Capítulo II
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Martes, 4 de mayo de 2021, 5:30
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La ruidosa alarma de su celular sonó a las 5:30 de la mañana, avisando que debía alistarse para ir a la escuela.
Se encontraba cursando su último año de secundaria, así que se entendía el por qué sus padres le obligaban a estudiar tan duro. Su examen del CSAT estaba a la vuelta de la esquina, por lo que la responsabilidad le pesaba tanto en los hombros que le era imposible mantenerse recto y decidido.
Si duerme tres horas al día usted será capaz de entrar en una de las SKY, si duerme cuatro horas al día puedes llegar a entrar en una universidad, si duerme cinco horas al día, especialmente el último año, olvídate de la universidad.
Odiaba tanto esa tonta frase que tenía a sus padres empujándole la cabeza hacia los libros.
Luego de desayunar y despedirse de sus padres, emprendió camino a su plantel. Le gustaba ir caminando, ya que no estaba muy lejos y tenía un tiempo a solas fuera de casa.
Pasó delante de la casa vecina, y se encontraba muy silenciosa. No quiso voltear mucho a verla para no parecer un curioso, sin embargo le fue imposible no hacerlo cuando escuchó que alguien abría la puerta.
Su nuevo vecino salía de esa enorme casa. Cargaba en uno de sus hombros una mochila negra y vestía el mismo uniforme que él.
Ah, ¿por qué se sorprendía? Era la secundaria más cercana.
Retomó el paso rápidamente, no queriendo que el otro notara que le estaba viendo.
Giró hacia la derecha. Eran unos cinco minutos de caminar, así que llegaría rápido y no vería a su vecino.
Sin embargo, una bicicleta pasó al lado de él. En ella, el rubio pasó sin voltear a verle, y eso hizo que Sunwoo pudiera respirar tranquilo.
Mis padres nunca me enseñaron a andar en bicicleta...
Bueno, tampoco lo han llevado a museos, acuarios, alguna feria ni mucho menos a bibliotecas. ¿De qué lloriqueaba? No era nada nuevo, debía de haberse acostumbrado a que su lugar era en su casa.
Aunque por culpa de ello no podía imaginar ni un poco el tener amigos, y debido a eso su vecino estaba fuera de su alcance.
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Llegó a casa justo a la hora de la comida. Había aprovechado para ir a la biblioteca antes de irse, y si sus padres preguntaban por qué llegaba tarde, él simplemente diría:
-Me quedé estudiando un poco más.
Tenía que mentir para que no supieran que estaba leyendo libros a escondidas.
Él amaba leer, pero no quería leer teorías o libros de negocios. Sin embargo, no tenía dinero para comprarse sus propios libros, no le dejaban trabajar y sus padres jamás le comprarían uno. Era simplemente una distracción.
Su padre le vio, en sus ojos se podía notar la satisfacción al saber que su hijo estaba estudiando bien.
-Comamos, entonces.
Sunwoo se sentó a la mesa, tomó sus palillos y comió un poco de su arroz.
-Hoy vi a la vecina -dijo su mamá-. Se ve joven, pero al preguntarle su edad respondió que tenía treinta y ocho -bufó-. ¿Qué hace para verse así con esos años?
-¿Ya hablaste con ella y todo? -preguntó su papá antes de llevarse un pedazo de carne a la boca.
-Los invité a cenar mañana, de hecho.
Tanto el padre como el hijo voltearon a ver a la mujer con confusión.
-¿Por qué?
-Cuando nosotros llegamos, la familia Choi nos atendió. Pues, ahora deberíamos hacerlo, es un lindo gesto -sonrió-. Además, Sunwoo puede llevarse bien con el chico. Me dijo que era de nuevo ingreso en la misma secundaria que él.
El padre frunció el ceño.
-Las amistades pueden quitarle tiempo de estudio a Sunwoo. Que se mantenga a raya.
Entonces la mujer hizo una mueca. Era la primera vez que su padre decía algo así, y Sunwoo conoció la razón por la que él se veía tan sereno cuando se tocaba el tema de la soledad de su hijo.
La única que se preocupaba al respecto era su madre, pero no parecía querer comenzar una discusión.
Eso provocó un sentimiento amargo que no lo dejó disfrutar el resto de su comida.
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