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Cuatro.

 "—Cenó algo de cereal, tomó su baño, vio televisión, lavó sus dientes y se fue a dormir—hizo una lista de las cosas importantes que cumplió. La seguí por el pasillo hasta la pequeña sala de estar y tomó su bolso de la mesa de café. Emitió un suspiro de cansancio y volteo.

—Ella dice que no la dejas ver televisión—fruncí el entrecejo.

—¿Y tú le crees? —rodó los ojos, pasó la bolsa por su torso y acomodó sus distintos collares por encima de la correa, acomodó de mala gana su cabello alborotado —. Dime que eso es café—señaló mi mancha.

—Es café—levanté un poco mi camisa para poder ver bien lo que la chica había hecho.

—Lindo—pasó sus dedos por ella y después los llevó a su nariz, arqueó las cejas con asco—, ¿era de vainilla?

—¿Importa?

—Tienes mal gusto, pero en fin—suspiró de nuevo—. Se me olvidaba—buscó dentro del bolsillo de su abrigo, extendió su mano para que le diera la mía y cuando lo hice puso un sobre amarillo en ella—, no me lo vas a devolver—aclaró rápidamente.

—¿Qué es? — abrí el sobre y me encontré con varios billetes dentro, sin pensarlo dos veces retiré mi mirada de ellos—. No, no puedo aceptar esto, June—se lo tendí de nuevo.

—¿Por qué? — se cruzó de brazos—. ¿No lo vas a aceptar porque soy tu primita? — dijo con bastante desprecio ante el paradigma, resopló aun negando—. No me digas que yo lo necesito más— habló en voz baja—, he visto las cartas que llegan y las cuentas del banco, Aaron— empujó mi mano para que esta quedara en mi pecho con el sobre en ella—.  No le diré a nadie, y además, es el dinero que mamá me envía porque cree que aun estudio la universidad.

—¿Cuándo le dirás que la dejaste?

—Cuando me acepten en la escuela de cine— se acercó para besar mi mejilla esperanzada—, descansa—me dio un fuerte abrazo de oso, como ella los llamaba y fue a la puerta seguida de mí.

—Hasta luego—le sonreí despeinando a un más su cabello—, y gracias, en verdad—agité el sobre aun con duda.

—No hay de qué, somos familia después de todo— giró la perilla para abrir—. Ah, se me olvidaba— sacó otro papel de su abrigo y se acercó—, quiere que lo leas cuando no esté ella presente, es una niña con pensamientos profundos—me aseguro susurrándome al oído —. ¡Has criado a un monstruo! —exclamó por último golpeando mi pecho para desaparecer por el pasillo directo al viejo elevador.

Caminé directo al baño, y con cada paso que daba una prenda desvestía mi cuerpo. Lavé mis dientes y me puse algo cómodo, cuando entré a la habitación me encontré con ella durmiendo sobre mi cama, y no precisamente del lado en el que yo dormía, ella lo sabía. Ya podía imaginar cómo obligó a June prometerle que se portaría bien si la dejaba dormir en mi habitación. Abrazaba mi almohada y tenía una mancha de chocolate en la manga larga de su blusa para dormir.

Tomé la hoja de papel que June me dio antes de irse y la abrí intentando leer con la poca luz que había. Tenía dibujos hechos con crayones de colores y la letra de mi prima resaltaba en el papel coloreado, estaba completamente mal hecha, podría jurar que la obligó a escribir mal par que yo creyera que fue ella quien lo escribió, aunque todos sabíamos que aún no sabe hacerlo.

Aaron:

Yo te quiero mucho, pero dices muchas mentiras.

Mientes más que yo, ¿Por qué? Dices que estas feliz pero no es cierto, ¿es mi culpa?

Siempre te pones triste cuando llega el correo, también en las noches antes de dormir y cuando esos hombres feos vienen a vernos, a mí tampoco me gusta verlos pero a ti te asustan mucho.  ¿a qué le temes? Tu dijiste que no le temías a nada.

Hoy, mi maestra nos preguntó dónde trabajaban nuestros papás, yo no supe que decir y dije que tu vendías transformes, como los de esa película que vimos el sábado pasado y dije que mami ayudaba a Santa en el polo norte porque no supe que decir, todos se rieron de mí. Yo no entiendo eso, veo a todas esas mamis que llegan todos los días y todos se alegran con ellas pero yo no creo que quiera una, yo solo te quiero a ti,  yo me pongo más feliz cuando te veo a ti porque creo que tener un papi es mucho mejor. ¿Pero es importante? si es importante para todos, ¡consigamos una!

Que sea linda, pero no tanto como mami Annie. ¿o es que una vez que una se va ya no se puede tener otra?

Si se puede, prometo compartirte.

 Eres mi mejor amigo, te quiero mucho, mucho, mucho, mucho, mucho , y prima June también."




 Todo empeoro cuando recordé haber visto los gélidos ojos verdes de Annie sonreírme con tanta naturalidad y paz que en vez de ponerme feliz hizo que quisiera despertar.

Despertar...

—Despierta—susurré para mí mismo, tallé mi rostro con desesperación y respiré hondo—, Aaron despierta. —repetí.



"Esa vez llegué temprano, esos últimos días las nubes sólo querían soltar gotas, o como ella decía; soltar lágrimas de felicidad porque les gusta vernos jugar con ellas.

Me sentía extraño rodeado de mujeres esperando a que la campana de salida avisara, todas ellas golpeaban sus paraguas entre sí peleando por estar antes que la otra. Yo no traía uno, sólo tenía el pequeño paraguas amarillo para ella, y que si lo abría para cubrirme de las diminutas gotas con él me vería sumamente gracioso. Levanté la vista a las nubes, ya no se veían tan llenas como en la mañana, el Sol saldría en poco tiempo.

—Disculpa— alguien llamó, tardé un poco en darme cuenta de que me hablaba a mí.

—¿Si? —giré para ver a la dueña de la voz,  no estaba acostumbrado a hablar con alguien ahí.

A mi lado estaba ese par de ojos pequeños que cambiaban de color siempre que los veía nuevamente. En ese momento eran un azul oscuro pero brillante, estaban un poco escondidos bajo ese fleco y eran adornados por unas mejillas coloradas que hacían juego con su nariz. Sonrió ampliamente y yo le respondí, regresé mi mirada a la puerta.

—Hey—quité mis anteojos para limpiar las gotas que había en ellos—, ¿tengo que protegerme o algo así? —bromeé.

Ella rió nerviosa y negó con su cabeza, le miré y pasó un mechón de su cabello detrás de su oreja, pero no funcionó porque éste volvió a su lugar en segundos. Éste era corto y espeso, el color oscuro lo hacía ver más brillante.

—No estoy frente a un volante ni traigo líquidos, no te preocupes.

—Genial—terminé de limpiarlos y los puse sobre mi nariz de nuevo, los empujé un poco y la observé mejor. —¿qué tal?

—Bien—su voz era de alivio, algo me decía que creía que le reclamaría o no aceptaría su compañía—. Estoy de niñera—  guardó sus manos en la gabardina y se balanceó sobre sí misma con más confianza.

—Trabajo difícil.

—Son mis sobrinos, no me pagan—rió—, pero me gustan los niños, ¿Qué más da? —me miró directamente—, ¿cómo estás tú?

—Todo perfecto—mentí. Aseguré mi mochila en mi hombro nuevamente y puse el paraguas amarillo debajo de mi brazo—. Aaron—le extendí mi mano y ella tímidamente la tomó.

—Rosa—respondió.

—¿Rosa? ¿Cómo el color?

—No, como la flor—sonrió y me hizo sonreírle cuando me di cuenta que no estaba siendo sarcástica sino que era algo que le gustaba aclarar. Levanté mis cejas asintiendo para darle la razón, ella no dejó de mirarme en ningún momento, parecía que disfrutaba establecer esas perspectivas como si se tratara de una broma personal. Ató más a su cuello la bufanda cuando el viento sopló —. Crees que es tonto —sonrió.

—No, claro que no—aseguré—, me parece realmente genial, es como tener una personalidad distinta.

 La campana sonó interrumpiendo nuestro intercambio de sonrisas de niños que se sientan juntos el primer día de escuela. Las madres comenzaron a amontonarse y fue cuando los encargados pidieron orden.

—¡Aaron! —levantó  sus brazos y le indicó a su maestra que yo estaba ahí, su gabardina le llagaba a los tobillos y su lonchera de metal estaba peor que la última vez.  Quise acercarme un poco y ella corrió hacia mí para abrazar mis piernas.

—¿Cómo está la señorita? —revolví su cabello.

—Te extrañé—dijo aun amarrada a mis piernas.

—¡Oh! qué lindo—la voz de Rosa nos interrumpió. Émeli se ocultó detrás de mí por impulso ante alguien desconocido—. Hola—saludó ella con una sonrisa y se inclinó para poder verla mejor—. ¿Es tu hermana? —estaba tan sorprendida por ella, como si nunca hubiera visto una niña antes—, Es tan linda.

—No...—por primera vez sentí cierto temor en decirlo.

  —Papi—su voz era confusa, Émeli no solía llamarme así—. ¿Quién es ella? —cuestionó."


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