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Sentimientos y algo más.


—¿Por qué estamos aquí?— preguntó con bastante curiosidad, mientras paseaba su mirada por todo el lugar, la brisa era como un calmante para su corazón.

—¿No recuerdas?— le regresó la pregunta sin siquiera preocuparse por responderle. Estaban a escasos centímetros, lo veía con bastante tristeza pensando en qué tal vez recordaría aunque sea un pedazo de lo que pasó, al no ver más por parte del contrario dio un pequeño paso hacia atrás. —Jongdae, mira a tu alrededor.

Y así lo hizo, el lugar era algo que nunca había visto, o bueno no recordaba en realidad, por más de que le dio vueltas a todo, nada le pareció conocido.

Un suspiro pequeño salió de sus labios entre abiertos, cerró los ojos unos cortos segundos para así proceder a negar..

Al ver esas acciones se preocupó, pues era evidente que mientras más el chico permaneciera en aquel lugar, más posibilidad tenía de olvidar.

—Con cada inició de año alguien muere por cualquier circunstancia…— apuntó hacia la especie de cielo, que se veía hermoso y calmado. Haciendo un ambiente, de tranquilidad y tristeza. —Ataques al corazón, muerte natural, por vejez, suicidio o simplemente porque alguien los mató…

Jongdae al verlo y escucharlo se sorprendió bastante.

Él sabía por las noticias que cada año morían alrededor de dos o tres personas. Lo cuál era bastante extraño, sin embargo, nadie se prestaba para averiguar esos datos, parecía como si todos estuvieran sumidos en sus propios mundos. 

—Me tomó bastante tiempo dar contigo, ¿sabías eso?— el contrario soltó una pequeña risita, cómo si fuera lo más divertido del mundo.

Por su parte a Jongdae , no le parecía nada divertido, pues eran casos sumamente extraños o hasta podía decirse que preocupantes.

—¿Quién eres?— Jongdae preguntó mientras le daba una mirada, al raro cielo azul que anteriormente no estaba. —¿Dónde estamos?— estaba entrando en una especie de pánico que jamás había experimentado en su corta vida.

Una hierba extremadamente verde le dio la cálida bienvenida, era como si estuviera bien cuidada y sobre todo, parecía que alguien se preocupaba por eso, el extraño le sonrió de una forma sincera, después observo como este le extendió una de sus manos; Jongdae al verlo, se dejó llevar, al final ya no tenía nada que perder.

Al hacer contacto con la piel del contrario, pudo experimentar algo aún más extraño, la pequeña y casi inexistente corriente eléctrica le hizo ver algo que en su momento no pudo descifrar.

"Dos pequeños niños jugaban secretamente, bajo un árbol. Ambos sabían que sus padres no les permitían estar juntos, debido a que uno de ellos estaba gravemente enfermo.

—Yo prometo, estar contigo siempre.— el niño enfermo sonrió ampliamente dejando ver su pequeña dentadura, a la cual le faltaba un diente. —Prometo estar ahí siempre que te sientas mal."

—¿Qué viste?— Sonrió como si nada estuviera pasando.

Jongdae al verlo con más detenimiento, pudo sentir el nudo en la garganta y su pecho comprimido por la tristeza, ¿él había prometido algo?, pero ¿dónde estaba aquel otro niño?

Las preguntas habían entrado a su mente de forma fugaz, ¿cómo era posible que alguien tan pequeño hiciera esas promesas?

—Cómo te conté, con cada inicio de año muere alguien, no importa si es un bebé, un adolescente o un anciano…— el extraño lo miró nuevamente, la sonrisa jamás se fue y muy en el fondo a Jongdae le parecía muy molesta, a estas alturas ya no estaba para juegos.

Aún así, lo dejó pasar. Quería entender y sobre todo saber el motivo real, del porqué estaba ahí varado.

El extraño comenzó a caminar, llevándolo junto a él despacio, mientras sostenía su mano, poco a poco lo fue conduciendo varios metros más lejos, aunque no lo hubiera notado, el choque del agua contra las piedras con cada paso se hacía más notorio, a Jongdae le estaba llenado una sensación melancólica, sin embargo, aquello no parecía provocar ansiedad o algo por el estilo.

Mientras más caminaban, Jongdae se dio cuenta que estaba una mesa, por más de que quisiera creer que era solo un sueño, todo se sentía tan real, la mesa estaba bien postrada sobre aquella hierba resplandeciente, la cual era movida perezosamente por el soplo del aire fresco.

Un gran mantel blanco se hizo presente ante la visión de Jongdae, este era demasiado largo y estaba acomodado para que la vista fuera sorprendente. Contaba con seis sillas elegantes de color negro, todas estaban bien acomodadas a excepción de dos, las cuales estaban en ángulos incorrectos.

Ninguno de los dos pronunció palabra hasta que estuvieron más cerca. El extraño soltó su mano haciendo que aquel aire fresco envolviera su mano, Jongdae la sentía vacía, una sensación de incomodidad se instaló en su pecho, pero de nuevo.

Lo dejo pasar por alto.

—Siéntate y come lo que gustes, todo está especialmente preparado para esta ocasión…— el extraño tomó la copa de vino que estaba frente a su plato, el cual contenía de todo tipo de delicias.

Jongdae al ver toda la comida simplemente asintió y empezó a comer como si fuera lo más normal del mundo.

A pesar de que todo el ambiente que les rodeaba, pudo sentir algo de reconocimiento, como un deja vu. Pero aun no entendía nada y era algo que deseaba averiguar.

Sentía como que estaba dormido, como en una especie de trance; de la cual parecía no despertar aún.

Después de varios minutos, en los cuales sólo podían escucharse las mordidas feroces de Jongdae, el extraño se levantó de aquella silla, tomó la copa de vino con su mano derecha para después mirar hacia el cielo.

—Extraños sucesos empezaron a ocurrir a partir de sus veinte años. Su enfermedad cada vez era peor y ya nada podía curarlo así los médicos lo quisieran, nada le servía. Con una última esperanza viajaron a Estados Unidos, pensando que sus avances podrían ayudarlo... pero era imposible. Sus padres bastante dolidos decidieron volver a Seúl para que su pequeño pudiera seguir viviendo lo poco que le quedaba.

Jongdae dejó de comer para prestarle toda su atención, algo en sus palabras le hacía sentir triste, más no interrumpió.

—Cuando recién volvieron, notaron a su hijo menor más distante de lo normal, no querían que él la pasará triste, así que lo llevaron a millones de lugares, solo para que él tratara de vivir o experimentar lo suficiente…— el extraño bajo la mirada para poder posarla sobre Jongdae, alzó su copa en una especie de brindis para después darle un trago pequeño al contenido. —A él, solo le dieron cinco años más de vida... cuando cumplió veinticuatro años murió...

—Pero... ¿y aquel año que le faltaba de vida?— Jongdae preguntó rápidamente, no le importó que la saliva se le haya atorado unos instantes en la garganta, se levantó de igual manera para hacerle frente. —Él no pudo morir si aún le falta un año, en el cual, pudo conocer muchas cosas, un año donde pudo volver a encontrarse con personas, que el amaba, eh incluso reír con sus amigos. Un año donde él pudo ser más feliz con sus padres…— el extraño sonrió otra vez, se metió la mano libre al bolsillo de su pantalón y dejó un silencio que para ninguno de los dos resultaba incómodo.

Con movimientos pequeños salió de aquel lugar, dónde anteriormente estaba parado, la copa no la dejó en la mesa, en cambio se la llevó consigo.

—Sígueme.— fue lo único que le dijo antes de caminar para poder rodear la mesa.

Jongdae al no entender la situación, de todas formas se movió al igual que él, cuando ambos estuvieron a la par, el extraño le tapó la visión a Jongdae con su espalda, a pesar de que en altura era más pequeño fue bueno para ese raro momento.

Cuando el extraño se hizo a un lado, Jongdae pudo ver una pequeña lápida, el típico color gris, la cual tenía una delgada linea cruzándose a la mitad, era como si estuviera a punto de romperse pero no era así.

Se volvió para mirar con sorpresa al extraño, él cual solo asintió.

Jongdae por curiosidad rodeó la lápida solo para ver de quien se trataba, al notar realmente lo que estaba pasando, negó muchas veces dando pasos hacia atrás, tanta fue su sorpresa que lo hizo caer, su trasero se llevó la mayor parte del dolor, y aunque la hierba era lo suficientemente alta como par amortiguar su caída eso no lo eximio del dolor.

Miedo.

Eso fue lo único que Jongdae pudo sentir en esos momentos.

—No... no puede…— empezó a balbucear, sintiendo el leve crujido de su cuello al mover su cabeza de lado a lado, de forma rápida.

—Cada año muere alguien…— el extraño comenzó de nuevo.

Jongdae lo miró ya con fastidio.

En cambio, el extraño lo miró con seriedad o más bien con tranquilidad dándole otro trago al líquido que aún se mantenía quieto en aquella copa. —Tu moriste ahogado en Busan... aquella piedra era lo suficientemente resbalosa, como para ayudarte.— sus palabras estaban llenas de suavidad, las cuales no eran muy aptas para ese momento. —Antes de eso dejaste ir a tu pequeño pez, ¿por qué?— le preguntó cómo si no supiera la respuesta. —Porque decidiste que debía ser libre al igual que tú...

—No…— murmuró.

A pesar de que su mirada se desvío unos momentos hacia el extraño, aquella lápida era más lo que Jongdae podía asimilar, ¿cómo es qué pasó?, su nombre se podía leer, estaba muy claro, incluso su fecha de nacimiento, no había márgen de errores, todo era claro.

—Veinte años, cinco años de vida y tú moriste a los veinticuatro…— sonrió con tranquilidad.

Pero esta vez algo estaba mal, Jongdae pudo sentirlo, así que con lentitud y mucha confusión volvió a mirarlo.

—Misma fecha, diferentes circunstancias…— el extraño dejó caer lo que restaba de aquel líquido, el cual había estado muy quieto en su copa.

Poco a poco fue cayendo sobre la lápida.

Aquel líquido rojizo rápidamente fue chupado por la lápida, aún así se podían ver los rastros en las letras, las cuales fueron cambiadas de forma repentina.

Jongdae pudo observar claramente como su nombre se esfumaba para darle la bienvenida a otro.

Ya no había más líquido rojizo, ahora la lápida solo estaba seca.

—Kim Minseok, veintiséis de marzo de mil novecientos noventa y cuatro…— murmuró lo suficientemente alto, como para que el extraño lo escuchara.

La lápida rápidamente empezó a crujir añadiendo otra fina línea igual que la anterior, solo que esta vez formaban una especie de "x".

—Bienvenido…— Minseok se encogió de hombros, le dio la espalda a Jongdae para regresar a la mesa y así poder servir más vino en su copa.

—Espera..— Jongdae lo miró atentamente.

Minseok se volvió en sí, pero solo un poco, para así poder apreciar a Jongdae, el cual pronto se sería su nuevo compañero.

Jongdae al notar que ya tenía toda la atención de Minseok, se levantó de la hierba para acercarse.

—Tú eres ese niño.— le apunto. —Tú eres quien murió en su cumpleaños…— Parpadeando varias veces Jongdae concluyó.

—Así es.— Minseok asintió de forma ya desinteresada. —Y tú.— así como Jongdae le apuntó, Minseok le regresó la acción. —Eres quien nació a los minutos de que yo muriera…— Finalizó.

Pero para Jongdae ya había sido demasiado impactante todo lo que pasó, sin embargo en su corazón ya no estaba aquella pequeña espina, ahora podía ser alguien libre y sobre todo, ya no existía aquella horrible enfermedad.

Así haya muerto demasiado joven, quizá y solo quizá eso que pasó, fue para darle una valiosa lección de vida.

En los momentos más importantes, debías aprender a valorar lo que otras personas hacían por ti, no tenía sentido vivir amargados por el simple hecho de que ibas a morir.

Veinte años…

Cinco años de vida...

Y Jongdae murió a los veinticuatro.

Entender los diferentes rumbos de la vida, era algo complicado, alguien podría sobrevivir a una grave enfermedad, pero a la vez no.

¿Cómo es que eso había pasado?

Minseok sabía que su muerte no había sido exactamente esa, pero ¿quién lo podía juzgar por mentirle?

Ya no existía esa necesidad de explicar las cosas, la enfermedad estaba ahí, solo que no atacó a su corazón.

Ni siquiera a Jongdae le había pasado eso, el producto de una imaginación perversa, eso era todo.

—¿Por qué estamos aquí?— Jongdae ya no tuvo más para observar, todo se había terminado ya no estaba esa tristeza ni mucho menos estaban sus padres llorando por no poder salvarlo.

—No lo sé.— Minseok con toda la calma del mundo, se sentó de nuevo en aquella silla negra, tomó la botella para después servirse más de aquel líquido rojizo.

—Tú eras el único que estaba aquí cuando yo aparecí, ¿cómo es eso posible?— Jongdae al ver la calma de Minseok se molestó muchísimo más. —Tu me trajiste aquí, ¿verdad?— su rostro estaba empezando a calentarse, la comida ya no le parecía deliciosa, la hierba ya no le era cómoda e incluso esa maldita brisa le parecía molesta a otros niveles que claramente no entendía.

—No.— Minseok negó. —Cuando yo morí este no fue el lugar que me recibió.— levantó un poco su copa para después darle un leve trago al líquido.

—¡Dimelo!

Las etapas de la muerte estaban atacando a Jongdae, aunque esté no lo supiera, Minseok podía notar la tristeza que estaba emanando, la hierba resplandeciente y verde que él estaba pisando, poco a poco se volvió café, era como si Jongdae le estuviera quitando la vida con sus sentimientos negativos.

—Calmate.— las palabras de Minseok fueron un detonante radioactivo para Jongdae.

Cuando menos lo vieron venir, el cielo azul se convirtió en uno negro, miles de rayos y relapagos estaban empezando a verse, la brisa se convirtió en un viento descontrolado haciendo que todo se convirtiera en una mala visión.

Aquel lugar tranquilo y pacifico ya no estaba, los sentimientos que Jongdae estaba dejando libres, afectaban al lugar y eso Minseok lo sabía.

—¡Habla!— el grito desgarrador que emitió Jongdae, le dolió a Minseok en el alma.

—¿Qué quieres que te diga?— lanzó la copa al suelo consciente de que aún tenía líquido rojizo en ella, se levantó sin ningún tipo de cuidado omitiendo por completo el hecho de que todo se estaba destruyendo.

—¡La maldita verdad!— Jongdae se dejó caer a la hierba muerta, las lágrimas pronto hicieron su aparición dejando más en libertad lo que estaba pasando.

—Moriste.— la felicidad ya no estaba, al igual que la tranquilidad se habían ido, ahora solo quedaba la cruel realidad. —Te ahogaste, tus padres sabían que ya nada iba a ser igual, ¿por qué crees que nadie te detuvo?— se acercó poco a poco al cuerpo de Jongdae el cuál estaba hecho un ovillo en la hierba muerta. —Ellos no podían detener o si quiera parar los minutos que te quedaban, tu vida ya estaba siendo demasiado mala como para seguir martirizando a tu cuerpo.— sus ojos se empezaron a llenar de agua, no quería ser débil pero ya era suficiente de dejar los sentimientos negativos de lado. —Y así como a mí me envenenaron, ellos ya no movieron ninguna de sus manos por nosotros.— miro al cielo oscuro, sólo quedaba poco poco tiempo para que la fría lluvía empezará a caer.

—¡Mientes!— volvió a gritarle, su pecho dolía, su corazón estaba empezando a latir de forma rápida y los escalofríos a causa del viento descontrolado, estaban haciendo acto de presencia. —¡Dame una maldita razón para creerte!— se acomodo en la hierba muerta, no quería ver a Minseok porque sabía que nada de lo que estaba siendo era mentira.

Solo que para Jongdae nada era coherente, estaba en su etapa de negación y era entendible.

—Mirate.— Minseok apuntó hacia el pecho de Jongdae. —Ahí encontrarás la respuesta que tanto buscas.— miro el cielo.

—¿Ceros?, ¿qué tiene eso que ver?— dejó su estado lamentable, para descubrirse solo un poco de su pecho.

"0:00:00:00"

—Años, horas, minutos y segundos.— Minseok le respondió sin quitar su vista el cielo, un trueno ensordecedor fue lo único que bastó para que las gotas de lluvia empezarán a caer. —A los ángeles de la muerte se les da un contrato, aquellos que lo rompan serán obligados a vivir lo mismo al menos cuatro veces.

—¿De qué hablas?— Jongdae parpadeo muchas veces para alejar el agua que estaba interrumpiendo su visión.

—Me enamoré de ti desde que éramos niños.— Minseok sonrió con tristeza. —Te condene a vivir lo mismo que yo, sin embargo no tengo arrepentimientos, te di lo mejor de mi vida y tú la disfrutaste solo que no recuerdas.— un empujón en su cuerpo lo hizo caer a la hierba muerta.

—¡¿Quién diablos te crees que eres?!— Jongdae no se conocía, su puño impactó contra el rostro de Minseok haciendo que ambos sangraran.

—Tu ángel de la muerte.— Minseok escupió sangre por la boca. —Eso soy para ti.— Sonrió. —Pero antes de eso, yo era el amor de tu vida, quién murió envenenado en Estados Unidos.

Jongdae no lo podía creer, él no recuerda esas cosas, jamás pasaron y ahora, solo podía ver a Minseok cómo un mentiroso.

Un sonoro chasquido se escuchó cerca de su oreja, lo último que pudo notar, fue el rostro de Minseok bañado en sangre, de fondo el sonido de los truenos y la lluvia.

Se había ido una vez más, solo que ahora no sabía a dónde iba a parar. Y quizá si debió dejar que Minseok le siguiera respondiendo, pero Jongdae era un tonto y prefirió dejar eso a un lado.

Ver el cuerpo de aquel ser que no entendía las cosas, era muy triste para Minseok, amar era un pecado en su pequeño mundo, y no le quedó de otra que aceptar el cruel destino.

Un ángel de la muerte no la tenía fácil, sin embargo dio todo de sí, para que Jongdae no sufriera, sacrificó su alma e incluso su cuerpo inservible para que él no tuviera que pasar ese sufrimiento.

Al final Jongdae tomó su decisión y Minseok a pesar de los golpes y su alma rota, solo le quedó observar, cómo el cuerpo de su amado se iba desintegrando.

Otra alma que se marchitaba.

Una pena.

"—Es lo mejor, Jongdae jamás iba a entender el trasfondo de la verdad."

—Tú no sabes nada.— Murmuró con molestia mientras su mirada poco a poco iba tornandose borrosa a causa de las lágrimas. —¡Estoy cansado!, ¡dejame vivir mi vida por una vez!— el grito desgarrador lastimo su garganta. —¡He vivido para servirte desde que me encontraste envenenado!, ¡¿qué más quieres de mí?!— el cielo seguía negro, los truenos y relámpagos cada vez sonaban más fuerte.

"—Todo, recuerda que aún te faltan dos veces. Lástima que verás a Jongdae morir otra vez."

—¡Te odio!, ¡jamás debí aceptar tu estúpido contrato!— sus mejillas estaban mojadas, su ropa ya no le brindaba ese calor que tanto le gustaba, ahora todo era una fría oscuridad.

"—Amar no estaba en las cláusulas, odiar al enemigo era un requisito fundamental para poder ser libre, solo que tú, decidiste enamorarte, condenaste a Jongdae a una vida de miseria, morir ahogado fue solo un plus para recuperar algunos de sus recuerdos, solo que él jamás lo sabrá."

Minseok entendía eso, y por más de que quisiera pelear, ya no iba a poder. Jongdae había desaparecido, se esfumó con el viento desastroso, su alma se perdió en la lluvia e incluso su llanto se revolvió con la hierba seca.

Minseok ahora era todo.

Pero Jongdae ya no era nada.










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