Capítulo XXII
Miércoles, 2 de junio de 2021, 13:01
Sunwoo salió de su salón de clase, listo para ir a casa.
Riki siempre salía a una hora diferente a él, así que era incapaz de verle después de la escuela. Habían pasado ya seis días y sentía que le extrañaba. Tenía unas inmensas ganas de verle de nuevo.
Al llegar a la salida de la escuela, miró a su madre. Entonces se sorprendió.
-Mamá, ¿qué hace aquí...?
-Quería que me acompañaras a hacer las compras -respondió la mujer con un tono calmado-. Cancelé las tutorías de Sunghoon, así que hoy pasa tiempo conmigo.
Uh, han pasado un buen par de meses desde que fue a la tienda.
Caminaron hasta el mercado más cercano (quedando a unas cuantas calles de su hogar) y entraron.
El silencio era incómodo. El ánimo de Sunwoo estaba tan pisoteado por la ausencia del rubio y el castigo de sus padres que no tenía ni ganas de crear un tema de conversación. Y su madre lo notó cuando pasaron por el pasillo de los libros y el chico no volteó a verlo.
Incluso si no le compraban uno, siempre iba a darles una ojeada para saber qué era lo que había en ese lugar.
Su madre apretó los dientes.
-Sunwoo -el mencionado la miró-, ¿qué vas a estudiar en la universidad?
El chico no dudó cuando dijo:
-Mi papá me dijo sobre estudiar contabilidad.
-N-No, o sea -carraspeó-, ¿tú qué quieres?
Era triste saber que esa fue la primera vez que le preguntaron sobre su opinión.
-Administración de empresas me llama la atención -confesó titubeante.
La señora Kim asintió.
No es una mala carrera.
Pasaron por el pasillo de panes y la mujer divisó unas galletas de chocolate. Detuvo su andar y las tomó, dejando confundido a su hijo.
Siguieron caminando.
¡Le están robando su vida como si no fuera nada!
Cada que recordaba el discurso que les había dicho la señora Nishimura, un agrio sabor visitaba su garganta, impidiéndole estar en paz.
Desde ese momento era tan consciente sobre el asunto como nunca, y le daba una horrible vergüenza el saber que no estaba siendo justa con su único hijo.
Pero no sabía qué hacer. Desde ese momento, cada día discutía sobre la situación con su esposo. Incluso si pareciera que el hombre estaba un poco apenado, volvía a la misma posición.
-¿Para quién son las galletas?
-S-Son para la cena. Ah, tráeme mantequilla, ¿sí?
Sunwoo asintió, perdiéndose de su vista.
Lo estaba intentando, en serio que sí.
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