5.5
Las líneas delanteras sufrieron un azote cuando, contra toda probabilidad, sus sorprendidos guerreros fueron atacados por múltiples fauces monstruosas que los machacaron de una dentellada y los jalaron a la oscuridad.
Más de una docena de soldados habían desaparecido de cuajo, y el resto, en vano intentantaron cerrar filas antes de que poderosos latigazos de ebras negras y fibrosas les partieran la carne. Algunos cayeron al instante, mirando horrorizados como sus entrañas se desparramaban en el frío suelo. Y otros tantos más "afortunados", lograron colarse entre los compañeros de detrás y se replegaron para ver las heridas profundas en sus rostros, hombros, pecho y brazos.
Los portadores de luz de esa área se concentraron en lanzar una ronda de antorchas para iluminar el frente. Y lo que vieron todos los guerreros Illiryan los desmoralizo por completo.
Una gran manada de monstruos bovinos con fauces de lobo alargadas y blindadas con una trituradora capa ósea que fungia como reforzadora de sus mandíbulas.
Tenían poderosas patas musculado, la piel totalmente roja, y portaban unas pezuñas de quitinosas pesadas que se partían casi como dedos humanos. Sus cuerpos estaban en constante cambio, y sus posturas se contraian a cuatro patas antes de tomar una fisonomía más humanoide y reptiliana, luego de vuelta a su estado normal, o hinchandose un poco más.
Como si no se decidieran en que forma tomar para masacrar a sus presas.
Las primeras lanzas negras surcaron el corto espacio, y todas rebotaron en la resistente piel de las bestias demoníacas.
Los soldados del frente al fin se vieron obligados a marchar. Pues su rey había comenzado a bramar una serie de ordenes mientras intentaba abrirse paso entre sus apretados cuadros de guerra apelotonados en el pasaje subterráneo.
Illirya quería ver más de cerca a aquellos monstruos..quería matar a alguno con sus propias manos, y demostrarle a los suyos que no había enemigo alguno que pudiese hacerle frente a las fuerzas del reino Illiryan.
Un estrépito en la retaguardia le confirmo sus peores temores.
Illirya atisbo cierta astucia en aquellas bestias al atreverse a atacar a su ejército de ese modo. Distraer desde la retaguardia mientras un grupo atacaba desde el otro lado aprovechando el factor sorpresa, y cuando se creyera fichado el lado de la batalla, hacer un segundo ataque desde el punto que se creería imposible.
...El techo...
Illirya alzo la mirada. Y ahí estaban, esos malditos seres del averno, clavando sus pezuñas en la roca mientras escalaban sin problemas por las paredes y el techo.
Su capacidad de adaptación era sumamente aterradora. Los Sabuesos Raghoullsz podían ser de todo además de Sabuesos. Los malditos que caían desde el techo tenían la mitad del torso para arriba similar al de un guerrero berserker, y usaban sus "brazos" para escalar. Mientras que la mitad de su torso para abajo, eran las patas de un bovino hipermusculadas. Lo único que parecía no cambiar en ellos. Era la cabeza. Una trenza espinosa se extendía aún por debajo de sus lomos, llegando casi hasta la mitad de su cintura. Las trenzas que parecían ser su cabello. Eran tan letales como lo eran las espinas de su gruesa cola.
Como un látigo brutal, descargaban poderosos y desgarradores golpes con su cola. Mientras hacían cargas cortas para embestir a los hombres y mujeres al servicio de Illiryan contra las trenzas filosas de sus espaldas que parecían moverse como serpientes una vez que alguien caía en ellas.
Entonces, las bestias demoníacas que capturaban a algún soldado desaparecian trepando las paredes, y se perdían en la oscuridad mientras horribles gritos de terror y agonía se perdían para siempre.
El rey se desespero. No tenia idea de cuantas de esas cosas podía haber ahí, y la niña hacia rato que había desaparecido. Lleno de nervios y una rabia frustrante, dejó de ladrar órdenes y desenvaino su espada dentada.
-¡¡¡Por mi reino!!!-.
Soltó un tajo potente sobre el lomo de uno de los monstruos, y las trenzas de la criatura parecieron envolver el filo de su arma. Illirya jalo hacia atrás, y la hoja dentada rasgo las trenzas capilares de su apresora.
El sabueso Raghoull bramo en cuanto espesa sangre oscura broto de su cabellera, y soltó un rugido ensordecedor antes de pararse en dos patas con una pose humana.
En vez de sentirse intimidado, el joven rey aprovecho el momento para hundir su espada en el abdomen expuesto y comenzó a cerruchar los órganos de la bestia demoníaca.
Esta solto un bramido ahogado, y dejo caer su peso sobre el rey antes de que este diera un esquive rápido.
-¡¡¡Levanten el ánimo hermanos..estos monstruos pueden morir!!!-.
Illirya cargo contra la siguiente bestia, que parecía empezar a huir con un trofeo atrapado por sus trenzas constrictoras.
Varios de sus asesinos se mantenían replegados mientras intentaban sortear las embestidas de los Sabuesos. Pero el caos del campo de batalla, la oscuridad y el espacio reducido jugaron en contra de sus maniobras y más de uno fue atrapado por aquellas fauces machacadoras.
El rey llegó hasta su objetivo, obligado a blandir por el momento la lanza de un soldado que casi lo ensarta. Illirya la uso para inutilizar una de las patas traseras del monstruo, y este se paro para ver quien lo había atacado. El joven pero experimentado guerrero real llegó hasta el, y le descargo un potente tajo en el hocico.
La bestia demoníaca pareció sonreír en cuanto el arma del rey solto chispas y se resquebrajo. Rota por la dureza de su hocico.
Los ojos de Illirya se abrieron con sorpresa, y el sabueso Raghoull se le fue encima.
El rey soltó un grito de batalla, y cayo al suelo mientras las pezuñas ahora convertidas en garras apretaban sus hombros. Pero no se doblegó, trabo sus brazos contra su rival para evitar que el monstruo le soltara dentelladas directamente a la cara. Y con un gran sobreesfuerzo fue levantando a la pesada criatura.
Los Sabuesos llegaban a medir casi dos metros cuando estaban a cuatro patas, tomadas sus semi formas humanas, esta altura era mucho mayor. Pero aumentado su peso o no. Ya eran lo suficientemente pesadas como para aplastar mortalmente a quien cayera debajo de ellas.
La resistencia del rey, otorgada por sus antepasados, lo blindaron con una fuerza de voluntad y un refuerzo sin igual. Logrando así levantar a la bestia poco a poco mientras desencajaba las garras del monstruo de sus hombros y soltaba un gruñido de dolor.
-¡¡Mi rey!!-.
Exclamó un guardian de Illiryan antes de correr en su auxilio y descargar una alabarda pesada sobre la cabeza del Raghoull. La hoja se quedó a medias del cuello del monstruo, pero deslizando la hoja hacia afuera, esta rodó sin ningún problema y una espesa y oscura sangre apestosa baño el rostro de Illirya.
Quien rápidamente hizo aún lado el cadáver de la bestia demoníaca y le agradeció a su guerrero.
-No ataquen las fauces..sus hocicos son demasiado resistentes-.
Le indico, antes de que el propio guardian asintiera y le regalase su alabarda.
El rey sonrió ante este gesto, lo cual denotaba el valor de sus guerreros más fuertes.
Los guardianes de Illiryan eran los únicos que no habían tenido bajas durante aquel asalto.
La emboscada de los sabuesos Raghoullsz trajo consigo numerosas muertes que pesaron en la conciencia de Illirya, quien no paro de organizar búsquedas hasta exterminar a la última de aquellas criaturas demoníacas.
Luego de recomponerse del shock inicial, sus hombres resistieron el ataque de las bestias y no dejaron que ninguna sola se escabullera en la oscuridad llevandose consigo a hermanos de batalla.
Quien fuese a estar atrapada en las trenzas de la bestia que le dejó horribles marcas en los hombros, había sido la niña guía.
Esta, a pesar de estar traumatizada por casi morir, recupero su alegría al ver que los rostros de sus captores eran iguales al de todos los testigos sobrevivientes de los encuentros con los sabuesos Raghoullsz.
-Cállate.. y no digas nada-.
La niña supo guardar silencio ante la advertencia del joven rey. Y se limitó a sonreír temblorosamente mientras Illirya preparaba a sus tropas.
Aun quedaban un par de días de viaje para salir de aquella red de túneles y cuevas subterráneas. Así que bien podría reorganizar a sus achacadas tropas.
Llegado ese momento, no muchos se veían entusiasmados cuando recibieron las ordenes de los capitanes de cada bloque de guerra. Los asesinos transmitían las órdenes con un fervor apesadumbrado pues incluso ellos, quienes se creían los más veloces de todo el reino, habían sufrido espantosas bajas contra los sabuesos infernales.
Las dudas de sus guerreros se disiparon por completo en cuanto un imponente rey se poso sobre ellos subido en una tarima en la que descansaban las provisiones iluminadas por un orbe de luz runica.
-¡¡Queridos hermanos!!, ¡¡Se que el día de hoy hemos perdido a muchos compañeros de armas durante la batalla!!, ¡¡que hemos descubierto a unos perversos depredadores que moran en la oscuridad. Pero eh de decirles!!, ¡¡que el día de hoy, hemos matado a más de cien de esas bestias!!-.
Mintió. Pues en realidad habian sido medio centenar de monstruos.
-..Claro..¡¡con el costo de perder a casi cuatrocientos de los nuestros!!. ¡¡Esas eran unas bestias demoníacas increíblemente poderosas!!..
¡¡Pero el día de hoy hemos aprendido a perderle el miedo a lo desconocido, y nos alzaremos con gloria hasta el final de nuestro viaje!!...
¡¡¡¿QUIEN VA A SEGUIRME?!!!-.
-¡¡¡YOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!-.
Le respondió su ejército invadido por una fortaleza feroz mientras las ansias por derramar más sangre enemiga se agitó en sus pechos.
Illirya sonrió satisfecho, y levantando su alabarda clamo a gran voz.
-¡¡¡Larga vida a las huestes de Illiryan. Larga vida a cada hombre y mujer que me sigue...grandes tesoros nos esperan hermanos míos!!!-.
Y con eso. Los guerreros continuaron su incursión en los pasajes oscuros.
Lejos de su tierra natal. Y con un imperio lleno de enemigos y dificultades.
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