I. 12 horas desde el ataque.
«—¿Por qué quieres ser un héroe, Daiki?
—Quiero ser como tú.
Hay una calidez que recorre completamente el interior de Yosetsu, una sonrisa se extiende en sus labios y se maldice a sí mismo para no llorar, su hijo sigue hablando de cualquier forma.
—Y como mamá. ¡También podría ser como Dynamight!
El azabache mayor reune todas las fuerzas de su cuerpo para no bufar. Después de todo, el lunático de Bakugo era el héroe favorito de Daiki, no podía esperar una respuesta distinta.
—Pero más allá de eso, Daiki. ¿Hay alguna otra razón por la que quieras ser un héroe?
El pequeño de oscuros ojos azules detiene la galleta cerca de su boca, frunce los labios y el entrecejo mientras piensa. Parece hacerlo con mucha seriedad porque se queda callado por largos segundos, y su padre está a punto de decirle que está bien si no lo sabe aún, después de todo, solo tiene diez años, pero Daiki lo mira directo a los ojos con una sonrisa perfecta.
—Quiero ser un héroe para proteger a las personas que amo.»
Ese recuerdo golpea la mente de Yosetsu, quién aprieta los labios intentando ser fuerte y no darle paso a las lágrimas, mientras observa sin apartar la vista la grabación de la cámara de seguridad donde ocurrió el ataque.
Los chicos pelearon acorde a su entrenamiento, Hibana y Hanabi a la cabeza de la pelea luchando con los malos, Kane encargado de contrarrestar cualquier ataque dirigido a los civiles, Daiki y Teru ayudando a los civiles a huir, luego de dejarlos fuera de peligro, se metieron en medio de la pelea, una bastante agresiva de parte de los villanos.
Por lo que vió, uno de ellos le lanzó una patada brutal al tobillo de su sobrino, otro golpeó con un tubo la cara del hijo de Shoto, e intentó no cerrar los ojos cuando vió a ese mastodonte con exceso de músculos estrellar la cabeza de su hijo contra la mesada de la tienda.
Ese no fue un asalto que salió mal, claro que no, esos villanos se veían más que dispuestos a hacer el mayor daño físico posible a los chicos, así que era obvio que fue planeado, que los villanos fueron con esa intención pero eso no era lo importante, lo que importaba era saber ¿Dónde están?
Van doce horas desde el ataque, y no hay indicios de los chicos en ningún lugar, ni de ellos, ni del villano que dió el tiro de gracia que los hizo desaparecer.
«Quiero proteger a las personas que amo.»
Era doloroso ver el momento en el que los chicos bajaron la guardia cuando creyeron que todos los villanos habían sido inmovilizados, porque lo primero que hicieron fue acercarse los unos a los otros para asegurarse que estaban bien, era obvio que estaban a punto de ayudar a Daiki a levantarse cuando él lo notó. Los ojos azules del Awase se abrieron de par en par e hizo el intento de empujar a sus amigos fuera del camino del rayo pero su cuerpo estaba adolorido y debilitado, no tuvo la suficiente fuerza para empujarlos aunque intento cubrirlos con su propio cuerpo recibiendo la mayor parte del rayo.
Daiki intentó protegerlos pero no pudo. Y luego de que el rayo rojo los golpeara solo se ve una luz destellante, luego los cinco habían desaparecido, una mancha negra de cenizas fue lo que quedó justo debajo como única prueba de que ahí pasó algo horrible.
Diez segundos, en menos de diez segundos perdieron a cinco futuros héroes, perdieron hijos, hermanos, primos, perdieron a cinco personas increíbles que tienen mucho que ofrecerle al mundo.
Y es doloroso porque Yosetsu no sabe si debe hablar de ellos en pasado o en presente, no tienen la información necesaria para creer que están muertos pero tampoco las pruebas verídicas para asegurar que siguen con vida.
Solo quedaba aferrarse a la idea, depositar toda la esperanza en ella, creyendo ciegamente de que así era. Ellos seguían con vida.
Yosetsu apagó su teléfono con un suspiro pesado, recostando el peso de su cuerpo contra los pies de la cama de su hija.
Era difícil un momento así, su hijo desapareció, también su sobrino, pero ahora su hija (por culpa de la falta de tacto de los noticieros) tuvo que enterarse de la peor forma de lo que sucedió, fue demasiado para ella porque ellos eran la luz de sus ojos.
La primera persona que le dijo que todo estaría bien cuando sentía que moriría fue Daiki, y aunque en ese momento era solo un niño, Amaya también era muy pequeña pero ella le creyó.
Creyó en su sonrisa de sol y en la pureza de sus ojos, porque Daiki de verdad creía en las palabras que decía, le prometió que la ayudaría si aceptaba su ayuda y eso fue lo que hizo.
Daiki era el héroe de Amaya.
Yosetsu y Momo lo sabían, su hijo era un héroe desde pequeño, sin traje y sin nombre clave, era un héroe cada vez que sonreía, y ayudaba a los demás sin importarle ni siquiera si recibía o no un agradecimiento. De cualquier forma, todos los padres creen lo mejor de sus hijos, y ellos no eran los únicos en creer que el suyo era una gran persona.
Daba igual, sin importar cuántos más creyeran lo mismo, Yosetsu no tenía dudas de que su hijo, de verdad, tenía una de las almas más hermosas del planeta.
Amaya se removió un poco más en la cama, haciendo algunas muecas, Yosetsu apartó un par de mechones azules que se le pegaban al rostro, sujetándole la mano en un gesto de apoyo, recordándole que no estaba sola.
Momo estaba en casa cuando ocurrió todo porque era un día tranquilo, ella terminaría el papeleo, y pasaría algunas horas con sus hijos mientras Yosetsu se quedaba en la agencia arreglando algunos datos sobre el siguiente caso que debían resolver. Era simple, el hombre de ojos grises volvería para la hora de la cena, aunque Daiki le había pedido permiso para salir, le prometió volver para esa hora, así lograr una de esas escasas ocasiones dónde ninguno estaba ocupado y podrían cenar todos juntos.
Pero el mundo les recordó que no pueden dar todas las cosas por hecho.
El héroe Welder recibió una llamada de la agencia del héroe Shoto, suponía que no debía ser nada grave, después de todo, sus agencias trabajan en conjunto en el caso de Bordeline y ellos colaboraban para resolver y erradicar al villano Atskiras, pero fue todo lo contrario, fue una de las peores llamadas de su vida.
No fue mucho mejor que luego de esa llamada, recibiera una en su teléfono personal de Momo, llamándole casi histérica por enterarse de la noticia y además haber tenido que ayudar a su hija que había caído inconsciente luego de una de las peores crisis de pánico que había tenido.
Fue duro porque ambos sentía la arrolladora necesidad de ayudar pero al final decidieron que no podían dejarla sola, así que Yosetsu se quedó con ella, mientras que Momo se fue a comenzar la investigación a la par de Bakugo, Todoroki y Monoma.
—¡No! ¡No me dejen sola! ¡No de nuevo! ¡Por favor! ¡Vuelvan! —Amaya empezó a removerse con fuerza, su voz sonaba rota y aterrada, mientras pequeñas lágrimas corrían por su rostro.
—Despierta, princesa. No es real, esto no es real. —Yosetsu se incorporó con rapidez, subiéndose a la cama para sujetarla contra su pecho y moverla para intentar despertarla. Eran terrores nocturnos, pesadillas que se anclaban a su subconsciente recordándole el momento más horrible de su vida.
—¡No me dejes sola! ¡NO TE VAYAS! ¡LO PROMETISTE!
—¡Amaya, despierta! —Yosetsu la zarandeó con un poco más de fuerza, sabía que no debía ser brusco pero no podía soportar el miedo en sus voz, había que despertarla ya. —No es real, princesa. No es real. No es real.
—¿Pa...pá?
—Sí, princesa soy yo. Por favor, abre los ojos, no es real. —No era la primera vez que pasaba, Amaya tenía el sueño muy pesado, así que era difícil despertarla de estás pesadillas y lograr que se diera cuenta que no era real.
—Papá, papá... —Amaya se abrazó a su pecho, su rostro se veía contraído por el miedo, sus ojos verdes estaban enrojecidos por las lágrimas. Dolía verla así. —¿Dónde está...?
—¿Dónde está quién, cariño?
—¿Dónde está Daiki?
Yosetsu se congeló, ¿Qué mierda iba a decirle? Esa era una pregunta a la cuál desconocía la respuesta.
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