Capítulo 11
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Mirai se miró frente al espejo de piso que había en su habitación. El reflejo en el cristal la sonrojó, traía puesto un vestido color violeta muy bonito. Negó y se revolvió el cabello, dispuesta a quitárselo y buscar otra vestimenta. Ella nunca había usado cosas como esas, desde que era muy pequeña tenía peculiar preferencia por las ropas varoniles, se le hacían más cómodas y todos decían que iba mejor con ella que era tan masculina; recordaba que una vez había usado falda para ir a la primaria pero uno de los chicos de su clase comenzó a burlase y desde entonces no volvió a intentar verse femenina. Aquel vestido se lo había regalado su abuela materna por uno de sus cumpleaños, la anciana no perdía la fe y le decía que algún día, cuando le gustara alguien, ella iba a querer verse linda para esa persona.
Bueno, quería verse linda para Manjirō. La tentaba usar semejantes ropas, pero se veía rara y no iba con su persona. Al final se puso un pullover ancho y largo color azul claro, el cual combinó con un short de mezclilla y unos tenis blancos.
Todo estaba fríamente planeado. Ella diría que iba con Takemichi a la biblioteca a estudiar para los exámenes —que por cierto estaban a la vuelta de la esquina— y si Nozomi dudaba o se olía de lejos que era una treta, Hikari intervendría a su favor, de llegar muy lejos la cosa la llamaría para advertirle. Era tan bueno tener una hermana.
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Mirai jugueteó con el broche de cabello entre sus manos mientras lo miraba con una sonrisa. Se encontraba sentada en un banco frente al puesto de Dorayakis, el lugar donde Manjirō le dijo que esperara. Los nervios y ansiedad la hicieron ir un poco más temprano de lo acordado, así que no podía criticar al chico por no haber aparecido ya.
Miró a las personas pasar hablando, algunas chicas enredadas en el brazo de su pareja, y se preguntó si ella algún día tendría el valor de hacer algo semejante con Manjirō. Abandonó esos pensamientos fugaces y volvió a concentrarse en su trivial juego con la evilla.
—Eso es importante, ¿verdad? —inquirió Mikey, parado a su lado, inclinado para poder divisar mejor a qué se dedicaba Mirai.
La castaña sintió que le daba un paro cardíaco ahí mismo por el susto y pegó un bronquito en el lugar. Con el corazón un poco más tranquilo se giró a verlo. Él por supuesto tenía dibujada una sonrisa en su rostro y soltó una risita al verla reaccionar de ese modo; ocultaba sus manos en los bolsillos de su pantalón negro, la camisa de cuadros blancos y negros que traía colgada de los hombros ondebaba con el sutil viento, al igual que su cabello dorado.
—Buenos días, MiMi —añadió, herguiéndose. Le dedicó una sonrisa juguetona y le giñó un ojo—. ¿Esperaste mucho por mí? Perdón el retraso, fui al hospital con Ken-chin.
—¿Al hospital? —preguntó ella, poniéndose en pie de golpe, totalmente alarmada.
Manjirō vislumbró como la preocupación se reflejaba en aquellos orbes grises. Mirai no tenía reparos para mostrar sus emociones, era tan clara como el agua, y eso le gustaba.
—Tranquila, no fue por mí —dijo, sacando una mano de su bolsillo para exténdersela—. ¿Nos vamos?
La muchacha miró la mano y pestañeó consecutivas veces, luego alzó la vista para ver el rostro del rubio y se mostró incrédula.
—¿No íbamos a comer dorayakis? —cuestionó, apuntando el puesto de los mismos. La risita de Manjirō la desconcertó por completo.
—MiMi, ¿de verdad pensabas que en nuestra primera cita oficial iba a llevarte a comer dorayakis? —soltó con sorna, pero una carcajada se le escapó cuando la vio inflar un moflete en forma de reproche—. ¿Tan cutre crees que soy? Eso o eres muy crédula.
—Deja de burlarte de mí, Jiro-kun —exigió avergonzada, sonrojada hasta las orejas. Segundos después apartó la mirada y tomó la mano de su pareja sin objetar nada al respecto. Sintió como las risas de Manjirō cesaban mientras comenzaba su marcha llevándola con él.
Manjirō y Mirai iniciaron su recorrido, ella no sabía con exactitud a donde se dirigían, pero siempre había sido cosa del varón sorprenderla, le encantaba que todo con él fuera un sinfín de sorpresas.
Y entonces ella miró a su alrededor nuevamente, a todas esas parejas que antes le daban envidia; luego miró su mano entrelazada con la del rubio a su lado, alzó la vista hasta su cara y sonrió. Normalmente para un japonés ir tan rápido en una relación era casi que imposible; tomarse las manos y besarse antes de ser novios eran cosas increíbles, mas Mikey no era del tipo de tomarse su tiempo, él iba directo sin vacilar a dónde quería y la arrastraba consigo sin miramientos ni compasión. Mirai no necesitaba pensar si un día podría ser igual que esas parejas, porque ese día ya era hoy
—¿Y bien? Siempre has atesorado ese broche, ¿es por algo en específico?
La voz de Manjirō la sacó de su trance y tuvo que bajar a la tierra nuevamente, las nubes no era un buen lugar para estar con alguien tan guason y atrevido como su pareja, seguramente si supiera en que estaba pensando él se reiría de ella.
—Oh, esto. —Mirai apretó con fuerza en su otra mano el objeto y sonrió nostálgica—. Me lo regaló Mi-chan cuando gané mi primera pelea. Él siempre decía que no era bueno que me metiera en esos líos, pero ese día me sonrió orgulloso y me compró esta evilla. ¡Estaba tan felíz!
—MiMi, ¿por qué proteges a alguien que ni siquiera conoces siendo tan débil? —inquirió, girando su rostro para mirarla. Aunque trató de mantener su semblante serio no pudo, ella era tan tierna.
Mirai estaba roja como un tomate y rápidamente evitó sus ojos volteando su cara en otra dirección.
—¡Que lo digas de ese modo me hace ver cómo una estúpida! —exclamó, tratando de no tartamudear mucho. Contuvo la respiración y aligeró todos sus músculos tensos, provocando que se encogiera de hombros—. Ni yo lo sé, es solo que me parece injusto que los más fuertes abusen de su poder, me frustra tanto que termino actuando sin darme cuenta, aunque por supuesto la mayoría de veces no termina bien para mí.
Manjirō no dijo nada, tan solo la miró. Ella no sufría por resultar herida, ella sufría porque las personas a las que intentaban proteger resultaban heridas, sufría por ser débil justo como él había dicho, sufría por no tener el poder necesario para hacer un cambio.
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Los ojos de Mirai se abrieron como platos cuando sus pies tocaron el interior del local. Examinó el inmenso mundo de juegos y diversión que se extendía frente a ella y su mandíbula inferior casi toca el suelo. Claro, Manjirō a veces actuaba como un caprichoso niño pequeño, era entendible que la llevaría a un lugar como ese, debió haberlo pensado antes, ahora se le hacía evidente.
—¡Ta-dan! —exclamó Mikey, con una gran sonrisa, apareciendo de la nada frente a la castaña.
Mirai no se asustó —para sopresa del varón—, su cerebro aún procesaba la situación, y cuando lo hubo hecho una inmensa sonrisa asomó en su rostro, era de esas sonrisas que solo pocos tenían el privilegio de prescenciar. Hasta le brillaron los ojos de la emoción.
—Hace años que no vengo a un arcade, la última vez fue con Mi-chan —dijo, sin cambiar su semblante. Luego sin darse cuenta, tomó del brazo a Manjirō y apuntó a la máquina más cercana—. ¡Hay que divertirnos mucho!
Manjirō fue jalado por una Mirai impaciente. No esperaba que ella se pusiera así, siempre se mostraba tan encogida y retraída que desconocía que la muchacha tuviera un lado tan suelto y una sonrisa tan inmensa. No le desagradaba, la chica también parecía una niña emocionada ahora, mientras dejaba que sus melodiosa risas envolvieran el ambiente, mientras sus pasos llenos de vigor los acercaban cada vez más a lo que sería el comienzo de un gran día.
Mirai no se percató en que momento había apresado todo el brazo de su novio, ni cuando se había acercado a él con tanta naturalidad sin ponerse nerviosa o temblorosa, ni cuando lo empujó consigo impregnada en alegría, mucho menos se percató de cuando comenzó a sonreír así. Ella solo sabía que estaba frente al simulador de disparos junto al rubio, dando pequeños brinquitos de alegría y decespero por jugar.
—Nunca había visto este —comentó, girando su rostro hacia Mikey. La magia se rompió allí, él tenía una curvatura de labios muy atractiva, una que la dejó sin aliento. Sus mejillas se sonrojaron a más no poder, sus orbes plateados se dilataron, su sonrisa terminó por transformarse en sus labios ligeramente abiertos. Tuvo que separarse rápidamente y darle la espalda para ocultar lo roja que estaba. ¿En qué momento se había puesto así?
«Mirai, tonta. Tonta, Mirai», se reprochó una y otra vez para sus adentros. Si de por si Manjirō se burlaba de ella, luego de ver esa fase en su persona seguro que lo haría con más intensidad.
Mikey dejó escapar unas risitas provocadas por lo tierna que podía ser en ocasiones Mirai—. ¿Por qué no lo probamos?
—Si —contestó seca y tímida, llevando ambas manos a su pecho; no quería sonar así, pero era inevitable. Un poquito más allí y tal vez pudiera calmar su corazón.
—Venga —sentenció Manjirō, asomándose ligeramente por arriba del hombro de la castaña y tomando su mano para obligarla a girarse donde él—. No perdamos tiempo, MiMi. El que gane invita a una bebida.
Ella asintió un poco desconcertada por lo rápido que él había logrado voltearla, pero al fin y al cabo estaba contenta. Segundos más tarde ya estaban ambos sumergidos en su juego.
Mirai no daba ni uno, echó una ojeada a su pareja. La frustró ver lo bien que le iba y la naturalidad con la que daba todos sus disparos en el blanco; luego miró su juego y ni un acierto. Infló un moflete y miró a Manjirō fijamente, con el ceño fruncido y una aparente mueca de molestia.
La intencidad con la que era observado provocó que el chico girara su rostro, encontrando la graciosa y envidiosa expresión de la castaña. Tuvo que volver a reír, no pudo contenerse.
—¿Tan mal te va? —inquirió con sorna, alzando una ceja.
—Para nada, me va genial —siseó ella, apartando bruscamente la mirada para volver a concentrarse en su partida. Había mentido un poquitito.
Lo último que Mirai recuerda antes de perder todos los sentidos es un suspiro por parte de Manjirō; luego unos brazos la rodearon y unas manos apresaron las suyas para comenzar a maniobrar con más destreza empleando los controles. La respiración del chico chocaba contra su oreja provocando sensaciones desconocidas, la cercanía de sus cuerpos la hacía temblar por inercia y el contacto piel con piel que le estaba proporcionando la estaba volviendo loca lentamente. Mikey era un hombre relativamente pequeño, pero comparándolo con su uno punto cincuenta sin dudas ganaba, razón por la cual se encontraba inclinado para poder quedar a la misma altura.
—MiMi, tienes muy mal pulso, te tiemblan las manos —bromeó el rubio, apretando con fuerza las pequeñas manos de su pareja—. Así jamás darás en el blanco.
Ella se encogió de hombros nuevamente y titubeó a la hora de responder, no le salían las palabras, aún tenía el cálido aliento de Manjirō haciéndole cosquillas en su oído. ¡Tenía que estar haciéndolo a propósito! Había susurrado esas palabras a propósito cerca de su oreja, de forma juguetona pero pausada, con un tono ridículamente sexy, un tono que la hizo querer derretirse allí mismo.
Los nervios e impaciencia se convirtieron en una sonrisa cuando, guiada por las grandes manos de Manjirō, Mirai por fin pudo darle a un objetivo. Se concentró aún más en el juego, y aunque sus gesticulaciones solo podían seguir excasamente las de Mikey —devido a la poca destreza que tenía generalmente le llevaba la contraria a los movimientos de Manjirō—, con mucha dificultad logró hacer una puntuación digna.
—Espero que seas mejor en los demás que en este —comentó el chico, ganándose un pequeño golpe en el hombro por parte de Mirai cuando está se giró a encararlo.
—Soy una diosa de los arcade, Mi-chan nunca ha podido derrotarme —soltó con aires de arrogancia, cruzándose de brazos. Ser buena en los salones de juegos era uno de los pocos orgullos que tenía hacia su persona—. En este solo tuviste suerte.
Manjirō alzó una ceja con una gran sonrisa, prefirió no contestarle y callar hasta la hora de la verdad.
Ambos se encaminaron hacia la primera máquina expendedora de bebidas que había por allí. El nerviosismo de Mirai desapareció cuando descubrió que a pesar de ser el líder de una pandilla, el chico era una persona mucho más agradable de lo que aparentaba; ella le contó de los tiempos en que todavía iba al arcade con Takemichi, entre risas recordó lo mucho que se divertía aquellos días nostálgicos, cuando recién empezaban su amistad y para afianzarla juntos hacían toda clase de locuras. Le contó como llamaban la atención por ser tan ruidosos, le contó de sus constantes burlas a su mejor amigo por no ser capaz de derrotarla. Mirai atesoraba aquellos brillantes recuerdos como si fueran oro puro, y eso Mikey lo notó en su mirada perdida en el pasado y en su sonrisa inefable.
Por unos minutos el ambiente entre ambos se relajó de forma sobrehumana, eran solo dos adolescentes hablando de sus vidas mientras caminaban a la par con un objetivo. Mirai ya no estaba tensa, dejó salir el lado más libre de su personalidad, sin avergonzarse, sin encogerse de hombros, disfrutando de la melodiosa risa que Manjirō le dedicaba cada vez que escuchaba alguna de sus aventuras con Takemichi. Mikey por su parte, le contó como había conocido a Draken, fue por pura casualidad, ya había escuchado de él y cuando lo vio decidió que serían amigos; lo sorprendió escuchar a Mirai soltar amplias carcajadas en vez de asustarse un poco o dudar de que le había partido la cara a Sameyama.
Ya finalmente, cuando su viaje había terminado, y ahora el rubio sostenía la bebida que él mismo había escogido y Mirai se había encargado de comprarle, la fémina se preguntó cuál debería ser su siguiente juego. Mirai se sentía muy decepcionada de haber hecho el ridículo con anterioridad, así que quería mostrar sus habilidades. Mientras Manjirō bebía, la chica miró alrededor buscando su siguiente objetivo, habían tantas opciones.
Los grisáceos orbes se detuvieron cuando vislumbraron a tan solo unos pasos una máquina expendedora de peluches. Quedó enamorada de un pequeño león de felpa que se podía ver por el cristal. Lo quería, quería ese animalito con todas sus fuerzas, sus ojitos cobraron brillo mientras sus pies se movían solos en esa dirección, fue seguida por un incrédulo Mikey, que la examinó cuando colocó ambas manos sobre el cristal y pegó su cara al mismo buscando divisar más de cerca el dueño de sus más profundos anhelos ahora mismo.
—Vas a ser mío —murmuró Mirai a la máquina, separándose para introducir una moneda.
El rubio se mantuvo atento, viendo a la castaña moverse exageradamente, como haciendo un ritual para poder atrapar el peluche que quería. Cuando por fin la chica tomó la palanca dejó de beber y observó impaciente a que Mirai hiciera su jugada. Al final tuvo que reír, la pobre chica —que había dado todo de sí misma— no pudo capturar se objetivo; oh, bueno, si lo hizo, solo que cuando estaba en el aire el peluche se resbaló de las manos metálicas y volvió a caer sobre los demás.
—Maldita máquina, tramposa, ya lo tenía—farfulló irritada, golpeando con una patada la susodicha, semejante acción provocó que su pie se lastimara. Dejó escapar un quejido y alzó su pierna para poder sobarse el lugar herido. Su nivel de molestia aumentó aún más cuando escuchó las carcajadas de su novio—. ¡No te burles de mi, Jiro-kun.
—MiMi, la máquina no tiene la culpa de que hayas fallado —refutó, ganádose un puchero por parte de la castaña. Dio el último sorbo a su bebida y lanzó el recipiente a un basurero, otra vez con mucha destreza—. ¿Ese león es el que quieres?
—Si, es tan lindo —contestó ella, volviéndose en el lugar para mirar de nuevo el león—. Lo necesito.
—Yo veo bichos más lindos que ese allí —comentó simple. Con su mano apartó dulcemente a Mirai de enfrente de la máquina, traqueó sus dedos y movió su cuello como si estuviera calentando para alguna clase de ejercicio.
—Pero a mí me gusta ese —dijo ella, refunfuñando.
Ahora le tocó a la Hoshizora ser espectadora. En poco tiempo Manjirō fue capaz, no solo de dominar los controles de la máquina, sino que también de atrapar el peluche y sacarlo con total éxito.
Mikey se agachó a tomar el león que había conseguido, y cuando lo tuvo entre sus manos lo balanceó de lado a lado mirando a Mirai, tenía dibujada una sonrisa arrogante y orgullosa, otra vez le había ganado. Ella pareció entender la razón de su semblante porque se puso roja como un tomate y le arrebató con rapidez el peluche para abrazarlo contra su pecho.
—Esto no es un juego, no cuenta —argumentó la fémina, impulsando su labio inferior hacia adelante mientras apretaba el animalito contra sí.
—Si tu lo dices, MiMi.
—¡Es la verdad!
—Como quieras. —Alzó el mentón de la chica y la obligó a posar esos hermosos ojos plateados sobre los suyos—. Aún me debes una recompensa.
Mirai miró a los alrededores sabiendo que buscaba Mikey con sus palabras. ¡No podía! Estaban rodeados de personas, sobre todo niños pequeños, seguramente si lo besaba allí se podría morir de la vergüenza.
—Ya te compré la bebida —replicó, sabiendo que aquello no lo detendría; de cierta forma, saber que a Manjirō no le importaba nada que no fuera besarla le revolvía todo el estómago, pero de una forma bonita.
Y tal y como ella lo esperaba, Mikey obvió por completo el lugar y la compañía cuando —con total libertad— apresó los labios de Mirai con los suyos. Un menudo pero melifluo vaivén de movimientos ocurrió. Era un beso que ambos habían extrañado, pero no notaron que les faltaba hasta que se lo proporcionaron.
Al separar sus bocas, Manjirō se lamió el labio inferior y lo frotó contra el superior antes de dedicarle a la pequeña Mirai una sonrisa satisfecho, por ahora.
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Lo siguiente que hicieron fue un simulador de baile. Mirai estaba muy confiada para esto, ella era una persona muy energética y eso la ayudaba a no cansarse ni rendirse con sus pasos, no existía una sola vez en la historia en que alguien le hubiera ganado, tal vez porque solo había jugado con Takemichi, que siempre fue un flojo, y Hikari, que en su momento solo tenía ocho años. En todo caso, ella ya se había coronado vencedora, le iba bastante bien y no había fallado muchos pasos, seguramente aplastaría a Mikey.
O eso pensó...
Cuando lo miró por el rabillo del ojo descubrió la verdad que terminaría por aplastarla como si fuera una piedra. Él se veía muy serio y concentrado mirando la pantalla, se movía con mucha destreza y hacía pasos que ni en sus sueños la castaña era capaz de lograr.
Y la música terminó, para cuando Manjirō se giró a observar a su pareja y preguntarle cómo le había ido, ella ya se encontraba mirando la puntuación perfecta que él había sacado con cara de zombie, hombros caídos y lágrimas en los ojos. Mikey había perdido la cuenta de cuántas veces había reído ya en ese día, Mirai parecía tener un poder especial para complacerlo.
—¿Cómo es tan siquiera eso posible? —preguntó la castaña, apuntando el monitor donde se mostraban los resultados.
—Entonces... ¿diosa de los arcades?
—¡Esto tampoco cuenta! Es un simulador de bailes, en el air hockey te voy a destrozar —dijo, apuntándolo amenazante.
—Muero de ganas —murmuró a un volúmen que ella pudo escuchar, de forma sarcástica y con una sonrisa bufona.
Mirai arrastró a Mikey con una mano mientras con la otra llevaba su león de felpa hasta la mesa de juego más cercana. Ya era cuestión de dignidad, no podía ser que de tres, tres veces Manjirō la hubiera humillado aplastántemente. Necesitaba la revancha, y no es solo la revancha, necesitaba ganar a toda costa, ya era personal. Colocó el peluche cerca, tomó el mazo y esperó a que el rubio frente a ella hiciera lo mismo; una sonrisa se dibujó en su rostro y comenzó la batalla.
El disco empezó a ir y venir con mucha rapidez, Mirai a duras penas podía seguir el ritmo de Manjirō y los puntos en su contra se fueron acumulando con mucha facilidad, uno detrás de otro. Le temblaban las manos y hasta estaba sudando; él se veía tan sereno, parecía que sabía por donde ella enviaría el disco, eso o tenía unos reflejos equivalentes a los de un dios, no había logrado hacer ni un solo gol a su favor.
El encuentro terminó rápido cuando el marcador rebozaba de puntos a favor de Manjirō y un cero contundente en el lado de Mirai. Ella lanzó el mazo sobre la mesa y agachó su cara, escondiendo sus ojos a su rival, quien esperaba ver su reacción con una pose de vencedor.
—¡Aún no es el final! —exclamó, alzando su rostro con una gran sonrisa—. Voy a derrotarte en algo, como que mi nombre es Mirai Hoshizora.
—Buena suerte —animó él, con una sonrisa ladina—. Pero me gusta tu nombre.
—¡Ya verás!
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Nada, Mirai había comprendido en esa cita que no existía nada en lo que pudiera derrotar a Sano Manjirō, a partir de ese día le rezaría todas las noches; él era su nuevo dios. Una y otra vez, un uno y otro juego buscó la forma de vencerle, nunca se cansó, probó hasta la última cosa que existía en ese arcade y nada. Había nacido para perder.
Lamentablemente la noche estaba cayendo lentamente, el ocaso estaba realmente cerca, y la hora de que terminara su cita lo estaba igual. Ambos salieron de la sala de arcades. Mikey traía entre sus manos un aperitivo que había comprado y Mirai su león y una pequeña tira de fotos de ella y su novio; tira que había obtenido de una máquina de fotos, sus expresiones eran divertidas, rebosaban de filtros graciosos y tenían sonrisas sinceras en sus rostros, todo en esas fotos que, a partir de ese, se convertirían en un tesoro para la fémina.
Cuando estaban a unos metros del local, la chica abrazó su león dejando escapar una risita, el día había sido perfecto.
—No sé que es lo que te gusta del bicho ese, habían muchos más lindos —comentó de la nada Manjirō, viéndola aferrarse al animal como si su vida dependiera de ello. Se comió lo último de su bocadillo y recogió las migajas que habían alrededor de su boca con su lengua.
La castaña se encogió de hombros y miró el león para luego mirarlo a él, extendió el peluche de felpa de tal forma que quedara un poco cerca de la cara de Manjirō y se sonrojó tanto que parecía una manzana.
—¡No lo llames bicho! Míralo bien —exigió, recogiendo su peluche y abrazándolo contra su pecho. Agachó la mirada con una sonrisita tímida y jugueteó con sus zapatos—. Es rubio, y tiene una gran melena. Me recuerda a Jiro-kun.
Mikey abrió sus ojos de par en par asimilando lo que Mirai había acabado de confesar. Llevó una mano a su boca y desvió la mirada con un sutil —casi invisible— sonrojo.
—MiMi, si no dejas de ser tan jodidamente tierna terminaré devorándote más pronto que tarde —confesó, con voz ronca.
La de orbes grisáceos no entendió con exactitud, porque claro, la inocencia al fin y al cabo no la dejó captar la indirecta formulada por su pareja.
Manjirō dejó escapar un gran suspiro y luego una sonrisa, Mirai era tan inocente.
—Voy al baño, espérame aquí —ordenó, de forma contundente—. No te muevas.
—¡Vale!
La Hoshizora decidió obedecer, y mientras veía a su novio partir, se sentó en un banco que había cerca. Miraba el panorama con una gran sonrisa tonta, los recuerdos rebozaban de felicidad en su interior y estaba segura de que recordaría ese día incluso después de muchos años. Escenas fugaces la atacaban; cuando comieron juntos, como Manjirō se quejaba de que no le estaba dando amor, como perdió una y otra vez pero igual la alegría seguía oprimiendo su pecho; se había divertido tanto, ojalá y ese día pudiera ser para siempre.
Había pasado un corto rato ya, seguramente Mikey estaría al regresar. Comenzó a mover sus pies en un vaivén impaciente, como si fuera una niña pequeña. Todo era perfecto, hasta que vio en la distancia como un adolescente casi adulto estaba intimidando a uno mucho más pequeño. Nuevamente su cuerpo se movió solo, dejó el peluche sobre el banco y guardó su foto en el bolsillo mientras corría en esa dirección.
—Dame el dinero, pedazo de escoria —exigió el mayor, acercándose amenazante al otro. Las personas a su alrededor los ignoraban y por eso se sentía en confianza.
—¡Alto! —exclamó Mirai, colocándose entre ambos de la nada, con una mirada decidida en su rostro y con una mano alzada para mantener detrás al chico que estaba siendo agredido.
—¿Y tú quién eres? —inquirió el más alto, con tono molesto—. Aparta si no quieres que te rompa esos lindos dientes.
—Intimidar a los más débiles está mal —refutó ella, de forma sublime.
—No me toques los huevos, pequeñaja. —Con toda la libertad del mundo, el agresor tomó del pullover a la protagonista y la acercó a sí, dispuesto a reventarle la cara. Pero justo antes de clavar el puñetazo en el rostro de la fémina alguien tocó su hombro. Indignado por tantas interrupciones, soltó a la muchacha y se giró a ver de quien se trataba, encontrando el rostro sonriente de un rubio—. ¿Y ahora tú quién eres?
La expresión divertida del chico se transformó en una mirada oscura y un semblante sombrío, segundos después soltó las siguientes palabras:
—¿Qué estabas a punto de hacerle a Mi Mirai?
—¿Tú Mira-
Antes de tan siquiera poder terminar la oración, el hombre sufrió de una patada en la cien que lo obligó a caer al suelo desmayado. Mikey bajó su pierna de forma seria y saltó sobre el tipo para llegar donde Mirai.
Ahora sí todos observaron lo escena mientras dejaban escapar murmullos incrédulos. Quienes habían decidido ignorar la situación se mostraron curiosos por la facilidad con la que un pequeño había derrotado a un delincuente. Se acumularon las personas rodeándolos
—¿Estás bien? —inquirió, ignorando las miradas de todos los que los rodeaban.
Ella contestó con un movimiento de cabeza y fue donde el chico que estaba siendo agredido. Le extendió su mano, esperando que él la tomara para ayudarlo a levantarse. Pero el muchacho se puso en pie solo y corrió donde Manjirō.
—¡Muchas gracias! —exclamó vivaz, haciendo una mini reverencia.
Mikey divisó a Mirai recoger su mano y llevarla a su pecho con los ojos apagados y una sonrisa triste. Él no hablaba con personas que no despertaban su interés, pero hoy haría una excepción.
—No me las des a mí, solo intervine por ella —dijo, apuntando a la castaña. Y antes de que nadie pudiera hacer nada más fue donde su novia y la tomó de la mano obligándola a caminar con él, pasó por el banco, recogió el león de peluche y se alejó de la escena que ya tenía a varias personas siendo testigo.
Mirai observó la gran espalda de Mikey mientras era arrastrada a seguir sus pasos. La había salvado, y eso que él le había dicho que se estuviera quieta. No sabía que decir, era muy raro que entre ellos reinara el silencio, y más después de la cita de hoy cuando todo el tiempo todo fueron risas. Estaba apenada.
Ya lejos de aquel lugar, Mikey la soltó y se giró a verla, ella sintió que no podía con esos ojos negros.
—¿Por qué-
—¡Lo siento! —exclamó, agachándose bruscamente. Llevó ambas manos a su cara y trató de ocultar su sonrojo provocado por lo avergonzada que estaba—. Mi cuerpo se movió solo, ya te había dicho, no puedo controlarlo. De verdad quería terminar esta cita bien.
Manjirō se agachó para estar a su misma altura, y desde ese ángulo pudo verla mejor. Se veía tan linda toda encogida y sonrojada, pensado que su comportamiento lo había molestado o algo parecido. Dejó escapar una risita y colocó una mano sobre la coronilla de la cabeza de Mirai, cosa que la obligó a mirarlo.
—¿Por qué no me esperaste? —Terminó su pregunta, dedicándole una gran sonrisa sincera—. Podría haberte pasado algo grave. ¿Por qué no contaste conmigo? Eres mi novia, MiMi, eso te hace mía, como tal tus caprichos y deseos son los míos. Le romperé las piernas a todo Tokyo si es necesario.
Mirai no contestó, pero unas increíbles ganas de llorar la abrumaron. Se le cristalizaron los ojos, mas no se permitió a sí misma mostrarse tan débil frente a él. Ahora mismo estaba emocionada y conmovida, tanto que ni siquiera pudo moverse, solo se quedó allí mirándolo, al menos por unos segundos más.
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Palabras del autor:
¡Felíz cumpleaños atrasado, mi amor!
Quería publicar este capítulo ayer porque fue el cumple de mi dios Manjirō, pero me quedé re dormida y no pude terminarlo hasta hoy. Buff, cinco mil largas palabras de una cita con el Jiro-kun. Espero que les haya gustado. Le puse mucho amor.
Quiero recordarles que la relación de Mirai y Mikey va despacio, ninguno de los dos está enamorado, y eso me gusta, quiero hacerlo lentamente, porque mientras más despacio te enamoras, más profundos son los sentimientos que surgen, o así lo veo yo.
Ya saben, Google maps dijo eso :)
Recuerden seguirme en mi Twitter: Mio_Uzumaki, donde estaré publicando cositas de mis historias, adelantos, dibujos, etc.
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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