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Capítulo 7

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Mirai inhaló y exhaló lo más profundo que sus jóvenes pulmones le permitieron. Ya podía ver a la multitud de personas mientras se aproximaba con paso lento donde ella. Había contestado a Manjirō que se distrajo hablando con Takemichi pero que ya estaba saliendo, cosa que realmente fue cierta. Ahora debía abrirse paso entre el mar de personas hasta llegar a su novio; sonaba muy bien, una voz orgullosa le gritaba en su interior que ese chico era SU novio.

Algunos observaban un poco distantes pero curiosos, otros preferían huir despavoridos y muchos lo rodeban; de un modo u otro, Mikey era el centro de atención y Mirai sabía que al ir junto a él ella también lo sería, pero por raro que sonara no le molestaba, no tanto, podía sobrellevarlo. Se abrió paso, esquivando algunas chicas y pidiendo permiso a otras, hasta que llegó donde él rubio.

¿Quién estaba extremadamente cerca de él, intentando coquetearle? Y cito "intentando coquetearle" porque Manjirō pasaba abismalmente de ella. La babosa de Honoka se encargarba de mantener a sus secuaces impidiendo que las demás irrumpieran su charla unilateral. Ella intentaba decesperadamente que él tan siquiera la mirara, pero Mikey solo habla con quién llama su atención, así que como si allí no hubiera nada.

Ni siquiera Mirai se sintió intimidada por la gran belleza de Honoka y la supuesta amenaza que podría ser a su naciente relación, Manjirō no le permitía sentirse de ese modo, porque solo con verla, levantó su mano en señal de saludo y le dedicó una sonrisa, una de esas que eran únicas suyas. Por primera vez desde que había puesto pie en esa escuela había mostrado emoción alguna y no pasaba de todo a su alrededor. A ella la alegró, porque para ser claros, la hacía sentirse especial; era una sensación muy bonita, como si las alas de una mariposa traviesa que revoloteaba en su interior rozaran su piel provocando un cosquilleo extraño y misterioso, misterioso pero hermoso.

La protagonista temrinó por caminar veloz donde él y, aún con un sonrojo en sus mejillas, le devolvió el saludo, un poco más tímidamente. Estaba frente a Manjirō, pero al parecer al chico no le gustó ese recibimiento, porque la tomó de la mano y la jaló hacia sí mismo para estampar sus labios sobre los de ella. Ni siquiera cerró sus ojos, le encantaba ver ese gran sonrojo que adornaba las mejillas de Mirai cuando alguna acción de esa la tomaba desprevenida y reaccionaba de una forma tan tierna.

La pobre Mirai podría ser enterrada ahí mismo, si ya de por sí semejantes muestras de afecto la avergonzaban, en un lugar público y con las miradas de varias personas sobre ellos... jamás había estado tan roja y nerviosa. Podía ver por el rabillo del ojo que la boca de los presentes tocaron el suelo en ese instante, la de todos menos la de...

—¡No puede ser! —soltó Honoka, dejando escapar una amplia y socarrona carcajada. Los vislumbró separarse y clavar sus miradas inquisidoras sobre ella por obvias razones. Sus risas se escuchaban desde lejos y tenía esa mirada superior que mostraba de buena mano lo podrida que estaba—. ¿Mirai-chan, qué clase de magia negra hiciste? ¿Cómo hiciste que Mikey-kun se fijara en ti? Con lo torpe y poco femenina que eres.

—Yo... —intentó responder la aludida, pero las palabras se atragantaron en su garganta. Llevó una mano hecha puño a su pecho y miró por última vez a su novio antes de ocultar su orbes, los cuales clavó en el piso. No podía contestar porque ni ella sabía, no sabía que había visto alguien tan inalcanzable como Manjirō en una muchacha tan normal como ella.

—Aún no me creo que sean pareja, no me digas... Mirai-chan, pensaba que valías más que eso. Seguro sabes que solo eres un entretenimiento pasajero para Mikey-kun y aún así te dejas engatuzar —dijo, con una sonrisa torcida y un semblante aterrador—. Bueno, es propio de una chica que sabe que no es linda, supongo que esta es la única forma en que un chico te mirará.

Tras esa declaración toda la multitud estalló en carcajadas. Todos se burlaban de ella, porque en el fondo, parte de lo que decía Honoka era cierto. Mirai no era linda ni mucho menos, jamás ningún hombre se fijó en ella y era rechazada con facilidad por varios, sin necesidad de haber sentimentos románticos de por medio.

Se sentía bien feo ser humillada de ese modo, delante de la persona que le gustaba, sin ser capaz de defenderse. Que irónica la vida, si alguien hubiera dicho eso a Takemichi ella sin duda le habría partido la boca; pero las palabras iban dirigidas a su persona y no podía moverse para enmendar esa opinión. Era fuerte para proteger a los demás, consigo misma era otro asunto, Mirai tenía una naturaleza insegura de sí desde pequeña, naturaleza que con los años se fue alimentando.

—Tú... —. La fría mano de Manjirō abrazó de la espalda a Mirai y la obligó a aproximarse a él, de tal modo que parecía que había sido apresada bajo esos protectores brazos. Pronto las risas se convirtieron en un mutismo debido al cambio tan repentino en el ambiente. Sin embargo, el cortante tono empleado por Mikey no iba dirigido a Mirai, tenían como objetivo la sucia perra que había osado decirle tales cosas a su pequeña—. No golpeo a las mujeres, pero... —Apretó su agarre sobre su novia y le dedicó una mortífera mirada a la rubia—, si vuelves a acercarte, insultar o decirle algo a Mi Mirai que sea remotamente ofensivo... Haré que te arrepientas toda tu vida.

El aura que envolvía a Manjirō era indescriptible, aterradora y peligrosa, prometía sin palabras que su amenaza era más que cierta. Honoka sintió que le tambaleaban los pies, y al divisar esos oscuros ojos mirarla como un depredador mirada a su presa, cayó por completo al suelo. Le creía y le temía, solo con verlo de ese modo sabía que no hablaba en vano y sabiendo de su reputación era más que obvio que estuviera despavorida.

Ahora las carcajadas iban dirigidas a ella por caerse de una forma tan torpe y ridícula. Y mientras maldecía por lo bajo, Honoka vislumbró como Manjirō se llevaba de ahí a Mirai. Esa maldita, todo era su culpa.

Mirai divisó a su pareja subiendo a su moto, se veía serio. Ella seguía sonrojada,  y ahora tenía una sutil sonrisa dibujada en su rostro. Llevó una mano a su pecho, por dónde estaba su corazón, trataba de tranquilizarlo, pero en vano. La alegró de forma sobrehumana como Mikey había saltado a defenderla, se sentía espacial, otra vez. Había aprendido en tan poco tiempo a ignorar las miradas curiosas de todos detrás, porque ahí, en ese instante, solo estaba él, enfadado porque alguien la había insultado.

Pronto el rubio la miró, borró todo rastro del aura que antes lo envolvía y cambió las sombras en su semblante amenazante por una gran sonrisa. Ella se veía tan tierna. La forma en que sus orbes grises brillaban mientras lo vislumbraban fijamente le encantaba.

—Vayamos a alguna parte, MiMi, sería aburrido regresar a casa tan pronto —sugirió, invitándola con un gesto a que ella también montara.

—¡Si! —exclamó la mencionada, con evidente alegría.

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No era la primera vez que Mirai estaba sentada sola con un chico en una cafetería, lo había hecho millones de veces anteriormente con Takemichi; pero si era la primera vez que estaba sentada frente a frente a Manjirō en una cafetería, y eso la traía nerviosa. Si lo pensaba bien eso era como una cita, si, esas cosas que hacían las parejas y que ella jamás tuvo. Recién estaba procesando que un chico se le había declarado, ayer se había pellizcado millones de veces para seccionarse de que no era un sueño y hoy estaba allí. Se revolvió en sus asiento mientras jugueteaba con sus manos —las cuáles tenía sobre sus muslos hechas puños— y su mirada viajó por todo el local, como un modo de distracción.

Era un lugar pequeño, pero no demasiado, habían seis o siete mesas exparcidas y un servicio que atendía directamente de una barra. La decoración ambientaba entre colores grises, blancos y amarillos, bastante bonita a decir verdad. Habían exparcidas por todas partes hermosas plantas que le daban un toque vivo a la cafetería. La iluminación era magnífica y las luces estaban constituidas por lámparas con distintas formas geométricas.

Había sido Mirai quien sugirió ir allí. La verdad le hubiera gustado llevarlo al local de su familia, pero sabía dios como reaccionaría su madre al verlo; no es que Manjirō tuviera nada malo —exceptuando el hecho del mundo en que vivía—, es que su madre era bastante exigente y cuidadosa, aún era muy pronto para poner a su novio a pasar esa prueba, ¡no quería que la dejara tan rápido! Había escuchado de esta cafetería y le pareció buena acción.

Aquí el único problema que quedaba es que el varón no le quitaba el ojo de encima, y eso cada vez la ponía más inquieta. Dios, habían muchas cosas para ver, ¿por qué a ella? ¿Acaso no veía que la traía roja como un tómate, que ni podía sostenerle la mirada? Se mostraba tan relajado, recargado en el espaldar de su silla, con ambas manos en su cuello, sin borrar su sonrisa y admirando hasta el más mínimo detalle de Mirai.

—Lamentamos la tardanza —disculpó una mesera, depositando el pedido de los jóvenes en la mesa.

Para Mirai un café Moka y para Manjirō... Pues, varios paquesitos. Cuando la mujer mayor abandonó la mesa, las cosas se vieron un poco más sueltas.

—Te gustan mucho los dulces, ¿verdad? —comentó con un risita Mirai, tomando su cuchara preparada para mezclar su café con chocolate.

—Por eso me gustas tú —contestó Mikey, dando una probada al primero de sus muchos paquesitos.

Antes de poder dar un sorbo, Mirai sintió como los colores volvían a subírsele a la cara. Tuvo que depositar la jarra en su plato y colocar su frente contra la mesa. Manjirō quería matarla de un infarto, no había otra explicación. Ella trató de controlar su respiración y escuchar la risa de su pareja casi la deja sin aliento. Otra vez haciendo el ridículo, pero es que no, no podía mostrarle lo roja que estaba.

—No te burles de mí, por favor —pidió, en la misma posición, sin poder levantarse.

—No me burlo, MiMi, es que eres más tímida de lo que esperaba —respondió el rubio, carcajeándose aún más fuerte. Era cierto, Mirai vivía sonrojada.

—¡Es tu culpa! —exclamó, levantándose ligeramente. Sacó sus ojos por encima del vaso de café y lo miró reírse—. Siempre estás diciendo y haciendo cosas impredecibles, recién nos conocemos y me pediste salir contigo, me besas de la nada, luego no me llamas y al otro día apareces también de la nada y te haces el héroe. ¡Es obvio que voy a estar así! Todo esto es nuevo para mi y al parecer a tí se te da muy bien.

—¿Te molestó que no te llamara? —inquirió Mikey, acomodando su codo sobre la mesa y depositando su mentón sobre su mano, de este modo descansaba su cara sobre la misma. Una sonrisa ridículamente sexy adornó su rostro y aprovechó el momento de embelesamiento de Mirai para apartar su café con su mano libre y poder tener vista despejada a la chica.

Parecía increíble que de todo lo que la castaña había dicho él se quedara con eso. No lo dijo con esa intención, simplemente se le salió. Ella tuvo que herguirse y correr los ojos hacia la derecha; esa sonrisa la había sacado de quicio, a Manjirō le salía solo ser increíblemente atractivo, pero comprobado que cuando quería era un dios, era la primera vez que veía esa curvatura en sus labios y hasta miedo le dió, provocó que algo se revolviera en su interior, era como tener hambre pero mucho más intenso.

—No, solo... un poco, pensé que lo harías así que me quedé esperando —sinceró, dando un fugaz visitado por el rabillo del ojo a Manjirō.

—Ya veo —dijo él, sin variar su expresión—. Así que me esperaste.

—Pero ya tengo tu número —añadió rápidamente, volviendo a mirarlo. Se encogió de hombros y mostró una gran sonrisa. La acción tomó por sorpresa a Mikey—. ¡Ahora cuando quiera hablar contigo puedo llamarte yo!

—MiMi, me están dando muchas ganas de besarte —confesó, serio.

La aludida volvió a ser atacada por la timidez y se encogió de hombros con una sutil sonrisa dibujada en sus labios. La halagaba y, ¿por qué negarlo? Ella también quería besarlo. Intentando ocultar sus intenciones, Mirai tomó el café y —aún con la mirada de su pareja sobre ella— procedió a tomárselo.

Durante los siguientes exacasos minutos que pasaron en el local, el mutismo reinó entre ambos. Manjirō devoró sus panquecitos velozmente y esperó a que Mirai concluyera con su café. El varón se mostraba cavilante, en la misma posición la observaba sin pudor alguno, con esa mirada taladrante que lograba ponerla nerviosa al grado de que terminó por tirar una cuchara al piso. Cuando ambos habían terminado su orden, él se empeñó en pagar, y como ella no podía negarle nada a pesar de que luchó por ayudar, al final se hizo su voluntad.

El sonido de la campana de la puerta anunció no la llegada, sino la salida del par de protagonistas. Durante unos instantes excasos se detuvieron en la acera. Él se hayaba serio, con ambas manos en sus bolsillos —cosa que era realmente típica en su persona— y mirando al frente, ignorando por primera vez la prescencia de la joven. Esta vez ella era la pensativa, que de igual modo que su pareja tenía sus orbes colocados en la calle mientras apretaba la maleta que traía entre sus manos.

Mirai no quería regresar. La mataba la vergüenza cuando pasaba tan siquiera pizca de tiempo con Manjirō, pero igual quería seguir a su lado. No quería volver a cada, aún era pronto. Solo un poco más...

En medio de su debate mental para decidir cómo confesarle al chico que quería permanecer a su lado, Mirai fue tomada por sorpresa. La mano de Mikey se colocó en su corbata y la jaló obligándola a girarse y ser atraída hacia él. Sus ojos se abrieron por sorpresa cuando sintió como sus labios chocaban contra los del rubio, que buscó con un beso ligeramente más pasional saciar su sed de besarla.

La castaña apartó su boca cuando realmente ya creía que le faltaba el aire. Lo miró, esperando una justificación. ¡Dios, no era lugar para eso!

—Te dije que me dieron muchas ganas de besarte, así que lo hice —comentó Manjirō, restándole importancia.

—Pero... ¡es la vía pública! —exclamó en un susurro, con sus mejillas rojas—. No puedes tomar lo que quieras cuando quieras.

—¿Por qué no? —inquirió con tono infantil, tomándola por la cintura para pegarla a su cuerpo.

Mirai sentía que se iba a desvanecer ahí mismo. Las personas que pasaban por su lado se quedaban mirándolos y algunos hasta cuchucheaban cosas. Luego de examinar su alrededor y divisar como varios se quedaban asombrados, colocó su vista sobre su pareja, dispuesta a reprenderlo, ¡ya habían llamado suficiente la atención por hoy! Pero se derritió ahí mismo cuando sin importarle lo que ocurriera en el mundo, Manjirō volvió a besarla.

—No existe una ley que prohíba besar en la vía pública, y si existiera la rompiera un millón de veces.

—Si, ya veo que te gusta actuar sin temor a las consecuencias —refutó la joven. Colocó ambas manos sobre los hombros de Manjirō y lo empujó con el objetivo de separarlo, mas fue imposible, él era mil veces más fuerte. Sino se apartaba de ella ahora mismo iba a morir. Tuvo que rendirse tras varios intentos y suspiró frustrada; colocó su frente contra su pecho, necesitaba ocultar su sonrojo a toda costa, aún si dicha acción alimentaba los rumores que seguramente inventaban todos aquellos que los veían. La frustraba ponerse así cada dos por tres, pero no podía evitarlo.

Era oficial, a Sano Manjirō le gustaba burlarse de ella.

—¡MiMi, eres tan divertida! —exclamó Mikey, al fin liberándola de su agarre—. Lo siento, pero tengo que irme, tengo compromisos importantes que atender.

—¿Compromisos? —preguntó la fémina, retrocediendo un paso para poder mirarlo a los ojos con una expresión de duda.

—Si, compromisos.

—Vale —soltó desanimada. Tampoco quería escucharse así pero salió solo de ese modo. Era obvio, Manjirō era una persona ocupada y por supuesto no podía dedicarle todo su tiempo, de todas formas había agradecido lo de hoy.

—¿Quieres que te lleve de regreso? —cuestionó el rubio, notando el estado de Mirai. No podía hacer nada para remediarlo, la reunión no se podía aplazar de ningún modo.

—No, puedo hacerlo sola, me vendrá bien caminar un poco. Si el destino está de mi parte, para variar un poco, podré ver a Mi-chan —argumentó la chica, bajando un poco su cabeza. Miraba el juego que había iniciado con sus propios pies.

—Mañana estoy libre, si quieres...

—¡Si quiero! —dijo ella, alzando su rostro con las comisuras de sus labios elevadas de par en par. Ni siquiera le había dado tiempo a terminar.

Manjirō dejó escapar par de carcajadas y guardó las manos en sus bolsillos. Cuando se tranquilizó, esbozó una sonrisa y se inclinó hacia adelante.

—¿No vas a darme un beso de despedida?

Mirai abrió la boca para alegar algo, pero las líneas no le salieron y miró en varias direcciones buscando el valor para dar el primer paso; ella que había sido tan audaz toda la vida temblaba ante la mera prescencia de Mikey. Toda roja se acercó donde su pareja y dejó un fugaz beso sobre sus labios, fue corto, pero realmente había sido el único —hasta el momento— iniciado por su persona, y eso los alegró a ambos.

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Palabras del autor:

Bueno pues, mi compensación por el capítulo anterior en este. Hay mucho Mikerai. Si, le puse nombre a mi pareja, no estoy pendeja, soy así ;-;

Honoka me cae como el culo, ojalá y Jiro-kun pudiera pegarle bien feo en la boca asquerosa esa que tiene, pero no va a poder ser. ¡Él nunca golpearía a una chica!

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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