Capítulo 6
▲───────◇◆◇───────▲
.
.
.
Celeste sintió un agetreo al otro lado del teléfono, sabía que el lado torpe de Mirai la había llevado a alguna situación complicada. Esperó pacientemente a que su amiga le constatara pero nunca pasó. Al parecer la castaña había colgado el teléfono y la había dejado con la palabra en la boca. Que frustrante, iba a plantar una queja por semejantes servicios, ella era sensible y requería atención. Bufó enfadada y aunque nadie la estuviera viendo infló una mejilla.
—¡Oye, deja de una vez el teléfono y acabemos con esto! —exclamó Draken, notándose por el tono que había empleado lo irritado que se encontraba.
La pelirrosa se giró con una gran sonrisa y guardó su teléfono. Miró a su amigo y dejó escapar una risita. El pobre rubio llevaba consigo varias bolsas de compra entre sus manos y dos o tres cajas también aguantadas con estas; la vena en su frente resaltaba con fuerza y su semblante no era para nada el de una persona tranquila.
Todo era culpa de Celeste. Esa mañana había abrazado a Ken y le había ronroneando con inocencia, ambos sabían que aquello significaba que quería algo; el varón se juró a sí mismo que esa vez no se dejaría manipular por esa serpiente, pero le fue imposible negarse cuando ella lo arrastró lejos de Mikey y lo obligó a acompañarla en sus compras semanales. Al parecer esa loca creía que él era una mula de carga, lo llevaba a todas las tiendas y boutiques del centro comercial y se probaba toda la ropa que encontraba. Llevaban horas allí, estaba cansado. Todo empeoró cuando la muy egoísta se fue a una esquina supuestamente para hablar con Mirai, ¡lo había dejado solo en una tienda de bañadores para chicas!
—Lo siento, Ken-kun —dijo la fémina, uniendo ambas manos delante de su cara, mas no borró su sonrisa.
—La próxima vez te va a acompañar Mikey —farfulló el aludido.
—¡No me digas eso Ken-kun! ¡Me dueles! —Caminó veloz donde su amigo y le lloriqueó un poco—. Manji no complace mis caprichos.
—No soy tu esclavo.
—Claro que no, eres mi amigo con fines e intereses —refutó, negándo rápidamente—. Los amigos se hacen favores.
—Voy a tirar todo eso —respondió, simple pero amenazante. Aquellas palabras lograron sacarlo de quicio, era obvio que estaba siendo utilizado por Celeste, y estaba un poquito cansado ya de ello.
—¡No! —exclamó alarmada—. Para compensarte tu ayuda podemos comprarle algo a Emma y decirle que es un regalo de tu parte —añadió, con una sonrisa socarrona, dando pequeños toquecitos con su codo en el hombro de Draken.
—Que insistente —siseó él. Cerró sus ojos, respiró profundo y trató de contar hasta diez para aguantarla; claro, todo con un nivel de delicadeza que no sabía que tenía, si hacía un movimiento muy brusco las cosas se le caerían—. No me interesa regalarle nada a Emma, deja de intentarlo.
—¿Por qué? Solo pienso en tí. —Hizo un puchero gracioso—. Así te anotarías muchos puntos. ¡Lo hago para que no mueras virgen!
Después de aquella declaración la paciencia de Draken tocó grados negativos.
La vista de varias chicas en la tienda se posaron sobre ambos y más de una cuchucheó algo por lo bajo. Miradas de incredulidad y curiosidad los azotaron. Eran el centro de atención por culpa de que Celeste no sabía pedir sus palabras. Afortunadamente, unos segundos en silencio —después de que la pelirrosa llevara ambas manos a su boca tras percatarse del volúmen que había empleado— y mantenerse estáticos fue suficiente para que las demás siguieran en lo suyo. Durante todo ese tiempo el varón fulminó con la mirada a su acompañante y ella le devolvía una mirada que fingía ser la de un corderito indefenso, intentando aparentar una inocencia que ambos sabían que no tenía.
—Bueno, ya que no aceptas mi ayuda en el amor, pagaré tu amabilidad con una comida —alegó la pelirrosa, entregando el traje de baño que había escogido a la dependiente.
La señorita en la barra colocó el bikini tan provocador que había escogido aquella cría en una bolsa y tomó el dinero. Cada generación le parecía más increíble que la anterior. Simplemente se quedaría callada e intentaría hacer lo que debía tratando de no mirar demasiado a su clienta.
Tras recibir la bolsa, Celeste se la tiró a Draken confiada en que él fuera capaz de atraparla, porque esa no era la primera vez que lo obligaba a hacer semejantes cosas ni mucho menos; desde los trece años esa era la relación que tenía con el rubio, y desde entonces él es su compañero para gran parte de todo lo que hacía en su día a día. Aunque ella lo manipulara para que hiciera todas las locuras que le pedía, ella realmente estaba agradecida de tenerlo en su vida.
Los dos jóvenes salieron por fin de aquella asfixiante tienda y vislumbraron el inmeso centro comercial que se extendía. Tenían tantas posibilidades de lugares para comer, pero ambos sabían con exactitud a donde irían; era casi tradición ir al local de comida italiana. A Celeste le encantaba, y Draken... a él no le quedaba más remedio que ir para complacerla, además, no era como si no le gustara.
Sabiéndose el camino de memoria, ambos comenzaron a caminar con rumbo a su deliciosa cena. Afortunadamente eran como las seis de la tarde, no era una hora pico, por lo que varias mesas estaban vacías. Ken acomodó las bolsas en el piso —cerca de sus pies— y se sentó frente a la pelirrosa, a quien le brillaban los ojos y movía su cabeza de lado a lado impaciente porque llegara alguien a tomar su orden, parecía una niña. Él siempre supo que de cierto modo ella se parecía a Manjirō; ambos tenían un lado infantil y otro un poco más oscuro, solo que Celeste tendía a exagerar ambos y los mezclaba con tanta facilidad que abrumaría a cualquiera.
Al fin llegó un mesero. El hombre les sonrió amable y haciendo una reverencia les pidió que revelaran que deseaban ordenar.
—Dos pizzas súper cargadas y dos batidos especiales —contestó la pelirrosa, ansiosa. Luego se giró en dirección al rubio y le preguntó:—. ¿Tú qué pedirás Ken-kun?
—Lo mismo—respondió el mencionado, como si nada. Se encontraba con una mano apoyada en el espaldar de la silla y la otra la tenía sobre la mesa. No pareció impresionarlo nada la cantidad de comida que había pedido la de orbes dorados.
Un poco impactado, el mesero anotó sin objetar o decir nada, para, segundos después, abandonar el sitio.
—No entiendo cómo puedes ser modelo sin con lo que comes podríamos alimentar a una ballena —comentó Draken, cuando por fin estaban solos nuevamente.
—¿¡Me estás llamando gorda?! —Celeste se levantó bruscamente de su asiento y golpeó con la palma de sus manos la mesa.
—No dije eso —refutó cansado Ken, luego de dejar escapar un suspiro.
—¿Ahora soy una histérica?
Sin remedio, Draken sabía que Celeste no tenía remedio alguno.
▲───────◇◆◇───────▲
.
.
.
Mirai se revolvió el cabello mientras salía de su salón, tratando de mantenerse despierta. Dejó escapar un bostezo, anoche no había dormido nada. ¿Por qué? Simple, le había dado su número a Manjirō. Puede que no tuviera mucha importancia, pero esperaba que ahora que eran pareja él la llamara o algo parecido; no pudo pegar ojo esperando la dichosa llamadita, al menos un mensaje de texto tendría que haber recibido. Tal vez el chico se había arrepentido rápidamente y ya no quería ser su novio. De todas formas ideas locas pasaban por su cabeza mientras se aferraba al teléfono. Era insegura de sí misma, y como tal, aunque su cerebro le decía que todo iba a estar bien, que Mikey tenía otras cosas que hacer, que no aparentaba ser ese tipo de chico que se aburría fácilmente de las personas, su corazón palpitaba velozmente con el temor de no importarle nada al joven.
Ya no quería pensar más en ello, se pondría triste si seguía dándole vueltas al asunto.
Buscó a su mejor amigo con la vista, entre los pasillos repletos de personas. Aún no le había contado a Takemichi las novedades y quería hacerlo; durante los recesos el Hanagaki la pasaba con su novia, y en el almuerzo se había puesto muy nerviosa y no encontró el valor para decirle que ya no estaba soltera, que ahora tenía una pareja, como él; esperaba que caminando juntos a casa pudiera hacerlo.
Lo encontró hablando con Atsushi, en una esquina, ambos parecían reír amenamente mientras ignoraban a la multitud de personas que pasaban por su lado con el objetivo de volver a sus respectivos hogares. Al parecer estaban charlando de un tema verdaderamente importante.
—¡Mi-chan! —llamó, con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Trotaba y a medida que se fue acercando alzó su mano.
—Mirai-chan. —Takemichi la recibió de igual modo, con una gran sonrisa y alzando una de sus manos.
Atsushi detuvo sus palabras rápidamente y se mantuvo estático, vislumbrando como Mirai se unía a su pequeño grupo. No le incómoda la chica en lo más mínimo, es más, eran casi como mejores amigos, Takemichi la adoraba y tales sentimentos fueron transmitidos a su persona. Al principio no comprendió por qué el rubio respetaba de forma sobrehumana a la Hoshizora, por qué la trataba mejor que a nadie y por qué se mostraba distinto con ella; pero con el tiempo se fue haciendo a una idea. Poco a poco Mirai fue haciéndose como familia para él y los demás, fue ganándose ser querida de la forma en la que lo era.
—Hola, Acchan —saludó la fémina, ya deteniendo su paso frente a los dos chicos—. Que bueno que están los dos juntos, tengo algo que contarles.
—Yo también —contestó Takemichi, sobándose el cuello con una sonrisa nerviosa.
—¿Qué hiciste ahora? —inquirió Mirai, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño. Había notado el nerviosismo de su mejor amigo. Lo conocía mejor que a la palma de su mano y sabía que a veces ese tipo de reacción significaba que se había metido en alguna especie de lío.
—¡Nada! —exclamó, negando con su cabeza—. Solo... Hina quiere conocerte.
—¿Tu novia? —preguntó con alegría, abandonando su anterior semblante. Los ojitos le brillaron y llevó ambas manos a su boca para no chillar de la felicidad.
Desde que Takemichi y esa chica se habían hecho pareja Mirai siempre había querido conocerla, hablar con ella. Según lo que le contaba su mejor amigo, Hinata parecía ser una persona magnífica y muy amable. Pero Takemichi se negaba a permitir que se vieran, inclusive no la había presentado a su grupo de amigos, al parecer quería mantenerla alejada de su mundo.
—Le hablé de tí y me dijo que definitivamente tenía que conocerte. No es como si pensara no presentártela nunca, es que prefería darme un tiempo con ella y ver a dónde llegábamos. Además, Hina está muy valiente desde que golpeó a Mikey-kun, no se le puede negar nada —explicó. Metió ambas manos en sus bolsillos y dejó escapar un suspiro cansado. Esa era la verdad, prefería mantener a Hinata fuera de su auténtica vida hasta saber con exactitud si serían una pareja estable, además de que quería conocerla para asegurarse que bajo ninguna concepto insultaría a Mirai. Aunque Takemichi era un completo idiota, con su mejor amiga tenía la cabeza asentada.
—Hablando de él... —dijo la castaña, encogiéndose de hombros con un sonrojo adornando sus mejillas. Jugueteó con su maletín —moviéndolo de un lado a otro— y murmuró algunas cosas.
—¿De Mikey? —cuestionó Atsushi. Siendo más persectivo que Takemichi, él había notado algo raro en la reacción de Mirai.
—Si... —respondió, alzando su mentón para poder mirar a los ojos a su mejor amigo, y luego a su compañero—. Soy su novia.
Takemichi casi se atraganta con su propia saliva, incluso tuvo que tocer de la impresión. Por dios, no recordaba ni dos interacciones de esos dos, solo que habían coincidido el día en que se conocieron y una vez cuando chocaron; lejos de eso nada más, a no ser que se estuvieran viendo a escondidas. Pero Mirai tampoco era del tipo de chica que mintiera para llamar la atención ni mucho menos, ella solía ser sincera como un tronco aunque algunas verdades la avergonzaran, al menos así era con él. No comprendía.
Atsushi dejó escapar un chiflido un poco menos impactado por la información. Él se había percatado que algo se traía entre manos Mirai nada más verla ponerse así con la sola mención de Sano Manjirō, además, también estuvo ahí el día en que estos se conocieron. Mirai era una persona impresionante y audaz, temeraria hasta el grado de saber quién era el rubio y atacarlo sin temor alguno; Mikey solo hablaba o se relacionaba con las personas de su interés —según las palabras de Draken— y ella tuvo —sin duda alguna— que haber despertado el suyo. Era evidente que algo tenía que pasar, inclusive el propio Atsushi se había sentido alguna vez atraído hacia la castaña y había presentido que podría enamorarse, pero había abandonado la idea rápidamente porque comenzó a verla como una hermana. Solo había que atar cabos para saber que Mirai y Manjirō tenían algo, habían saltado chispas aquel día cuando se pararon frente a frente.
—¡Eso es increíble! —exclamó Takemichi, con una sonrisa de par en par mientras la revolvía un poco. Abrazó a Mirai de los hombros y dejó escapar constantes risas orgullosas. La noticia lo había tomado por sorpresa pero ahora estaba más que feliz; al fin su pequeña comenzaba a dar pasos hacia la madurez, además de que aquello significaba que él, que estaba bajo la protección de Mirai, por propiedad trascitiva Mikey, que protegía a Mirai, ahora también lo haría con él —. ¿Estás oyendo Akkun? Mi mejor amiga es la novia de Sano Manjirō, el mismísimo "invencible Mikey".
—Mi-chan —susurró roja hasta las orejas la aludida. No esperaba aquella reacción por parte de su mejor amigo, pero que lo dijera de tal modo, a una tercera persona, el solo hecho de mencionar a Manjirō y su historial, todo la avergonzaba. Ser el centro de atención oficialmente no era lo suyo.
—Felicidades, Mirai. —Atsushi le dedicó una sutil sonrisa a su amiga y recibió otra como agradecimiento. Era tan linda, se merecía toda la felicidad del mundo. Le preocupaba el hecho de que se haya metido en el mundo ese, pero estaba seguro también que viendo cómo Manjirō cuidada lo suyo, jamás permitiría que algo le sucediera.
—Tenemos que salir los cuatro—comentó Takemichi, con la idea ya en su cabeza, se los imaginaba en una cafetería tomando algo—. No le des un beso tan rápido, las mujeres tienen que darse de rogar, así te valorará más.
Mirai miró hacia otro lado con las mejillas sonrojadas y guardando silencio. ¿Estaba mal no contarle que antes tan siquiera de hacerse pareja de Mikey ya había recibido su primer beso? Seguramente el rubio se sentiría mal porque él y Hinata aún no lo hacían, pero no era su culpa, Manjirō la había tomado por sorpresa... Luego se besaron nuevamente, mucho, pero ya no era la primera vez así que podían hacerlo, no había nada de malo, ¿verdad?
—Puedes invitarlo al karaoke —sugirió Atsushi—. Takemichi estuvo hablando de hacer una salida de chicos, tú eres parte del grupo así que si o si estás invitada, y tu novio es un hombre así que no veo problemas. Supongo que le hará ilusión salir en una cita contigo.
—¡Eso, eso! —exclamó el rubio—. Llámalo.
Mirai quería que se la tragara la tierra. ¿Cómo le explicaba ahora a sus dos mejores amigos que no tenía el número de su pareja y no sabía tampoco como localizarlo? Se vería como una estúpida.
Oh, dios, Mirai te había pedido muchos milagros esa semana, pero uno más no venía mal.
En ese instante el sonido de un mensaje interrumpió su respuesta, dejándola con la boca abierta. Los dos varones vislumbraron a la castaña meter una mano en su maleta buscando entre los bolsillos su móvil, ¿quién la mandaba a ser tan regada? Tenía ahí adentro de todo exparcido por todas partes. Después de un largo minuto rebuscando en sus propias cosas, al fin la fémina pudo encontrar su dichoso teléfono y sacarlo. Tenía un mensaje, ¡un mensaje de Mikey!
"Estoy en el exterior, ¿por qué tardas tanto? ¿Dónde estás, MiMi?"
Mirai sintió como su pecho volvía a acelerarse adquierendo grandes velocidades como ayer en la tarde, parecía que tantos latidos le sacarían el corazón. Una cosa tan simple la puso completamente feliz, pensaba que él se habría olvidado de ella o algo parecido, tal vez no les diera mucha importancia; pero ese acto había logrado tranquilizar toda clase de dudas.
Ignorando la prescencia de sus dos amigos y dejando caer su maleta, corrió hasta asomarse por las ventanas de cristal del pasillo. Estaban en el segundo piso y por tanto se podía ver a la perfección a Manjirō en la puerta de la escuela, recostado a la pared con una mano en su bolsillo, con la otra sostenía su teléfono, el cual divisaba seguramente esperando alguna clase de respuesta, estaba rodeado de varias chicas y algún —muy escasamente— que otro chico. Forzando un poco más la vista, Mirai también pudo vislumbrar la moto de su novio aparcada cerca del mismo.
Se agachó aún agarrada de los bordes de la ventana y pegó su frente contra la misma, dejó escapar una risita tonta. Estaba en su propio mundo hasta que sintió como Takemichi ponía una mano sobre su hombro.
Oh, cierto, los demás seguían existiendo.
—Lo siento —dijo, tratando de que su voz no temblara—. No puedo acompañarlos, Jiro-kun ya venido por mí.
▲───────◇◆◇───────▲
.
.
.
Palabras del autor:
¿Todo un capítulo sin interacción con Mikey? ¿Dónde? Hey, pero pudimos saber más del lado egoísta, controlador y pendejo de Celeste. ¡No todo es malo! :D
Bueno, aquí está el capítulo. Cabe aclarar que el Takemichi de aquel entonces es el de hace doce años, por eso se tomó tan bien la relación de Mirai y Mikey, es que el niño no sabe que el Manjirō se nos trastorna y se convierte en el líder de una organización del mal :v
Recuerden seguirme en mi Twitter: Mio_Uzumaki, donde estaré publicando cositas de mis historias, adelantos, dibujos, etc.
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro