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10.

En esta ocasión entraron a Helvete desde una callejuela que bordeaba el edificio del juzgado en el centro de la ciudad. A esas horas de la madrugada el riesgo era mínimo y este acceso estaba cerca del apartamento de Falcon, así que les ahorraba un precioso tiempo que no creían tener.

La puerta con la media luna roja estaba custodiada por un mutante con la piel de metal e igual de gigantesco que Dave. Raven tuvo que ponerlo al corriente de gran parte de la historia solo para que dejara cruzar al Capi y a Sam. Allí los héroes no eran bienvenidos.

—Entonces, este es el sitio al que van los villanos a... ¿Qué? ¿Pasar el rato o algo así? —Steve sobresalía del grupo por su insistencia de llevar el uniforme y el escudo desde que partieran de su piso.

—Básicamente. Y no todos son villanos. Mejor mantén la boca cerrada y actúa natural, Rogers, aquí no soportan a los tipos como tú.

El Capi estuvo a punto de preguntar a qué se refería, pero el gesto cortante de su amigo le disuadió. «Escúchala, este es su mundo y sabe de lo que habla», decía claramente.

Blackie había despejado el salón principal, no quería una batalla campal en su casa y tampoco era tan idiota de pensar que los mercenarios que allí se reunían serían capaces de contenerse como habían hecho con el Soldado. Era más sencillo precaver.

—Bienvenidos a mi humilde hogar, Capitán América y...

—Falcon —se presentó Sam.

—Bueno, pues eso. No se pongan cómodos, esta es una situación extrema y nada más. De preferencia me gustaría que no se repitiera la visita.

Raven rodó los ojos, en ocasiones el viejo la desesperaba.

—Vamos a necesitar armas y un transporte. ¿B, sabes si mi hermana...?

La pelirroja interrumpió.

—Eso ya está listo —anunció a los presentes. Luego en un tono más bajo a la otra— He hablado con Logan, está de acuerdo en que acabes esto. Aunque ha insistido en que te cuides y nos ha enviado a un amigo para llevarnos a Siberia.

—¿Llevarnos? Pensé que solo seríamos cuatro —comentó Steve.

—Permítame presentarme, Capitán. Mi nombre es Saori Fosberg, psíquica y sniper élite del ejército de Estados Unidos —le tendió la mano— Y sin ánimos de ofender ni dudar de la capacidad de combate de ninguno, no sabe a qué van a enfrentarse. Así que un poco de ayuda no creo que le venga mal.

Rave intentó contenerse, en vano, la cara sorprendida del Capi era demasiado hilarante. Rompió en sonoras carcajadas. Incluso a Bucky y a Sam se les escapó una sonrisa.

—De acuerdo, señoritas. Si ya han terminado con eso, déjenme llevarles abajo para que se sirvan —Blackie había abierto un panel del otro lado de la estancia que daba a un ascensor. Bajaron.

Al encenderse las luces del sótano, Falcon no pudo contener un silbido. Era un espacio inmenso y a donde dirigieras la vista había un estante repleto de armas iluminado por una serie de fluorescentes. En una estancia contigua, como la corona del pastel: un Panzer VI Tiger completamente equipado.

—¡Demonios! ¡Esto es más grande que el arsenal de SHIELD!

—Sam, lenguaje —le reprendió Steve.

—¿Alguno de ustedes, héroes, conoce a Mycroft? —indagó Black. Los dos Vengadores negaron al unísono.

—Es el hombre que le suministra las armas al Punisher —continuó. El Capi hizo un gesto para indicar que ese nombre sí le sonaba conocido— ¿Pues dónde diablos creen que las consigue?

James se quedó contemplando una repisa con algunas de las armas de mayor calibre, no hubiera creído que debiera empuñarlas de nuevo tan pronto. Blackie se acercó.

—Tengo algo distinto para ti, novato. Sígueme.

Rogers quedó perplejo por la familiaridad con que el viejo mercenario trataba a su amigo. Hizo una seña a Falcon y fueron tras ellos.

Al fondo había vidrieras protegidas por grandes candados. Reconocieron varios de los trajes y armaduras que guardaban: Iron Man, Batman, la Iron Spider y en lo último de la fila, el traje completo del Winter Soldier. Incluso la máscara y el M203 tipo lanzagranadas estaban ahí.

—Si vas a ir a la fiesta, que sea con todo el equipo, soldado.

El Capi se horrorizó ante la idea. HYDRA había obligado a su amigo a usar aquel traje durante años en cada una de las misiones.

—¡Bucky, no!

Blackie lo hizo callar con un gesto imperioso.

—Tu decisión, novato, pero si vas a meterte en una última cacería, que sea a lo grande. Yo sé lo que digo, aquí no sirve que vayas con tu nueva actitud de "soy un buen chico". Eso déjalo para más tarde. Aquí llevas al Soldado de Invierno o eres hombre muerto.

—Buck...

—Está bien, Steve. Él tiene razón —extendió la mano y el viejo le entregó las llaves de la cerradura.

Las chicas los esperaban junto al ascensor: Saori llevaba cuatro SIG–Sauer distribuidas entre la cintura y las piernas, Raven cargaba una espada al hombro. Ella y Bucky se sostuvieron la mirada unos segundos.

—¿Listo para esto, Soldado? —Asintió, colocándose la máscara.

—¿Sin armas, Capitán? —indagó la pelirroja.

—Tengo mi propia política al respecto, además me basta con esto —mostró el escudo antes de echar a andar. El disgusto que sentía se dejaba ver en cada uno de sus gestos.

—¿Y en qué se supone que vamos a llegar hasta allá? —preguntó Sam mientras subían— Yo tengo mis alas, pero ustedes...

—Tranquilo. Nuestro transporte nos espera afuera hace cinco minutos.

》》》

En medio de la plataforma de la zona de almacenes había aparcado un Quinjet. El piloto se quedó al borde de la rampa de carga cuando vio acercarse al grupo.

—¡Vaya! Wolvie me dijo que llevaría un equipo élite a Siberia. Aquí solo veo una gallina, un fósil y un manco... Aunque debo reconocer que las chicas no están nada mal —era obvio que bromeaba, pero a excepción del Cuervo, nadie encontró la gracia en el comentario.

—Déjalo, Rex, ninguno de estos héroes estirados tiene sentido del humor —Blackie y el irlandés se saludaron con un apretón de manos amistoso.

—De acuerdo, P.T Barnum Freak Show, ¡todos a bordo! Pónganse cómodos y ajústense los cinturones, esto no es un viaje corto.

La mercenaria se tumbó en el asiento del copiloto, dando una mirada inquisitiva alrededor.

—¿Tienes algo de música en esta cafetera?

—Eh nena, más respeto con mi Jesse, es muy emocional. Revisa la disquera —señaló un sitio bajo el tablero de mandos— A lo mejor encuentras algo que te agrade.

Ojeó los CD's por un instante y finalmente se decidió por uno. Los acordes de guitarra atronaron en los altavoces de la cabina.

—¿Thunderstruck? ¿AC/DC, en serio? —Sam la miró sorprendido. Ella se encogió de hombros y fue a sentarse con los demás.

Barnes y el Capi también tenían sendas expresiones de no entender de qué iba el asunto. Rave le sonrió al soldado mientras cabeceaba al ritmo de la música.

—Un día te presentaré a Wade Wilson y podrás culparlo por algunas de mis peores costumbres... o golpearlo —comentó con un guiño.

Después del despegue, la chica volvió a sentarse junto a Rex y continuó pasando viejas canciones. Tarareaba y sonreía.

A Saori se le hizo un nudo en el estómago solo de verla.

«Y aquí vamos de nuevo», pensó preocupada.

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