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Capítulo 10

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Se estaba desarrollando una amena charla justo frente a ella, los protagonistas eran Takemichi, Celeste, y un chico que se presentó como Mitsuya. Luego de la reunión y que varios de los miembros de la ToMan se hubieran retirado ellos quedaron allí, primeramente porque a Takemichi le encantaba ser el centro de atención, y segundo porque Mirai no quería irse sin ver una última vez a Manjirō, quien no había regresado desde que se fue con Draken en otra dirección.

La castaña sabía que su pareja debía estar hablando cosas importantes con su mejor amigo, así que esperaría paciente. Parte de Mirai estaba inconforme, osea, creyó que esa tarde sería la última vez que lo vería por hoy, pero no fue así, contra viento y marea —y un poco gracias a la ayuda de Celeste— lo había vuelto a encontrar en la noche, mas no era suficiente. No hubieron casi acercamientos, ni sonrisas tontas, ni besos, ¡y ella quería eso!

Los tres chicos frente a Mirai hablando y ella perdida en las nubes por estar ensemismada con Sano Manjirō. Parecía que estaba en otro mundo, aunque solo se encontraba a unos excasos metros.

—¿Pensado en mí? —inquirió en un susurro una voz en su oído.

Mirai sintió como se le subían los colores a la cara y dio un respingo en el lugar cuando el cálido aliento de Manjirō chocó contra su piel sorpresivamente. Un extraño cosquilleo revolvió todo su estómago y hasta las piernas le flaquearon. Él estaba justo detrás, ligeramente inclinado para estar a su altura y con una sonrisa parecida a la del café: juguetona y pícara, pero sin duda atractiva.

Había quedado estática, quería moverse porque sabía que solo estaba haciendo el ridículo, pero no podía.

—¡Lo sabía! —exclamó él, soltando una risita y llamando la atención de los otros tres jóvenes. Con todas las miradas sobre su persona, Manjirō tomó de la mano a Mirai y los saludó divertido—. Nos vemos, chicos.

—¡Oye, Manji, ni se te ocurra! —exigió Celeste, haciendo un reproche—. Yo la traje, es mía.

Mirai no comprendía con exactitud la situación, o al menos no lo hizo hasta que Manjirō la jaló de la mano obligándola a caminar con él, alejándose de sus amigos. Ah, se la estaba llevando. Al principio fue a rastras, pero poco a poco la muchacha fue caminando por su cuenta, sin separar sus manos. Era de noche y bastante tarde ya, se suponía que debería regresar a casa, pero otra vez el aura dominante de Mikey la hacía querer seguirlo, querer estar con él; eso la volvía loca, ese poder del chico para hacer de ella lo que quisiera le parecía tan atractivo.

Aunque Celeste se había quejado nadie los había seguido, y ahora estaban bajando las escaleras con sus manos tomadas. Ella iba dos escalones más arriba, mirando la gran espalda de Manjirō y detallando cada parte de su cuerpo, la fuerte mano que la sostenía, sus hermosas hebras doradas que danzaban en la oscura noche, su cuello que quedaba descubierto de vez en cuando por la intranquilidad de su cabello medido por la sutil brisa, toda su silueta; Mirai quería memorizarla por completo.

—Esto, Jiro-kun... —murmuró apenada, con un sonrojo adornando su rostro. Agradecía que él estuviera de espaldas y no prescenciara como la tenía—. Es tarde, debería...

—No puedo esperar, MiMi —dijo, dedicándole una sonrisa por encima del hombro—. No puedo esperar a mañana para estar contigo. Acompáñame un rato.

Mirai tragó en seco y apretó su agarre sobre la mano del chico, al fin uniéndolas por completo, antes la apenaba hacerlo, pero ahora mismo adoraba ese cálido tacto y quería experimentarlo aún más. Guardó silencio y no volvió a intentar detenerlo, porque aquello era algo que ambos querían. Ella tampoco podía esperar, ya no le importaba a dónde fueran o donde la llevara, solo quería estar un poco con él, solo un poco más.

Si, Manjirō era de ese tipo de persona que cuando quería algo iba a por ello sin importar las consecuencias, y al parecer también tenía el poder para conseguirlo.

A pasos lentos llegaron al estacionamiento. Mirai creyó que volverían a montar en moto, mas no fue así, Manjirō siguió de largo y justo entonces ella sintió que podía ponerse a su lado, no tenía ningún sentido permanecer detrás. Al estar uno junto al otro Mikey le dedicó una sonrisa, la cual Mirai le devolvió de forma sutil.

Solo estaban caminando pero el ambiente se sentía tan ligero, tan ameno. Una serie de factores se juntaron para que ese instante fuera perfecto, el clima tan agradable, las estrellas trazando sus caminos en el manto azulado de la noche, sus respiraciones entrelazadas. ¿Desde cuándo cosas tan triviales se hacían tan románticas y maravillosas para Mirai?

—Mañana, ¿dónde deberíamos ir? —preguntó el varón, llevando su mano libre a su mentón, de forma pensativa.

—Donde sea está bien —contestó Mirai, soltando una risita.

—¿Tan enamorada estás de mí? —preguntó juguetón—. ¿Te parece bien cualquier lugar si voy contigo?

La castaña detuvo su paso y se giró para reprocharle, pero lo que encontró la desconcertó. Manjirō también se había volteado, se encontraba demasiado cerca, con una curvatura de medio lado dibujada en sus labios, una tan atractiva que la dejó sin palabras.

—Todavía no, MiMi, aún te queda mucho por conocer del gran Mikey —comentó, sin cambiar su semblante. Por último hizo nula las distancias que los separaba y transformó sus respiraciones entrelazadas en un beso necesitado por ambos, el mismo que había querido darle desde que la volvió a ver esa noche cuando Celeste la trajo.

Mirai se dejó besar en aquella calle desierta, se dejó llevar por sentimiento que tenía en su interior y que rezaba con fuerza a todos los puntos blancos en el cielo y a la hermosa luna que aquel beso fuera eterno. Él llevó una mano a su mejilla para acariciarla mientras se aferraba con la otra a la mano de la chica.

Ella se derritió, ahora le hacía falta estar entre sus brazos para dejarse caer y que Manjirō la pudiera sostener.

—¡Ya sé! —soltó Mikey, con una gran sonrisa. Se apartó ligeramente de los labios de Mirai, pero sin mover su cuerpo ni un centímetro, manteniéndolos en la misma posición—. ¡Vayamos a comer Dorayakis!

Ante tan declaración la fémina tuvo que romper en risas. ¿Cómo podía alguien actuar tan maduro y atractivo un momento y luego comportarse como un niño? Daba igual, este Mikey también le gustaba.

—Era en serio, MiMi —reprochó el rubio, en un puchero.

—Vayamos dónde quieras, Jiro-kun —dijo ella, girando su rostro ligeramente, sus orbes grises brillaron de una tan forma peculiar que parecían platinados, en sus labios había una sutil y sincera sonrisa, una que a los ojos de Manjirō fue realmente hermosa—. Después de todo, estoy tan enamorada de tí que cualquier lugar me parece bien si voy contigo.

Y aunque Mikey sabía que aquello era una broma con aires de reírse de sus antiguas palabras, de algún modo verla así lo conmovió un poco. Nunca esperó que alguien tan tímido como ella pudiera actuar de ese modo.

—MiMi, me gustas mucho —comentó serio, antes de volver a juntar sus labios sin previo aviso.

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Mirai tomó la primera piedra que encontró en el piso y oró a todo dios porque su mala apuntaría le permitiera aceptar. La lanzó, y afortunadamente la piedrisita chocó contra el cristal; tomando esto para llenarse de confianza lanzó la segunda y así la tercera. Solo se detuvo cuando Takemichi asomó la cabeza por la ventana de su cuarto. Lo saludó con una sonrisa forzada y alzó su mano para moverla en el aire.

—¡¿Mirai-chan?! ¿¡Estás loca?! —exclamó en un susurro el joven mirando a la derecha y luego la izquierda para ver los alrededores.

Eran pasadas la media noche, demasiado tarde para que ella estuviera sola en las calles. Él había llegado a casa hacía aproximadamente una hora y se había puesto cómodo para tirarse en la cama y ponerse a pensar en sus planes para el día de mañana; se había quedado inquieto cuando vio a Mirai irse con Manjirō, pero sabía que estando a su lado nada le pasaría, él había demostrado ser lo suficientemente fuerte para defenderla. Así que tendido en su colchón solo podía trazar estrategias para separar a su mejor amiga de ese mundo, de Mikey, no la quería involucrar demasiado sabiendo en quien se convertiría el chico, sabía que alguien tan inocente como ella saldría muy herida de este asunto; a esto añadiendo que debía impedir la muerte de Draken dentro de poco. No había podido pegar ojo con tantas responsabilidades en la cabeza, y Mirai debía agradecer eso porque sino jamás hubiera escuchado sus llamados.

—Mi-chan, necesito que me hagas un favor —murmuró la castaña, encogiéndose de hombros y dedicándole un puchero.

No, eso no. Cuando Mirai Hoshizora hacía un puchero era la persona más linda del mundo, se veía tan tierna que él no podía negarse a ninguno de sus deseos. Desde niños ella sabía que ese era el punto débil de Takemichi y solo lo usaba en situaciones críticas, por ello él supo que andaba metida en un buen lío.

—Dime...

—Ponte tu uniforme y llévame a casa —explicó veloz, juntando ambas manos frente a su cara e inclinándose muy ligeramente. Lo vio vacilar, a punto de interrogar la razón, así que decidió continuar—. No preguntes, baja y te cuento.

El rubio dejó escapar un suspiro cansado y asintió con su cabeza. Era imposible decirle que no. Él volvió a meterse en su habitación a cumplir con la solicitud de la fémina; ella se quedó parada en el mismo lugar esperando, jugando con la tierra en sus zapatos y moviendo su bolso de lado a lado mientras tarareaba una canción que había escuchado esa mañana.

Mirai agradecía tener a Takemichi en su vida, él siempre estaba ayudándola incondicionalmente, siempre allí para ella; aún cuando le pedía cosas tan raras como la de hoy, Takemichi no cuestionaba, solo la apoyaba. Su lazo con él iba más allá de la amistad, eran como hermanos, ambos sabían que cuando no tuvieran nada en el mundo se tendrían mutuamente.

No pasaron cinco minutos y ya el chico llegó a dónde se encontraba Mirai, abotonándose el último botón de la camisa por lo rápido que tuvo que actuar. Al llegar al lado de la fémina le dedicó una mirada seria.

—Le dije a mamá que iría al karaoke con ustedes y ella me dijo que debías llevarme a casa, sé que es tarde pero podríamos decirle que estaba en tu casa, no es la primera vez que hacemos algo parecido —dijo rápidamente, apartando la vista. Había notado la mirada inquisidora de Takemichi, él tenía el derecho de saber que estaba sucediendo, era la única persona con la que podía ser sincera del todo.

—Pensé que Mikey-kun te llevaría. —Sin reprochar nada, Takemichi se puso en marcha dejándola atrás. Sonrió cuando la vio trotar para colocarse a su lado con una expresión de agradecimiento.

—Y lo hizo —contestó ella, recordando—. Me dejó justo en la puerta, pero esperé a que se fuera para venir aquí. Mamá me mata si no llego contigo a casa.

—Si le explicas que se trata de tu novio ella seguro... —Takemichi detuvo sus palabras en seco cuando vislumbró el semblante de la más pequeña. Él sabía que significaba aquello—. ¿Por qué no quieres que tu familia conozca a Mikey-kun?

—Ya sabes cómo es mamá, seguramente le hará una cruz inmediatamente sin conocerlo, entonces nunca descubrirá que se trata de un chico maravilloso —refutó, dejando escapar un resoplido. Amaba a su madre, pero era demasiado sobreprotectora, por eso había tenido que mentirle gran parte de su vida.

—Bueno, tal vez ella tenga razón aquí —siseó el rubio, doblando una esquina. Afortunadamente sus casas no se encontraban tan lejos la una de la otra. Su declaración se ganó el ceño fruncido de la castaña—. Digo que Mikey-kun es del tipo de chico que nunca te ha gustado, él abusa de su poder.

—Pero te salvó.

—Me refiero a que es muy fuerte y puede que también eficaz, pero las personas con las que se relaciona... —Le dedicó una fugaz sonrisa—. Simplemente creo que no es tu ambiente, tú eres más de personas tranquilas, eres quien se opone a la Tokyo Manji y defiende a los débiles.

—¿Sabes? —preguntó, mirando al frente con una gran sonrisa. Apretó con fuerza las asas de su maletín y dejó que su mente viajera por los excasos pero potentes recuerdos que tenía con Manjirō—. Jiro-kun fue la primera persona que me dijo que le gustaba sin dudarlo, él simplemente me besó y me pidió que saliéramos. A él no le importó que mi cabello fuera corto, que hubiera chicas más atractivas que yo a su alrededor, que fuera torpe o poco femenina, todo eso fueron cosas secundarias, él.. solo dijo que yo era increíble. Y mi corazón se aceleró tanto que pensé que se saldría, jamás me había pasado eso con alguien, quería averiguar que era lo que me sucedía y tener una probadita del romance adolescente.

Takemichi no pudo decirle nada, guardó silencio sintiendo un poco de tristeza. Ella tenía razón, nadie jamás se le había confesado a su persona, nunca ningún chico le prestó atención y la tachaban de ser varonil sin tan siquiera conocerla. Comprendía el anhelo que podía desatar en ella que Manjirō hubiera llegado de la nada con su carácter recto y sincero y haya puesto patas arribas sus sentimientos.

El tema quedó allí, por esa noche Takemichi no volvería a insinuar que era mejor que esa relación terminara, era tarde ya, lo suficiente para parar por hoy. Solo comenzaron a hablar de cualquier tontería juntos. Se burlaron de algunos profesores y de sus formas de impartir clases, se preguntaron cómo les había ido en los exámenes, se inventaron apodos graciosos para sus amigos y jugaron con sus voces a imitar las de quienes los rodeaban, hablaron de todo, mas Sano Manjirō no volvió a salir a luz en aquella conversación.

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Mirai cerró la puerta a sus espaldas con todo el sigilo que alguien tan torpe como ella tenía escondido dentro. Al llegar a casa notó que todas las luces estaban apagadas y no había bullicio ninguno, lo cual solo podía significar dos cosas; la primera es que la estaban esperando con ataque sopresa preparado, y la segunda es que se habían ido a dormir. Cuando entró a la cafetería y vio que nadie la recibió le ordenó a Takemichi marcharse con un movimiento de cabeza, él estaba un poco molesto porque lo hicieron levantarse de la cama por gusto, pero se fue sin objetar, mañana le cantaría las cuarenta. Mirai nunca había estado tan contenta de que se olvidaran de su existencia.

Se quitó los zapatos en silencio, guardó su llave en el interior de su bolso y comenzó a caminar de puntillas esquivando las mesas cuando por fin se había acostumbrado a la oscuridad. Si llegaba a su cuarto el juego habría acabado y tendrían un vencedor. Ya ella se había coronado como reina, fue felíz, hasta que sintió el ruido del interruptor activarse.

Ah, había visto eso en las películas, ahora su madre seguramente se encontraba sentada en un sofá —no había ninguno en la zona baja, solo era su imaginación— de pies cruzados y con una mirada seria, lista para pedir una explicación razonable. ¿Desparecer sería un buen deseo por su próximo cumpleaños?

—No soy mamá —dijo una voz detrás de ella.

Cuando Mirai se giró para divisar a su pequeña hermanita casi corre a abrazarla de la alegría que le daba verla. Después de todo, dios seguía queriéndola.

—Tienes mucha suerte de que mamá se haya ido a dormir temprano hoy junto a papá, sino estarías muerta —regañó la menor, cruzándose de brazos, con una ceja alzada. Ella tenía que hacer de madura siempre—. Y si quieres que no sepan que llegaste a la una de la mañana cuando se supone que estabas en el karaoke me vas a contar dónde y con quién estabas.

—Estaba con Mi-chan. —Forzó una sonrisa y se encogió de hombros.

—Mirai, ¿tú te crees que nací ayer? —inquirió con cierta molestia.

—¡Es cierto! Tu lo viste, él me trajo.

—Voy a despertar a mamá —sentenció disponiéndose a caminar hacia las escaleras. Cuando estuvo cerca de Mirai, esta la detuvo con ambas manos, impidiendo que pudiera continuar su travesía.

—¡No, no! —pidió agonizante. La soltó y dejó escapar un suspiro—. Estaba con mi novio.

—¿En serio? —Obtuvo como respuesta un movimiento de cabeza por parte de su hermana mayor—. ¿Cómo se llama?

—Sano Manjirō —susurró, esperando que Hikari no conociera la reputación del chico.

Pequeñas carcajadas se escaparon de los labios de la pelinegra, quien trataba de contener las risas pero no podía—. ¿Tú quieres que me crea eso?

—Es la verdad.

—Mirai, ¿con "el invencible Mikey"? —preguntó, sin borrar su sonrisa. La mirada seria de su hermana la hizo relajar su semblante y cuestionarse si no era una idea tan descabellada—. Mamá te va a matar.

—Necesito tu ayuda, Hi-chan —lloriqueó, abrazando a la mencionada—. Mañana tenemos una cita, necesito que me encubras.

—En serio, mamá te va a matar, y a mí por ayudarte a verte con un delincuente juvenil.

—¿Eso significa que me ayudarás? —preguntó esperanzada.

—Estas viviendo un romance con el tipo más temido entre los jóvenes, es como en las novelas de romance que solemos leer juntas. Necesito ver cómo termina esto —fantaseó, llevando ambas manos a sus mejillas—. Además, somos hermanas, el cincuenta por ciento de un todo, si tú confías en él yo también lo hago. Más te vale no estar tomándome el pelo porque ya me emocioné.

Mirai sintió sus ojos cristalizarse de verdad. A veces lamentaba no poder ser todo lo honesta que su hermana merecía que fuera, Hikari era muy madura y adulta, pero cuando Mirai lo requería ella siempre estaba allí también, dispuesta a apoyarla, dispuesta a hacer alguna idiotez por ella.

—No estoy jugando, de ver-

El sonido de su teléfono interrumpió su respuesta. Mirai lo tomó y atendió.

—¿Si?

MiMi, llamé para que luego no te molestes conmigo. Nos vemos mañana en el parque frente al puesto de Dorayakis.

El pulso de la aludida se volvió loco al escucharlo hablar por la otra línea. Trató de calmar sus acelerados latidos pero no pudo. Hubiera preferido estar sola en su habitación para poder dar vueltas en círculos mientras sonreía como tonta, pero no quería verse así frente a su hermana menor, así que se controló.

—Así que en serio iremos a por dorayakis —dijo, soltando una risita.

—¿Quién sabe? Puede pasar de todo. Buenas noches, MiMi. ¡Sueña conmigo!

—Buenas noches, Jiro-kun.

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Palabras del autor:

De poquito a poquito vamos teniendo más escenitas con Jiro-kun. Espero que les guste como estoy desarrollando su relación. Me gusta desarrollar a mis personajes con todas las relaciones a su alrededor, la vida de Mirai no gira en torno a Manjirō (por ahora :D)

Cómo ya les dije esto es prácticamente una historia. Es como hacer una saga, pero sin meterme en 1938188472737 fanfics a la vez. Así que esperen momentos de otras parejas.

Recuerden seguirme en mi Twitter: Mio_Uzumaki, donde estaré publicando cositas de mis historias, adelantos, dibujos, etc.

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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