"Caminaba con grandes zancadas por la acera llena de personas que iban en sentido contrario que el mío, todo estaba completamente húmedo por la lluvia de esa mañana que realmente no me gustaba. Los paraguas de las madres que recogían a sus hijos después de la escuela soltaban gotas que caían sobre mi rostro, y peor aún, éstas caían sobre los papeles que había olvidado meter dentro de mi mochila por salir rápidamente de mi última clase antes de que se me hiciera más tarde.

Levanté mi mirada al cielo y fue cuando una gota cayó sobre el cristal de mis anteojos. Sin dudarlo comencé a correr empujando un poco a las personas, mi mochila caía de mi hombro obligándome a colocarla de nuevo ahí repetidas veces. Crucé la calle dispuesto a pararme frente a la puerta de del jardín de niños para esperar.

Una de las mujeres de la entrada me reconoció, por la expresión de su rostro supe que quería que me quedara ahí, solamente asentí y desapareció para ir a buscarla.

Acomodé como pude los papeles y los metí dentro. El rechinido de unas viejas llantas captó mi atención, y fue cuando el agua sucia golpeó mis piernas llenando los converse negros que me había puesto esa mañana y que juraría que ahora estaban más que empapados.

—Joder...—solté molesto para mí mismo y agité mi pie derecho haciendo que soltara gotas en muchas direcciones.

—¡Dios! —una voz femenina sobresalió entre las pláticas y risas de los demás—. Lo lamento, en verdad—se disculpó, levanté mi mano indicándole que no se preocupara sin siquiera mirarla.

—¡Aaron! — una niña gritó a mis espaldas, volteé y la vi muy emocionada cargando sus cosas en la entrada de la mano de la misma mujer. Su blusa tenía una enorme mancha de jugo de uva y su lonchera de aluminio tenía una nueva abolladura. Sus coletas castañas estaban desarregladas, tanto como sus agujetas. Le sonreí y fui hasta ella aun agitando mi pie al caminar para quitar el exceso, cosa que la hizo reír porque parecía que cojeaba.

—¿Lista para ir a casa? —pregunté una vez que estuve frente a ella, asintió emocionada, le extendí mi mano y soltó la de la mujer para dármela —. Gracias—agradecí.

—¿Me quedaré con la vecina después de comer? — comenzó a saltar, pisó un charco que hizo que mojara de nuevo mi pantalón pero eso ya no importaba ni en lo más mínimo—, dime que si porque no quiero ir con la prima June, no me deja ver televisión.

—Pero si tú odias a la vecina— reí.

—Es porque le gustas, pero me da chocolate cuando se lo pido—encogió los hombros y comenzó a jalarme para caminar más rápido —, me quiere comprar.

—¿Y lo está logrando?

—No, tú eres mío—dijo en tono de júbilo mientras abrazaba mi pierna mojada."

Algo en mi pecho luchaba por liberarse, un movimiento bastó para que éste saliera de golpe por mi boca y que a la vez otra cosa volviera a entrar. Mi corazón latió de nuevo, mis pulmones necesitaban aire desesperadamente y mis ojos pudieron abrirse ante aquella inmensa oscuridad.