Capítulo 24
Silencio, un silencio sepulcrural era lo que reinaba en aquella sala de espera, en la que solo rompía el mutismo los descontrolados lamentos de Emma. Takemichi había subido a la ambulancia con Draken, por lo que había llegado primero, pero seguido él llegaron Kyomi, Hina, Emma y Mirai; algunos escasos minutos más tarde se incorporaron Akkun y toda la banda, Hinata los había llamado hacía un tiempo, y aunque lamentablemente no habían podido estar allí en la pelea, al menos lo estarían en el momento más tenso de la vida de todos.
Emma lloraba en los brazos de Hina, quien la sostenía y trataba de mostrarse fuerte. Kyomi se encontraba en una esquina, sola, recostada a la pared, ella no creía en Dios, pero ahora mismo estaba rezando. Mirai se hallaba cerca de los asientos, miraba a Kyomi a veces, y en varias ocasiones intentó acercarse a ella, pero no sabía que decir y temía que cualquier palabra de su boca solo empeorara las cosas.
De pronto el silencio fue alterado por unos gritos y exclamaciones provinentes del pasillo continuo, y segundos más tarde, Takemichi —quien se había ido con Mitusya y Pe a charlar— regresaba con Mikey, Celeste y compañía. Lo primero que hizo Manjirō fue ir donde su hermana y depositar su mano sobre el hombro de la misma, en modo de compasión y comprensión; lo segundo fue dirigirse hacia Kyomi y mirarla en silencio, ella alzó la vista por primera vez en mucho y murmuró el nombre de su amigo, él le dedicó una sonrisa fugaz, completamente apenado, hasta Mikey sabía de los sentimientos de la Kobayashi hacia Draken, así que entendía su dolor y frustración. Durante un instante todos miraron al Sano caminar hasta la puerta del salón de operaciones, y mientras este daba un pequeño discurso a través del cual aseguraba que Draken saldría de esa, Celeste se colocó junto a Mirai con un semblante serio.
Poco después Manjirō se dirigió a una de las sillas, cerca de la Hoshizora y la Izumi, él fue el único capaz de tomar asiento en un momento así. Todos lo habían escuchado y ahora lo observaban sin disimulo alguno. Pero a Mikey no le importó tener todas las vistas sobre su persona, estaba demasiado concentrado recordando todos sus momentos junto a Ken.
En los próximos minutos la puerta del salón se abrió, todos se alarmaron y recibieron al doctor esperando nuevas noticias, mas el hombre negó apenado.
—Ha perdido mucha sangre. La herida era demasiado profunda, y si no se llega a atender adecuadamente antes de que llegaran los primeros auxilios hubiera muerto, quien haya contenido la hemorragia le salvó la vida a este chico —explicó, mirando a la panda de adolescentes frente a él. Le preocupaba que allí no hubiera ningún mayor—. Esas son las buenas noticias. Me temo que la cosa no termina allí, a pesar de estar vivo su amigo está muy inestable, necesita una transferencia de sangre o podría llegar a morir.
—¿Entonces qué esperan? —inquirió Emma, desesperada—. Hagan la transferencia.
—Lo siento, señorita —dijo el adulto, negando con su cabeza—. El festival, el mal clima, las condiciones adversas. El transporte que enviamos al banco de sangre podría tardar hasta dos horas, y su amigo no aguantará tanto.
—No puede ser —murmuró Hina, abrazando aún más fuerte a su amiga, que ahora más que antes lloraba desconsolada.
—Lo siento mucho, ojalá pudiera hacer algo más, pero no está en mis manos. Solo queda esperar que su amigo sea lo suficientemente fuerte y soporte la espera.
—Sangre... —repitió Kyomi en su esquina en voz baja, luego levantó su rostro de golpe—. ¡Sangre!
—¿Kyo-chan? —cuestionó Mirai, preocupada por esa reacción tan exagerada.
—Yo soy tipo O, el donante universal —informó la Kobayashi, yendo hacia el médico—. Puede usar mi sangre.
El médico la miró.
—Eres menor de edad, no tengo permitido el procedimiento sin la autorización de tus padres, no es legal.
—¿Legal? —preguntó Kyomi, forzando una risa socarrona—. Lo legal ahora mismo me importa un comino. ¡Mi amigo se está muriendo allí adentro y la única que puede salvarlo soy yo!
—Cálmese, por favor —pidió el adulto, estirando sus manos mientras hacía un gesto de tranquilidad—. Ya le dije que no está en mis manos.
—No, porque está en las mías —refutó la Kobayashi, totalmente fuera de sí, se atrevió a tomar al tipo del cuello de su vestimenta a pesar de la diferencia de altura y edad—. Sáqueme la maldita sangre, aún si son veinte litros. Sino me voy a apuñalar yo también para que tengan de sobra.
—Señorita...
—Por favor... —rogó Emma, envuelta en lágrimas—. Esa persona es muy importante para todos nosotros.
—Entiendo que quiera conservar su trabajo —añadió Mirai, tomando impulso con las palabras de Emma—. Pero si deja morir a esa persona por una cuestión de normas, sé muy bien que ya no podrá ver su reflejo en el espejo sin odiarse a sí mismo.
El médico suspiró, echando una rápida ojeada a todo a su alrededor. El chico sentado en la silla lo miraba de forma amenazante pero con un atisbo de plegaria, con la pelirrosa de pie era algo parecido; las dos mujeres abrazadas solo tenían espacio en sus expresiones para la agonía; la chica que lo sostenía estaba desesperada; todos los varones se hallaban a la espera impaciente de una respuesta; y la castaña que había dicho palabras tan ciertas, quien parecía ser la más cuerda de todos, sonreía confiada en que él tomaría la decisión adecuada.
—No puedo asegurar con esto la integridad de la vida del paciente —dijo al fin el mayor, rompiendo el silencio—. Pero haré todo lo que pueda. Acompáñeme, por favor. Solo puede venir usted.
Kyomi acató las órdenes sin ninguna objeción, es más, en su pequeño estado depresivo encontró un segundo para sonreír esperanzada y satisfecha. Poco después estaban los dos caminando al interior de la sala de operaciones, dejando a los demás detrás.
El letrero volvió a ponerse en rojo.
Celeste se revolvió el cabello completamente harta, incapaz de poder seguir allí mostrándose normal, sus emociones estaban a punto de colapsar. Así que, para impedirse a si misma mostrarse débil frente a las personas que la necesitaban fuerte, tomó camino rumbo a la salida.
Mirai observó a su mejor amiga abandonar el lugar, y por un segundo quiso seguirla, incluso hizo el ademán para ello, mas la mano de Manjirō —que sostuvo la muñeca de la suya— se lo impidió. La Hoshizora agachó la mirada para observar a su pareja, y en respuesta Mikey negó.
—Déjala, seguramente quiere estar sola.
Mirai divisó a Mikey decirle aquellas líneas de forma tranquila pero sublime. Él y Celeste parecían tener una relación muy espacial a pesar de que se la pasaran discutiendo, así que ella decidió respetar las palabras de su pareja y guardar silencio en el lugar. Sabía que si Manjirō decía aquello tenía que ser por una razón completamente válida, a ella le faltaban todavía años de amistad para poder conocer a la pelirrosa de ese modo; aunque quería animarla, no era su objetivo ser una molestia por ello.
Algo que sorprendió a la Hoshizora fue que a pesar de haber cedido y escuchado al rubio, él no la había soltado. Manjirō permaneció sosteniendo la mano de Mirai durante todo el tiempo que estuvieron operando a Draken. No temblababa, mas la ligera fuerza empleada le contaba a Mirai que el chico no estaba tan bien como quería aparentar.
De pronto la puerta de emergencias volvió a abrirse, de ella salió el mismo doctor. Lo curioso era que no venía acompañado de Kyomi, y nadie sabía si tomarse aquello como positivo o negativo. El tipo se paró frente a todos, con la mirada de los presentes sobre su persona.
—Está estable —resumió, con una sonrisa—. El paciente ha sobrevivido y ahora se encuentra hospitalizado. Le costará unas semanas hacer vida normal, pero con el tiempo podrá.
Los gritos de alegría y euforia no tardaron en llegar después de aquellas líneas. Tanto Takemichi como sus amigos festejaron de forma exagerada, Mitsuya soltó un amplio suspiro y colocó su frente contra la pared agradecido, Emma siguió llorando descontrolada en el hombro de Hina, pero esta vez sus lágrimas eran de alegría.
Mirai sintió como su mano era liberada por Manjirō, y lo vio por el rabillo del ojo alejarse del lugar en silencio. Ella era la única que había notado lo intranquilo que estaba Mikey, y por ello quería seguirlo, mas el ferviente abrazo que recibió por parte de Emma se lo impidió. Y para cuando buscó con la vista a su pareja, esta ya había desaparecido.
—Gracias —dijo la Sano, apretando a Mirai entre sus brazos. Ella, más que nadie, sabía que Ken había sobrevivido por la intervención de la castaña.
A Mirai me costó un poco asimilar la situación, pero luego abrazó de vuelta a Emma y con una sonrisa le dijo:
—De nada.
Emma se separó luego de unos segundos y le sonrió una última vez a la Hoshizora antes de volver a ir con Hina.
Completamente negada a abandonar a Manjirō ahora que la necesitaba, Mirai ser armó de valor para salir a buscarlo, dejando a sus amigos en su propio mundo de felicidad.
El aire fresco despeinó aún más sus cabellos cuando salió del edificio principal. Miró en ambas direcciones y sin saber con exactitud cuál sería la mejor opción, simplemente escogió una por la cual ir. En el exterior estaban los miembros de la ToMan, esperando una respuesta, pero ella sabía que no le correspondía ser quien diera la noticia. Baji le dedicó una fugaz y preocupada mirada a Mirai, ella abrió ligermante la boca y luego sonrió, asintiendo. Al menos le había dado a entender a él que todo había salido bien.
La castaña comenzó a trotar rodeando el hospital, su paso fue aumentando de a poco, al punto de que terminó corriendo. Sus grisáceos orbes no tardaron mucho en encontrar a Manjirō, el chico se encontraba sentado en el suelo, recostado a la pared, llorando descontroladamente. Puede que ella supiera que Mikey no se encontraba bien y por eso había salido en su búsqueda, mas jamás esperó encontrarlo de ese modo, ni siquiera lo imaginó. Él, que siempre parecía tan fuerte, estaba derrumbándose completamente solo, y eso de cierta forma enfadó tanto que no pudo ni siquiera controlar sus acciones.
Caminó hasta colocarse frente a su novio, y cuando este alzó su rostro para verla se encontró aquella linda carita con el ceño fruncido, pero lágrimas descendiendo por sus mejillas, como una mezcla entre ira y tristeza.
—MiMi...
—¿¡Qué haces aquí solo!? —cuestionó la aludida, reprendiendo—. ¿¡Qué haces llorando lejos de tu lugar para ser débil!?
Manjirō abrió sus ojos de par en par tras escuchar aquello, tanto que parecía que se saldrían de sus cuencas.
Mirai se limpió bruscamente las lágrimas y llevó ambas manos a su pecho.
—¡Dijiste que conmigo no tenías que fingir! ¡Dijiste que yo era tú lugar para ser débil! ¡No tienes que ser fuerte cuando tú mejor estuvo al punto de morir! ¡¿Quién te lo pidió?! —Sus piernas perdieron fuerza y cayó de rodillas entre los pies de Mikey—. ¿Quién te pidió que no mostraras tu preocupación?
La castaña volvió a limpiarse las lágrimas con la manga de su yukata, de forma torpe y tosca, casi como una niña pequeña.
—Lo siento —murmuró, apenada, con las mejillas sonrojadas y los ojos cristalizados—. Estás pasando por un momento horrible y yo te estoy gritando, me he enfadado contigo y te estoy regañando por algo sin sentido. Que tonta.
Manjirō soltó una risita, la cual se transformó en una sonrisa. Apartó la mano con la que Mirai parecía querer arrancarse los ojos con la suya, y con delicadeza limpió sus lágrimas.
—¿Y tú por qué lloras? —preguntó, todavía borrando los rastros de lágrimas del rostro de su novia.
La castaña se encogió de hombros con las mejillas pintadas por un ligero rubor, llevó ambas manos a sus muslos e hizo un puchero.
—No lo sé —confesó, apartando su mirada de los oscuros orbes que ahora mismo le estaban devorando el alma—. No puedo controlarlo.
Manjirō culminó su tarea, mas no alejó su mano de la cara de Mirai, la dejó depositada en su mejilla. Examinó ese tierno rostro durante unos instantes, esa mirada escurridiza que se empeñaba en huir de la suya, esos orbes grisáceos que habían derramado tantas lágrimas solo porque no soportaban la idea de imaginarlo agonizando solo, esa pequeña boca que se había atrevido a reprenderlo. Mirai era tan valiente y amable.
Entonces la jaló para ocultar el rostro de la chica en su pecho y la abrazó, ambos sobre el piso. Recostó su mentón sobre la coronilla de la cabeza de su chica y miró el cielo, dejando que su llanto volviera a salir, más ligero que antes, pero allí estaba. Se aferró a ese tembloroso cuerpo, a esa menuda figura, y dejó que sus emociones encerradas salieran a flote. Todavía no tenía el coraje suficiente para permitir que ella lo viera llorando, pero hoy había descubierto que no quería soltarla, porque envolviéndola, el dolor se hacía más liviano.
Esa que había corrido donde él sin dudarlo. La misma que había sido capaz de sacarle una sonrisa sincera en medio de semejante agonía. Mirai, su Mirai.
Takemichi, que observó de lejos la escena, tuvo que esbozar una sonrisa momentánea. Luego se recordó que él no estaba para nada de acuerdo con esa pareja, porque aunque comenzaba a tenerle aprecio Manjirō, por cosas como las que habían ocurrido esa noche, él deseaba que su mejor amiga estuviera lejos de ese mundo. Cada día veía más difícil desencantar a Mirai de Mikey, y de ahora en adelante, sabía que sería lo mismo viceversamente.
Hoy había sido un día complicado, así que con pasos lentos se alejó de aquel lugar, dónde sabía que sobraba. Debía encontrarse con Hina para llevarla a casa, pero para ello tenía que tomar otro camino si no quería interrumpir a los tórtolos, cosa que lo llevó a encontrar, en una esquina, a Celeste.
La pelirrosa estaba acuclillada, mirando al suelo, con un cigarro entre sus dedos, fumando como si esa fuera su forma de huir de la realidad. Sintió como alguien se acercaba. Cuando se puso en pie y dirigió su mirada a la dirección de la que provenían los pasos, descubrió al Hanagaki, trató de hacer que sus manos dejaran de temblar como lo hacían, trató de calmar su respiración y pulso, trató de no parecer tan perdida.
Ella trató de fingir, pero al parecer engañar no se le daba tan bien como a Mikey, no cuando la vida su mejor amigo peligraba.
Durante unos instantes todo fue silencio entre ellos. Celeste miraba el firmamento mientras daba caladas a su cigarro.
Takemichi metió ambas manos en sus bolsillos e hizo lo mismo que ella, mas de vez en cuando sus azules ojos la miraban incoscientemente. Notó la ansiedad que gobernaba cada rincón en el cuerpo de Celeste y pensó que decir. Se revolvió el cabello, alzó una mano, luego la bajó, se agachó y recogió una piedra para lanzarla lejos, volvió a girarse con dirección a la fémina e intentó hablar nuevamente, pero solo estaba consiguiendo hacer el ridículo.
Celeste apartó su vista de las estrellas para divisar a el joven hacer movimientos de un lado a otro, nervioso. A una parte en su interior le dieron ganas de reírse, y a la otra le daba curiosidad.
—Draken-kun... —comenzó Takemichi, volteando a verla, ya más calmado—. Draken-kun está bien, Sky-san.
La mencionada abrió sus ojos de par en par, sintiendo como todo el brillo que había desaparecido en ellos regresaba de golpe. Solo aquellas palabras habían apartado el peso en su pecho, se sentía mucho más ligera, y tenía la impresión de que lloraría en algún momento. Completamente felíz, y dibujando una sonrisa luego de la sopresa, Celeste lanzó la coletilla de cigarro al suelo y la aplastó con sus zapatos para acallar la llama. Depositó una mano en el hombro de Takemichi y asintió agradecida.
—Gracias, Takemichi —dijo, comenzando a caminar, pero cuando estaba a algunos pasos decidió volterase con una gran sonrisa y añadir—: Eres más increíble de lo que pensaba.
Y habiendo dicho aquello, Celeste se esfumó de allí, fue con rumbo a la sala de espera. Ahora que sabía que Ken seguía vivo solo le quedaba esperar verlo lo antes posible.
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Draken abrió los ojos. Le dolió hasta el alma. Ni siquiera intentó incorporarse en la cama, puesto que su cuerpo no respondía. Observó el techo del hospital durante unos minutos. No podía articular ni moverse para nada, pero con un poco de esfuerzo logró girar su cuello para ver a su alrededor.
Lo que encontró a su lado, junto a su camilla, lo dejó aún más mudo. Kyomi se hallaba sentada de lado sobre una silla, con ambas manos recostadas al espaldar y la cabeza sobre estas, lugar en el que dormía.
Él quería estirar su mano para tocarla, en cambio lo único que pudo fue mover ligermante sus dedos. ¿Cuánto llevaba la fémina allí? ¿Había estado a su lado todo el tiempo? Ni siquiera se había cambiado el yukata, todavía tenía los cabellos despeinados.
—Esa chica es muy valiente —confesó en un susurro una voz.
Cuando Draken se quiso dar cuenta ya había una enfermera acomodándole una almohada y haciéndole una rápida revisión.
Sabiendo que el varón no podría hablar, la mujer decidió proseguir.
—Donó mucha sangre a pesar de su tamaño, y lo hizo sin temor alguno. Al principio el doctor estuvo en desacuerdo, pero debido a la voluntad de la chica tuvo que ceder. La sangre que pedimos al banco de sangre no llegó hasta una hora y media después, hubieras muerto sino fuera por la intervención de ella. Debe estar muy cansada y débil, y aún así pidió quedarse a tu lado todo el tiempo. Debes ser alguien muy importante para ella —decía, a medida que hacía su revisión y acomodaba el suero—. El doctor le permitió ese capricho porque quedó impactado con su voluntad. La historia ya es famosa entre los trabajadores del local, y si bien no es oficial, ya es anécdota.
Draken escuchó con calma cada detalle del relato, luego posó su vista nuevamente en Kyomi y sonrió. Ahora quería más que antes tocarla. Se quedó mirándola todo el tiempo que estuvo despierto, porque ver su lenta respiración le proporcionó mucha paz.
De algún modo la Kobayashi siempre había estado allí para él, pero ahora iba más allá de simples dulces en una canasta. Draken le debía su vida a Kyomi; a ella, y a Mirai, y a Emma, y a Takemichi, tenía una deuda inmensa que jamás podría pagar.
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Palabras del autor:
Bueno gente, oficialmente estamos a un capítulo del final del arco de Moebius. ¿Qué? ¿Qué les parece?
Tenemos ese acercamiento definitivo entre Mirai y Mikey. He leído muchos Fanfics que siguen la línea del manga original, y esta escena es muy común en ellos, por eso me puse pensar mucho en ella, no quería que fuera cliché, ni que Mirai le dijera a Mikey lo mismo que en todos los Fanfics, así que pensé y pensé, hasta que salió eso.
Y me gustó mucho, porque eso son Mirai y Mikey, una sonrisa en el medio de la tristeza.
En fin, espero que les haya gustado.
Aquí les dejo un dibujo sencillo de nuestra querida ilustradora. Esta vez es de Ken y Cele, ya saben cómo es su relación:3
Draken es muy, MUY importante para Celeste, espero que se haya evidenciado en este capítulo.
En fin, el dibujo está hecho por mi hermosa: 000sky-blue000 uwu
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~Sora.
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