
Dos.
Ella vestía la misma ropa que usaba la última vez que recuerdo haberla visto. Ella lloraba, ese llanto era inconfundible y era peor cuando me llamaba con un grito desgarrador haciendo que éste se quedara grabado en mi mente como un eco constante.
Mi cerebro falla, no me viene el escenario en el que le vi, todos éstos eran borrosos y salían de la misma forma en la que llegaban. El sentimiento de culpabilidad me atacó y la desesperación me inundó de nuevo cuando la horrible oscuridad era absorbida por mis ojos como si estuviera ciego.
—Aaron, sácame de aquí—su sollozo sin esperanza se hizo presente.
"Busqué dentro de los cajones del viejo mueble de madera que Annie había comprado para ella, la pintura color rosa pálido se estaba cayendo de él por pedazos, nunca había tenido tiempo para arreglar ese tipo de cosas. Recordé como a ella le había gustado tanto que peleó con una señora por él en la tienda.
Tomé una pequeña blusa roja y jeans azules para ella, fui por sus zapatos deportivos y salí de ahí.
—¿Te lavaste las manos? —pregunté cuando la vi trepando a la silla del pequeño comedor, asintió repetidas veces enfatizando la respuesta a la pregunta que le hacía siempre. Vio lo que tenía en mis manos y acto seguido levantó ambos brazos, sin problemas quité la sucia blusa escolar y le coloqué la que escogí. Terminé de cambiarla mientras ella seguía comiendo la ensalada de pollo que compré en un restaurante que estaba camino a casa.
—¿A qué hora vas a volver? —picó un cubo de queso tres veces hasta que logró encajar.
—A la hora de siempre—fui al baño, lavé mi rostro y rápidamente cambié mi ropa por la que minutos antes había dejado ahí.
—No me gusta—escuché su queja—, nunca estoy despierta cuando llegas.
—Y eso me parece perfecto porque una señorita cómo tú no debe dormir tan tarde—bromeé arreglando las mangas de mi camisa blanca, ella me miró con el ceño fruncido y cruzó sus brazos como protesta —. No va a haber postre—amenacé con una sonrisa.
—Yo quiero ir contigo—hizo un puchero.
—Mira, te diré algo —fui hasta ella y me incliné para quedar a su altura —. En un par de meses me graduaré, ¿sabes lo que significa eso? —asintió con una sonrisa pero dudó casi al mismo tiempo y terminó negando—, significa que podré tener un mejor empleo, ¿y eso qué significa? —pregunté de nuevo arqueando las cejas divertidamente haciéndola sonreír de oreja a oreja.
—¿Qué podremos tener un perro? —saltó de emoción.
—Uno pequeño—despeiné aún más su cabello.
—¡Si! —gritó entusiasmada levantando sus pequeños brazos.
—Pero, tienes que comportarte con tu tía June—advertí.
—No—hizo puchero por segunda vez y negó rotundamente con su cabeza—. Es la prima June, no la tía June—aclaró.
—Es mi prima, no tuya—corregí, ella se cruzó de brazos aun negándose y acto seguido sacó su lengua como insulto."
—¿Dónde estás? —elevé mi voz para que ella la pudiera escuchar pero algo me decía que no funcionaba—. ¡¿Dónde estás?!— grité con aún más desesperación.
No recordaba absolutamente nada, me sentía cansado como si hubiera corrido durante horas y como si el miedo viajara por mis venas. Llevé la mano a mi pecho intentando controlar mi respiración pero algo estaba fallando.
Intenté recordar de nuevo, todo era sumamente borroso y poco creíble para considerarlo.
Annie, también había visto a Annie.
—¡Aaron! —llamaron de nuevo, no sabía si esos gritos los escuchaba en verdad o eran producto de mi imaginación —. Por favor...—lloriqueó.
"Bajé del transporte público y fue cuando agradecí que el clima estuviera mejorando, los pequeños rayos de Sol se asomaban por las nubes haciendo que me moviera más libremente por la ciudad.
Atravesé la correa de mi maletín por mi torso para cruzar cómodamente la calle. El semáforo cambió segundos después y los autos le obedecieron para dejar pasar a las personas, me quité las gafas limpiándolas con la tela de mi camisa.
Otro rechinido se hizo presente ese día, ni siquiera tuve tiempo de pensar en algo que hacer cuando algo golpeó levemente mi rodilla haciendo que por poco pierda el equilibrio, me apoyé en el frío metal y coloqué de nuevo los anteojos en mi rostro.
El Sol me hizo ver con más claridad los asustados y sorprendidos ojos de la chica que estaba frente al volante, su fleco seguía igual que hace unas horas, incluso la mujer que venía con ella era la misma y juraría que ese par de pequeños ojos eran grises pero ahora se veían como un color avellana.
—¿Estás bien? —gritó desde dentro y yo asentí con una sonrisa, le di una palmada al cofre del auto indicándole que estaba perfectamente bien y seguí con mi camino."
La horrible oscuridad fue sustituida por una luz que iluminó todo a mí alrededor, creí que serviría para tranquilizarme pero lo único que causó fue que la angustia subiera aún más. No había nada, sólo era yo en medio de la brutal e inmensa nada.
Y ese sentimiento horrible de frustración me atacó de nuevo cuando me di cuenta de que el corazón que sentí latir de nuevo no era precisamente el mío.
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