»narrado«
—Es un hotel bastante lindo, todos me ha tratado realmente bien—Stella sonrío desde la cámara de su teléfono mientras colocaba un mechón de cabello tras su oreja—Pero aguarda, ¡mira la mejor parte!—dijo con emoción, la cámara comenzó a tonarse borrosa algunos instantes, por el movimiento. Luego de escasos segundos una hermosa vista hacia la torre Eiffel fue enfocada y suspiré felizmente—Es más hermosa en persona.
—Estoy muy feliz de que la estés pasando bien, mi amor—expresé y observé como ella tomó asiento en unos pequeños sillones ubicados en su gran balcón—Siendo honesto imaginé que tu primera vez en París, yo sería el que te llevara—reí.
—Eso teníamos planeado para después de la boda, ¿no?—dijo desviando su mirada del aparato.
Desde que decidimos darnos otra oportunidad no hemos hablado de la boda, nuevamente. Aún no estoy seguro de si ella quiere casarse conmigo, si necesita más tiempo o simplemente ha descartado la idea. Es confuso, pero tampoco me atrevía a preguntarle.
—Si...—musité—En fin, ¿cómo va todo el asunto de los cosméticos?—pregunté cambiando el tema rápidamente, buscando una excusa para liberar la mayor tensión posible.
—¡Oh! ¡Sobre eso... excelente!—respondió emocionada, lo cual provocó que una pequeña sonrisa estúpida se plasmara en mi rostro—Estuve hablando con mi representante, y podríamos extender este proyecto hasta Latinoamérica—dijo y la observé con confusión—Me refiero a que aún no hay tiendas proveedoras de mi producto en países latinoamericanos, solo envíos por internet. Pero con un par de llamadas podríamos asociarnos con alguna sucursal que esté dispuesta a vender mis productos, ¡Te imaginas!
—¡Vaya! Es asombroso—sonreí emocionado—Estoy muy feliz y orgulloso de ti, ¿Lo sabes, no?
—Gracias—susurró—¿Cómo va todo por allá?
—Aburrido, como siempre. Una parte de los chicos están en Japón, los otros están aquí, claramente. Pero no hablo mucho con ellos, estamos en cosas diferentes.
—¿Y esas cosas, cuáles son?—arqueó una ceja, de manera divertida.
—¿Las mías? Bueno, intento preocuparme porque tu docena de caninos no ensucien la alfombra de la sala.
—Si te soy sincera, apuesto a que prefieres comprar quince alfombras antes de preocuparte por eso—dijo riendo—Solo bromeo—sonrió.
—Prefiero contratar a alguien que lo haga, ahora siendo yo honesto—dije y ella carcajeó.
—Maldición, es tarde—gruñó, seguramente observando la hora de su teléfono—Mañana debo despertar a las cinco, debo colgar.
—No hay cuidado—respondí refregando mis ojos, pues yo también necesitaba dormir—Buenas noches—dije—Te amo.
—Descansa...
Relamí mis labios y suspiré.
—Entonces, así es como se siente...—comenté antes de que colgara.
—¿De que hablas?
—Así es como se siente que no te digan te amo, devuelta—mostré una sonrisa inanimada.
—Justin...
—No importa ya. Descansa, Stella—dije y colgué.
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