Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 33

Rei miró a su mujer. Cuando la vio toda seria, con sus ojos furiosos sobre Mirai, entendió que aquel silencio solo estaba destinado a prolongarse. Él conocía a Nozomi mejor que nadie, por tanto sabía cuando ella estaba inconforme con algo. Si no quería que ese pobre chico sufriera un momento aún más incómodo del que estaba experimentando debía hablar.

—¡Oh! ¡Mi niña tiene novio! —exclamó, esbozando una gran sonrisa—. Encantado de conocerte. Mi nombre es Rei Hoshizora.

—Yo soy Manjirō Sano —dijo de vuelta Mikey, elevando las comisuras de sus labios a su máximo explendor. Había imaginado al padre de Mirai como alguien celoso que seguramente estaría en desacuerdo con su relación, alguien que quisiera proteger a su princesa. Al parecer se había equivocado.

—Cuida de mi pequeña Mirai, a veces puede ser muy distraída —comentó, dándole la vuelta a la barra para quedar del mismo lado que todos los demás.

Manjirō soltó una carcajada y miró por el rabillo del ojo a la castaña, esperando poder vislumbrar su risa, pero no fue así. Su sonrisa se borró de golpe al verla tan desanimada. Mirai tenía los orbes apagados, posados sobre su madre, esperando paciente alguna reacción por parte de ella, a cambio, su progenitora solo la ignoraba.

De repente todo se convirtió en silencio nuevamente. El aire se tensó aún más, porque ahora la única incómoda no era Nozomi, Mikey estaba insatisfecho y molesto, no soportaba ver a Mirai deprimida, ni siquiera por cuenta de su madre.

La mayor depositó su liberta de notas sobre la barra y pasó por delante de los presentes sin decir una palabra. Tomó rumbo a la cocina, la cual estaba separada de la cafetería por una puerta.

Manjirō, Mirai y Rei quedaron allí, en pie, con cara de payasos. Los tres habían esperado alguna reacción por parte de aquella mujer, mas no hubo ninguna, habían sido ignorados.

—Lo siento —Rio el padre, sobándose el cuello—. Tengo que atender a los clientes, aún no cerramos.

Aunque había disfrazado sus disculpas con la excusa de los clientes, todos comprendieron que el verdadero significado de ellas radicaba en el obvio desacuerdo de Nozomi con aquella relación. Él lo sentía por su hija, sabía que de ahora en adelante las cosas serían un poco duras para ella por cuenta de que, cuando a su mujer se le metía algo entre ceja y ceja, era imposible hacerla cambiar de opinión.

—Claro, papá —contestó la pequeña, encogiéndose de hombros mientras forzaba una sonrisa—. Yo también tengo tareas que hacer.

Dicho aquello, el rubio divisó a Mirai voltearse hacia él. Sus profundos ojos indagaron en aquel semblante completamente fingido. Ella quería hacerle creer que no la había afectado la actitud de su madre, pero lo que Mirai no sabía era que para Manjirō, ella comenzaba a ser como un libro abierto.

—Gracias por acompañarme, Jiro-kun —añadió, al notar que él no se movería de allí a menos de que ella se lo dijera—. Ya puedes regresar. Cele debe estar esperándote.

Rei comprendió que en esa conversación sobraba. Así que tomó una gran bandeja y se dirigió a la mesa más cercana con el objetivo de limpiarla y dejarla totalmente lista para su siguiente cliente. En el enfado su mujer lo había dejado completamente solo con la cafetería.

—¿No quieres venir conmigo? —inquirió, totalmente serio.

Los cambios de humor tan naturales de Mikey siempre serían algo que asustaría a Mirai.

—Perdón, pero recién empiezo en la escuela. No me gustaría crear la reputación del año pasado —justificó, sonriendo—. Quiero hacer las cosas bien.

El varón asintió captando la indirecta y decidió marcharse. Ya sabía que sobraba allí. Se giró sobre su eje y comenzó a caminar con una expresión sin emociones ninguna hacia la salida. No estaba molesto con Mirai, quien lo había llevado a ese estado era Nozomi, y no por no aceptarlo, más bien por poner de ese modo a su Mirai. Hizo las manos un puño y se controló, después de todo seguía siendo la madre de su novia.

La pequeña Hoshizora sintió un pequeño dolor en su pecho al ver irse de ese modo a Manjirō. Luego tendría que disculparse en serio. Por ahora solo podía caminar en dirección opuesta a la de su pareja.

Mirai abrió la puerta de la cocina. Encontró a su madre apoyada con ambas manos en la meseta, mirando las lozas que recubrían a esta. Tragó en seco aterrorizada, por eso mismo no había querido traer a su novio semanas antes a casa, porque sabía que esa sería la reacción de Nozomi.

—Mamá... —llamó, deteniéndose a solo unos pasos. Volvió a encogerse de hombros y entrelazó sus manos sobre su pecho.

—Mirai Hoshizora, no te quiero volver a ver con ese chico cerca —tajó la mayor, encarando a su hija. Tenía una mirada recia, el ceño fruncido y un semblante que no se molestaba para nada en ocultar su rechazo.

—Eso es muy injusto —susurró la castaña, con los ojos cristalizados—. Yo lo quiero.

—¿Tú lo has visto? —cuestionó incrédula su progenitora, encolerizada—. Ese chico tiene problemas, serios problemas. No me gusta, su mundo no es el mismo que el tuyo.

—Yo decido cuál es mi mundo —rectificó Mirai, armándose de valor. Estaba bastante cansada de que todos le dijeran que Manjirō y ella eran de mundos distintos, primero Takemichi, luego Honoka, ahora su madre—. Jiro-kun es una increíble persona, y fue capaz de quererme cuando ni yo misma podía.

—Mirai, tienes catorce años, no hables como si la vida tu hubiera golpeado duro —siseó su madre, cruzándose de brazos sin cambiar su semblante. Seguramente se le arrugaría la frente por tanto torcerla—. Todavía no sabes cual es tu mundo, ni tienes idea de lo que es el amor, mucho menos sabes qué es lo mejor para tí.

—Lo mejor para mí es que me apoyes —refutó la aludida, herida y dolida. Las lágrimas no aguantaron más y terminaron por descender desde sus ojos hasta sus mejillas—. Sabía que esto pasaría, pero una parte de mí seguía con la esperanza de que comprendieras.

—No es una opción —soltó de repente, volteándose nuevamente. Tomó un tomate y comenzó a picarlo con un cuchillo. No miró a su hija—. Aléjate de él.

Mirai intentó hablar, pero no sería escuchada y ella lo sabía. Además de ello no podía articular palabra alguna, todas se quedaban atoradas en su garganta. Le dolía, le dolía mucho porque amaba a Manjirō y porque amaba a su madre.

Su llanto comenzó a ahogarla, ya no se creía capaz de poder estar allí mucho más. Ella también se volteó y huyó del lugar. En ese instante Hikari entraba por la puerta, se había quedado preocupada desde que Manjirō se había ido. Mirai no tenía ganas de nada, así que le pasó por al lado corriendo hasta salir y subir las escaleras.

La hermana menor se giró sin comprender que sucedía. Mirai se veía muy afectada. Luego divisó a su madre.

Nozomi sintió que la frustración se la comía por dentro, clavó el cuchillo sobre la tabla de picar y se sobó el puente de la nariz. El recuerdo de su pequeña tan rota la atormentó y provocó una tormenta de dolor en su interior. No soportaba ver a Mirai llorando, y eso que Mirai había sido una llorona desde que nació. Una parte de ella quiso subir las escaleras y consolarla, pero la otra sabía que estaba haciendo lo correcto y que debía alejar a su hija de ese mundo mientras hubiera tiempo. Ella sabía que tarde o temprano ese chico haría sufrir a su nena.

—Mom... —murmuró Hikari, casi que rogando una explicación.

—No preguntes —cortó Nozomi. Necesitaba un descanso.

Hikari tomó el consejo de su madre por el tono que había empleado esta. No indagaría en la historia con Nozomi, pero eso no quitaba que estuviera preocupada por Mirai. Ella también salió de la cocina y fue a dónde sin dudas estaría su hermana mayor.

Antes de tocar, miró la puerta de madera que la separaba de la habitación de Mirai. Suspiró reuniendo fuerzas. Con delicadeza llamó tres veces, esperando obtener respuesta, mas nunca llegó. Tomándose atribuciones que normalmente ni siquiera pensaría, entreabrió la puerta y asomó su cabeza.

Iba a irse cuando observó a su hermana mayor acostada en su cama, con la cabeza escondida en su almohada. Se dispuso a cerrar nuevamente la habitación, pero un sollozo de Mirai la detuvo. No podía dejarla así, no cuando toda la vida, cada vez que Hikari lo había necesitado, ella había estado allí.

Su primer amor le dejó un sabor amargo en los labios, quien lloró con ella toda la noche fue Mirai.

La primera vez que peleó con su mejor amiga, quien las ayudó a reconciliarse había sido Mirai.

Terminó por caminar hasta llegar a la cama. Sin decir nada se sentó en el borde. Colocó su mano sobre la cabeza de su hermana mayor y comenzó acariciar su cabello, así como ella solía hacer para animarla.

—Me prohibió verlo —sollozó como pudo la castaña. Sus lágrimas habían mojado la fina tela que revestía su almohada y comenzaban a ahogarla—. Mamá me prohibió estar con Jiro-kun.

—¿Y dejarás que eso te detenga? —preguntó Hikari, sin dejar de pasarle la mano. Ver a Mirai en ese estado la había dejado afectada. Nunca imaginó que Manjirō fuera tan importante para su hermana; si había creído en su momento que le gustaba y estaba embobada porque fue el primer chico que se fijó en ella, pero no podía ni imaginar la cantidad de cosas que habían tenido que vivir esos dos en tan poco tiempo como para que Mirai estuviera así.

La mayor negó. No quería dejar lo que tenía con su pareja, tampoco quería fallar a su madre.

—Lo siento, Mirai —sinceró su hermana. Hikari también sabía que, pese a mentirle en muchos aspectos, Mirai adoraba a Nozomi con toda su alma.

No hubo respuesta ninguna.

Estuvieron así un par de minutos. Lejos de apasiguarse, el llanto de Mirai crecía cada vez más.

—Iré por algo de beber —advirtió la menor. Cuando sintió a Mirai asentir se puso en pie.

Ya fuera del cuarto dejó caer el peso de espalda contra la puerta. Otro suspiro se escapó de sus labios. Como le gustaría poder sacarle una sonrisa a su hermana en esos momentos, pero eso era cosa de ella. Contenido su frustración, buscó en sus bolsillos su teléfono móvil.

Hikari todavía tenía una carta por jugar...

.

.

.

Takemichi caminaba junto a Carlos. Ambos habían quedado en ir a algún lado luego de clases para compensar el tiempo perdido. Regresaban ya, después de compartir. Ellos habían sido grandes amigos antes de que el segundo se fuera de regreso a Inglaterra.

—¡Te juro que tengo novia! —exclamó el rubio, desesperado porque su compañero le creyera. Ya no hallaba cómo decírselo.

—Si, claro —dijo irónico el pelinegro, dándole la última bocada a su hamburguesa. Tenía una sonrisa divertida.

—Que si.

—Takemichi, la única mujer que se acercaba a tí era Mirai —añadió envuelto en carcajadas Carlos. Le dió golpesitos en la espalda a su amigo—. ¿Quieres que me crea que tienes novia?

El mencionado fue a hablar, casi que al borde del llanto, pero el sonido de su teléfono lo interrumpió.

Un poco intrigado por saber quién lo estaría llamando a esa hora, tomó su móvil y lo contestó.

—Di-

—Takemichi, soy yo, Hikari —interrumpió la pequeña—. Mi hermana está llorando. Te necesita.

—¿Qué le sucede a Mirai-chan? —inquirió preocupado el ojiazul.

Carlos, que estaba a su lado botando la envoltura de su hamburguesa, al escuchar lo último se mostró mucho más interesado. Inclusive acercó su oreja al teléfono esperando escuchar algo.

—Ha traído a Mikey a casa. Ya sabes cómo es mamá. Las cosas no fueron muy bien. Pelearon y mamá le prohibió ver más a Mikey —resumió, en voz baja—. No sabía que él provocaría esto. Si te soy sincera, jamás esperé ver a mi hermana en este estado por un chico. Está realmente mal.

—¿Están en su casa? —Takemichi se golpeó internamente por hacer una pregunta tan ridícula.

—Si. Por favor no tardes. Mirai nos necesita.

—En veinte minutos estoy allí.

—Tienes diez —dijo Hikari, segundos antes de cortar la llamada.

Takemichi guardó su teléfono con la mirada perdida, preocupado por Mirai. Por supuesto que el sabía cómo se pondría Nozomi, también fue víctima en su momento del lado sobreprotector de la madre de su mejor amiga.

—¿Qué sucede? —cuestionó Carlos, sarandeando al Hanagaki.

—Mirai-chan ha llevado a Mikey-kun a casa —respondió, volteándose a verlo. Carlos también conocía a Nozomi y eso ahorraba muchas explicaciones—. No reaccionó mejor de como lo imaginábamos, la que reaccionó peor de lo que imaginábamos es Mirai-chan. Según Hikari está muy afectada.

—¿Tanto le gusta el comandante? —Alzó una ceja. No recordaba a la castaña como alguien enamoradiza, pero podía decir con total certeza que Mirai había cambiado mucho desde la última vez que se vieron, lo supo al verla junto a Manjirō.

—Como no tienes ni idea. Jamás había visto a Mirai tan enganchada de alguien. Tengo que ir a verla.

—Si es cierto eso que dices, tengo una mejor idea —murmuró Carlos, acercándose a Takemichi. Tenía una sonrisa culpable.

—¿U-una mejor idea? —balbuceó el rubio, sin comprender con exactitud por qué tenía miedo de aquella expresión. Carlo siempre había sido un chico explosivo, su idea sería algo igual de explosiva pero, seguramente, daría resultado.


.

.

.

Había pasado media hora desde que Hikari había hablado con Takemichi. Por fuera consolaba a Mirai, por dentro estaba matando de mil maneras al chico por no haber aparecido ya. ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué podía ser más importante que consolar a su mejor amiga?

Mirai no parecía mejorar. Ahora ya no estaba contra la almohada, se encontraba acostada en forma de feto mientras abrazaba a su león de peluche, aquel que le había regalado Manjirō. Por su cabeza pasaban pequeños recuerdos con su pareja, todas las citas, las risas, los momentos malos, los buenos. Recordó aquel día en el hospital, recordó cuando le dijo que le parecía muy femenina. En medio del llanto se le escapó una risita cuando recordó a Manjirō decirle que por ella le rompería las piernas a todo Tokyo.

Hikari todavía acariciaba la cabeza de su hermana. Ella no podía decir cosas bonitas como Mirai, ni hacer algo verdaderamente heróico. A Hikari solo le quedaba estar allí, junto a ella, diciéndole sin palabras que estaban juntas y que no se iría de allí hasta que estuviera bien.

De repente sonó un teléfono. Hikari reconoció el tono de llamada de Mirai, así que ni siquiera se molestó en mirar el suyo. No creía que su hermana fuera capaz de contestar en su estado, por eso la sorprendió verla estirar su mano para tomarlo —el teléfono se encontraba sobre la mesita de noche del lado de la cama de Mirai, ella lo había puesto allí con anterioridad—.

La castaña inhaló al ver de quién se trataba. Se sentó sobre la cama con el peluche en una de sus menos cerca de su pecho y con la otra sostuvo su móvil.

—¿Si?

—¿Llorando por mi, MiMi? —cuestionó Manjirō desde la otra línea.

—¿Cómo sabes eso? —Pestañeó consecutivas veces impresionada.

—Me alegra que te guste el bicho que te regalé, pero, ¿no te gustaría abrazar al verdadero Jiro-kun? —soltó jocoso el rubio. Recordaba a la perfección como Mirai le había puesto su nombre al peluche.

—¿Qué...

Antes de que la protagonista pudiera culminar su oración sintió como tocaban el cristal de su ventana. Sus ojos se abrieron de par en par. No podía ser. Se volteó para ver si se trataba de su imaginación, pero no.

Allí estaba Mikey, con su teléfono en la mano, mientras con la otra saludaba. Tenía el rostro y la sonrisa de un gato, y para ser sinceros se veía como tal acuclillado en la pequeña reja que cubría el diminuto balcón que tenían las ventanas de su casa.

—Jiro-kun... —susurró impactada Mirai. Casi por inercia se puso en pie. Corrió para abrir la ventana—. ¿Qué haces aquí?

Manjirō guardó su teléfono en su bolsillo y amplió su sonrisa. Apuntó al suelo.

Mirai alzó su rostro para ver por encima del hombro de su pareja. Al otro lado de la calle se encontraban Carlos y Takemichi, ambos saludaban con una gran sonrisa en su rostro.

—¡Anímate, Mirai-chan! —exclamaron los dos, haciendo una pose exagerada.

—Pero... ¿Cómo?

Mikey soltó otra risita, fue su turno para alzar su rostro por encima de Mirai y apuntar con su barbilla hacia Hikari. Afortunadamente la cama quedaba al frente de la ventana.

—Gracias, Akarin —dijo el varón. Recién conocía a Hikari, pero ya le caía bien.

—Hi-chan, tú... —Los ojos se Mirai se cristalizaron nuevamente mientras volteaba a ver a su hermana.

—Parece que funcionó, porque ya no estás llorando —Hikari se puso en pie con una sonrisa. Caminó dos pasos para acercarse, pero no fue más allá de eso.

—Hi-chan...

—Ven, MiMi —soltó de repente Mikey, obligando a la aludida a voltearse. Le extendió una mano—. Vamos a divertirnos lo suficiente para borrar todo rastro de esas lágrimas.

Mirai vaciló mirando su mano. En realidad moría de ganas por irse con él, quería tanto estar con Manjirō. Irse en ese momento sería sin duda un problema. Si su madre se enteraba...

—Ve, Mirai —dijo su hermana, esbozando una gran sonrisa. Llevando ambas manos a su cintura—. Yo te cubro con mamá.

Tras escuchar aquello Mirai tomó su decisión. Ver a Manjirō solo había aclarado lo que estaba dispuesta a hacer por él, lo lejos que estaba dispuesta a llegar por estar a su lado. Aún habían muchas cosas que quería hacer con ese chico, aún habían muchos lados de él que quería conocer, aún habían muchos recuerdos que quería crear.

Tomó su mano.

Tomó su mano decidida a no dejar que Nozomi los separara.

Le sonrió.

Le sonrió cuando lo vio a él sonreír contento por su respuesta.

Antes de irse por la ventana de su habitación, a escondidas de su madre, Mirai volteó una última vez para ver a su hermana orgullasa.

Hikari era muy madura. A Hikari le gustaban las reglas y creía que existían por algo. Hikari siempre había hecho lo que Nozomi le decía. Hikari era organizada y aplicada.

Parecía un milagro que esa Hikari que toda la vida la reprendió por hacer locuras la estuviera apoyando en esa locura.

—Gracias, Hi-chan —sinceró, elevando las comisuras de sus labios a su máximo explendor.

«Gracias por estar aquí y por permitirme irme »

—Ve por esa historia de amor que hemos anhelado toda la vida, Mirai. Esto ya no es un manga, es tu propia vida.

La protagonista asintió todavía con su sonrisa tras aquellas palabras. Posó sus ojos sobre los de su pareja y le permitió que la llevara consigo.

No, la historia de Manjirō y Mirai estaba lejos de terminar.

.

.

.
















Palabras del autor:

Hola buenas.

No odien a Nozomi, solo está preocupada por su hija, y con razón si recordamos todo lo que está por venir.

Bajo esa fachada dulce, Mirai es bien rebelde, no se va a dejar gobernar así.

Amigos como Carlos y Takemichi y hermanas como Hikari, por favor.

"Ven, MiMi" :3

Aquí les dejo una pequeña imagen de Celeste en este futuro


Ya no está tan jodida como en el primer futuro. Todo gracias a Takemichi. Él es su esperanza uwu

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro