5. Fur.
Hi~ Subo el capítulo de hoy más tempranito de lo usual porque toca desvelarse estudiando y no quiero perder la noción del tiempo en eso. Como les dije, es un capítulo para enfocarnos un poco más en Eiji, este y el de mañana ya son los últimos de "transición" por así decirlo antes de meterlos de lleno al conflicto. CHAN. Mil gracias por leer.
¡Espero que les guste!
Eiji ama Nueva York.
Irónico, Ibe lo trajo para animarlo de una silenciosa depresión que lo devoraba por el salto de pértiga y terminó envuelto en...ni siquiera Eiji cavila cómo resumirlo. Su llegada a otro país ha sido el periodo más turbulento que sin duda ha tenido que enfrentar, cambió su vida y aunque inicialmente se limitó a ayudar a Ibe en las entrevistas prontamente encontró su camino a través de la justicia, fue sencillo para el japonés identificarse por la iniquidad y escaldar aquí, ser un sumiso sin su dueño propicia los abusos, en Japón no le ocurría tanto, por ende debería asquearle la gran manzana. No lo hace.
¿Cómo decirlo? Nueva York y su gente son ciertamente lo más agresivo que ha conocido tanto en el buen como en el mal sentido, no es quien para juzgar eso, en la ciudad se encuentra tanto oscuridad como brillo, no todo está lleno de luz y color, en un inicio (y todavía) amaba plasmarlo en fotografías, sin embargo, sintió que se quedó corto y debía hacer más. Se entrenó, buscó trabajo en el lugar más sórdido y peor calificado a pesar de las advertencias debido a su género secundario y no es tema ser un sumiso ¿pero no tener dominante? Ah, ahí está la traba, aprovechan su imposibilidad a desacatar comandos dada la falta de collar, fabuloso. Aun así, Eiji elige ver la bondad.
—Te estás metiendo en un lío otra vez. —A oposición de su compañero, por supuesto, a pesar de la naturaleza dominante de Sing siempre anda hiperalerta al peligro, casi como si pudieran someterlo o tal vez teme por Eiji—. El nuevo es un problema.
—Se llama Ash. —Están en la sala de descanso de la prisión vigilando las cámaras, sin duda este lince revolvió las cosas en la jaula y no ha pasado desapercibido para nadie—. Y no me da líos.
—Lo mismo dijiste con Yut-Lung.
—Yue fue quién quiso hacer un trato conmigo.
—¡Y casi acabas muerto!
—Fue solo una vez. —Intenta bajarle el perfil—. No hables de Yue como si fuera una mala influencia.
—¿Acaso no fue su idea la operación contra Dino Golzine? —Traga duro, no es irracional considerar que Evanstine puede estar correlacionado al mafioso y más considerando esa restricción informática a la que los ha sometido—. Ya sabes, la misión dónde terminaste secuestrado y gravemente herido.
—Fue mi idea saltar con un tubo oxidado, no de Yue.
—¡Eiji! —Sing gimotea, hundiendo sus hombros en su chaqueta de policía—. Son pocos los sumisos que nos llegan y solo saben dar problemas. —El moreno tose, ligeramente ofendido.
—Eso es racista.
—¿Acaso me equivoco? Los sumisos suelen recibir tratos especiales y son contados los casos que se pagan ante la ley.
—Te recuerdo que también soy uno de esos. —Se apunta a sí mismo aunque carezca de gargantilla.
—Pero no tienes a alguien que te proteja, lo que lo hace peor, ¿recuerdas esa vez que quedaste bajo el comando del enemigo?
—No sabíamos que sería un dominante.
—Y aun así te mandamos sin collar.
—No quiero usar los collares de servicio. —Bufa, dejando que su espalda repose completamente en la silla de metal—. No solo son degradantes, sino que te dejan más expuestos al comando del jefe.
—¿No confías en Evanstine?
—¿Tú sí?
—Buen punto. —Sing tararea, su flequillo pinchudo se esconde debajo de la gorra, la parte inferior del uniforme parece estarle quedando pequeña, Eiji todavía recuerda la academia cuando era medio metro más bajo y seis tallas más escuálido—. Pero aun así, ¡mira lo que te hizo! —Apunta de manera acusatoria el chupón—. ¡Cuando Ibe lo vea se infartará!
—¡Ibe-san no es mi mamá para infartarse por algo así!
—¡Pero actúa como una!
—¡Sing!
—A menos que te haya gustado, claro.
—N-No. —Eiji se pone rojo hasta las orejas—. Claro que no.
—Ajá. —Sing entrecierra la mirada con suspicacia antes de inclinarse en su propia silla hacia Eiji.
—Es verdad.
—No te escuchas convincente. —Lo confronta—. Da la impresión de que incluso lo disfrutaste.
—No es así, Sing. —Bufa ofendido—. Fin de la conversación.
Odia ser tan transparente ante su mejor amigo, pero Sing tiene razón, más considerando que estaba empezando a disfrutar la forma en que el lince acelera su corazón, es una adrenalina distinta al salto de pértiga, esto es otra cosa. Esto es recordar la sonrisa coqueta de Ash bajo luces de neón mientras le ofrece una copa seductoramente, dada la naturaleza de la misión caviló acerca de la peripecia de que alguien se le acercaría luego de hablar con el enganche de los sumisos pero no estaba preparado para Aslan, nunca lo estaría, fue algo instantáneo, eléctrico y casi instintivo. De hecho, habría jurado que estaba en presencia de un dominante si no fuera por el collar y otros indicios. Aunque Evanstine no lo dejó estar en el interrogatorio (ni en nada en realidad), lo escucha claramente.
Es una señal de auxilio.
Una última y desesperada señal de auxilio.
Llamase empatía con su propia especie o culpa por haber estado involucrado en el arresto (aún bajo la ignorancia), pero Eiji se niega a dejarlo solo, quiere ser su amigo o al menos serle útil, bien se sabe la reputación de Dino y los clubes, no se imagina el infierno que debe sufrir Aslan y estrictamente el plan era eso hasta que...la sensación de la mano de Ash entrelazada a la suya por encima de la barra, su inquebrantable determinación a sacrificarse por Eiji como si su vida valiera menos, el agarrón tan innecesario que le dio mientras ¿cómo lo llamó?
«Sweetie».
Y le gustó. Mierda, Ash no ha dejado de dar vueltas en su cerebro desde que se conocen. Pero Aslan no debe querer eso, es más, Ash odiaría eso después de todo lo que ha pasado, menos de un sumiso.
Es que Ash con sus pucheros adorables de niño.
Ash y su inquebrantable fuerza de voluntad.
Ash y sus risas de soles que hacen galaxias enteras.
Ash. Ash. Ash.
—Estás poniendo una cara extraña otra vez. —Sing le advierte pero su teléfono vibra por la alarma.
—Me tengo que ir, acabó mi jornada laboral.
—No evites el tema. —Le reclama porque Sing es protector, viven juntos en una casa de piedra rojiza después de todo, el dominante le confesó que no le molestaría cuidar de él hasta que encontrara...
No.
Eiji no quiere una pareja destinada.
—Nos vemos en casa. —Se limita a decir de espaldas ya que sabe que apenas le dé la cara será capaz de ver a través de sus mentiras—. Te tendré un poco de natto.
—Mejor ordenemos pizza. —Rueda los ojos y se va, la juventud de hoy es bastante irrespetuosa.
Como sea.
Chinatown.
Shorter Wong.
Se viste acorde a la ocasión con una polera musculosa negra, una chaqueta de raso rosada con rayas amarillas y unos pantalones de estampado llamativo que complementa con unos anteojos de botella rosa, sí, definitivamente pasará desapercibido o al menos las personas por ignorancia lo confundirán con chino, todos los asiáticos son iguales ¿eh? Racistas. Pone la dirección en su celular, no ha estado antes por esta zona, antes hacía equipo con Charlie y le hablaba mucho de Chinatown, su novia vivía y trabajaba en un restaurante bastante exitoso y prometió invitarlos a Sing y a él a cenar, fue previo a la llegada de Evanstine y el cambio de jurisdicción, claro, antes de la humillación.
Mientras se pasea intenta desglosar un motivo para estar ayudando a Aslan, piensa en cómo le pasó una copa sin siquiera vacilar y lo molestó en lugar de coquetearle y luego cuando lo arrojaron dentro de la bodega le sonrió aliviado, casi como si su alma hubiese regresado a tierra, como si su seguridad lo fuese todo para Ash, lo hizo sentir...especial. Y quizás sea esa mera naturaleza entrometida de Eiji inventándose problemas cuando no los tiene pero lo sabe, hay algo en Ash que no le permite dejarlo solo, algo terriblemente genuino y que le pidiera ayuda lo confirmó, ¿qué será esa conexión?
—Shh. —Estaba tan perdido en sus pensamientos que ni siquiera notó cuando alguien lo arrastró al callejón más cercano y le tapó la boca, mierda, ¿es secuestrable? Qué vergüenza—. Te siguen perros de Dino. —Eiji alza su mirada, un hombre grande, fornido y con un look cool está hablándole.
—Mph.
—No te asustes. —Le pide—. Soy Shorter Wong, mis hombres se encargarán de las molestias. —Lo suelta, hay varios piercings, tinte de cabello morado y accesorios geniales cuando finalmente lo ve.
—Soy Eiji Okumura. —¿Cuál es su afán de usar su nombre real? Sing también le advirtió en la misión pasada que inventara un alías pero por el pánico no pudo—. Ash me envió.
—Lo sé.
—¿Cómo? —Alza una ceja genuinamente intrigado—. ¿Cómo puedes saberlo con solo verme? Estoy muy bien camuflado. —Entonces procede a ponerse los lentes de botella rosa para hacer énfasis.
—Porque eres el chico bonito del bar. —Oh—. Y apestas a Ash.
—¿Apesto a Ash? —Eiji se lleva la mano por inercia al chupón, su corazón se profesa desembocado, la cara le arde, su vientre se encuentra arremolinado de pirotecnia. Respira. Respira. Debes respirar.
—Sí, es un olor inconfundible. —Entonces Shorter se inclina para olerle el cabello pero por más que el moreno intente sentir un aroma diferente impregnado a su piel no percibe nada distinto.
—No lo huelo.
—Es casi como si te hubiera marcado. —Shorter ríe con picardía, eso lo pone nervioso, como si fuera más que un simple ¿amigo?, ¿conocido? Haciéndole un favor—. Debió ser inconsciente, es bastante mañoso con algunas cosas y todos lo saben pero es la primera vez que lo veo actuar así con un chico.
—Debe ser porque soy su único conocido en prisión. —La excusa es patética, Shorter se lo transmite aun con los lentes de sol puestos.
—Sí, seguramente es eso. —Pero es lo suficientemente amable para dejarlo pasar—. ¿Tienes tiempo para seguir charlando? Me gustaría poder aclarar algunas cosas contigo.
—Claro.
Acaban ante el Chang Dai, un restaurante extraordinariamente familiar de sonido aunque no lo haya visitado antes, se concibe hogareño de cierta forma, nunca se pudo sentir en su propia piel en Japón, cree que ese fue uno de los motivos por los que Ibe lo sacó. La comodidad no dura, apenas suben al segundo piso del local una serie de miradas curiosas lo espera para recibirlo: la pandilla del lince de Nueva York.
—¡Apesta al jefe! —¿Y cuál es el afán de las personas de gritarle eso? Eiji es bastante autoconsciente de su aroma corporal, se daría cuenta si hubiera cambiado, muchas gracias.
—No seas tonto, Bones. —Un muchacho enorme (incluso más grande que Sing) se le para enfrente para olfatearlo, Eiji quiere desaparecer dentro de esas prendas coloridas para ser escupido entre las sábanas de su cama—. Es cierto, apesta al boss.
—¡Te lo dije! —El chico de la trenza inhala su aroma sin descaro—. Quizás dejó pelaje en él.
—¿Pelaje? —Asiente con seriedad—. Ah, también escuché que los sumisos hacen eso como conejos.
—El jefe es más un gato.
—Tienes razón. Pero nunca lo había visto tirar pelaje encima de alguien más.
—¡Los sumisos no dejamos pelaje! —Eiji gimotea hasta ponerse rojo, agradece que Shorter lo abrace de los hombros o probablemente se hubiera dejado llevar por la cólera e ido del Chang Dai—. Y Ash también es un sumiso, así que incluso si pudiera dejar su aroma no lo dejaría en alguien como yo, lo dejaría en un dominante a su elección.
—No lo sé, amigo. —Los subordinados del lince intercambian miradas—. Hueles como el jefe.
—¡Pero...!
—Además ¿qué importa si ambos son sumisos? Es bien sabido que Ash consigue lo que quiere.
—Cállate Bones, lo haces sonar como todo un fuckboy.
—¿Qué es un fuckboy?
—Ya sabes, esos que fuck y luego se van.
—Ah, el jefe no hace eso. —El chico de las trenzas (Bones al parecer) medita—. Es un fuckstay, él se queda.
—Por favor no le cuentes a Ash sobre esta conversación. —Shorter le susurra cerca de la oreja—. El tipo de las trenzas ya ha perdido dientes por faltarle el respeto y no le quedan muchos.
—Lo entiendo.
Para su sorpresa los hombres de Ash son sumamente agradables, en la policía tienden a estereotipar a las pandillas y por más que comprenda que es parte del rol y que esto facilita verlos cual problema más que personas ahora el concepto le resulta reduccionista. Les confía lo sucedido con Ash, aprecia que si Evanstine se entera de esto las consecuencias serán altas y no exactamente...legales. Eiji traga duro, tocándose el cuello para sentir la falta de collar protector. Pero cree que vale la pena. Aunque todavía no desglose el vínculo que forjó con Ash y lo último que desea es involucrarse entre la mafia, no dará marcha atrás, es terco. Y así como Ash tiene pelaje de lince, su pelaje de conejo también es duro de roer aun sino lo muestra.
Esa es la cuestión, el problema nunca fue ser un sumiso, sino ser un sumiso que no se acopla a todas las normas arcaicas, personas como su jefe quieren verlo asustado y Eiji sabe. Pero hay algo que no sabe ninguno de ellos y es que Eiji vive con miedo desde que llegó a Nueva York, en más de una vez lo intentaron comprar dado su género, ha sufrido abusos inconmensurables debido a la premisa que el dolor le excita (cuando es mentira, solo dolor consensuado en pareja agrada), ha sido comandado contra su voluntad y tirado. Eiji vive con miedo en sus huesos, lo ignora, sino mintiera sobre no estar aterrado probablemente se escondería bajo su colcha al cuidado de Sing para quedarse tendido ahí para siempre. Se niega a hacer eso. Se niega a ver más maltrato. Se niega a ser tratado de debilucho o peor, una carga.
No es nada de eso y aprovechará cada oportunidad para demostrárselo a sí mismo.
Ash.
Y si puede ayudar a Ash sería muy feliz.
—¿Tienes alguna forma de hacerme entrar en prisión? —La pregunta de Shorter retumba como eco.
—¿Acaso estás loco? —Bones ha escupido su refresco—. ¿Por qué querrías meterte en prisión?
—¿Cómo crees que Ash y yo salíamos de la correccional? Podríamos planificar un motín con mucho más apoyo interno y externo, sería un golpe de una sola vez.
—Creo que podría meterte. —A Sing no le gustará nada, pero Eiji está familiarizado con este trámite y en su defecto puede pedirle ayuda a Yut-Lung aunque claro, primero lo consultará con Ash porque no desea hacer nada contra su consentimiento—. Es posible. —Dios, Ibe lo mataría si supiera.
—¿Entonces este es nuestro brillante plan? —Alex bufa contra una lata de cerveza—. ¿Un motín?
—¿Tienes una mejor idea?
—No, solo me estaba preparando mentalmente. —Una tímida sonrisa nace entre sus mofletes y Eiji cree que todos son geniales a su manera, tiene curiosidad de cómo terminaron involucrados dentro de una pandilla, no obstante, se abstiene a preguntar por educación—. Estoy dentro de lo que sea.
—Y con Eiji de nuestro lado será mucho más fácil.
—¡El novio del jefe!
—Dejen de decir eso. —No porque le moleste, sino que le gusta demasiado como suena y se supone que son solo amigos, por ende, no debería profesarse tan a gusto en un lugar que no le corresponde.
—Bien. —Bones resopla—. Por el "amigo" del jefe. —Las comillas en el aire son innecesarias.
—¿Crees que puedes transmitirle el mensaje?
—Seguro.
Intercambian números y regresa a la prisión, para su fortuna no es extraño que Eiji haga turnos más extensos de los que le corresponden (gracias a los comandos de Evanstine y su nulo amor en la salud sea física o emocional) así que lo dejan pasar, Sing se ha ido, mierda, ¿cómo le explicará que no está en casa? Lo pensará luego. Se escabulle hacia la biblioteca y sonríe, claro que acá encuentra a Ash y no solo eso, sino que está leyendo una novela malditamente aburrida, pero está sentado ahí, mudo, sereno, alejado del mundo de la violencia y la lucha. Pero solitario. Con una soledad indescriptible y sublime. Quiere protegerlo del destino. El destino que intenta alejarlo, llevándolo cada vez más lejos a la deriva. Y aquí es cuando lo decide:
Creerá en Ash, sin importar qué.
Pase lo que pase.
Que al menos Eiji podría...
—Ash. —El nombrado le sonríe con tanta ternura apenas lo escucha, baja su libro, no hay ni siquiera un alma extra en la biblioteca dada la hora, están en su propio Edén.
—Eiji. —Se mira aliviado por su regreso—. Me preocupé, no supe nada de ti hoy.
—Lo siento.
—¿Qué te dije de las disculpas?
—Perdón. —Eiji se cubre la boca ante su mirada reprochadora y se deja caer frente a Ash—. Perdón.
—Ya basta de eso.
—Es cuestión de japoneses, creo. —Ambos ríen bajito aun si no hay bibliotecario—. Logré transmitir tu mensaje.
—¿Y?
—Cree que lo mejor es meterse acá contigo.
—¿Acaso está loco? —Ash frunce su entrecejo y lo repasa con la punta de los dedos—. Ese idiota.
—¿Odias el plan?
—No dije eso, de hecho es hasta inteligente pero aun así... —Bufa con una pequeña sonrisa—. Aquel plan es tan Shorter de su parte, debí esperarme una estupidez así, es un cabeza de dominante.
Cierto.
Shorter es un dominante.
Eiji es un sumiso.
—Él es tu... —Eiji apunta el collar e intenta disimular en vano, sabe que tiene escritas en la cara cada una de sus emociones aunque ni siquiera él comprenda de qué emociones se traten—. El collar.
—Qué asco, no. —Su mueca de desagrado es tan sincera e infantil que no puede hacer más que reír.
—Se escuchan cercanos.
—Es mi mejor amigo y mi mano derecha, somos cercanos. —Ash se encoge de hombros, el golpeteo contra el libro hace eco en la silenciosa biblioteca, hay tensión en el aire—. Pero no tan cercanos.
—¿Qué sería ser más cercano a alguien? —Lo cuestiona netamente de la ignorancia, ladea la cabeza y su flequillo se enreda a sus pestañas, Ash extiende su mano hacia la de Eiji, no se atreve a tocarlo.
—No sé. —Miente en un puchero—. Algo como impregnarlo con mi olor o algo así.
—Qué gracioso que me digas eso, los chicos dijeron que apestaba a ti. —Y solo es consciente de esa estupidez estratosférica al ver las mejillas ruborizadas del lince de Nueva York—. Lo que es mentira, solo puedes impregnar a un dominante con tu aroma ¿verdad? —¿Verdad? casi añade desesperado.
—No sé, nunca lo he intentado. —Sus ojos verdes relumbran como jades bajo el brillo ambarino de la lámpara—. Pero debes ser alguien muy especial para que lo intente.
—Oh. —Eiji frunce el entrecejo—. ¿Y yo fui algo así como la práctica?
—¿Qué?
—Ya sabes, para cuando encuentres a una persona especial. —Entonces Ash deja caer su cara contra los libros sin previo aviso y arroja un grito de pura frustración.
—Sí que eres denso. —Se queja—. O tal vez tonto.
—¡Oye!
—Deberías acompañarnos en nuestra noche de películas, veremos plaza sésamo, onii-chan.
—¿Estás diciendo que mi inglés es malo?
—Estoy diciendo que tal vez Shorter sea más inteligente que tú. —Ni siquiera conoce bien a Shorter pero a juzgar por la sonrisa felina y ese brillo malicioso en sus ojos debe ser un insulto.
—Eres un idiota.
—Lo dice el idiota que no capta indirectas. —Bufa, un mechón dorado baila en el movimiento—. La próxima vez te dejaré algo mucho más evidente que un chupón.
—¿Eso qué significa?
—No sé. —Ash se acerca como un gato mimoso pidiendo cariño—. Que eres un torpe japonés.
—Y tú un americano delicado.
—Ya cállate y acaríciame. —Obedece—. Es la primera vez que alguien me mima, me gusta.
Es ridículo ¿no?
Apenas lo ha conocido sin embargo, siente que lleva una vida esperando, tal vez es la incomprensión del género o la señal de auxilio que retumba por su cabeza, quizás es la soledad quemándolo a fuego lento o el terror que le dan en secreto los dominantes. Cualquiera que sea la razón, le agrada pensar que puede confiar en Ash y viceversa. ¿Qué será ese sentimiento?
Mañana tambien nos toca profundizar más en Eiji y ya ver la dínamica que tiene con Yue antes de que nos topemos con caos tras caos tras caos, así que get ready. Mil gracias a quienes se toman el cariño para leer.
¡See ya!
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