Siete.
"—Ellos no sabían de su existencia hasta que ella cumplió un año—aclaré mi garganta—, no pueden llegar a quitármela como si fuera suya, y si lo hicieran, ella sabe más que nadie que sólo me tiene a mí—observé al jurado que escuchaban atentamente mis palabras, a la familia de Annie que mantenían su postura de vencedores y después a la chica del público que me dedicaba sonrisas de apoyo—. Soy su familia, no voy permitir esto sin luchar por ella—suspiré y me dirigí a la mujer que reconocía por fotos y que años antes insistía en tener a Émeli con ella—. Quiero que me devuelva a mi hija, porque es mía, tengo más derecho que usted y lo sabe. No digo que no podrá verla, sólo quiero que esté conmigo."
—¿Aaron? —su voz se cortó, podía sentir el miedo que la inundaba y la confusión que compartíamos. Giré para encontrarme con sus grandes ojos color hazel que brillaban por las lágrimas que no dejaban de salir. Su labio tembló cuando me miró.
Sus facciones estaban más definidas, era más alta y su delgado cabello castaño llegaba a sus codos. No la reconocería por completo sino fuera tan parecida a Annie.
—Émeli—la llamé entre susurros, pero a pesar de ello no me tranquilizó. Ella corrió hacia mí y sin pensarlo dos veces se montó en mis brazos para sentirse protegida.
"—Sé que parezco el prototipo de hombre que no puede hacerse cargo de sí mismo, sé que les parece tonto el haber aceptado una responsabilidad que no me correspondía, pero Annie estaba sola, pensé en ella y en lo que pasaría hasta que pudiera contactarlos. Annie nunca me contó de ustedes ni si quiera me explicó la razón por la cual se mantenía muy distanciada. Me agrada la decisión que tomé, porque Émeli es mi vida ahora."
—¿Dónde estabas? ¿Por qué nadie me hace caso? ¿Por qué mami Rosa llora? No entiendo nada—lloró en mi cuello llenándome de preguntas, acaricie su espalda e intenté calmar su temblar—Papi, llévame contigo—hipó sin despegarse de mi cuerpo.
"—¿Tu elegiste su nombre?
—Annie lo hizo en cuanto supo que sería niña.
—¿Se parece mucho a ella? —giró para poder ver a la pequeña que dormía en el asiento trasero del auto. Rosa había sido la primera persona que se ganó el corazón de Émeli sin esforzarse, y al parecer no era la única.
—No tienes idea—con un lento movimiento extendí mi brazo para tomar su mano, acaricie sus nudillos y ella dejó que lo hiciera. Sonreí sin dejar de ver la calle por donde conducía, ya no se sentía tan penoso hacerlo."
—Espera aquí— le susurré en el oído y lentamente la bajé, ella dudó en dejar mis brazos—. Espera.—le repetí y ella accedió aun sollozando.
Con pasos lentos me acerqué a donde Rosa estaba. Ella mantenía su vista perdida en algún punto detrás de mí, ni siquiera se inmutó cuando quedé frente a ella. Sumida en sus pensamientos y con el nerviosismo rodeándola.
—Rosa—le hablé entre suspiros, anhelaba que sus ojos me miraran y me dedicara esa sonrisa de siempre, pero no lo hizo—. Rosa—llamé de nuevo perdiendo mi esperanza.
"—¿La prima Jude se va a casar? ¿Por qué? —seguía cada uno de mis pasos por el departamento mientras yo intentaba arreglarme. Émeli usaba un elegante vestido color crema que le llagaba más allá de las rodillas, estaba despeinada y el moño de la parte trasera de su falda no estaba hecho.
—A veces, las personas llegan a quererse mucho, tanto que quieren pasarla juntos el resto de su vida—respondí una vez que me detuve en el espejo del pasillo, le miré y sorprendida ella asintió indicándome que había entendido.
—Émeli, hora de peinarte—la voz venia de mi habitación, le señalé a la niña que tenía que ir pero ella negó.
—No quiero peinarme.
—Émeli—llamó de nuevo y se asomó por la puerta, Rosa usaba un vaporoso vestido azul que contrastaba perfectamente con su piel y hacia que sus ojos se vieran más claros, su cabello estaba recogido con delicadeza y el maquillaje en su rostro era tenue—, vamos, ya terminé yo, sigues tú—se acercó a nosotros.
—Rosa, ¿tú no quieres pasar toda tu vida con mi papá?"
—Rosa, amor—hablé de nuevo pero ella seguía sin notarme.
Vi como mi prima llegaba con una botella de agua seguida de su esposo, ambos mantenían esa expresión seria y preocupante que me carcomía las entrañas. Rosa tomó la botella pero no la abrió, Jude se sentó a su lado y la rodeó como apoyo, ella le respondió el afecto y apretó su brazo con su mano izquierda donde pude ver el brilloso par de sortijas que tenía en ella.
—Rosa, despiértame—susurré, podía escuchar como Émeli lloraba detrás de mí por el miedo y confusión que esto le causaba—. ¡Rosa! —un grito desgarrador salió de mi garganta, por un momento sentí que no podría hablar de nuevo, pero ninguno me escuchó.
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