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5.2

Una tanda de trabajadores humildes cortaban los gigantescos árboles de una área seleccionada para la tala.

Mientras otros troceaban los gruesos troncos para acomodarlos en enormes carretas movidas por extrañas bestias salidas del inframundo. Y así transportar los recursos hasta una refinería perteneciente al nuevo régimen.

Los hombres y mujeres que trabajaban con tanto esmero, vestían togas ligeras de color rojo carmesí y cinturones de acero pulidos con grabados tribales. Calzaban vendas robustas en sus pies, y hacían su labor con una concentración total.

Cada uno, aparte de las herramientas de tala como hachas, clavos enormes y cerruchos, parecían portar un arma personal bien lustrada. Ya fuese una espada, un hacha de mano, dagas o lanzas.

Y, a juzgar por sus expresiones endurecidas, eran de caracter agresivo y hosco.
Junto a ellos, otros leñadores de aspecto más calmado, daban instrucciones del como proceder con cada árbol a talar. Como si aquellos individuos de vestimentas rojas no supieran mucho de tal profesión.

Vigilantes ávidos escudriñaban el área desde los altos árboles, saltando de rama en rama usando las gruesas cuerdas y las estaciones de salto que habían instalado en los árboles que no cortarian por servirles de puesto.
Ellos vestian de verde, y cada uno portaba un arco, cuando no lo tenían a mano, era porque jugaban con una cervatana o afilaban una lanza. Perfectamente camuflados, lucían bastante despreocupados.

Llegaba hasta ellos el murmullo del viento, y un furtivo siseo entre el follaje.
Silbo uno de los Vigilantes,  y el resto de leñadores que vestian de rojo se pusieron alerta. Dejaron sus herramientas, y levantaron la cabeza tratando de captar cualquier sonido mientras sus maestros subían todos a las carretas.

Un guerrero de Kaori que vestia una coraza ligera de placas relucientes, camino hasta los civiles, y les ordenó irse. Se dirigió a sus hombres, los cuales, vestidos con togas ligeras de color rojo carmesí gruñeron al sentir cercano el peligro.

Eran todos desterrados caóticos. Siervos de la guerra instruidos por la voluntad del emperador Rágan.
Cada uno había salido de tierras yermas y saqueadas. Desoladas por el hambre, la peste y la avaricia de sus gobernantes. Kaori había sido una tierra cruel, y dio a luz a huestes enteras de empobrecidas almas que clamaban venganza y exhalaban rencor.

La formación que se veía ahí, pertenecía a un "segmento labrorum". Una orden de guerreros que serviría como apoyo militar y obrero. Para impulsar el crecimiento del nuevo imperio y hacerle frente a los viejos ejércitos del emperador derrocado.

En cuanto fue avistado el primer enemigo, confundido con los colores de sus soldados superiores. Algunos desterrados fruncieron el ceño y bajaron las armas.
Su líder no se vio muy convencido ante esta imagen, y no fue hasta que un viejo leñador fuese atravesado por una lanza que los desterrados caóticos soltaron un grito de guerra 

Illirya río con fuerza, ver a su centenar de soldados cargar contra aquel patetico grupo de salvajes harapientos le era muy divertido.
Hizo un ademán, y enseguida un miembro de la orden se acercó a el listo para llevar su mensaje.

El rey mando a replegar a los demás bloques, para que cubriesen más terreno mientras el y su escuadrón calentaban un poco con aquel pequeño grupo de nativos.
El asesino asintió, y tan veloz como el viento, se perdió entre la gruesa vegetación.

El primer choque se produjo. Siendo los soldados de Illiryan los que lanzaran un enjambre de lanzas negras que surcaron el aire con un zumbido aterraror y se clavaron en la gruesa corteza de los árboles, atravezaron pechos, clavaran extremidades en el suelo y formaran una dispersa linea de aguijones.

Los siguientes fueron los desterrados caóticos, que, al sobrevivir los más cercanos a esta lluvia de lanzas, flanquearon entre la vegetación y los gruesos árboles para arremeter contra los costados de la primer línea de choque.

Los soldados de Illiryan respondieron con no poca brutalidad, y demostraron su superioridad en fuerza y entrenamiento. Algunos guerreros recibieron hachazos de lleno en las costillas, y otros quedaron tuertos por un cruel tajo de los desterrados caóticos. Pero su respuesta llena de furia fue lo suficientemente brutal y efectiva como para errradicar rápidamente a sus oponentes.

El resto de los salvajes guerreros de Kaori no tardaron en unirse a la batalla, y para ese momento, el joven rey había decidido adelantarse para divertirse un poco.

Con agilidad, le rajo el cuello a una mujer con un tajo grotesco, y a un muchacho le reventó el ojo con la punta de su espada dentada antes de atravezarle el pecho desgarrando carne y hueso. Libero su arma, y con un giro, freno el hachazo de un anciano mientras de una patada derribaba a otro rival.
Surco el aire con dos tajos certeros y un grito de guerra, y ambos oponentes habían muerto.

Sus soldados liquidaron rápidamente al resto de los guerreros leñadores. Pero el rey se percató de que algo andaba mal.

Por momentos, algunos de los suyos caían repentinamente, trastabillando mientras, mareados, alzaban las manos en un vano intento por sujetarse a algo, y convulsionaban en el suelo.
Otros eran estampados contra el suelo. Revelando largas lanzas sadicas atravezandolos para clavarlos al suelo con una potencia aterradora.

Flechas comenzaron a llover, y las hojas de los árboles se agitaron mientras. Que con dificultad, Illirya distinguía a guerreros encaramados en las ramas saltando de lado a lado y disparando flechas furtivas. Dardos envenenados y lanzas sadicas.

El caos invadió a sus guerreros, que intentaban esquivar el ataque a distancia de aquella veintena de desterrados especializados.

Ellos eran la vigía de su escuadrón. Los últimos de aquel contingente encargado de talar árboles. Obreros y guerreros..hombres y mujeres, que darian sus vidas con tal de darle el alto a aquellos invasores.

Con una rabia frenética. Los salvajes acribillaron a los Illiryan con una certeridad llena de ira.

El rey. Chasqueo la lengua y esquivo por poco una lanza que termino perforando el pie de uno de sus guerreros.

Draswing. El guardian en su escuadron, se acercó a el de manera tranquila mientras las flechas y dardos rebotaban en su armadura como si fuesen mosquitos insignificantes y no proyectiles letales que ya habrían matado a varios de sus soldados.

-Esos Mosquitos si que son molestos..señor-.
Hablo con una voz ronca y queda mientras desenfundaba su lanza atronadora y. Con un movimiento sonico, derribara a uno de los arqueros vestidos de verde.

Illirya asintió satisfecho, y le ordenó a sus asesinos que liquidaran a aquellas molestias..no sin antes, pedir que dejarán a uno con vida.

Los miembros de elite de la orden asesina sacaron de su equipamiento un par de ganchos afilados, y treparon los altos árboles como fantasmas psicópatas.

Antes de que una lluvia de hojas y sangre cayera sobre el campo de batalla y los gritos de terror de los arqueros desterrados y sus compañeros de apoyo tuvieran un punto algido y acallaran de repente.

Sus diez asesinos bajaron sin dificultad alguna, aterrizando gracilmente luego de caer desde la copa de los árboles. Pero solo uno de ellos tenía bien sujeto a un anciano lleno de cortes.

El asesino que lo sujetaba tenía una flecha clavada en el hombro, lo que impresionó a Illirya pues nadie era capaz de herir a sus legendarios asesinos.
Se decía que sus cuerpos eran tan veloces como el rayo, y tan letales como una saeta nocturna.

Y ahí estaba..aquel que había podido darle a un rayo viviente. Gruñendo y maldiciendo mientras estaba rodeado de enemigos.

-¡Mi rey!-.
Un soldado llamo la atención de su rey mientras arrastraba a otro superviviente. Se trataba de un muchacho que estaba bañado en sangre y que los soldados invasores habían llenado de cardenales al rodearlo entre todos.

Otro guerrero ahorcaba a un guerrero caótico que había matado a más de cinco soldados. Pero el kaoriano se resistia aún con el cuello atenazado por una gruesa cuerda con púas. La sangre mano de su carne, y aún así. Se forzo a ponerse de pie para golpear con su cabeza el menton de su torturador.

Logro soltarse y tomo una espada. Justo para ser derribado por un asesino que casi lo mata atravezandole la nuca con una daga.

-!!Espera!!...a ese también traelo-.
El rey habia capturado a tres moradores de Kaori..tres posibles guías en su pequeña incursión..y eso. Lo hacia sonreír como un desquiciado.

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