosque de noche, y por lo que me contó tú eres el idiota, no él. ¿hay alguna razón por el repentino acoso o...? —Percy lo observó con curiosidad mientras hablaba con ese tonito engreído que en otra ocasión a Ayax le había gustado.

Esta vez, no le gustó nada.

No cuando es en su contra.

Ayax bufó una risa casi sin poder evitarlo, sin poder creer que su mente lo torturaría de aquella manera.

Quería soltar un comentario ingenioso, algo que duela, pero esos ojos mirándolo en la oscuridad estaban comenzando a volver loco y todas las palabras desaparecían de su mente.

—También me adivirtieron de tí. —comenzó a decir Ayax, formulando una mentira ya que había estado demasiado tiempo en silencio—. Pero estoy seguro de que aún así no eres una amenaza, no para mí. Te recomendaría tener cuidado con ese tono de voz.

Percy lo miró con una sonrisa confundida, intentando descubrir si Ayax estaba bromeando o no.

—¿Te advirtieron de mí? —preguntó Percy con precaución, el tono de su voz hizo que Ayax aprete con más fuerza el mango de su hacha, cosa que Percy debió notar ya que retrocedió un paso—. ¿Y qué dijeron de mí?

—Bueno, no sé si eras tú... —comentó Ayax, dándole una sonrisa que enseñaba todos sus dientes y comenzando a acercarse hasta Percy.

Antes de que el rubio pueda reaccionar, Ayax extendió su mano libre para tomar un puñado del cabello rubio de Percy, acercando su rostro al del contrario.

—Pero no lo sé. Te ves muy similar a lo que me adivirtieron. —dijo Ayax, tomándose un tiempo para estudiar el rostro de Percy, manipulando los sentimientos del rubio para que le tenga miedo y se quede quieto en su lugar.

Por supuesto, todo era una falsa excusa para poder verlo mejor y Ayax no perdió el tiempo en hacerlo mientras afirmaba su agarre en los suaves rizos rubios.

—¡Hey, cuidado! —se quejó Percy, tomando con ambas manos la muñeca de Ayax y mirándolo con un poco de enojo.

Ayax finalmente lo soltó, asegurándose de empujar un poco a Percy en el proceso y haciendo un movimiento de su mano para que su arma favorita se desvanezca.

—¿Cuál era la advertencia? —preguntó Percy, llevando una mano a su cabeza y dando rápidas caricias para aliviar el ardor.

—Dijeron que llegarías para arruinar el campamento. —mintió Ayax, encogiéndose de hombros y observando la mirada sorprendida de Percy—. ¿No lucen similares? Estoy casi seguro de que eres tú.

Ayax dijo, pero Percy solo pudo mirarlo con confusión al no saber con qué Ayax estaba intentando compararlo. Fue entonces cuando el pelinegro sacó el dibujo que había hecho de Percy, aquél que seguía en su bolsillo trasero.

—¿Sí eres tú, cierto? ¿O tal vez algún idiota hermano gemelo? —Ayax preguntó, extendiendo el dibujo directamente a Percy, intentando tener toda la información posible de él.

—Huh... Hijo único. —murmuró Percy, tomando el dibujo entre sus manos y observándolo con sorpresa—. ¿En serio te dijeron que causaría problemas en el campamento?

Ayax soltó una risita divertida, podría decirle la verdad... Pero en cambio—. No solo en el campamento. Me advirtieron que el idiota del dibujo causaría una maldita guerra.

Percy se quedó congelado por unos instantes y Ayax se mordió la parte interna de su labio inferior para no reírse a carcajadas.

Igual de iluso que en sus sueños.

Ayax decidió ese preciso momento comenzar a abandonar el lugar con unas últimas palabras

—Yo que tú no me volvería a acercar a mí, o me aseguraré de eliminar la amenaza del campamento. —dijo Ayax sin voltear a verlo y deteniéndose un par de pasos más alejado, volteandose para observar a un Percy todavía confundido—. Tú eres la amenaza.

Las manos de Ayax temblaban mientras se apartaba de Percy Jackson, se arrepintió de no haber sonado lo suficientemente agresivo.

Su cerebro había tenido un pequeño cortocircuito mientras Ayax intentaba encontrar la forma de quitarle toda la información posible al chico, descubrir si era el mismo que estaba en sus sueños.

Ahora no tenía duda, era Percy Jackson con quién Ayax soñaba cada noche.

—Mierda, mierda. —Ayax se quejó, tomándose mechones de su pelo y tirando de ellos para intentar aliviar la ansiedad que comenzó a recorrerlo.

¡Buenas buenas!

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Algunas sugerencias para poder mejorarlo?

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